POR SI SIRVE DE ALGO

Todos nos contamos cuentos para poder dormir.
Al igual que un padre o una madre le lee un poco a sus hijos en la cama, los adultos también necesitamos historias fantásticas y fabulosas para conciliar el sueño.
Te dices que todo mejora, que el día no ha ido tan mal, que mañana harás esto y aquello. Te consuelas acallando tu conciencia, tus pensamientos. Te adormeces con los recuerdos más hermosos de aquello que deseas conseguir. Cesas la vigilia imaginando cómo te gustaría que fuese tu vida. Te cuentas el mejor de los cuentos y caes ante Morfeo.

(Imagen de: http://cappaces.com/category/aprendizaje/letras/cuentos/)

Cuando tenía 16 años tuve un accidente de esquí. Estaba en una estación del Pirineo francés subiendo a una pista en uno de esos remontes que llaman "percha". Delante mío se cayó un niño de unos cinco años. Para no pasarle por encima tiré de la percha hacia un lado y perdí el equilibrio. Tuve la mala fortuna de, al caer, quedarme enganchada en la percha y ésta comenzó a arrastrarme colina arriba. Había ventisca, los operarios no me veían y no detenían el remonte. Me acercaba peligrosamente al final. El arrastre por el suelo comenzó a desgarrarme la ropa. Tiraba con fuerza de la chaqueta con la esperanza de romperla y liberarme, pero era inútil. Por fin me vio mi profesor y comenzó a gritar a la base, pero nadie le oía. Subía esquiando intentando alcanzarme y yo seguía tirando y tirando con fuerza. A escasos centímetros del final, me liberé.
Él llegó tras de mí, con mis bastones y esquíes en la mano. Me levanté, me los puse y me dispuse a bajar esquiando. Me detuvo y me indicó que me bajaría en brazos. Entonces le contesté: "si no bajo esquiando yo sola en estos momentos, nunca más volveré a intentarlo".
Bajó a mi lado sin poder creerlo y sin mediar palabra. Cuando llegué me fui directa a la ducha. Tenía una herida que recorría el lateral de mi cuerpo desde el hombro hasta el pie. Tiré esa estúpida chaqueta y volví a esquiar al día siguiente.
Cuando estás cerca del final de un proceso tedioso, precisamente antes de conseguir salir, aparecen ante ti los mayores retos y desafíos para ponerte a prueba. Justo cuando tienes delante la luz que te indica que ya vas a salir del túnel, te bloquea una fuerza opuesta. Se llama último esfuerzo y tiene mucho que ver con el valor. El valor exacto que te dice si ya estás preparado, si ya has aprendido la lección, si ya tienes toda la energía que hace falta para tomar impulso. Si por fin, todo está dónde debía.
Los mayores esfuerzos traen consigo las mayores compensaciones, pero también las más grandes fortalezas. Si ya has llegado hasta aquí, es porque mereces ponerte en pie.
Sucede que, a veces, nos obcecamos buscando señales que nos indiquen por dónde continuar. Tanta es la obsesión de búsqueda que no ves esas señales. Pero las señales no hay que buscarlas, hay que dejarlas fluir. Hay que permitir que se acerquen sin más. Dejar de decir No a todo. Permitirse llamar.
Si has cerrado la puerta a nuevas ideas es porque debes situarte en otra habitación con puertas diferentes. Cuando no encuentras lo que buscas tienes que alejarte un tiempo, para verlo desde fuera tomando perspectiva.
Si algo está dentro es porque existe y sólo hay que permitirle salir...

CADA.

EL CICLO DE LA VIDA

Últimamente ando inmerso en uno de esos proyectos faraónicos que de vez en cuando todos tenemos en la vida, lo que resumido viene a ser que ando todos los días y todo el día enfrascado en los mismos temas. Así que para no aburriros, ciertamente cada día me cuesta más pensar en algo que nos ayude a reflexionar, fuera de temas que puedan resultar manidos.

Y después de esta humilde introducción me gustaría compartir algunas de las reflexiones que me ha suscitado la lectura de un libro más bien pequeño pero lleno de algunas verdades que no por sabidas, dejan de ser importantes. Os hablo de “La sanación a través de los Registros Akásicos” de Linda Howe.

Una de las cosas que más me ha llamado la atención es reconocer en él que la vida es cíclica. Esto en sí no es ninguna novedad, ya sabemos que es muy complicado ser original, pero como decía antes, hay algunas verdades que conviene que nos recuerden. Así que andaba yo pensando en esto de que la vida es cíclica, sí. ¿Pero qué significa eso? Primero que nada es inmutable, así que no conviene demasiado hacerse ilusiones respecto a que algo durará eternamente y al menos a mí, esa idea hizo que un hormigueo me recorriera el espinazo, como en una suerte de reconocimiento.

¿Y por qué me impresionó tanto? Pues porque muchas veces nos enredamos en pensar que el sufrimiento será para siempre, o que la alegría durará eternamente, pero no es así. Ya lo hemos dicho otras veces, que nuestra percepción no está preparada para responder a lo inmutable, sino a los cambios. Así que todo lo que nos llega a través de la percepción está polarizado. Hay una consecuencia de esta forma de percibir las cosas y es que siempre estamos en un estado del que necesitamos salir para llegar al siguiente. Por decirlo de alguna manera, somos una especie de contenedor. Y los contenedores terminan por llenarse. Así que para volver a hacerlo no queda otra que vaciarse. Y ese proceso de vaciado lo hemos dado en llamar “crisis”.

Vaya, así que una crisis es un proceso que significa que algo caduco tiene que dejar paso a algo nuevo...interesante. Pero más interesante es que este proceso escapa de nuestro control. Si nos fijamos, los actos realmente necesarios están fuera de lo que podemos controlar o mejor aún, no necesitamos controlarlos. Para inhalar, hay que exhalar el aire viejo, para llevar sangre limpia a las células, el corazón debe bombear constantemente, para que haya primavera, se necesita invierno...y así constantemente, y vamos a seguir respirando y bombeando y viendo primaveras, hagamos lo que hagamos. Así que la vida es un ciclo y lo importante no es en qué fase del mismo estoy, sino cómo me manejo en ese ir y venir constante.

¡Anda! Entonces...¿de qué sirve preocuparme? Si se supone que la preocupación es una forma de reacción para anticipar y resolver problemas y según esto en realidad no hay problemas que pueda solucionar...¡Preocuparme no sirve de nada! Es decir, nada de lo que haga va a hacer que el problema se resuelva, pero curiosamente sí que puedo hacer cosas para que el problema persista, como si quisiera dejar de respirar...Si nada de lo que pueda hacer me servirá para dejar de vivir cíclicamente, lo más inteligente es acelerar el ciclo...Y para hacer eso, lo mejor es dejar de pensar en cómo serían las cosas....conclusión: ¡¡la preocupación no sólo es innecesaria sino que además es contraproducente!!.

(imagen de www.ojodigital.com)

Porque curiosamente, para acelerar un ciclo lo más eficaz es hacer lo contrario de lo que queremos alcanzar. Si estoy inspirando para coger aire, lo mejor es exhalar para poder coger más. Si estoy preocupado porque carezco de algo...es que estoy lleno de otro algo que no necesito.

¡Espera, espera! Entonces, si quiero algo, no tengo que buscarlo fuera, ¿sino que tengo que ver qué me sobra dentro? Ostras, esto sí que es importante. Y no porque no lo sepamos, sino porque debería estar en todas las esquinas de todas las calles de todas las ciudades: ¿Qué te sobra dentro?

Un gran profesor y Maestro dijo una vez que vivimos en un mundo de “oralidad agresiva”, es decir, sólo nos preocupa “comer” y para ello mordemos, engullimos y tragamos sin importar el precio. Pero no todo lo que se puede comer alimenta (agradezco a Antonio Méndez esta idea, tanto en lo textual como en lo metafórico) y cuando comemos mucho sin alimentarnos, lo que sucede es que tenemos más hambre y tenemos que comer más. Curiosa circunstancia. Si unimos las dos reflexiones comprobamos que nos hemos metido en un círculo vicioso de terribles consecuencias: Tenemos una sensación de incompletud, como contenedores que somos, así que intentamos llenarnos, pero nos llenamos de cosas que no nos sacian y por lo tanto aun estando llenos, nos sentimos vacíos y como estamos llenos de lo que no sacia, no podemos dejar entrar lo que sí nos llenaría de verdad y nos quejamos de “no tener” y entonces tratamos de “tener más” y volvemos a tragar y así realmente no puedo ni vaciarme ni llenarme y el ciclo se estanca....y lo que se estanca, termina muriendo y en esas estamos....

Así que la única salida posible es....¡DAR! Claro...dar...pero si no tengo...Y ahí está el otro gran error, que cada uno tiene algo que sólo puede dar él y nadie más que él, pero como tenemos que ser de determinada manera para tener “éxito”, hay que seguir tragando porque lo que tienes parece que no vale...Y vamos por la vida creyendo que no valemos porque no soy igual que...Pero eso tiene que ver con la autoestima y con el reconocimiento de tu propio valor y de tu propio poder...y da para otra entrada, o para otras muchas de las muchas que andan por ahí.

Sé que no soy original, pero si al menos esta entrada sirve para hacernos reflexionar un poco, bienvenida sea mi falta de originalidad, espero que al menos te haya entretenido. Por mi parte, voy a tratar de darte lo que yo soy “de verdad” para así poder recibir de ti lo que eres “de verdad” y eso...¿no es amor? Vaya, lo he vuelto a hacer...

Un beso, feliz, compartida y auténtica semana para tod@s


EDU 

LA LECCIÓN DE LA VIDA

A lo largo de la convivencia conmigo misma he descubierto que vivir junto a mí es fácil. Lo que resulta algo más complicado es seguirme el ritmo y entenderme. Y no es sólo porque lo diga yo, claro. Todas las personas que han llegado a compartir piso o incluso algo más que piso a mi lado, han asentido en relación a las facilidades para convivir. Sin embargo, capacitarse para coexistir intrépidamente, al borde del abismo, son palabras mayores.

¿Alguna vez te has preguntado por qué dos personas se sientan en un restaurante enfrentadas? Es fácil hablar con alguien que tienes enfrente. Cruzar miradas es casi inevitable. Pero el contacto físico se diluye. Sentarse junto a alguien aporta cercanía. ¿Qué provoca que los asientos estén uno frente a otro, como en una entrevista? ¿Hasta dónde llega la confidencia y hasta dónde la limitación de un simple encuentro?

He observado que siempre que como con alguien que me provoca comodidad echo mis pies hacia detrás por debajo de la silla y el cuerpo hacia delante. Creo que soy de esas personas que no buscan el tacto, pero sí el calor.




La otra noche fui a tomar una caña con un amigo. Nos disponíamos a ocupar una mesa que tenía tres sillas. Jugamos un poco a ver cómo nos sentábamos cada uno. Pero mi compañero de juerga era chico tímido y ubicó el casco de la moto en la silla del medio, no permitiendo otra opción que enfrentarnos.

No sé si llevados por la filosofía del momento o por la copa de más, acabamos por preguntarnos qué significado tenía disfrutar de la vida. Tan sólo unas horas antes alguien me había hecho una confesión que me heló el cuerpo: “yo ya no disfruto de la vida”. Esta persona excusaba su situación en haber vivido al límite su juventud, lo que consideraba que en la madurez, ya no le pertenecía.

Creo que he comprendido que disfrutar la vida es sentirse, en términos generales, satisfecho emocional y laboralmente; es decir, satisfecho con uno mismo y con el curso de los acontecimientos.

Disfrutar no tiene un tope de edad ni tampoco existe una especie de castigo maldito por los excesos cometidos en la juventud. En la vida, no pagamos falsas consecuencias; en la vida, aprendemos. Disfrutar tiene que ver con recoger los frutos de un buen plan previo. Es mirarse al espejo y decirse: “Hey! Aquí estás comiéndote el día a día y sintiéndote bien”.

Disfrute y satisfacción son unísono. Tanto, que me obsesioné durante meses. Inicié una búsqueda incesante en la que descubrir cuál era la lección que la vida trataba de enseñarme y que aún no había aprendido. Qué era aquello que me consumía, aquello que me había colocado en la situación actual y de la que parecía no terminar de salir nunca.

Qué es estúpida vida?!?! Qué es lo que no he aprendido aún?!?! Dímelo ya para que pueda entenderlo y prosiga mi camino… Pero la vida parecía empeñada en no soltar prenda.
Como era irremediable el hecho de ligar una situación límite a un aprendizaje, decidí observarlo todo, captarlo todo, considerarlo todo y no pasar nada por alto.

Y en ese tiempo de intenso amaestramiento, aprendí a ser paciente, a amar y reconocerlo, a dejarme querer, a decir te quiero, a no temer perder a alguien, a no querer mantener nada a toda costa, a aceptar el precio, a callar más y a enfadarme menos, a no molestarme por las decisiones de los demás, a darle a todo más tiempo, a no influir en el curso de los acontecimientos, a no organizar la vida al milímetro, a disfrutar.

Me pregunté si ya lo había hecho todo en esta vida, si ya había eliminado todos mis miedos, si había superado la cruzada, si el universo iba a devolverme para bien todo el sufrimiento.

Nunca se ha hecho todo en la vida; nunca. Nunca se ha entregado lo suficiente y nunca debemos olvidar seguir dando. Tenemos por costumbre abrumarnos por los acontecimientos y auto-entristecernos por nuestra situación. Cuando dejas de defenderte te das cuenta de que no hay nada que justifique esa defensa.
Buscar desesperadamente no acelera el proceso. Uno termina por encontrarse de bruces con la realidad. Y ésta, viene a buscarte a ti cuando llega el momento.

De pronto un día ves clara la lección. Cada uno de nosotros tiene en su mano el poder más grande que existe: el poder de elegir. Y ese es exactamente el aprendizaje más importante de todos los que haremos; aprender a elegir. Aterra. Es muy difícil ser siempre quien tiene la mayor capacidad de elección. Pero hoy tienes ante ti la posibilidad de decidir qué hacer con tu vida. No dejes pasar ni un minuto sin saberlo, sin optar por el camino que más satisfacción te provoque; el camino que realmente te haga disfrutar.

Paradójicamente, tomar decisiones ahoga. Si precisamente es libre quien toma decisiones, por qué cuantas más tomas, más prisionero te sientes?

¿Cuál es la diferencia entre querer y necesitar?

El momento lo define todo, y hay que saber aceptarlo. Todo en esta vida está de paso; las personas también. Nada es permanente. Lo más difícil que aprendemos es a decir adiós.

La lección de la vida… la lección que tenía que aprender…  A valorar cada día como si fuese el primero, a comprender que no puedo tenerlo todo al mismo tiempo, a tomar mis propias decisiones, a enfrentar mi camino, a escucharme a mí antes que a nadie, a seguir esperando, a dejarme ayudar, a sonreír, a reconocer un fracaso, a despedirme para siempre,

A coger aire y respirar…

CADA.

¿QUÉ SUCEDE CUANDO NOS ENAMORAMOS?

Hace relativamente poco, buscando información para un trabajo que me habían encargado, “tropecé” con un libro cuyo sugerente título no pudo hacer más que inclinarme a leerlo. El libro en cuestión es “Psicología del amor” y su autor es Jürg Willy, psicoterapeuta suizo.

Las tesis que defiende son más que interesantes y os recomiendo su lectura, tanto si estáis en pareja como si no. Entre los varios temas que trata, está, cómo no, el enamoramiento. Esa especie de estado confusional-psicótico que nos coge desprevenidos de vez en cuando, resultando de todo ello una amalgama de emociones y pasiones tal, que vivimos como necesidad perentoria estar cerca de esa persona que nos embriaga.

Ahora bien, ¿por qué precisamente esa persona? ¿por qué tenemos la sensación de que el mundo se derrumbaría si desapareciese de nuestras vidas? ¿por qué de quien menos me conviene?

En definitiva, sucede que cuando me enamoro de alguien, lo hago por un conocimiento intuitivo. Lo que me llama la atención de alguien, curiosamente, es lo que más le diferencia de mí mismo y por lo tanto, donde más me puede ayudar a solucionar los conflictos internos que pueda tener en ese momento. Y si por mor de coincidencias cósmicas, resulta que esa persona que puede ayudarme, quiere, de hecho, ayudarme, ya tenemos montado el lío. Todo mi ser reacciona ante el suceso con una amplísima gama de respuestas de todo tipo y llamamos a los amigos, se nos pone cara de bobo y anunciamos a bombo y platillo: ¡Me he enamorado!

Qué maravillosas sensaciones, que momentos más felices, qué forma de que el mundo desaparezca y no haya más que esa persona en él. Pero claro, las cosas no siempre son tan fáciles y todos tenemos la amarga experiencia de ello. Porque una cosa es que mi intuición me señale el camino a seguir y otra muy distinta que el resto de componentes de mi psique estén de acuerdo en romper con el statu quo de la situación y me permita avanzar hacia un desarrollo que en el mejor de los casos va a suponer una disolución de eso que llamamos “ego”.

Ah no!, amigo...Por ahí no paso, dice el diablito rojo en el que se convierte en este momento cada faceta de nuestra personalidad. No, porque las cosas están bien como están. No, porque en realidad hay cosas que no quiero cambiar. No, porque sabemos que cualquier desarrollo no está exento de cierta dosis de sufrimiento y si algo nos aterra a los seres humanos, es precisamente el sufrimiento. Así que nos inventamos mil y una excusas para pasarle la bola a ese ángel maravilloso que tenemos enfrente y acusarle de toda la basura que no puedo ver en mí mismo. Y ese mecanismo de poner la pelota en el tejado del otro, se llama proyección.

Así que en el otro proyectamos, es decir, “colocamos”, todas las supuestas maldades que somos, con la mejor intención de que cupido resuelva, en su vida, todo aquello que no puedo permitirme sanar en la mía, porque ni siquiera me he permitido mirar en el armario para ver cómo están las polillas. Que luego resulta que ni son tales maldades, ni son tantas, pero ese es otro tema, se llama “sombra” y ya hemos hablado, y seguiremos hablando, de él.



Estábamos tomando una copa con un ser angelical que viene a resolver de un plumazo todos los problemas de mi vida. El caso es que la vida no resulta ser tan sencilla, porque para que yo resuelva un problema no basta con que me dé cuenta de que exista, lo cual ya es en sí un gran paso, pero el primero, al fin y al cabo. Para solucionar algo tengo que solucionarlo, actuarlo, adquirir las herramientas y poner en práctica todos mis recursos para superar el obstáculo que tengo enfrente. Obstáculo que, dicho sea de paso, hemos “atraído” porque en nuestro fuero más interno, sabemos que es la única manera de ser nosotros mismos. Pero el “ego”, que no se está quietecito, no hace más que recordarnos que ¡el culpable de todos los problemas de mi mundo está sentado, delante de mí, tomando una copa con las alas convertidas en cuernos sulfurosos!! Es de locos, ¿no creéis? (y eso que el 80% de la población se considera sana).

Enamorarse es una experiencia maravillosa, sí. Absolutamente necesaria, también. Pero es una medicina envuelta en un caramelo. No quiero que me acuséis de destruir el romanticismo. Considero que es mucho más hermoso saber que estoy tomando una copa con un ser de carne y hueso, que de alguna manera ha sido colocado en mi vida porque tiene todas las herramientas que necesito para solucionar mis problemas y porque tiene la intención de prestármelas. Y además, es más que probable que a mí me suceda lo mismo. Enamorarse es muy fácil, enfrentarse a las consecuencias del enamoramiento, no tanto, pero al fin y al cabo, para eso estamos aquí.

La buena noticia es que no importa cuánto hayamos sufrido por amor, hay un duende, dentro de nosotros, que cuida de que tengamos las experiencias oportunas para volvernos a enamorar. Y cuando miro a la persona de enfrente y la veo no como un ser ultraterrenal, garante de todas las virtudes celestiales, sino como un ser de carne y hueso, con sus problemas y sus conflictos, que a pesar de todo, quiere sentarse a mi lado para ayudarme a ser una mejor persona, no puedo dejar de mirarla con el más profundo de los respetos, el más profundo de los agradecimientos, el más profundo deseo de que ella, o él, también pueda dar lo mejor de sí.

Y cuando comprendo que lo mejor de mí necesita lo mejor de ti, el resultado es un “nosotros” único. Con problemas, claro. Pero sobre todo, con soluciones. Así que te miro a los ojos, pongo esa cara de bobo, acerco tu mano a la mía sintiendo el calor que irradian tus dedos mientras se funden con los míos y un pequeño gesto sirve para que tu sonrisa ilumine el mundo. Una sonrisa que es también una promesa mutua: “Sí, quiero ser lo mejor que pueda porque estoy al lado de lo mejor que puedes ser tú. Sí, quiero compartir este tramo del sendero porque al fin y al cabo, vamos hacia el mismo sitio. Sí, quiero dejar atrás, para siempre, todos los conflictos que me hicieron llegar a ti, porque aunque el mundo nunca será perfecto, a partir de ahora, nos unirán las soluciones a nuestros problemas”.

Es una buena promesa, una bonita promesa...¿Me acompañas?

Feliz y hermosa semana para tod@s

EDU







AULA EN LA NATURALEZA

AULA EN LA NATURALEZA es un proyecto formativo destinado a alumnos y alumnas de centros docentes con el objetivo de sustituir Literalmente y durante un día a la clase de ciencias.

En un ambiente único, la clase será trasladada al lugar más indicado para el aprendizaje: una finca donde poder observar in situ los procesos que siguen los alimentos desde que se generan y hasta que se consumen.




Se trata de una actividad didáctica que resulta muy ilustrativa para los estudiantes y con grandes valores añadidos para los docentes:

  1. Monitores agrícolas especializados orientan la enseñanza
  2. Todos los objetivos y contenidos están insertos dentro del currículo de área, de forma que la sesión sustituye literalmente una clase del colegio
  3. Existe la posibilidad de contratar la actividad en inglés para que, si es el caso, continúe siendo Science
  4. Los profesores disponen de una licencia de acceso a un curso de Teleformación en el que podrán descargar los contenidos de la actividad, para continuar trabajando en el colegio. Dichos contenidos están tanto en español como en inglés
  5. La finca mantiene valores propios de relación con el entorno. Por esta razón sólo se admitirá un centro escolar por día y con un máximo de 100 alumnos diarios
  6. La visita está formada por cuatro talleres que desarrollan las diferentes temáticas
  7. Según el nivel escolar se adaptan tanto los contenidos como la actividad


Más información e inscripciones en:


(Aula en la Naturaleza)

91 416 91 37