Al contrario de lo que pudiera parecer el verano da para mucho. Yo he disfrutado de días de sol y playa, pero también he podido sacar tiempo para algunos asuntos personales que hacía algunos meses estaban en barbecho a la espera de tiempo. Uno de estos asuntos me llevó a pensar en este post: Vivimos una especie de tiranía de la forma. Y no sólo porque nos vendan y nos metan a través de los ojos toda clase de formas que nuestros cuerpos deberían tener, sino en muchos más sentidos.
Hablaba con una amiga y en un intento de empatizar con ella le decía que era “grande”. Medio en broma, medio en serio, ella me respondió que era más bien “pequeña” y físicamente es cierto, pero la grandeza de las personas no debería medirse en centímetros, ni por exceso ni por defecto.
¿Os habéis fijado en cuánta energía despilfarramos tratando de acomodar nuestra figura a una forma determinada? Es realmente patético, pero más aún lo es cuántas formas le damos al miedo, haciendo caso omiso de su significado.
Y aquí vamos entrando en el meollo de lo que quería deciros en este regreso vacacional. Evidentemente, toda forma esconde un significado, el caso es que estamos tan acostumbrados a movernos entre formas que se nos escapa que lo que verdaderamente tiene sentido es lo que esconden las mismas. Hay cuerpos que esconden personas y eso es lo único que debería importarnos. Sin embargo, hemos terminado por creer que es más importante el cuerpo que la persona que significa.
Nos hemos olvidado del significado de las palabras, de lo que dicen, de cómo lo dicen. Porque una palabra es mucho más que una sucesión de sonidos, incluso es mucho más que la definición del diccionario y sin embargo, parece que la wikipedia nos va a salvar de todas nuestras lagunas de vocabulario.
Son sólo dos ejemplos de lo que nos sucede con tanta frecuencia que se ha originado un debate que tiene un fondo mucho más importante. Porque el tema de la apariencia, queramos que no, está ya muy manido y el que más o el que menos, entendería que no puede dejar arrastrar por la mera apariencia física, hasta aquí todos de acuerdo. El debate realmente importante es el debate del conocimiento.
Las formas nos velan el camino del conocimiento, porque para conocer realmente, hay que desvestir las cosas, me da igual que sea un cuerpo, la etimología de una palabra o las tripas de un ordenador. Conocer implica desnudarse, de ropajes, de condicionamientos, de ideas y creencias preconcebidas. Que nos bombardeen diariamente con formas de todos los estilos en realidad significa que no nos dejan conocer.
Probablemente el conocimiento sea lo más hermoso que existe y no estoy hablando de meterme en una biblioteca polvorienta a extraer las ideas de algún sabio, eso no sería más que formas y más formas. Lo que estoy diciendo es que tenemos que atrevernos a morder la vida, intentando extraer la médula de lo que constituye cada instante, un instante que es único e irrepetible. Estoy hablando de hundir las manos en el barro de la existencia, estoy hablando de mirar al otro a los ojos, de verdad, y ser capaz de descubrir en el fondo de su mirada aquello que lo hace realmente único y especial.
Es realmente curioso que estemos soñando todo el año con unos días de asueto, simplemente para tratar de aburrirnos durante más horas al día de las que nos aburrimos normalmente y nos perdamos, instante tras instante, el placer de descubrir quién eres realmente, más allá de las etiquetas, más allá de las clases, más allá de los ropajes sociales que de una u otra forma nos invaden.
Quizá tenemos miedo, seguro que tenemos miedo. Miedo a descubrir que en realidad somos iguales, que en realidad no hay nada que nos diferencie, que en realidad este vestido precioso que llevo ahora mismo nos es más que un ropaje caduco, que algún día, sencillamente, se volverá inservible y tendré que desechar. Entonces, si no soy este ropaje, si mi vestido no me identifica, quizá tenga que empezar a admitir que soy más de lo que siempre he creído. Y curiosamente tenemos miedo de nuestra propia grandeza, de nuestro propio poder. Tenemos miedo de reconocer todo lo que podemos hacer y no hemos hecho todavía. Hoy es el día. Ahora es el momento.
Atrevámonos a mirar con ojos nuevos el mundo, atrevámonos a extraer el significado de cada una de las experiencias que tenga, atrevámonos a ir más allá, siempre más allá y descubriremos que en el fondo, donde la forma ya no es sino un mero recuerdo que limita, nace una luz distinta, una luz que nos recuerda y actualiza nuestra propia grandeza, la plenitud de la que ya gozamos en este instante si dejamos que florezca. Mira a la persona que tienes al lado, quien sea y descubrirás que en su fondo late la misma fuerza que sientes brotar de tu interior. Esa fuerza, esa pulsión incandescente y eterna, nos hace iguales, pues es lo mismo, esa fuerza tiene nombre y apellidos, pero el seudónimo más conocido por todos es: Amor.
Feliz y amorosa semana para tod@s
EDU
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