Siempre he sido de esas personas que creen que no debe hablarse del término suerte como tal. Es decir, la vida se va forjando y según los esfuerzos personales así serán los productos que recojamos.
La palabra suerte está rodeada de tópicos:
- La suerte no es para los que la buscan, es para los que la encuentran
- Unos nacen con estrella y otros estrellados
- No hay mal que por bien no venga, ni 100 años dure
- Etc.
En torno a estas y otras ideas pueden escribirse miles de folios y la conclusión seguiría siendo complicada. ¿Existe la suerte? ¿Podemos asegurar el hecho de poder tener buena o mala suerte?
Como no es mi estilo establecer una filosofía de vida en torno a esta discusión, voy a tratar de crear un ambiente distendido para que los creyentes en la mala suerte encuentren otras posibilidades.
El primer paso es dejar de pensar que cuando te ocurre algo malo, todo lo peor de este mundo va hacia ti como un imán. Esto es una estupidez. Básicamente porque lo que sucede, inmerso en esa situación, es que estás siendo incapaz de ver todo lo bueno que también te rodea en ese momento.
Hace poco, un amigo me preguntó si yo pensaba que él estaba teniendo mala suerte, debido a que todo el mundo afirmaba que así era. Me paré a analizar su caso. Veamos: tienes problemas familiares, en los últimos quince días has tenido que afrontar una nueva situación, arrastras cansancio, necesitas vacaciones, la puerta del garaje aplastó tu coche, un incendio quemó tu moto y tu coche (ya aplastado), una avería te dejó sin el coche que te habían prestado, te han robado la cartera y estás preocupado por la salud de alguien cercano.
Yo no creo que nada de eso sea mala suerte. ¡Me parecen cosas del día a día que le pasan a cualquiera!
Eso me recuerda que el domingo pasado, hacía un calor tremendo y tenía mucha prisa por llegar a un sitio. Iba a toda velocidad por la calle hacia el metro y un insecto me picó en la lengua. Pero ¿a qué clase de persona puede picarle un bicho en un sitio tan retorcido? ¿Es mala suerte? ¡Claro que no! Eso pasa por correr con la boca abierta…
Recapacitando sobre situaciones propias vividas en el pasado, me doy cuenta de que tengo innumerables anécdotas que alguien podría calificar como mala suerte y en las que jamás he reparado como tal:
El día que metí los pies en un charco al bajar del coche y tuve que comprarme unos zapatos nuevos mientras mis calcetines se secaban en un radiador de la oficina.
El gato aquel que decidió vivir una semana en los bajos de mi coche y maullaba cada vez que paraba en un semáforo. Llegué incluso a llevar el coche al campo, bajar al gato allí, a kilómetros de distancia y encontrármelo al día siguiente otra vez subido al chasis.
La tarde que cometí cinco infracciones de tráfico seguidas ante la atenta mirada de un señor agente.
El pantalón que se descosió por la entrepierna en una reunión de empresa y tuve que grapar con una grapadora.
La rueda que se me pinchó en un polígono industrial un viernes por la noche estando sola.
El inodoro público, de una cafetería abarrotada de gente, que se volcó cuando me disponía a utilizarlo y formó un gran estruendo.
(…)
Si uno mira atrás, encuentra situaciones ridículas que podrían haber sido de otra manera, pero que ocurrieron sin más. Y, si además, acontecen en momentos temporales cercanos tendemos a pensar que no estamos en racha.
Podemos andar hacia detrás si nos cruzamos un gato negro de noche; podemos evitar pasar por debajo de una escalera; podemos mojarnos la frente con vino si derramamos una copa; podemos tirar sal por encima del hombro si se nos vuelca el salero; o, incluso, podemos evitar el color amarillo. Pero ¿va a cambiar algo?
Sin anécdotas no hay un auténtico día a día. Quien tenga una vida tan sosa como para creerse afortunado, es que no experimenta todas las posibilidades. Las personas se encuentran con dificultades si, previamente, han hecho el esfuerzo de afrontar un reto. Para aquellos que creen que en la vida se puede tener todo a placer y disfrutar de lo que venga dado, queda por decir que la falta de riesgo limitará esa maravillosa sensación de quemar adrenalina que nos hace sentir vivos.
La mala suerte no existe si no crees en ella. Sólo los malos momentos. Mirarlos con perspectiva es aprender. Recordarlos puede hacernos sonreír. Encontrar aspectos positivos en aquello que resultaba negativo nos hace recapacitar. Reírnos de nosotros mismos puede hacernos olvidar…
CADA.
Jjajaaja de verdad que te pico una bicho en la lengua??? jajajaj
ResponderEliminarBueno bromas a parte, yo tampoco creo en la buena suerte o en la mala, creo en condiciones favorables y desfavorables... Como bien dices, si vas corriendo con la boca abierta seguro que si existen bichos... alguno se meterá... y si se mete y se pone nervioso, seguramente atacará pinchando. Si vas con prisa y no miras al suelo seguro que terminarás pisando una KK de perro, o bien pisarás un charco, o vete tu a saber...
Yo cada día que vengo a trabajar en moto al centro veo muchos motoristas que se salvand de que un coche les golpee por decimas de segundo... y a veces digo joder que suerte, pero esta no existe, por un lado el conductor del coche seguro que iba atento y ha tenido que hacer maravillas para no golpearle, y el motorista seguro que al ver que lo mismo le daban ha hecho lo que su experiencia le dicta para salir airoso... así que como dice CADA creo que la suerte no existe son las circunstancias y la percepción de lo que te rodea lo que te hace más o menos felíz...
Un beso a CADA y a todos los lectores!!!