LA VIDA ES SENCILLA, SIN MÁS

Un día de las últimas semanas, hablando con CADA, se me ocurrió una frase de esas que todos tenemos a cada momento: “No es lo mismo ser sencillo que ser simple”, una idea peregrina más de no ser porque entonces entraron en juego las sinergias amistosas de mi compañera y su mirada se iluminó de pronto: ¡¡Qué buena idea para un post!!

Y aquí estoy, algunas semanas después, tratando de rescatar ese guante blanco…Y lo primero que pienso es si realmente esa idea peregrina es cierta…Decididamente sí, pero ¿nos ayuda eso de alguna manera?
Pues quizá podríamos pensar que la sencillez es una virtud que podemos educar en nuestra vida, en contra de la simpleza, que no es que sea un defecto, pero en muchas ocasiones nos puede confundir.

Entiendo la sencillez como aquella cualidad de las personas por las que elegimos decir lo que queremos decir, hacer lo que queremos hacer y reconocer lo que sentimos (porque los sentimientos no pueden decidirse) sin culpas ni represiones de algún otro tipo. Hasta aquí realmente no hay nada nuevo, pero en muchas ocasiones nos dejamos llevar por condicionamientos que empiezan a complicar lo que parece tan sencillo.

Supongamos la siguiente situación, un chico conoce a una chica, charlan, se caen bien y deciden quedar a cenar. La sencillez consiste en pedir algunos platos, quizá una botella de vino, algún postre y si la hora y los gustos son propicios, un café para cerrar la velada y alargar la sobremesa. Disfrutar la cena significa en este contexto que la comida está sabrosa, el vino generoso y el servicio y la compañía agradable…Perfecto, ¿no?

Pues parece ser que no, al día siguiente los amigos del chico, comienzan con su tercer grado particular. ¿Cómo es? ¿Qué pasó? En el contexto masculino general, que suele caer en lo simple, esto viene a traducirse en: Dinos cómo es físicamente y ahórrate decirnos qué pedisteis, lo importante es si terminasteis en su cama.
Del otro lado, la cohorte femenina tampoco escatima en preguntas, lo cual viene a traducirse en quedar a la hora del café, a ser posible pidiendo la tarde libre en el trabajo, sentarse a una mesa, pasar del café a la merienda, de la merienda a la cena, de la cena a las copas y de las copas a la madrugada para diseccionar, desbrozar, inspeccionar, pasar a través del microscopio, dar la vuelta, la revuelta y el través a cada una de las palabras, sílabas, fonemas y gestos que acontecieron durante las dos horas de la cena de la noche anterior.

¡Pero de qué estamos hablando! La siguiente cita, si con mucha suerte la hay, los dos estarán más pendientes de interpretar lo que el otro dice que de sencillamente disfrutar lo que se está diciendo…Y es muy probable que este sea el fin de la historia.




Pues yo me niego, me niego rotunda y profundamente, me niego absoluta y completamente. Abogo por una vida donde cuando alguien me dice “A” yo quiero entender “A” y no una ecuación más parecida a la demostración euclidiana de los movimientos celestes en esta y las demás posibles dimensiones de la existencia. Que me niego, vamos…Igual que me niego a tener que justificar mis sentimientos, mis actos y mis palabras, porque cuando digo que quiero cenar contigo, estoy diciendo que quiero cenar contigo y punto. Que luego suceden otras cosas será porque sucedan, pero no porque la cena forme parte de una estrategia que dejaría al “desembarco de Normandía” a la altura del argumento de La Cenicienta.

Pero para llegar a ese grado de sencillez, realmente uno tiene que tener una vida, una vida llena de aristas, de matices, de experiencias, en definitiva, uno tiene que tener una vida que compartir con alguien, en el trabajo, en la mesa o en la cama, eso es lo de menos. Y aquí entra el segundo personaje de toda esta comedia, que es nuestra querida amiga simplicidad.

Porque el sencillo se rige por el momento presente pero el simple no tiene momento, aquel que no habla por no pecar (agradeciéndole a mi madre la enseñanza de tan ilustre aserto), probablemente no pierda, pues difícilmente puede perder el que no tiene. Ser simple supone quedar a la expectativa de cometer los menos errores posibles, pero no cometer errores tampoco puede darnos ninguna pista acerca de los aciertos que conseguimos en nuestra vida, si es que conseguimos alguno.

La sencillez está relacionada con el crecimiento y la decisión consciente, la simpleza está relacionada con la monotonía y el aburrimiento. Desde luego que haciendo las cosas del mismo modo, con la misma gente, a la misma hora y en el mismo sitio, no hay espacio alguno para la ansiedad. Pero desde mi punto de vista, eso se parece mucho más a la existencia de una seta que a lo que considero una vida humana (dicho sea desde el más profundo respeto hacia la vida parasitaria del hongo).

La sencillez, por último, supone una apuesta por la vida en plenitud. Dejar de un lado las expectativas, los condicionantes, el qué dirán y centrarse en quién soy, dónde quiero ir y con quién quiero compartir eso ahora, en este mismo instante. Ser simple también supone no tener expectativas, pero por la pura pereza imaginativa de considerarlas. Así que amig@s mí@s, no os equivoquéis, compartir un segundo con alguien sencillo puede ser una experiencia apasionante, no lo confundáis con la simpleza bostezante. Y evidentemente, si os encontráis con alguien sencill@ y os propone salir a bailar…tranquilidad, es que sólo quiere bailar…¿Bailamos?

Feliz y sencilla semana a tod@s

EDU

SORTEO 10000 VISITAS EN EL BLOG

Una  cifra para alegrarse y para agradeceros a tod@s este tiempo juntos…Los hitos de la vida están para celebrarlos y este es uno de esos momentos especiales que hacen que los esfuerzos merezcan la pena.

EDU y CADA queremos haceros un regalo muy especial. Le pedimos a nuestra amiga de “El sueño de una tarde de galletas” que nos hiciera unas galletas conmemorativas con nuestra imagen y el resultado no ha podido ser más satisfactorio.



Por supuesto, este es un momento para compartir con todos nuestros amigos y nuestras amigas, vosotros y vosotras, que dais sentido a las horas invertidas, a las miles de palabras desechadas y a todos los esfuerzos por sacar esta aventura adelante. Vosotros y vosotras sois los que hacéis grande a Gente EDUCADA.

Por eso queremos agradeceros vuestra amistad, sorteando entre todos y todas un LOTE DE SEIS GALLETAS EDUCADAS. Tres de ellas con la imagen de CADA y otras tres con la imagen de EDU.


Para participar en este inigualable sorteo no tenéis más que haceros amigos de Gente Educada en Facebook (y/o seguirnos en twitter @gente educada) y realizar un comentario a alguna de las entradas del blog…la que más os haya gustado hasta el 10 de Abril de 2012, último día para participar en el concurso.
Además el ganador podrá recibir su premio de manos de EDU y CADA
Podréis ser testigos del sorteo en nuestro canal oficial de Youtube.

Muchas gracias por tantos y tan buenos ratos compartidos y…Mucha suerte!!

Abrazos y besos

EDU y CADA

LA HUMANIDAD EN LA CAMA

En innumerables ocasiones, tanto Edu como yo, os hemos hablado constantemente de lo importante que es avanzar e ir hacia delante. Creo que podríamos resumir todos nuestros consejos en la palabra “CAMINO”.

Hace poco, yo misma me paré en medio de mi camino para tomar aire y recapacitar sobre el recorrido que estaba siguiendo. A veces, andamos sin más, inmersos en el día a día y no nos hemos detenido a pensar si los últimos kilómetros recorridos iban o no en la dirección correcta. Es la inercia la que nos impulsa. Uno no puede estacionarse mucho tiempo. Habrá que seguir y ya se considerará cuando se tenga ocasión. Pero una mañana, te levantas con la sensación de ahogo y el no poder más. Seguramente ya ni sabes lo que te había impulsado a moverte en un primer momento, pero no puedes perder ni un minuto en analizarlo porque la vida sigue y tienes demasiadas cosas que hacer.

Días atrás, cuando me detuve para coger aliento, descubrí que el camino no era, en sí mismo, un problema. Aprendí que nada está lo suficientemente lejos en el tiempo como para que resulte tan inalcanzable como parece y, lo más importante, que si no has elegido correctamente, antes de lo que esperas podrás vislumbrar un desvío. Siempre hay una salida y un lugar adecuado para redireccionar. Muchas veces está ahí mismo, pero no lo vemos porque se oculta tras la maleza. Sigues caminando y casi por sorpresa, de golpe, te lo encuentras.

Todos tenemos, alguna vez, la sensación de necesitar que el mundo se pare para bajar del mismo. Quizá, con el suficiente acuerdo de todas las partes podría llegar a hacerse. Imaginemos, por qué no, una fecha señalada en la que toda la humanidad decidiese, simplemente, detenerse en su camino; dejar de andar. El mundo entero interrumpido al unísono. Una propuesta de algo así como 24 horas sin movernos nadie de la cama. Tomarnos una jornada íntegra para dar un respiro generalizado a todo el planeta. ¿Qué podría suceder? Estamos pensando, lógicamente, que sería una locura inviable. La primera idea factible es que la economía mundial se hundiría. ¿Seguro? Los mercados no habrían abierto ni habría tampoco nadie a quien le preocupase. ¡Pero si estaríamos todos durmiendo! ¡Sería domingo universal!

Los aviones estarían en sus aeropuertos, los comercios cerrados, las calles vacías, los soldados en sus cuarteles, etc.

¿Qué pasaría? Pues nada. Simplemente nada. Sin seres humanos no hay movimiento.

Cada uno en su casita, en su camita, descansando del camino.

(Imagen de: emisioncero.blogspot.com)

La realidad es que, no podemos descansar, completamente, del camino si el resto del mundo no se detiene con nosotros.

Pero dado que esta idea loca jamás llegará a producirse, debemos plantearnos que en nuestro camino diario sólo podemos contenernos a reposar de vez en cuando y con cautela.

Ayer, precisamente, hablaba con un amigo de estos temas. Él se sentía preocupado por dedicar demasiado tiempo a su trabajo descompensando por ello a su hijo. Me preguntaba si esto puede estar “pagado” de algún modo, si merece la pena tal sacrificio. Le contesté que si se lo estaba planteando la respuesta era evidente: NO. Le insistí en el hecho de que tenemos la vida “muy mal montada” y le hice un pequeño descubrimiento por si él no había recapacitado nunca sobre ello:

Vamos viviendo y recorriendo el camino y, al llegar al final, sabes lo que pasa? Nos morimos.

No podemos vivir de las compensaciones; ni siquiera de las auto-compensaciones. No podemos entretener nuestro espíritu llenándolo de hobbies para distraer la mente y hacerla creer que es, falsamente, feliz.

Tiempo atrás yo misma creí, erróneamente, que la felicidad iba de conformismo. Hace poco he descubierto que, en realidad, va de amor a uno mismo. En la medida en que nos demostramos ese amor no necesitamos compensar nada, pues todo va encajando poco a poco y encontrando su sitio adecuado.

Así pues, sigue tu camino. Si estás cansado, párate a descansar. Y, sobre todo, si no te gusta la dirección que sigues, corre en busca del desvío más próximo…

CADA.

A LAS VÍCTIMAS DEL 11 DE MARZO: IN MEMORIAM

La semana pasada asistí a un acto muy especial, un acto tan especial que no he podido evitar la tentación de compartir con vosotr@s unas líneas al respecto, porque por otro lado creo que comparte significativamente la columna vertebral de nuestro blog.

El acto en cuestión fue la VIII entrega de los premios anuales de la Fundación Rodolfo Benito Samaniego, quizá para muchos de vosotros esto no os diga absolutamente nada, quizá si os digo que Rodolfo fue una víctima del brutal atentado terrorista del 11 de Marzo en Madrid, podáis empezar a encajar algunas piezas.

El motivo de mi visita al evento no tiene mucha importancia, lo importante es que la Fundación nace del dolor, del dolor de la pérdida por un ser muy querido, para erigirse en faro que ilumina conciencias, en un faro que recuerda no sólo la memoria de todas las personas que fallecieron injustamente ese día, sino sobre todo y ante todo, las cualidades personales que llevaron a Rodolfo a ser la persona que era, admirada y querida tanto por sus amigos, como por sus familiares y compañeros de profesión.

Y aquí empieza lo importante, este es un ejemplo más de cómo el dolor más absoluto y devastador puede convertirse en la fructífera semilla de un anuncio que nuestro mundo necesita que nos repitan cada día: el valor de la convivencia y la solidaridad para llegar no sólo a la superación del dolor sino también al perdón. En otros artículos os he comentado cómo creo que es posible renacer de las propias cenizas tras un trauma de magnitudes incalificables. Pero me gustaría aprovechar la cercanía del recuerdo de las víctimas del atentado para partir una lanza más a favor de la convivencia, de la libertad, del amor entre todos los seres humanos independientemente de la nacionalidad, el género, las creencias o el color de la piel.

Vivir instaurados en el resentimiento de la pérdida nos impide el verdadero reconocimiento de las virtudes por las que quisimos a esas personas que ya no están. Cuando alguien dedica su vida a los valores de la convivencia, de la integración, de la innovación y se despierta cada día con la firme intención de hacer un poco más cómodo el mundo de todos los que están a su alrededor, no podemos agotar todo eso por el hecho, difícil, injusto y duro, sí, de que esa persona ya no se encuentre en mi vida, independientemente de las circunstancias que llevaron a esa pérdida.

(Imagen de: micaminosindestino.blogspot.com)

¿Cuántas veces enterramos bajo toneladas de resentimiento las virtudes que nos hicieron amar a otros? ¿Cuántas veces nos olvidamos de las propias características que hicieron que esos otros nos quisieran? Frente a la injusticia del verdugo, no podemos caer en la tentación de convertirnos en víctimas propiciatorias, que no hacen más que recorrer, en cada ocasión, el mismo absurdo camino al matadero.

No tenemos la opción de recuperar aquellas personas que hicieron posible nuestra felicidad, no tenemos la opción de revivir las circunstancias pasadas, pero sí tenemos la opción de luchar por todo lo que esas personas lucharon, tenemos la opción de abanderar sus mismas luchas, porque no hay peor desatino que dejar morir el amor cuando nos deja una persona que ama. Podemos retomar la bandera del caído y puede que sea el único verdadero y honesto homenaje a su memoria.

En cuantas ocasiones nos decimos a nosotros mismos que no vamos a olvidar y entonces renacemos cada día con el corazón lleno de alquitrán, sintiéndonos maltratados por la vida. Estoy de acuerdo en que no debemos olvidar, pero recordar, recordar con toda la magnificencia de lo que significa la memoria humana, es fundamentalmente ser conscientes y actualizar aquel mundo que soñaron nuestros seres queridos, actualizar los valores que les hicieron héroes de nuestra vida, materializar un mundo del que se hubieran sentido orgullosos de pertenecer.

Si el recuerdo perpetuo del dolor sólo nos sirve para mantener viva la llama del odio, del rencor, de la separación, de la injusticia…Pobre y flaco favor le estamos haciendo a las personas que dedicaron su vida a los valores contrarios. Quizá la historia de Rodolfo sea ajena y anónima para aquellos que no le conocieron, pero la fuerza de su vida sigue palpitando con toda energía no sólo en el corazón de los que les quisimos, sino sobre todo, en cada nueva ocasión en que cada persona, en cada lugar del mundo, en cada instante histórico, levanta la mano para pedir justicia, se levanta del asiento para ceder su sitio, acoge la vida en todas sus manifestaciones y sobre todo orienta toda su existencia a hacer un poquito mejor la vida de todos sus semejantes.

Deseo sinceramente que el recuerdo de ese fatídico día, sea una ocasión para hacer que el mundo en el que vivimos se convierta en un lugar mejor par vivir, probablemente llegaremos a experimentar que es la única y genuina manera de que la injusticia quede definitivamente erradicada, la única y genuina manera de honrar la memoria y la vida de las víctimas, la única y genuina manera de conseguir que una muerte tan injusta y cruel tenga un verdadero sentido.

A LAS 192 VÍCTIMAS MORTALES DE LOS ATENTADOS DEL 11 DE MARZO: OS QUEREMOS, OS RECORDAMOS, OS VIVIMOS.

EDU

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QUIERO VACACIONES DE MI MISMA

Nuestro día a día está rodeado de frases convertidas en tópicos para hacer nuestra vida más llevadera. Dios ahoga, pero no aprieta; Cuando se cierra una puerta se abre una ventana; Todo llega en la vida (…)

Nos decimos a nosotros mismos todas esas sentencias con la esperanza de escuchar, cuando más lo necesitamos, una bocanada de aire fresco que nos vuelva a poner en la ola.

Sin embargo, los días van cayendo uno detrás de otro y, en ocasiones, los seres humanos entramos, sin saber muy bien por qué, en crisis.

La crisis adquiere formas diversas. Desde el punto de vista de la psicología, muchas veces, se liga a momentos clave de la vida de una persona. Otras, simplemente vamos sucumbiendo ante un mundo de aguas turbias que, por momentos, se nos ha vuelto pesaroso.

Un día te levantas y, sin más, sin saber la causa, todo te ha dejado de parecer bonito. Cada detalle importante de los días anteriores hoy te resulta molesto. Si te gustaba el sol en la cara, ahora te está estorbando…

Sientes el vacío de la gente a tu alrededor. Estás rodeado, pero no ves a nadie. Solo en un mundo multitudinario.

Cuando se entra en esa dinámica todo empieza a costar caro. Levantarse es difícil, el día no es llevadero y el momento de irse a la cama se ha convertido en un auténtico suplicio.

Conoces e identificas bien las causas. Demasiado estrés laboral, problemas familiares, tensiones varias y, la peor parte, un estado anímico que mucho tiene que ver con el YO. Un yo interior que grita algo, pero que a pesar de sus gritos no logramos escuchar.

¿Qué está pasando? ¿Por qué todo ha dejado de tener sentido? ¿Qué estás haciendo con tu vida? ¿Para qué? ¿Quieres seguir ese camino?

Mientras te haces todas esas preguntas existenciales el tiempo sigue venciendo el recorrido. Notas que pasa y que su paso te ahoga más. Sentir la pérdida del paso del tiempo es un problema más.

De pronto te sorprendes diciendo: “¡Que alguien pare el mundo ya! Yo quiero bajarme en la próxima…”


(Imagen de: es.123rf.com)


Pero esta situación insostenible no puede prolongarse eternamente.

En mi humilde experiencia, llegados a este punto, uno puede descubrirse a sí mismo necesitando vacaciones de la propia persona.

Así es. Me he dado cuenta de que lo que necesito, justamente ahora, no son vacaciones, sino vacaciones de mí. Necesito apartarme de mí una temporada.

Uno se quiere más que a nadie, pero por el contrario también tiene la fea costumbre de hacerse más daño que nadie.

Antes de pagarlo con el resto o, peor aún, de dejar de quererse y empezar a auto-odiarse, hay que separarse de la propia persona por unos días. Darse un respiro propio para poder volver y decirse: “eh! Ves como no estás tan mal?”

Me planteé esas vacaciones de mi persona hace unos días y empecé a pensar cómo se hacía eso. El primer consejo amigo que recibí fue este: “Yo creo que con que hagas cosas que no sueles hacer, digas cosas que no sueles decir y duermas horas que no sueles dormir... lo mismo tienes suerte y tomas vacaciones de la otra Cada”

Para llegar a eso, supongo que, hace falta una desconexión extrema. El aislamiento no parece ser una mala idea. Necesitar a los demás sabiendo que no puedes tenerlos, necesitarte a ti mismo, sabiendo que estás lejos, apartado, donde no llega nadie, donde no llega lo que sueles hacer, donde tu vínculo al mundo queda lejos, donde sólo tú con tus pesares estaréis cara a cara.

Todo el mundo necesita reencontrarse en algún momento de la vida. Todas las personas sufrimos crisis y necesitamos superarlas. Caer es necesario para poder decir que te has levantado. Levantarse es importante para poder afirmar que lo hiciste con éxito.

Llega un momento en que ya no se necesitan palmaditas en la espalda de los seres queridos. Lo que necesitamos es mirarnos al espejo con firmeza para auto halagarnos, para recordamos quiénes somos y por qué seguimos adelante. Hace falta recordar que la primera piedra que se coloca en un edificio, jamás queda a la vista; pero estuvo ahí la primera...


CADA.

TE MERECES LO MEJOR QUE TE PUEDA PASAR

…PORQUE SÍ. Hoy voy a ponerme un pelín reivindicativo, voy a reivindicar la justicia de que cualquier persona pueda ser feliz. Mejor dicho, cualquier persona tiene el derecho de buscar la felicidad, como reza la Declaración de Independencia de Estados Unidos.

Y como derecho está en la base misma de la existencia humana, así que no hay que hacer nada para conseguirlo, no hay que decir nada para justificarse, no hay que ganárselo de alguna manera, no depende de la nacionalidad, ni del género, ni de la edad, ni siquiera de si somos nativos o migrantes en un lugar determinado.

Dicho así parece sencillo, pero podemos repasar cuántas veces al cabo del día tratamos de justificarnos por el simple hecho de buscar nuestra felicidad. Hace unas semanas hablaba con una amiga muy querida acerca del egoísmo, también es un tema que os he compartido más de una vez aquí. Ya conocéis mi punto de vista, como el amor es algo que no se acaba, cuanto más te quieres más puedes querer a los demás (y no al revés), sin embargo, hoy me gustaría ir un poco más allá.

Ese más allá es precisamente que te mereces que los demás te quieran con todo el amor que puedan darte. Y eso, a veces, inexplicablemente, es difícil de digerir. En primer lugar, porque supone que los demás nos pueden querer de una manera determinada que quizá no sea precisamente como nos gustaría, pero eso no hace menos genuino ni menos digno de agradecimiento su cariño.

En segundo lugar, muchas veces no nos creemos dignos del amor que recibimos, como si fuera algo malo, como si el hecho de que nos quisieran significara que no podemos hacer de ese caudal un camino de ida y vuelta que repercuta no sólo en las personas que nos quieren sino incluso en las personas que no nos tienen tanto aprecio o incluso en las desconocidas.

A este respecto últimamente estoy haciendo un pequeño jueguecito en el autobús que me trae al trabajo. No todo el mundo se levanta de humor para acercarse a su lugar de trabajo, a pesar de que tener un puesto, con la que está cayendo, es ya de por sí una bendición (aunque no siempre, es cierto). Muchas veces me encuentro con gente que se queja por casi todo, que no hay asientos, que el autobús llega tarde, que hay atasco…en fin, casi todo. Así que me relajo, inspiro esas pequeñas miserias del día a día y trato de ofrecer un poco de paz y tranquilidad a todas esas personas que se han levantado con el pie izquierdo. No sé si se sentirán mejor o simplemente pasarán el día de la misma manera, pero lo que está claro es que el hecho de ser consciente del cariño de todos los que me quieren me hace estar mucho mejor conmigo mismo y con la gente que me rodea.

(foto de senderodelmago.blogspot.com)

Por eso me gustaría decirte claramente y sin rodeos que te mereces todo lo bueno que te suceda, no hay ningún sueño que no puedas realizar, ni ninguna empresa que no puedas llevar a cabo y el amor a uno mismo tiene mucho que ver en ello. Echando la vista atrás me doy cuenta de que he dejado escapar muchas oportunidades de ser feliz por el mero hecho de que creía que esas circunstancias eran demasiado buenas para mí. No me gustaría enterarme que te ha sucedido lo mismo. Cuando pienso que no soy lo suficientemente bueno para algo, simplemente no trato de alcanzarlo. Pero realmente no hay nada, absolutamente nada, que no me merezca.

¿Y por qué entonces nos convertimos en los principales saboteadores de nuestra felicidad? Pues siendo honesto conmigo mismo y con mi historia, yo diría que a veces nos asusta la responsabilidad que supone. Cuando uno recibe lo mejor, entonces también está obligado a responder con lo mejor de sí mismo y eso, amig@s mí@s, en muchas ocasiones asusta. Entonces nos convertimos en una especie de fantasma de nosotros mismos, repartiendo las migajas del ser increíblemente luminoso que en realidad somos, en vez de ofrecer la mejor de nuestras versiones. Y volvemos entonces a la situación inicial, al punto de partida de que sólo puedo dar lo mejor de mí si considero que merezco lo mejor de los demás y viceversa.

En cualquier caso, no podemos equivocar el egoísmo con el egocentrismo, una cosa es quererse y otra muy distinta es considerar que el centro mismo del Universo reside exactamente en nuestro ombligo, porque cuando me aíslo totalmente del exterior entonces en realidad no me quiero nada, en realidad lo que sucede es que los demás me dan miedo, incluyendo como los demás a ese Yo real que está preparado para lo mejor. Cuando este miedo se asienta en mí entonces no ofrezco nada, pero pido todo a cambio y claro, en un mundo que se basa en la idea de la reciprocidad cuando no doy nada al final termino recibiendo más de lo mismo, justificando mi racanería personal.

Vivir, al menos la parte de la existencia que merece tal consideración y no el deambular automático que nos han hecho creer, es imposible sin la generosidad. Dar es la primera condición para pedir, o por decirlo de otra manera, dar es la primera condición para recibir, porque cuando ofreces lo que tienes con entusiasmo y alegría ni siquiera es necesario pedir nada, pues casi sin darse cuenta uno sabe que tiene ya todo lo que necesita. De pronto se hace la luz y las piezas inconexas se reencuentran como por arte de magia para formar un mosaico colorido y fascinante.

Me merezco lo mejor de lo que me pase, porque al fin y al cabo, eso significa, ni más ni menos, que estoy ofreciendo lo mejor de mí a mi alrededor, incluso aunque a veces las personas de mi alrededor no sepan verlo.

Espero que tengáis una semana repleta de lo mejor, de los demás y de vosotros mismos y ojalá podamos compartirlo juntos

Un gran abrazo

EDU