FELIZ AÑO 2011, por Edu y Cada

Como veníamos anunciando los días previos Edu y Cada despiden el Año 2010 juntos y "dando la cara".



Desde la abarrotada madrileña Puerta del Sol, ante el tradicional reloj de las campanadas, Edu y Cada brindan juntos por el 2011 y os convidan en este brindis para que sigáis compartiendo con ellos todo el año a punto de llegar y que, seguro, estará lleno de post nuestros y comentarios vuestros.

Gente Edu-Cada es un blog dirigido a todos los públicos cuyos objetivos son:

- Despertar el interés de sus lectores
- Crecer cada día un poco más
- Relatar anécdotas cotidianas haciéndonos recapacitar sobre ellas
- Narrar historias de auto-reflexión
- Ayudar a la gente a comprenderse y empatizar
- Apoyar a un sector muy especial: El sector educativo

En este sentido, el 2011 arrancará muy fuerte para Edu y Cada, que van a hacer un gran esfuerzo por dar pequeñas fórmulas didácticas que contribuyan en el mundo educativo. A partir de enero, podréis ver a nuestros amigos en vídeo, ¡por lo que no sólo serán leídos sino también vistos!

EDU, psicólogo de profesión, tiene una amplia carrera y grandes experiencias de vida. Tras dedicarse durante más de 30 años a la terapia, ha decidido extrapolar sus fórmulas de ayuda y reflexión para compartirlas con todo el que lo desee en su post semanal que se publica los jueves.

CADA, pedagoga licenciada hace un par de años, comenzó sus andaduras dedicada a la formación. Su vitalidad y juventud arrojan comentarios frescos que desean abrirse un hueco en las mentes de sus lectores para crear, con un toque de ironía, la duda razonable. Sus posts semanales se publican los lunes.

Desde el balcón que mira atento a las campanadas finales de este 2010, EDU y CADA se despiden de vosotros con la mejor de las despedidas: su aparición pública y la garantía de que desde el próximo lunes se colarán un poquito más en vuestras vidas.

Amigos, Feliz Año!

Un saludo cordial

EDU y CADA.

P.D.: Agradecimientos a todo el equipo de AGC, que nos hace posibles

REFLEXIONES AL CREPÚSCULO DEL AÑO

Pues aunque no lo parezca, como todo llega, también ha llegado el último post, de Edu, de 2010. Los medios de comunicación aprovechan para hacer una selección de “los mejores momentos” (seguro que al afilado lápiz de CADA se le ocurren algunas buenas ironías al respecto) pero a mí me gustaría hacer una reflexión un poco diferente.

Cuando te sientas tranquilo, al final de una jornada, de un año o de una vida, muchas sensaciones inundan esa reflexión. A menudo, van desfilando por la mente los recuerdos, sin mucho orden ni concierto. Me he dado cuenta que en ocasiones el recuerdo viene acompañado de nostalgia, nostalgia por los momentos felices que no volverán, por las personas que se fueron, por el equipaje que vamos dejando a cada paso.
Me niego a caer en la nostalgia, me niego a que el pasado, por bueno que haya sido, ahogue la ilusión del momento presente y la ilusión por comenzar otro trecho de mi vida. Pensaba en cómo hacer para que esto no me sucediera y he llegado a una conclusión: Uno de los mejores regalos de la vida se produce cuando aprendemos a “soltar”.
Esta es una idea antigua y tiene muchos nombres en todas las tradiciones. A mí me parece que “soltar” tiene que ver con dos actitudes fundamentales, por un lado ser conscientes y consecuentes con todo lo que he vivido, por otro lado, ser capaz de mirarse a uno mismo con agradecimiento y cierta dosis de indulgencia.

Ser consecuente significa caer en la cuenta de que todo lo que vivo tiene consecuencias.  Las casualidades no existen,  las circunstancias personales actuales tienen un rastro. Puede que el rastro unas veces se pierda y otras aparezca claro ante nuestros ojos, pero está ahí, recordándonos que por pequeños que seamos, por minúsculos que parezcamos, somos un hilo fundamental y extraordinario del gran tapiz del Universo.

Cuando de verdad creemos que nuestra existencia tiene ramificaciones e influencias en todo lo demás, la responsabilidad sobre nuestras acciones cobra un sentido completamente diferente. Tened en cuenta que no me refiero a una especie de saldo por el que debamos pagar en ésta u otra vida, simplemente podemos entender que una situación determinada, que en su día pudo parecernos un desastre, ha terminado trayéndonos al momento en el que nos encontramos. Hacer las paces con el pasado, es la mejor herramienta para aceptar y estar a gusto con el presente. Cuando hacemos esto, desaparece el rencor, la envidia y la frustración. Como si de un nuevo amanecer se tratara, la grandeza del ahora consigue inundar el espíritu con la luz clara de una conciencia nueva, la conciencia de que estoy en el sitio exacto en el momento adecuado.

El agradecimiento sería la segunda pata del trípode para evitar la nostalgia y fomentar la esperanza en nuestra vida. Bien mirado, la revelación de que todo está bien trae como consecuencia lógica una mirada agradecida hacia todo lo que me ha sucedido, independientemente del signo positivo o negativo o de las sensaciones que aquellas circunstancias me produjeron en el pasado. El agradecimiento no es algo que pueda forzarse o entrenarse, simplemente es.



Recuerdo una anécdota de mi amigo Luis, que me ha autorizado a compartir con todos y todas vosotras:
Luis llevaba seis años casado con su mujer. Su vida era como la de tantos matrimonios, con subidas y bajadas, pero la relación era cordial y en el círculo de amigos incluso los veíamos como especiales. Sin embargo, después de una época especialmente complicada, Luís y María decidieron, de mutuo acuerdo, separarse. Hacía relativamente poco tiempo que se había separado de su mujer. Como cualquier vida común, la separación de mis amigos tenía implicaciones de tipo práctico que debían resolver, por lo que se veían con cierta frecuencia. Una de aquellas tardes, después de estar debatiendo acerca de cómo repartir el coche, la hipoteca, los recuerdos, en suma…Mi amigo se fue para casa con una carga en el corazón. Entonces, mientras conducía hacia su nuevo hogar, en mitad de un atasco, le vinieron a la cabeza los buenos momentos que había compartido con su pareja. Entonces, hizo una promesa, la promesa de que no iba a dejar que nada de lo que sucediera a partir de ahora iba a empañar la felicidad de todos los instantes, grandes y pequeños, compartidos. Mi amigo se hizo la firme promesa de recordar siempre con cariño su vida común.
Luis me miró a los ojos y muy serio me dijo: “Edu, sé que parece una locura y quizá no me entiendas, pero en el momento en que fui consciente completamente de esa promesa una especie de luz inundó mi corazón. La luz borró la melancolía que me embargaba, irradió una paz que no soy capaz de expresar, pero pareció como si mis recuerdos se “limpiaran” y fui plenamente consciente de lo tremendamente afortunado que he sido por vivirlos”.
No sé qué os parecerá la anécdota, pero a mí me impresionó aquella mirada. Sabía que no era un pensamiento fugaz, sino que aquello Luís lo había vivido realmente. Como premio, sé que hoy Luís y María han rehecho su vida, son amigos y comparten muchos días en compañía de sus nuevas parejas, que aceptan y respetan la situación.
Ese es el tipo de agradecimiento al que me refería, al final del año, cuando los sentimientos se agolpan y los recuerdos pueden jugarnos malas pasadas, no está de más recordar lo tremendamente afortunados que somos por haber, realmente, vivido.

El tercer punto de apoyo es la indulgencia. Nadie es perfecto, nadie puede decir que siempre ha hecho lo que quiere, como quiere y cuando desea. A veces, nos puede la pereza, la ira, la tristeza o simplemente, nos dejamos llevar por una ilusión en vez de hacernos responsables de nuestras acciones. Saberse perdonar los pequeños errores también es una forma de “limpiarnos” para entrar en la nueva etapa con los vestidos blancos y la mirada radiante.
¿Mi consejo para este fin de año 2010? Siéntate, tranquilo, tranquila, en algún lugar y a una hora que sepas que no te van a molestar, tampoco hace falta demasiado tiempo, quizá te basten 15 ó 20 minutos. Puedes escribir o recordar, aunque yo te aconsejo que escribas en un papel esas pequeñas, o grandes, frustraciones que te ha producido el año que se escapa. Intenta asociarlas a un recuerdo feliz, ser consciente del deseo incumplido o pasado que está generando la frustración. Fija en la memoria esas vivencias y confiadamente, date las gracias a ti mismo por permitírtelas. Dobla el papel, enciende un pequeño fueguito y mientras el viento se lleva las cenizas de tu frustración, deja que las pequeñas cicatrices que dejaron en ti se vayan también, elevadas por el viento del agradecimiento y la indulgencia.

Espero que vuestro año haya sido maravilloso, espero que seáis capaces de ser indulgentes con él puesto que al fin y al cabo somos los actores principales de nuestra propia existencia y sobre todo, espero que el año nuevo esté lleno de vida para todos.

¡¡FELIZ Y EDU-CADO AÑO NUEVO!!

EDU

JUNTOS Y AL DESCUBIERTO POR PRIMERA VEZ

Estimados/as amigos/as:

Edu y Cada están preparando su último post del año. ¡Una despedida por todo lo grande del 2010! Por fin aparecerán ante todo su público juntos y mostrando su cara.



Este 31 de diciembre podréis conocerles y ahondar en su situación personal ya que se mostrarán ante todos nosotros tal y como son.

Recordad que, además, mañana Edu publica su habitual post semanal.

Os esperamos a todos/as en la gran Fiesta de Noche Vieja,

Un saludo afectuoso,

EDU y CADA

¿TENEMOS DEMASIADAS COSAS?

¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de veces que pensamos que los niños de hoy en día lo tienen todo?

Así es. Además, tienen cosas increíbles, incluso para su edad. Cada vez les compramos antes su primer móvil o les ponemos tele en su habitación. Desde que nacen se rodean de tecnología. Para empezar, el primer aparato que llega a sus vidas es uno de esos radio – escucha que les vigila atentamente en la cuna y envía las frecuencias a otra parte de la casa. Y con ese inicio, la vida del pequeño/a de la casa se va llenando, casi sin darse cuenta, de más y más enseres electrónicos que se vuelven inseparables para él o para ella. Enseguida manejará el DVD del salón, en año y medio encenderá nuestro portátil y poco después pedirá su primera video – consola.

Cuando queramos darnos cuenta estará rodeado/a de luces, sonidos y botones que serán “imprescindibles” en su vida. Y si ya es tarde para cualquier otro replanteamiento, tenderemos a pensar que tiene demasiadas cosas, que no le hacen falta o, pero aún, que nosotros vivíamos con mucho menos y no nos pasaba nada.

Bueno, pero eso es un decir. Precisamente a este punto quería llegar. Voy a comenzar ilustrando dos ejemplos para que analicemos:

Ejemplo 1: Los niños y las niñas de hoy en día viajan en coches más rápidos, más seguros y mejor equipados. Un niño “actual” va sentado en un asiento de cuero, con climatizador y sus dibujos favoritos. Nosotros viajábamos en un coche viejísimo (siempre eran viejos, por lo que se ve nunca vendían coches nuevos), con la tapicería de color entre gris y marrón que producía mareos. En verano sudábamos como pollos y en invierno teníamos que taparnos con el abrigo de nuestra madre. Un viaje de 200kms duraba seis horas. Vale, no pasaba nada, pero si nos hubieran dicho que podíamos ir agustito, tardar dos horas y ver una peli, imaginad la cara de ilusión que hubiésemos puesto.

Ejemplo 2: El clásico tópico “los niños de hoy en día no juegan juntos”. Me ha dado por observar una práctica común entre los niños y niñas de ahora. Resulta que se sientan en línea con una video – consola portátil cada uno. Aparentemente no interactúan. Pero resulta que sí lo hacen. El juego está conectado en red y compiten unos contra otros. Entonces, no se trata de que no interactúen, sino de que lo hacen de forma diferente a cuando nosotros nos tirábamos al suelo con unas chapas.

Antes de “criticar” la cantidad de objetos, posesiones y costosas tecnologías que ostenta la infancia de nuestro tiempo, deberíamos recapacitar sobre dos cosas:

  1. Tienen exactamente lo que les proporcionamos. Y además, es lógico. De lo contrario no evolucionarían conforme al momento actual. No puedo imaginar a un niño de ahora jugando con un aro de cuero y un palo de madera.
  2. Nosotros tenemos cosas que no tuvieron nuestros padres.

Y este es el segundo quid de la cuestión. Quizá nuestro niño podría viajar en un coche viejo, sin climatizador y sin dibujos; pero eso nos obligaría a conducir con abrigo, tardar en llegar, etc. Nuestros padres iban así y “no les pasaba nada”. Siempre había una lata vacía en el maletero por si se quedaban sin gasolina y una manta por si hacía mucho frío. No había teléfonos móviles y “no pasaba nada”. Si te quedabas tirado en la carretera caminabas o hacías auto – stop. “Ambas cosas muy seguras, claro”.

En las casas no había conexión a Internet y “no pasaba nada”. Ibas a la biblioteca y consultabas una enciclopedia y listo. Sólo había un canal de televisión y “no pasaba nada”. Lo veías y punto. Y no pensabas en la pluralidad ni en la falta de libertad de los medios ni nada por el estilo. Y ni qué pensar de Blacberries, Ipods, Iphones, Htcs, o adicciones similares. Si necesitabas un informe lo esperabas dos o tres días por fax. Si tenías que hablar con alguien, ya lo harías al llegar a casa.

¿A quién queremos engañar? Lo que sucede hoy en día es que los adultos nos hemos rodeado de “juguetes tecnológicos”. Y la verdad es que nos facilitan el trabajo y la vida. Estamos en el siglo XXI y es una demencia cómo ha cambiado todo en muy poco tiempo. Negar que los niños y niñas de este período viven un momento diferente al que vivimos nosotros en su día y, por tanto, deben manejar aparatos distintos a los de nuestra época, sería una locura.

(Imagen: info100cia.blogspot.com)

Y mientras papá se descarga las news en la blackberrie, habla de su estado en el facebook y cocina carne asada en la thermomix, mamá termina unos informes en el netbook oyendo música con el ipod. Es lógico pensar que en esta situación, los niños estén jugando a un juego virtual proyectado en una pantalla plana táctil y hablando por el iphone con sus primos que, a su vez, están chateando con el msn y el whatsapp.

Algunos dicen que lo peor de la inundación tecnológica es la adicción. Sin embargo, los que peor pudieran sentirse son los que no se dejan invadir y están perdidos en una conversación acerca de qué versión de skype te has descargad en tu htc.

¿Qué podemos hacer? Supongo que dejarnos asaltar y asumir que lo que nos simplifica la vida, nos divierte, nos genera comunicación más rápida y eficaz, nos supone una buena herramienta de trabajo y nos acerca a los demás, no tiene por qué ser la peor de las adicciones.

Hoy nos vemos la cara con personas que están lejos. Hoy, nos acercamos al resto del mundo en un abrir y cerrar de ojos. Hoy, la infancia está dándose la mano continuamente. No caigamos en la controversia de pensar que son asociales, que no juegan juntos, pues precisamente los niños y niñas nos dan cada día lecciones de unidad…

CADA




                                                             

VOLVER A SER UN NIÑO

CADA nos recordaba el lunes que la Navidad ya está a la vuelta de la esquina. Cuando veo las luces, las prisas, las compras y la parafernalia titiritera de los grandes Centros Comerciales siempre recuerdo una frase que solía decir el padre de un buen amigo mío: “Yo no quiero Reyes, que eso es para los niños”, claro, que él lo decía porque así tenía excusa para no ejercer.
Como a menudo una cosa lleva a la otra, he pensado que en estas fechas podría ser interesante hablar precisamente de eso, de ser niños, aunque tranquilos, no pretendo un panegírico del tipo cualquier tiempo pasado fue mejor (al fin y al cabo no hay mejor momento que el presente, porque es el único que existe). Me gustaría dedicar este post a daros algunas razones por las que me gusta ser niño de vez en cuando y algunas claves para postergar la infancia sin ser un Peter Pan.

Si tenemos que hacer caso de un señor llamado Berne, todos llevamos en nuestro interior tres personas: Un Padre, Un Adulto y Un Niño. Estas tres personas van comunicándose dinámicamente con ellos mismos y los demás, dando origen a unas relaciones personales concretas (todo esto se llama Análisis Transaccional, os aconsejo echar un vistazo en la red para aprender más). Ser Niño supone entrar en contacto con todo nuestro mundo emocional, caprichosos a veces, sí, pero divertidos. Como un hombre muy sabio me dijo una vez: “Una relación entre dos personas adultas está muy bien, pero si somos adultos en todas las circunstancias, honestamente, es un muermo”.

Cuando dejamos que la mirada del niño se adueñe por un instante de nuestra vida la mirada se desempaña de prejuicios y se sorprende en cada esquina. Así que la primera recomendación es adoptar la actitud de dejarse sorprender. Tírate al mundo como si fuera la primera vez que sales a la calle, experiméntalo todo: ¿Qué tacto tienen las hojas secas de los plátanos?¿Qué se siente al pasear por un camino cubierto de hojas?¿A qué sabe el frío de la mañana? No sé vosotros, pero son preguntas que yo me hice alguna vez y a las que de vez en cuando me gusta volver a darle respuesta, porque lo más interesante es lo siguiente: “El frío de la mañana tiene un sabor distinto de un día para el siguiente
Por eso, las luces que adornan las calles son distintas, porque las miramos con una actitud distinta, por eso, la sonrisa de un niño nos llena de genuina alegría, porque es transparente y sincera. A mí me gusta practicar un pequeño juego que llamo “limpieza mental”. Paseo por un lugar conocido, una calle, una plaza, tratando de encontrar algo nuevo o distinto. Cuando lo encuentro, simplemente me paro, lo observo detenidamente y con tranquilidad, sonrío. Al principio puede parecerte un poco absurdo, pero es gratificante descubrir un nuevo mundo en medio de la misma rutina de siempre, ¿no dan ganas de sonreír?

Quizá seamos capaces de sorprendernos, pero si conseguimos avanzar un poco más en nuestro proceso incluso seremos capaces de ilusionarnos. Éste es un tema complicado. La ilusión, por un lado, supone creer en mitos e interpretaciones de la realidad propios de un desarrollo en proceso. No voy a descubriros a estas alturas que Adán y Eva sólo son un cuento para expresar una creencia…Sin embargo, a veces es sano “hacer como si”. Estirando un poco más la anécdota con la que comenzaba este post, en realidad lo que le pasaba al padre de mi amigo es que había perdido la ilusión. La persona que consigue ilusionarse no es un bobo, puesto que es plenamente consciente de cómo la realidad es. El ilusionado es aquel que aparenta dejarse engañar y en realidad simplemente es consciente de que todo es relativo en esta vida, o mejor dicho, que a veces nos falta perspectiva para enjuiciarla. Bien mirado, la ilusión nos permite darnos cuenta de que las cosas no son necesariamente como nos han dicho que son, esto hace que nos volvamos más flexibles y dejemos abiertas las puertas de la mente para ideas nuevas, lo que facilita que también se nos abra un poquito más el alma.



Quisiera atraer vuestra atención hacia una pequeña trampa. Decir que es bueno dejarse llevar por nuestro lado infantil tampoco quiere decir regresar a la etapa mítica en la que los niños viven inmersos. El mito es una explicación mágica del mundo que me rodea, creer más allá de lo que me dicen mis sentidos y mi propia experiencia. El truco para salir de la trampa es ir más allá de lo que soy, bucear en mí mismo, descubrir nuevas asociaciones y sentidos, salir a la calle sin el engorroso escudo de que sé exactamente lo que me voy a encontrar y aceptar que la vida es un paseo donde cualquier cosa es posible y nada es tan importante como para tomárselo realmente en serio. Conozco gente que se levanta a las 7:16 porque sabe que tarda exactamente 13 minutos en salir de casa y así puede coger el autobús de las 7:33 para alcanzar el tren de las 7:51. ¿Qué pasaría si por una vez decidimos tardar 25 minutos, pero disfrutar realmente del desayuno en vez de tomarnos el café a la carrera mientras nos ponemos la chaqueta?

Hemos hablado de dejarse sorprender, vivir con ilusión y flexibilidad o experimentar las cosas por uno mismo. Ninguna de estas cosas es posible sin sentido del humor. Cierto desapego y relatividad nos conducen, necesariamente, a reírnos amablemente de las circunstancias. Probablemente, lo que aquel hombre sabio me quería decir es que no hay situaciones tan importantes que no permitan la risa y la alegría. El humor es una característica de las personas felices, una de las manifestaciones más genuinas de que hemos descubierto el tesoro de la vida. Me atrevería a decir, incluso, que la risa puede ser un termómetro del amor: ¿No somos más amables cuando disfrutamos?. En cierta ocasión, charlaba con mis amigas Luisa y Paqui sobre algo parecido, cuando Paqui preguntó si era posible mantener siempre la ilusión en la pareja. Luisa, que por entonces llevaba 10 años de convivencia, levantó la mirada, sonrió levemente y dijo, a modo de confidencia: “Para mí es fácil, basta con hacernos reír un poco antes de meternos en la cama…y además es el mejor aliado contra la falta de deseo”. Como podéis imaginar, nos estuvimos riendo juntos un buen rato.

A menudo se dice que los niños son los que más disfrutan de la Navidad, quizá porque se celebra un nacimiento. Os animo a disfrutar como ellos, con la ilusión y la grandeza de quien llega nuevo al mundo, os animo a descubrir el genuino amor que se esconde en cada risa y a no dejar pasar ni un solo día sin reír.

¡¡¡ FELIZ NAVIDAD A TOD@S !!!

EDU

LOS PASTORCILLOS QUIEREN VER A SU REY

¿Os habéis preguntado alguna vez por qué la mayoría de los disfraces infantiles navideños son de pastorcillo?

Sí, es una realidad. Los niños (y las niñas) van mayoritariamente vestidos de pastores en las fiestas escolares navideñas. Yo no sé si esto se debe a un excedente de fabricación de zurrones o a una tradición española de algún tipo. Pero cuando veo tanto pastor por la calle me pregunto si es que en Belén no había otros personajes o era la profesión de moda…

A ver, vayamos por partes. Analicemos la cantidad de personalidades que estuvieron aquel famoso día en Belén. Estaban La Virgen y San José, El Niño, la mula, el buey, pastores, los Reyes Magos, los pajes de los Reyes, El Ángel, la castañera, las lavanderas… Un momento, un momento, rebobinemos: ¿la castañera? ¿Qué hacía una castañera en Belén? ¿Castañas?!?!

Ese va a ser el primer problema. La cantidad de irregularidades que se han cometido en torno a cómo era el Portal de Belén. La nieve, los abetos, el frío, la lana de oveja, etc. Y ni nieve, ni abetos, ¡ni pastores vestidos como el Yeti! Los abetos eran palmeras, los auténticos pastores vestían con toga y turbante. Y no había nieve pero sí mucha arena.

¿Y alguien sabe qué pasó con el burro sobre el que viajaba María cuando llegaron al Portal? ¿Se fugó? ¿Se lo comieron? ¿Se lo robaron?

¿Por qué ningún niño va vestido de burrito? Además había muchos otros animalitos: ovejas, gallinas, vacas, camellos. Vamos, que no se sabe si era El Portal de Belén o el Zoo de la Casa de Campo de Madrid!!

Me imagino la situación: María y José llegan a Belén subidos en un burro. No encuentran dónde alojarse y se meten en un pajar. Nace Jesús. Una estrella cruza el cielo y todo el que la ve va en esa dirección. De pronto el pajar parece el metro en hora punta: animales de granja, lavanderas, pastores… ¡Hasta un ángel! Y no olvidemos a esos tres extraños magos que se presentan subidos en un camello cada uno y portando unos objetos rarísimos que, todavía hoy, no sabemos para qué los utilizó el pobre Niño.

Pero la cuestión que se planteaba al inicio de este post era averiguar, más que nada, por qué la mayor parte de los disfraces navideños son de pastor. ¡Hay más pastores que ovejas! Con esta perspectiva es normal tanto paro. Si no hay acuerdo con las profesiones…

¿Por qué nunca se disfraza ningún niño de gallina? ¿Y de caganet? Ya que hemos convertido el Portal de Belén en un circo, seguro que alguno iría encantado con el culete al aire, jeje.


En fin. No podemos, al parecer, obviar la influencia de cada cultura en las creencias, incluso religiosas, por muy arraigadas que se encuentren. Al final, lo importante no son las figuras que pueblen nuestro Portal de Belén, ni el disfraz que lleve el niño en la fiesta escolar. Ni si hay nieve o no o si tengo pastores sin ovejas. Lo importante es que la tradición, aunque no sea exactamente fiel a la historia se viva en cada casa con ilusión. Nos preocupamos de transmitir costumbres de padres a hijos a lo largo de generaciones. Por ejemplo, en algunas familias se besa al Niño Jesús al sacarlo de su envoltorio cuando se le coloca por primera vez en su pesebre. En otras se mueven un poquito cada día a los Reyes para acercarlos al Niño hasta que llegue a Él el 6 de enero, etc. Y todas esas tradiciones se siguen año tras año con cariño. Y lo importante no es cuánto creas en la historia que fundamenta tu acción. Lo importante es la cantidad de momentos entrañables que esa tradición te ha legado.

Para los que se han vestido de pastores un año más, les deseo “cada oveja con su pareja”. Para los que se han vestido de Reyes les recuerdo que “no hay dos sin tres”. Y a todos aquellos que aún no han encontrado su sitio, que miren al cielo y busquen la estrella…

CADA

REGÁLATE UN TESORO: TÚ MISMO (CURSILLO ACELERADO DE AUTOESTIMA)

Es curioso como en muchas ocasiones dejamos pasar las oportunidades de la vida por el simple hecho de creer que no las merecemos. Lo más curioso es que ni siquiera nos damos cuenta de ello.
Ves a una chica (o un chico) que te gusta, miras una oferta de trabajo interesante, tu empresa convoca una promoción interna…Observas, te das cuenta de lo maravilloso que ese chico (o chica), ese trabajo o ese ascenso sería para tu vida, evalúas tus posibilidades y…un hilito de sudor recorre la espalda al paso que el corazón bombea, a doscientas pulsaciones por minuto, mensajes parecidos a estos:”Para qué voy a intentarlo, si no soy el más guapo, no soy el más listo, el puesto ya está dado, no merece la pena”.
Esta situación se produce con mucha más frecuencia de la que nos gustaría o aún de la que estamos dispuestos a aceptar, por eso hoy me gustaría dar un empujoncito a eso que se suele llamar AUTOESTIMA.

El mundo actual suele definirse como egoísta, debajo de este cartel se esconden ideas tales como que cada cual va a lo suyo, que no nos fijamos en los demás, que antepongo mis intereses a mis obligaciones y calificativos por el estilo. Con estos mimbres es bastante lógico que un rasgo caracterizado por “quererme a mí mismo” no goce de la mejor prensa. Démosle la vuelta al argumento, si el egoísmo fuera erradicado, nos fijaríamos en los demás, siempre estaría dispuesto a ayudar y mis obligaciones estarían por delante de mis necesidades. Ahora bien, ¿dónde encontrar la fuente para llevar a cabo todo eso?. En cierta ocasión una persona me dijo: “la vida sólo es posible cuando inspiramos y expiramos. Si sólo inspiramos, morimos. Si sólo expiramos, morimos también”. La generosidad es la expiración del alma, la inspiración es consecuencia del amor por nosotros mismos.

Si recordáis el artículo acerca del optimismo (entrada de 04/11/2010), comentaba allí que el optimista no es un lelo que se inventa la vida para evitar los problemas. De igual forma, la autoestima no supone creerse más de lo que somos. Cuidar de mí mismo es la forma de aceptarme tal y como soy, con mis defectos y mis grandezas, sin creerme más ni menos que nadie. Éste punto es importante porque en numerosas ocasiones o bien nos hacemos ciegos a la viga en el ojo propio o bien hacemos una viga de lo que no es más que una esquirlita sin importancia. Ser consciente de mis fortalezas y debilidades, entenderme y comprenderme es el mejor paso para quererme. Además, cuando soy capaz de observarme sin juzgar, también aprenderé a no juzgar a los demás, lo cual es el primer paso hacia el amor.
En resumidas cuentas, el egoísmo bien entendido, la aceptación incondicional de uno mismo, no es un obstáculo, sino el mejor puente hacia los demás.

Hay que tener claro que esta aceptación en ningún caso es una excusa para justificarse o para eludir nuestras responsabilidades. En efecto, cuando observo mis defectos también puedo, de una manera razonable y coherente, promover los cambios necesarios para pulirlos. Obsérvate, quiérete, cámbiate. El mundo no sería tal cual es si no estuvieras en él, por eso el mundo necesita tu aportación individual de mejora. Como en el viejo chiste “Voy a hacer algo que nadie más puede hacer por mí”, nadie, absolutamente, puede vivir tu vida por ti. Eres responsable de tus pensamientos y tus acciones, precisamente ese es el mayor regalo y también la máxima oportunidad.

Conozco muchas personas que viven esta responsabilidad de un modo “antinatural”. Son personas que sólo se fijan en el aspecto negativo de su persona, que sólo contemplan sus obligaciones y responsabilidades. Personas que juzgan con un doble rasero su comportamiento y el de los demás, siempre dispuestos a explicar y justificar los errores ajenos mientras que su propia conducta es observada con lupa, a la búsqueda y captura de un “error” que no sólo es humano, sino perfectamente comprensible.

Si el concepto de autoestima tiene algunos enemigos, puede deberse a los que se sitúan en el polo opuesto del continuo. Mi amigo Francisco solía poner como excusa a la autoestima para justificar sus propias faltas de responsabilidad. A propósito de esto recuerdo una anécdota en particular. Habíamos quedado para tomar algo y charlar puesto que hacía mucho que no nos veíamos. Cuando le pregunté qué tal le iba todo, empezó a contarme que había cambiado el trabajo que inició hacía seis meses. Al parecer, sus compañeros no hacían nada por integrarlo y se sentía fuera de lugar, además, sus responsables aprovechaban cualquier ocasión para apropiarse de sus ideas. Al cabo de los tres meses, ya había vuelto a cambiar de trabajo, por motivos que nunca me quedaron del todo claros…Lo curioso de la anécdota es que al preguntarle por qué creía que le pasaban estas cosas siempre me decía que tenía una autoestima muy alta y por eso no podía hacer determinadas tareas…Curioso, cuando menos.

Así pues, ¿qué es eso de la autoestima? En realidad no es más que una construcción que nos hacemos de nosotros mismos. Dicho de forma sencilla la autoestima es la respuesta que le damos a la pregunta ¿Quién soy yo? y nuestros sentimientos y conductas asociados a esa respuesta. Desde esta perspectiva, mejorar nuestra autoestima no supone engañarnos al observarme, sino sentirme mejor con lo que veo y actuar en consecuencia. Si lo entendemos así, la autoestima no tiene nada que ver con pensar sólo en mí, sino una manera más amable de relacionarnos con la única persona con la que me tengo que levantar todos los días: Yo mismo.

¿Y cómo puedo mejorar esa idea que tengo acerca de mí? A mí suele funcionarme realizar un análisis de aquello que soy en varios aspectos. Fíjate en que es un análisis de lo que soy, no un juicio acerca de lo que me gusta o deja de gustarme. Así pues, sería una especie de revisión acerca de mi físico, mis relaciones, mi personalidad, mis intereses y necesidades. Hecho este primer análisis ahora tendría que decidir si hay algo de esos aspectos que me gustaría cambiar. El tercer paso sería realizar una guía que me ayude a alcanzar esos objetivos. Una sencilla idea es coger un papel y dividirlo en tres columnas: Qué soy, qué quiero cambiar, cómo lo puedo cambiar. Es importante tener en cuenta que la primera columna debería estar llena de datos objetivos y no de valoraciones. La segunda columna también debe tener objetivos claros, de forma que sea más fácil decidir cómo cambiar esos aspectos con los que no termino de encontrarme a gusto. Pongamos un ejemplo que aclare un poquito la situación


¿Qué soy?
Me gustaría cambiar…
Proyectos
  • Físico. Peso 84 kg



  • Relaciones
  • Personalidad
  • Intereses
  • Necesidades
  • Otros
Quiero pesar 75 kg en Junio
Ir al dietista para comenzar una dieta.
Andar 1 hora los martes, jueves y domingos.


Como veis es un ejemplo sencillo relacionado con lo físico (siempre es más fácil empezar a cambiar el aspecto), pero lo podéis extrapolar a cualquier situación. Evidentemente los puntos que os aconsejo son meramente orientativos, pero cada cual puede añadir los que considere convenientes, trabajo, pareja, familia, amistades, aficiones…La lista puede ser tan larga o tan corta como cada cual quiera.

Reflexionar así sobre el autoconcepto (otra palabra casi sinónima de autoestima) me ayudará a no dejarme llevar por el desánimo. Poco a poco, teniendo claros mis proyectos e ilusiones, ir consiguiendo objetivos me ayudará a mejorar la imagen que tengo de mí, lo cual redundará en una visión más realista de mi persona y un mayor compromiso con mis necesidades. Además supone un empujoncito a mi responsabilidad, dándome cuenta de que si pretendo realmente adelgazar no bastará con sentarme delante del televisor deseando ser como esos modelos que aparecen en la tele (lo cual, dicho sea de paso, tampoco tiene por qué ser el ideal), es necesario coger mi vida por los cuernos y hacer. A medida que vayamos finalizando nuestros pequeños (o grandes) proyectos, echaremos un día la vista atrás y nos daremos cuenta de que mucho más importante que la distancia recorrida es la satisfacción de poder decir que soy el actor principal de mi existencia y no un mero comparsa en el gran teatro de la vida.

Antes de cerrar este post, quisiera animaros a emprender este viaje precioso que tiene hoy su primera etapa, no importa quién seas, qué has hecho o qué has dejado de hacer en el pasado. El mundo, siempre, está repleto de oportunidades para seguir creciendo. De nuevo, tu verdadera historia empieza en este instante y eres la única persona que tiene el derecho y la obligación de escribirla.

Gracias a todos nuestros lectores y seguidores. Gente EDU-CADA no sería posible sin vosotros.

EDU

CADA DA LA CARA

A mis fieles lectores:

Después de haber recibido un sinfín de solicitudes, me atrevo a comparecer públicamente ante los medios.

Quiero, además, garantizaros una primicia: ¡EDU y CADA despedirán el Año 2010 juntos!

Saludos,

CADA.


LA TEMIDA CENA DE EMPRESA

Existen tres indicadores de que la Navidad está muy cerca. El primero de ellos comienza cuando de pronto lo anuncios de la televisión se multiplican como los panes y los peces y reaparecen anuncios de juguetes, colonias, cavas y turrones. El segundo indicador es el encendido del alumbrado navideño. De pronto vas caminando por la calle y ves un montón de bombillitas sobre tu cabeza y piensas ¿ya? ¡Pero si aún falta mucho! Aunque, al parecer, no quedaba tanto, porque cuando menos querías darte cuenta ¡zas! Te informan de la fecha de la cena de empresa (el tercer indicador).

Desde el día en que se conoce la fecha y hasta la noche en cuestión, circulan un montón de comentarios entre los compañeros y compañeras. Lo que se pondrán, cómo irán para no llevar coche, cuánto van a comer, etc. Lo que no le preocupa a nadie es ni cómo volver ni cuánto beber. Ambas cosas están claras: ni idea de cómo volver, pero para qué pensarlo si después nunca me acuerdo de cómo he llegado a casa. ¿Cuánto beber? Esa pregunta ya ha quedado contestada, ¿verdad? ¡Paga la empresa! ¡Hasta el agua de los jarrones!

En relación a las cenas de empresa, está el anecdotario lleno de mitos, de historias inverosímiles y peor aún: de momentos que es mejor haber olvidado por los efectos del alcohol, porque si nos acordásemos…

Afortunadamente, los jefes optan por una de estas dos opciones: o irse nada más cenar o ser el que más bebe. Creo que esto ya está estudiado de antemano. Es una especie de estrategia de las organizaciones modernas, porque si fuese de otra manera, al día siguiente tendrían que despedir a más de media plantilla y a ver qué íbamos a hacer…

Llega el día. La gente va apareciendo poco a poco en el restaurante y el ambiente está más bien frío. Alguien comienza pidiendo una cervecita, pero sin alcohol, que sólo es para ir haciendo tiempo. Algún gracioso de turno emprende un comentario más o menos jocoso para ir rompiendo el hielo.



Por fin está todo el mundo y nos sentamos a cenar. Y ahí si que sí. El vino empieza a correr a litros. De pronto hace un calor… Los comentarios jocosos se vuelven pícaros y las anécdotas de clientes y otros años van de un lado al otro de la mesa entre risas y nuevas historietas.

Para los que aún tengan cuerpo, la noche es joven. Es en esta parte de la fiesta donde están los mejores sucesos. Primero porque si te has ido nadie te los va a contar al día siguiente y, segundo, porque la noche es muuuuy peligrosa y “todo lo confunde”. Seguro que ya te estás acordando de algo que ocurrió el año pasado, verdad? Por ejemplo, cuando tu compañera se confundió de servicio y abrió la puerta del baño masculino y hablaba mirando hacia la barra mientras sujetaba la puerta abierta y todo el "bareto" veía el interior de los urinarios y a los sujetos que hacían uso de ellos. O cuando se liaron dos compis de los cuales uno está casado y lo peor es que se creyó que en realidad estaba con otra. O lo mejor, cuando vino el marido de una a buscarla en pijama…

Para todos aquellos que tengáis la suerte de disfrutar una cena de empresa, apreciadla. La crisis ha recortado el número de celebraciones en muchos casos y ha disminuido el gasto del evento en otros. Si eres ese afortunado o afortunada que sí va a cenar a cuenta de la empresa, aprovecha para desvariar un año más. Sé de casos donde este año no se hará la clásica pregunta previa ¿carne o pescado? Porque no habrá ni una cosa ni otra. El año pasado la minuta decía algo así como: Entremeses ibéricos, tortilla española, revuelto de gulas y gambas. Merluza a la vasca o Entrecot a la gallega. Tarta. Café. Cava. Y todo regado de Rueda y Rioja Reserva. La casa, además, invita a una copa nacional o importación.

Este año, para empezar, no hay minuta. El menú consiste en entrantes españoles (mortadela y pavo), tortilla francesa, revuelto de patata y huevo. Calamares rebozados. Café. Sidra “Día”. Y todo acompañado de una copa por cabeza de Don Simón. La casa invita a nada. ¿A qué va invitar con lo poco que se ha gastado tu cutre empresa este año? Pero no importa, ya nos emborracharemos luego en el pub de la esquina con unos copazos de garrafón.

Por supuesto, lo peor de la cena de empresa no es la cena. Ni siquiera las copas. Lo peor no es tener que aguantar a compañeros y jefes con una sonrisa. No es mantener la compostura para luego perderla. Lo peor de todo es la RESACA del día después. Y eso si no añadimos que te has podido despertar en un banco del parque, tapado con un periódico, durmiendo con un mendigo y sin cartera!!

Y aún así, si la suerte te lo permite, repetirás al año siguiente. Y mientras te vas a casa dando tumbos entre las farolas y con los ojos sólo entreabiertos para admirar el despertar del alba entre la niebla, pensarás: “Ahora sí que queda inaugurada la Navidad”…


CADA.

CÓMO APARTAR LOS "DEMASIADOS" DE TU VIDA

Esta mañana, cuando me despertaba, me he dado cuenta de una verdad importante. La vida está llena de instantes empañados por la mente. Cualquier mañana, nos levantamos de la cama, vamos a la ducha y en vez de disfrutar de un relajante momento de felicidad bajo el agua templada, nuestra mente nos asalta y bombardea con pensamientos intrascendentes: “Acuérdate de enviar el informe de D. Fulanito, no te olvides de comprar el regalo para el cumpleaños de Zutanito, estás enfadado con Menganita…”.

Le he estado dando vueltas a mi peluda cabeza acerca de qué cosas nos empañan y cómo quitar ese vaho mental que nos acercan peligrosamente a un accidente existencial. Una conclusión evidente ha sido que en numerosas ocasiones estamos expuestos a un virus mental, este virus no aparece (que yo sepa) en los manuales de psicología ni en los libros de autoayuda, pero lo he bautizado como el “virus del demasiado.

 (Imagen de: tecnocosas.es)


Mirad si no cuánta felicidad se nos escurre entre los dedos por el simple hecho de que nuestra mente nos empaña con “demasiados”: Tengo demasiada prisa, no tengo demasiado tiempo, el precio es demasiado caro, es demasiado pronto para esto o para aquello…¿No son demasiados demasiado? No sé vosotros, yo considero que sí y puedo afirmar sin género de dudas que no creo en los demasiados.

La vida lleva su ritmo, un ritmo propio y particular que no tiene nada que ver ni con los sucesos anteriores ni con las circunstancias presentes. Los encuentros, los momentos y las oportunidades surgen cuando surgen y sólo nos queda disfrutar de ello sin mucho más que pensar. El problema, creo yo, es que los virus mentales se encuentran muy a gusto entre hábitos, rutinas y categorías. El virus del demasiado se cuela en nuestro desarrollo cotidiano con insidiosa perfidia. Tiene forma de pensamiento, pone el pie en la puerta de nuestra felicidad y se presenta como un amigo desvergonzado. Antes de que nos demos cuenta, se ha instalado en nuestra casa, se apoltrona en nuestro sillón favorito y desde su recién estrenada posición de indulgente protector nos recuerda cada día que vamos por el mal camino.

El efecto inmediato de la acción del virus es que empezamos a abandonar nuestras emociones para centrarnos cada vez más en intentar averiguar qué nos está pasando. Por poner un ejemplo sencillo, es como si al ver una rosa, en lugar de disfrutar de su color y perfume, nos dedicamos a navegar en una apolillada biblioteca para descubrir la especie de rosal donde ha florecido y el lugar de procedencia de dicha especie. Si esta actuación nos parece absurda, ¿por qué nos empeñamos siempre en clasificar nuestros sentimientos? Parece que en vez de cerebro tenemos una serie de estanterías ordenadas por veinte criterios distintos. En este estante está el cariño que no llega a ser amor pero que tampoco es un simple rollo y sin embargo es algo más que…AAAHHH!!!!Por Dios!! Dedícate a disfrutar de la vida y punto, ¿no resultaría todo mucho más sencillo?

Cuando la enfermedad del empañamiento evoluciona nos aislamos de la realidad, empezamos a “pensar en”, dando de lado el “vivir con”. A medida que nos relacionamos más con nuestra forma de ver la vida que con la vida misma, también empezamos a comportarnos más como creemos que debemos hacerlo y no cómo realmente queremos o necesitamos. Las opiniones de los demás, los viejos hábitos y errores, las anticuadas comodidades toman al asalto el lugar que en nuestro pecho debería ocupar el corazón, convirtiendo cada latido en una simple acción física, cuando realmente cada latido es un verdadero canto a la vida y la esperanza.  

El mundo actual, creo que ya lo he repetido en alguna entrada anterior, es experto en la categorización y clasificación y por lo tanto hace propagar el “virus del demasiado”. Parece que el “summum” de la sabiduría procede única y exclusivamente del conocimiento científico, entendido como lo que los demás nos dicen de una realidad particular, da la sensación de que la experiencia particular no sirve para nada. Si preguntarais a un botánico experto en rosales, probablemente no haya visto ni la mitad de las especies que con tanto afán se dedica a investigar. Todo tiene que tener una base biológica para ser cierto. En todos los periódicos aparece un día sí y otro también que tal o cual hormona se relaciona con la amistad o que no sé qué centro cerebral es responsable del enamoramiento. Como decía un viejo profesor mío: “En vez de decir te quiero con todo mi corazón, vamos a terminar diciendo te quiero con todo mi ventrículo lateral izquierdo” Pues qué queréis que os diga, pero a mí me parece mucho menos glamoroso y además, es mentira. Desde luego, si un amigo mío viene a decirme que mi compañía es grata porque le aumenta el nivel de endorfinas, deja de serlo en ese mismo instante.

Afortunadamente, ante cualquier virus también existe un antídoto. Muchos de vosotros pensaréis que es el sentido común, pero para alguno que tenga la tentación de describir el sentido común como una conjunción de neuronas, ahí va alguna recomendación de la botica de la abuela para desempañar nuestra vida y ayudar a prevenir la dichosa enfermedad.

Como comentaba más arriba, la vida tiene su curso, por lo tanto el primer remedio es dar tiempo al propio tiempo, no tengáis prisa por decidir y dejaros llevar simplemente por la corriente. Hoy te apetece quedarte tirado en el sofá de casa, pues nada. Eso no significa que estés deprimido ni que seas un solitario sociópata. Que mañana prefieres dar una vuelta por el campo que irte a tomar una cerveza con ese amigo al que siempre ves, pues no te sientas culpable, cada cual necesita un espacio personal. Muchas veces la prisa, precisamente, busca la coalición del sentimiento de culpa. Como hemos comentado en alguna que otra ocasión, hay personas especializadas en sentirse culpables y otras que son expertas en el arte de hacer sentir culpables a los demás (ver la entrada del 14/10/2010 para más detalles), así que ya sabéis, sed amables con vosotros mismos a pesar de las posibles oposiciones de aquellos que os rodean.

Otro, más eficaz que la miel para la irritación de garganta, es buscar la coherencia entre nuestras acciones y nuestros pensamientos. Normalmente tendemos a creer que debemos comportarnos en función de nuestros pensamientos, pero considero que la relación más sana es la que se establece a la inversa. Cuando nuestros pensamientos se adecuan a nuestras acciones, nos vamos dando cuenta de que somos mucho más amables con nosotros, estamos más centrados, el día a día es más placentero y el empañamiento desaparece. Por supuesto, es necesario afirmar aquí que podemos hacer cualquier cosa que nos de la real gana, pero toda acción lleva aparejada una consecuencia, por tanto, si decido comportarme de determinada manera también debo ser capaz de afrontar sus consecuencias. Curiosamente, una de las máximas importantes de la enseñanza del Buda (y creo que el Budismo es la religión de la experiencia) es que cualquier causa tiene su efecto.

Ser coherente con uno mismo también implica ser consciente de mis necesidades para llegar a ser aquel que quiero ser. Cuando camino por la carretera de mi destino el paso es fácil y cómodo. Si confío más en las directrices de los demás, puede que lleguemos muy lejos, también podemos encontrarnos, al final de la jornada, en un lugar completamente distinto de donde debiera. A veces no es fácil distinguir las pistas que nos hacen diferenciar si andamos por nuestro camino o por una senda marcada por alguien ajeno a nosotros. Cuando vivimos sin prisa, dejándonos llenar por lo que vivimos, silenciamos ese virus macabro sin culpas ni reproches, con coherencia y valentía, el vaho del cristal desaparece y amanecemos a la salud que supone la paz de espíritu y la libertad de corazón. Esa es la mejor guía.

Un abrazo a todos

EDU



LAS COSAS SON COMO SON… ¡PUES QUE DEJEN DE SERLO!

El post de hoy es el resultado de los pensamientos producidos a causa del comentario de un/a lector/a de la semana pasada. Pretende ser un conjunto de discernimientos sobre un tema más o menos contradictorio; pero eso sí, con un toque muy “CADA”.

La frase que despertó mi interés fue Las cosas son como son, no como nos gustaría que fuesen. No era la primera vez que la oía. Incluso comenté con Edu algunas anécdotas acerca de esto y llegamos a una conclusión conjunta: ¡Claro que las cosas son como son! Esto es evidente; pero que sean así no quiere decir que no podamos trabajar para hacer que se vuelvan como nos gustaría que fuesen.

No aceptar la realidad tal y como es podría llevarnos a vivir una situación paralela que no sería otra cosa que una distorsión de lo que sucede a nuestro alrededor. Si no aceptásemos lo que hay, estaríamos continuamente imaginando lo que no es y, para esto, hay un nombre terrible que no es otro que conducta paranoide. Bien, aceptado el punto en el que las cosas son como son, avanzo un poco más para llegar a la siguiente parada: ¿Cómo nos gustaría que fueran? ¿Es alcanzable el objetivo que las va a hacer cambiar? Cuando todo parece indicar que sí y, sin embargo, la realidad que deseamos se vuelve inalcanzable puede que haya condicionantes externos que estén influyendo en nuestra contra.

A partir de aquí podríamos hacernos un montón de preguntas que tendrían que ver con si nos conviene cerrar o no definitivamente la puerta ante algo que, no sólo se ha vuelto inalcanzable sino, mucho peor aún, nos hace daño.

Pero aconsejaros sobre qué hacer o no hacer en este sentido es un trabajo más de Edu que de Cada.

Yo, desde mi perspectiva personal, lo único que puedo hacer es contaros una visión particular de lo que puede suceder cuando atravesamos un túnel sin estar muy seguros de en qué dirección está la salida.

En mi experiencia vivida en este sentido he encontrado gente que me ha aconsejado no cerrar puertas sino sólo entornarlas. Alguien me dijo una vez que es bonito vivir con un objetivo que parezca inalcanzable, sólo por el maravilloso hecho de trabajar cada día con la esperanza de que quizá podría conseguirse. Conocí gente que vivió toda su vida persiguiendo imposibles; Supe de personas que tuvieron un secreto escondido en su corazón y que lo llevaron consigo eternamente; Oí acerca de seres humanos que vivieron una doble vida de fantasía… Y el hecho de creer que aquello que añoraban estaría de su lado días, semanas, meses, años después, les hacía vivir con plenitud y aceptar su condición.

Tras años de largo camino en el intento de aceptar mi propia condición sin que este hecho se produjera a modo de resignación, me di cuenta de que no sabía si tendría las fuerzas suficientes para conseguirlo. Pero aún más, en mi arduo recorrido me pregunté continuamente si debía volver atrás, detenerme a medio camino o continuar avanzando a ciegas.

(Imagen de: sumatuvoz.com)

Es fácil pensar que lo lógico sea seguir contra viento y marea. Pero cuando no se ve la luz al final del túnel, cuando la desorientación se apodera de tu cuerpo, ya no sabes a qué aferrarte para tener aliento.

Puede que no sea tan bonito luchar por algo que nunca llega. Puede que no sea tan sencillo vivir feliz con lo que se tiene en un estado de inconformismo puro.

En mi búsqueda del buen camino analicé cómo debían ser mis sentimientos. Miré hacia dentro y descubrí que eran tan fuertes que no podía ejercer control sobre ellos. Ahondé en mi alma y me pregunté a gritos por qué soy como soy. Quizá nunca llegue a racionalizar los sentimientos como otras personas de mi entorno parecen conseguirlo, pero si algo aprendí es que no quiero hacerlo. ¿Quién puede ser tan frío? ¿Quién quiere vivir negándole a su corazón sus deseos?

Yo sólo soy un ser pequeño. Tan ínfimo que no conoce el secreto de la felicidad, pero que lo ansía por encima de todo. Y en el intento por descubrir las recetas que me lleven a una vida mejor, a veces pienso que los objetivos están tan lejos que no merece la pena perderse más y más en un camino tan complejo.

Resueltamente me quedo con el refugio que me produjo mi último descubrimiento:

Podrán decirme que lo idealizo todo demasiado; podrán sugerirme que las cosas no serán como yo quisiera; pero lo que nunca podrán lograr es que deje de pretender lo que está en mis sueños…


CADA