Música 2.0, algunas ideas para trabajar las competencias básicas



La educación musical, en cualquiera de sus niveles, ha tenido que adaptarse a las novedades surgidas con motivo de la incorporación de las competencias básicas al currículo. En esta adaptación los profesores de música hemos tenido que reflexionar y esforzarnos por reorientar nuestros métodos anteriores en favor de una mejora en la formación intelectual y personal de nuestros alumnos. En este sentido, la expresión musical cobra mayor protagonismo, si cabe, en nuestras clases. Los instrumentos musicales, la voz y el cuerpo, la escucha activa, la imaginación, la forma de expresar opiniones y emociones a través de la música, etc. se convierten en instrumentos de aprendizaje, de creatividad, de responsabilidad y, por supuesto, de disfrute musical. Vamos a unir este potencial de la música con las ventajas de las TIC para conseguir nuevas tareas que ayuden a los alumnos a adquirir las competencias básicas.


COMPETENCIAS BÁSICAS EN LA MATERIA DE MÚSICA

La incorporación de las Competencias Básicas al currículo de la LOE en el Real Decreto 1631/2006 ha sido y sigue siendo una gran oportunidad para que los profesores realicemos un cambio en nuestra metodología. Aunque todos conocemos las 8 competencias básicas y las tenemos desarrolladas en nuestras programaciones no viene mal recordar cómo la música contribuye a adquirirlas, es interesante la información publicada en la Revista del ITE “Red Educativa Musical” bajo el título “Trabajar las competencias básicas a través de la música (I)” y “Trabajar las competencias básicas a través de la música (II)” . En estos dos estupendos artículos escritos por Noemí López se exponen de forma clara los aspectos más importantes de las Competencias Básicas aplicadas a la materia de Música. Entre los puntos principales cabe destacar las modificaciones que debemos incluir en las programaciones, las orientaciones metodológicas y la relación de tareas vinculadas a las competencias básicas en el aula de música.


AGC Formación

LOS GENIOS SOMOS DESPISTADOS

Mi abuela siempre ha dicho: “a quien Dios no le dio cabeza, le tuvo que dar unos buenos pies”. ¡Y menos mal! Está claro que ser despistado conlleva tener que andar de más. Ya sabéis, lo típico: que vas a la cocina y cuando llegas no te acuerdas de a por qué ibas; que sales de casa y ciando estás llegando al metro recuerdas que te has olvidado la cartera y tienes que volver; que no encuentras las zapatillas y las buscas descalzo por toda la casa; que pierdes las llaves por tercera vez y, como no tienes más juegos, acaban abriendo los bomberos la puerta… ¡Esas cosillas!

Pero sin duda, lo peor de ser una persona despistada es que pierdes cosas de las formas más estúpidas.

Un clásico es dejar algo sobre el techo del coche mientras lo abres y arrancar con ese algo encima. Un familiar mío es experto en destrozar teléfonos móviles con este sistema; aunque a mí me gusta un poco más ponerlo sobre el salpicadero y tomar una curva con las ventanillas bajadas. No hay mejor técnica para hacer “volar” un aparato de esos, sobre todo si ya llevabas tiempo pensando en renovarlo.

En una ocasión, alguien me contó que iban cuatro amigos en un coche y la conductora había olvidado sobre el techo su propia tarta de cumpleaños. Ninguno de los otros tres ocupantes se lo hizo notar, a pesar de que lo sabían, porque la situación les parecía divertida. Lo increíble es que anduvieron por toda la ciudad y la tarta no se caía.

De pronto, al arrancar en un semáforo, ocurrió lo menos esperado. La tarta se escurrió poco a poco por el cristal delantero pringando toda la luna de chocolate.

Eso sí: ¡Hasta para perder cosas hay que ser original! En mi pasada ruta por Estados Unidos perdí la parte de arriba de un pijama en un hotel y, a la noche siguiente, la parte de debajo en otro hotel. Resultado final: un tercer hotel sin pijama.

No cabe el menor atisbo de duda de que la peor pérdida es a uno mismo. Hay gente especializada en la desorientación. Una vez, una amiga vino a visitarme y de camino a mi casa se perdió. Me llamó por teléfono para que le diera indicaciones desde el sitio en el que se encontraba. Cuando le pregunté dónde estaba contestó: “Aquí pone panadería”. Ah! Genial! Con esos datos, en Madrid, ya sé exactamente dónde puedes estar…

(Imagen de: imaginandomiimagen.blogspot.com)

Mejor pensado, sí hay algo peor que perderse a uno mismo y ese algo es perder a otro. Como aquel conocido que estaba a cargo de su anciano padre y se le perdió en la calle…

Perder objetos puede resultar más o menos costoso o, incluso, muy importante, pero lo mejor que puede hacerse es perderlos con dignidad. De lo contrario, nunca se superará tal pérdida.

Si lo que perdiste en su día no podrá ser reemplazado nunca, te quedan dos caminos:

  1. Conservar lo único que no puedes perder: su recuerdo.
  2. Aprender a olvidar todo lo material y tratar de mantener lo que de verdad vale la pena.
Un objeto, aunque te recuerde a alguien especial, no es ese alguien. Todos podemos vivir con menos cosas y con más evocaciones. Todos podemos menguar nuestras posesiones y aumentar nuestros recuerdos.

Los objetos dicen quiénes somos porque son parte de nosotros. Cambiarlos de vez en cuando ayudará a renovarnos.

En todo caso, siempre te quedará el consuelo de que todos los genios somos despistados. No te preocupes por ser despistado, por perder cosas sin importancia continuamente. No analices aquello que perdiste y piensa en lo que conservas cada día…

CADA.

DE BIEN NACIDOS ES SER AGRADECIDOS

Los pasos estivales me han llevado hasta las aguas de Levante, más cálidas y tranquilas que las Coruñesas. Anoche me acerqué hasta la playa. La arena fría, el rielar de la luna en las olas, dibujando una miríada de estrellas argentarias antes de deshacerse en una nube de espuma y volver a empezar. Uno de esos momentos líricos de los que os he hablado en alguna ocasión.

Sentado en la playa, viendo las olas aparecer y desaparecer, con impasible rutina, caí en la cuenta de una situación que aunque he apuntado en varias publicaciones anteriores, no había desarrollado suficientemente. Quizá porque no había sentido con tanta fuerza esa sensación que, en ocasiones, preocupados por los innumerables sucesos del ajetreo cotidiano, se nos escapa. La sensación de agradecimiento por el mero hecho de vivir.

(Imagen de: howtosayhowyouhear.blogspot.com)

Reconozcámoslo, la vida está llena de hitos que salpican nuestro viaje de problemas y situaciones que debemos abordar. Realmente resulta liberador sentarse un momento, dejar las preocupaciones fuera y reconocer, que por más duro que resulte nuestro caminar, tenemos muchas razones para sentirnos agradecidos, con los nuestros, con los otros, con lo bueno, con lo malo, con los logros y con las caídas, con los momentos de abandono, de soledad y con aquellos otros compartidos con los amigos, con la pareja o con nosotros mismos, sin más.

El mundo se construye a base de pequeños ladrillos de felicidad y tristeza, que se complementan y se confunden en esa estructura personal que llamamos el "Yo".

El agradecimiento es una actitud que nos ayuda a pacificar nuestra cabeza y nuestro corazón, porque lo queramos o no, cuando las cosas no suceden como uno espera o como a uno le gustaría, se producen desencuentros con nosotros mismos y con los demás, pequeñas o grandes tensiones que nos hacen renegar de nuestras decisiones, de nuestros deseos y nuestras esperanzas, cuando lo más probable sea que todos esos incovenientes forjen en nosotros las ilusiones y también las habilidades necesarias para acercarnos más a lo que realmente soñamos, a lo que realmente somos y anhelamos, aunque no siempre tengamos la conciencia de que sea así, o no siempre nos sintamos con el suficiente coraje para llevarlo a cabo.

Salir por un momento de nosotros mismos, ayuda también para cobrar mayor perspectiva del bosque, sin la agobiante sensación de los árboles que nos martirizan o nos pierden. Y cuando, elevados del día a día, contemplamos por fin el sinuoso sendero que nos valida y da coherencia, no queda más remedio que admirar el trecho recorrido.

Si lo pensamos realmente tenemos muchos motivos para dar gracias a la vida, aunque quizá esta no nos haya tratado siempre de la manera que nos hubiera gustado. Considerando que el desarrollo empieza en lo físico hasta llegar a otras facetas más sutiles de la experiencia de ser humano, podríamos usar esto como pequeña guía para hacer un "recorrido de gratitud".

No hace falta buscar un lugar tan bucólico como el que encontré yo, pero puedes reservarte unos minutos para ti mismo, un espacio donde no te molesten, hacer un poco de silencio interior y dar, sencillamente, gracias por todo aquello que tenemos. Quizá no seas ni tan alto, guapo, delgada o fuerte como te gustaría. Pero tu cuerpo, el que tienes, te permite hacer multitud de funciones, ver maravillas cada mañana, levantarte para ir a trabajar o para sentarte cómodamente. Muchas de las experiencias gratificantes que llenan nuestro día están relacionadas directa o indirectamente con el cuerpo, incluso el hecho de alimentarnos. Recuerdo aquí un comentario de un amigo que disfrutaba plenamente de su tostada con mermelada. Disfrutar estos pequeños placeres también se lo debemos a la forma de percibir los sabores, olores, colores y texturas. ¿Por qué no dar gracias simplemente por ello? Recordemos todas esas sensaciones maravillosas, no sólo externas, sino también internas y seguro que tenemos muchísimas razones para ser agradecidos.

El siguiente paso en nuestro recorrido podría ser el mental. Leer, escribir, recordar, ver una obra de arte o crearla, puede ser un motivo más que suficiente para agradecer nuestras facultades mentales. Cada dato que aprendemos, cada nueva habilidad, cada pequeño esfuerzo dedicado a un trabajo complicado... Pequeños sucesos cotidianos que nos ayudan a alcanzar nuestras metas personales y profesionales. Distintos momentos que nos brindan incalculable felicidad, aunque en el momento no sepamos descubrirlo.

Podemos también dar gracias por nuestras relaciones, por las presentes y por las pasadas. Nuestra situación social siempre es un motivo para el agradecimiento sincero y cercano. Desde las relaciones de familia, con todos sus problemas y sus desencuentros, hasta las de amistad, esos compañeros que elegimos para ayudarnos a andar. Se me vienen a la memoria multitud de personas que estaban y ya no están, por diferentes motivos, pero que han dejado su impronta en mi carácter, mi forma de ver la vida, mi actitud hacia la experiencia y quizá incluso, estas ganas de agradecerles sinceramente que por un momento estuvieran conmigo. Por supuesto, también aquellos otros que a pesar de todo siguen ahí, a tan solo un brazo de distancia, la suficiente para alargarlo, sentir su mano serena y su voz diciendo: Adelante, puedes conseguirlo, sea lo que sea.

Y hablando de relaciones... ¿qué me decís del Amor? Probablemente el sentimiento humano que más felicidad y amargura, desvelos y sentimientos encontrados nos provea... Pero también es con toda seguridad el sentimiento que hace que saquemos de nosotros mismos lo mejor que llevamos dentro por el simple hecho de sentirnos completos con la mera existencia del otro. No sé si en este momento estáis casados, divorciados, solteros o viudos, si os hayáis inmersos en una relación de varias décadas o de unos días, si aún os late el pulso acelerado por el incipiente enamoramiento o habéis podido construir una relación estable y duradera donde la complicidad y la armonía os recuerden cada día que vivís junto a la persona adecuada. En cualquiera de estos casos, aun cuando estéis inmersos en el duelo por la pérdida del ser querido, agradecer los días, meses o años compartidos es la mejor cura contra el desánimo y la rutina. Gracias simplemente porque siendo lo que eres, sin más, has tenido, hemos tenido, la inmensa fortuna de percibir cómo nuestros más altos ideales se han visto materializados, o lo siguen estando, en compañía de otra persona, que lo único que nos ha pedido es, sencillamente, lo siguiente: "Quédate conmigo un ratito más".

Yo también tengo otro motivo personal que agradecer: Que semana tras semana, desde hace ya casi un año, estés ahí, esperando y leyendo cada una de estas líneas que con más o menos fortuna, te ofrezco. Muchísimas gracias de corazón, deseando que te quedes conmigo un ratito más. Quizá sea que os quiero... a todos, tanto si nos sigues a diario como más esporádicamente. Tu tiempo y tus expectativas también hacen que intente sacar lo mejor que llevo en mí.

Un enorme abrazo para tod@s

EDU

HASTA EL INFINITO Y MÁS ALLÁ

¿Alguna vez os habéis preguntado cuántas veces necesitamos cometer el mismo error para dejar de insistir en aquello que falla constantemente?

Es curioso como, para según qué asuntos, caemos en el mismo despropósito una y otra vez aún a sabiendas de que las cosas no tienen por qué mejorar.

Por ejemplo, el último viaje que realicé, lo preparé hasta siete veces. Las seis anteriores siempre ocurría algo que lo frustraba. Cuando por fin lo conseguí, no salió del todo bien. Pero claro, ¡nadie va a asumir, ni aunque pasen desgracias siete veces, que no tienes que irte de vacaciones!

Así que, ¿cuántas veces son necesarias para asumir lo evidente?

Ya lo dice un pasaje conocido por todos: “… hasta setenta veces siete”.


Por suerte, en otras ocasiones, lo pillamos a la primera. ¡Aunque éstas son las menos! ¿Cuál es la razón de que repitamos nuestros errores si ya los conocemos? A esta pregunta solemos consolarnos respondiendo que de los errores se aprende y que todo el mundo comete errores. Supongo que mal de muchos consuelo de todos o, mejor dicho, de tontos!!

Hay gente, sin embargo, que no está dispuesta, bajo ningún concepto, a cometer otra vez el mismo disparate y, por ejemplo, se curan en salud diciendo: “no me vuelvo a casar ni loca!!”

Muchas veces los desatinos son absurdos y provocan la risa de todos los presentes. En estos casos, casi siempre se relacionan con hablar de más para que sobre. Todos tenemos la experiencia de aquello que no deberíamos haber dicho y que cuanto más tratábamos de arreglar más se estropeaba.

Sin embargo, y aunque parezca horrible, hay equivocaciones que pueden costarnos auténticos disgustos o, incluso, la propia vida.

Recuerdo, hace años, que en una revista dominical, se publicaba cada semana una entrevista realizada a algún conocido. Las preguntas siempre eran las mismas y había una que me gustaba especialmente en la que se cuestionaba a la gente lo siguiente: “¿Qué errores te producen más indulgencia?”

Sin duda, es fantástico averiguar qué tipo de anacronismos las personas están dispuestas a perdonar sin más y bajo cualquier concepto. Perdonamos cada día a los niños, a las personas que necesitan ayuda, a los que cometieron su falta sin querer y a aquellos que amamos. Sobre todo eso… La mayoría de la gente solía responder que las faltas que le producen mayor indulgencia son las cometidas por amor.

Cuando escuché en una ocasión a una amiga decirle a su hija de tres años “te quiero” y la niña respondió “yo más”, pensé que, en realidad, no se puede querer más y que si alguien te decía “más”, eso elevaba las posibilidades a infinito. En el amor y en el perdón, todos los valores pueden ser infinitos.

También, seguramente, si caemos una y otra vez en el mismo error sea por amor. Los desaciertos cometidos por amor nos hacen decirnos a nosotros mismos, una y otra vez, “esto no lo volveré hacer” (mientras tanto, en realidad, ya lo estamos haciendo). Por ejemplo: ya no le llamo más, mientras marcamos el teléfono jurándonos que será la última.

Hace tiempo que, en este sentido, decidí que lo mejor era hacer lo que me dictase el corazón en ese momento. Las cosas que se sienten así no pueden hacernos daño. Hay que actuar tal y como somos y no tener miedo al error. Quien no actúa por temor, pierde la ocasión. Al final, suele ser mejor arrepentirse que vivir con el interrogante de lo que podría haber sido.

Seguramente por estas razones, cometemos dos, tres, cuatro y hasta setenta veces siete las mismas equivocaciones.

Aunque desde el sarcasmo y con cariño al sexo masculino, las mujeres siempre podremos decir “el hombre es el único animal que tropieza dos veces en la misma piedra, la mujer NO”…


CADA.

PARTE V. b) HERRAMIENTAS que nos ayudan después de la lectura

Actualmente, la web 2.0 nos proporciona otras aplicaciones para crear mapas conceptuales que con un simple registro nos permiten trabajar on line e insertarlos en nuestro blog/wiki..., para compartirlos. Entre ellas, se puede citar Gliffy y Mindomo. En la siguiente pantalla veis un ejemplo de un mapa conceptual creado con esta última herramienta. El propio programa ofrece un completo tutorial.



Esta aplicación permite insertar enlaces, audios, vídeos o imágenes para completar la información del texto, lo que posibilita que, además de comprender el texto, reutilicen lo leído para construir nuevo conocimiento. En esta misma línea, Spicynodes, a caballo entre una aplicación para hacer mapas conceptuales y una herramienta de presentación, posibilita al alumnado presentar a sus compañeros el resultado final de su trabajo con el texto. En una entrada anterior de Educ@conTIC, Francisco Muñoz de la Peña hacía referencia a esta herramienta y ofrecía un tutorial y ejemplos de su utilización.



El paso final del proceso de comprensión es utilizar lo leído para el objetivo marcado: hacer una investigación, participar en un proyecto, escribir una noticia, realizar un debate, etc., para lo cual las TIC, como ya hemos visto en otras ocasiones, son también de gran ayuda.
A lo largo de esta entrada hemos esbozado algunas de las posibilidades de las herramientas TIC para facilitar el proceso de la comprensión lectora. ¿Cómo trabajáis esta competencia con vuestro alumnado? ¿Utilizáis herramientas TIC en este proceso? ¿Cuáles?

FIN DE LAS HERRAMIENTAS PARA LA AYUDA A LA LECTURA. ESPERAMOS QUE OS SEAN DE MUCHA UTILIDAD. GRACIAS!!!

NO RENUNCIES A LA MAGIA EN TU VIDA

Con la llegada de Agosto ha empezado el periodo vacacional para muchos y para mí. Ahora me encuentro en Galicia, tierra de meigas y embrujos. Aunque los bosques primigenios hayan desaparecido en el dudoso beneficio de los eucaliptus, la tierra sigue respirando magia y leyenda allá por donde camines o te muevas.

No hace demasiado mi parte mítica me recordaba que hacía mucho que no prestaba atención a los aspectos mágicos de mi existencia. Aunque es cierto que no debemos basar nuestras decisiones en la magia ni la mítica, es verdad que al igual que nuestro yo necesita de la integración de todos los aspectos de nuestra existencia, el desarrollo personal no puede ser excusa para olvidarnos de aquellos aspectos que consiguen traer magia a nuestra cotidianeidad.

Este asunto de la magia es curioso, porque en muchas ocasiones comparamos la felicidad en función de aquellos aspectos que hayamos vivido como excepcionales, contrarios a las normas de la razón, o en definitiva, mágicos. Así pues, de cierta cantidad de magia en nuestra existencia depende que tengamos mayor o menor felicidad, hasta el punto que, cuando esa magia desaparece, consideramos que con ella se escapan, por el sumidero de la vida, las gotas de felicidad que nos trajo.
Me gustaría aconsejaros pues, que tratemos de retomar esa magia de la existencia, que existe, que es aconsejable, aunque evidentemente, nuestro deambular por este mundo en muchas ocasiones no tiene nada de mágico.



Quizá, buscando un símil gastronómico, estos aspectos más míticos supongan el ingrediente secreto de ese plato que nos encanta. No podemos vivir sin sal, si bien a nadie se le ocurriría cocinar un plato que la usara como ingrediente primero y principal. Al igual que valoramos la calidad de un plato por el sabor que aporta ese ingrediente especiado en su cantidad justa, la calidad de la existencia pueda medirse por la cantidad de magia, que en proporciones adecuadas, seamos capaces de espolvorear.

Cuando se está en Galicia de vacaciones, es fácil encontrar el ingrediente secreto, por ejemplo, observar la crecida de la marea, bañarse en el océano y sentir el agua envolviendo tu piel…pero ¿cómo llevamos esto a nuestra aparente vivencia del día a día?

Creo que en primer lugar debemos ser conscientes de la naturaleza mágica de quienes somos y nuestras experiencias. Somos seres que hemos nacido para poder experimentar situaciones maravillosas. Sonreir a un desconocido, abrazar a un amigo, dedicar un pedacito de nuestro día a esas actividades que realmente nos apasionan…

El segundo paso consistiría en caer en la cuenta de que estos momentos son el feliz encuentro excepcional que salan los ingredientes cotidianos de nuestro devenir. No podemos estar permanentemente de vacaciones, pero podemos vivir las vacaciones con ese espíritu de excepcionalidad que dan sentido a nuestro trabajo diario.

El tercer aspecto que debemos cuidar es que la magia, al igual que la felicidad, supone cierto grado de esfuerzo por nuestro parte. Esfuerzo para reconocerlo, esfuerzo para buscarlo, esfuerzo para saber reconocer el punto exacto que separa un plato sabroso de un plato excesivamente salado.

En la mayoría de nuestras actividades podemos dar este punto de color indispensable: Sorprender a nuestra pareja con aquella flor que tanto admira, simplemente como recuerdo y actualización del amor que sentimos por ella. Llevarle el café a un compañero de trabajo, para demostrarle agradecimiento por todas aquellas ocasiones donde un pequeño favor suyo nos facilitó la vida laboral. Realizar esa llamada ansiada por el amigo que sorprendentemente retrasamos y ni siquiera nosotros somos conscientes de por qué lo hacemos.

El mundo está lleno de instantes completamente mágicos que no vuelven y sólo esperan a que nuestra conciencia los reconozca como tales. Cuando estemos cansados, agobiados, deprimidos o simplemente hartos, tenemos la oportunidad de mirar a nuestro alrededor con esa mirada infantil e ilusionada que nos hace reconocer que lo que la vida nos presenta no es el mismo guiso insípido, sino una variante cada día renovada de las páginas que quizá creemos haber aprendido de memoria pero que sin embargo, nos saludan con nuevos y sorprendentes calificativos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos.

Por último, otra reflexión para los siguientes quince días, no perdáis la oportunidad de demostrar a los demás cuán mágica os resulta compartir con ellos vuestra vida. Por desgracia nunca sabemos cuándo será la hora de partir, en sentido real o figurado. No permitáis que la culpa os sorprenda recordándoos aquella palabra de cariño que se marchita en la garganta, aquel gesto de compañerismo que se enfría en el olvido. Haced de cada instante un encuentro con el aspecto más mágico de la existencia y ésta se abrirá paso a paso, impregnando del vibrante olor de la autenticidad aquellos momentos que considerábamos una simple sucesión obligatoria de acontecimientos.

Un fuerte y mágico abrazo para tod@s
EDU