…PORQUE SÍ. Hoy voy a ponerme un pelín reivindicativo, voy a reivindicar la justicia de que cualquier persona pueda ser feliz. Mejor dicho, cualquier persona tiene el derecho de buscar la felicidad, como reza la Declaración de Independencia de Estados Unidos.
Y como derecho está en la base misma de la existencia humana, así que no hay que hacer nada para conseguirlo, no hay que decir nada para justificarse, no hay que ganárselo de alguna manera, no depende de la nacionalidad, ni del género, ni de la edad, ni siquiera de si somos nativos o migrantes en un lugar determinado.
Dicho así parece sencillo, pero podemos repasar cuántas veces al cabo del día tratamos de justificarnos por el simple hecho de buscar nuestra felicidad. Hace unas semanas hablaba con una amiga muy querida acerca del egoísmo, también es un tema que os he compartido más de una vez aquí. Ya conocéis mi punto de vista, como el amor es algo que no se acaba, cuanto más te quieres más puedes querer a los demás (y no al revés), sin embargo, hoy me gustaría ir un poco más allá.
Ese más allá es precisamente que te mereces que los demás te quieran con todo el amor que puedan darte. Y eso, a veces, inexplicablemente, es difícil de digerir. En primer lugar, porque supone que los demás nos pueden querer de una manera determinada que quizá no sea precisamente como nos gustaría, pero eso no hace menos genuino ni menos digno de agradecimiento su cariño.
En segundo lugar, muchas veces no nos creemos dignos del amor que recibimos, como si fuera algo malo, como si el hecho de que nos quisieran significara que no podemos hacer de ese caudal un camino de ida y vuelta que repercuta no sólo en las personas que nos quieren sino incluso en las personas que no nos tienen tanto aprecio o incluso en las desconocidas.
A este respecto últimamente estoy haciendo un pequeño jueguecito en el autobús que me trae al trabajo. No todo el mundo se levanta de humor para acercarse a su lugar de trabajo, a pesar de que tener un puesto, con la que está cayendo, es ya de por sí una bendición (aunque no siempre, es cierto). Muchas veces me encuentro con gente que se queja por casi todo, que no hay asientos, que el autobús llega tarde, que hay atasco…en fin, casi todo. Así que me relajo, inspiro esas pequeñas miserias del día a día y trato de ofrecer un poco de paz y tranquilidad a todas esas personas que se han levantado con el pie izquierdo. No sé si se sentirán mejor o simplemente pasarán el día de la misma manera, pero lo que está claro es que el hecho de ser consciente del cariño de todos los que me quieren me hace estar mucho mejor conmigo mismo y con la gente que me rodea.
(foto de senderodelmago.blogspot.com)
Por eso me gustaría decirte claramente y sin rodeos que te mereces todo lo bueno que te suceda, no hay ningún sueño que no puedas realizar, ni ninguna empresa que no puedas llevar a cabo y el amor a uno mismo tiene mucho que ver en ello. Echando la vista atrás me doy cuenta de que he dejado escapar muchas oportunidades de ser feliz por el mero hecho de que creía que esas circunstancias eran demasiado buenas para mí. No me gustaría enterarme que te ha sucedido lo mismo. Cuando pienso que no soy lo suficientemente bueno para algo, simplemente no trato de alcanzarlo. Pero realmente no hay nada, absolutamente nada, que no me merezca.
¿Y por qué entonces nos convertimos en los principales saboteadores de nuestra felicidad? Pues siendo honesto conmigo mismo y con mi historia, yo diría que a veces nos asusta la responsabilidad que supone. Cuando uno recibe lo mejor, entonces también está obligado a responder con lo mejor de sí mismo y eso, amig@s mí@s, en muchas ocasiones asusta. Entonces nos convertimos en una especie de fantasma de nosotros mismos, repartiendo las migajas del ser increíblemente luminoso que en realidad somos, en vez de ofrecer la mejor de nuestras versiones. Y volvemos entonces a la situación inicial, al punto de partida de que sólo puedo dar lo mejor de mí si considero que merezco lo mejor de los demás y viceversa.
En cualquier caso, no podemos equivocar el egoísmo con el egocentrismo, una cosa es quererse y otra muy distinta es considerar que el centro mismo del Universo reside exactamente en nuestro ombligo, porque cuando me aíslo totalmente del exterior entonces en realidad no me quiero nada, en realidad lo que sucede es que los demás me dan miedo, incluyendo como los demás a ese Yo real que está preparado para lo mejor. Cuando este miedo se asienta en mí entonces no ofrezco nada, pero pido todo a cambio y claro, en un mundo que se basa en la idea de la reciprocidad cuando no doy nada al final termino recibiendo más de lo mismo, justificando mi racanería personal.
Vivir, al menos la parte de la existencia que merece tal consideración y no el deambular automático que nos han hecho creer, es imposible sin la generosidad. Dar es la primera condición para pedir, o por decirlo de otra manera, dar es la primera condición para recibir, porque cuando ofreces lo que tienes con entusiasmo y alegría ni siquiera es necesario pedir nada, pues casi sin darse cuenta uno sabe que tiene ya todo lo que necesita. De pronto se hace la luz y las piezas inconexas se reencuentran como por arte de magia para formar un mosaico colorido y fascinante.
Me merezco lo mejor de lo que me pase, porque al fin y al cabo, eso significa, ni más ni menos, que estoy ofreciendo lo mejor de mí a mi alrededor, incluso aunque a veces las personas de mi alrededor no sepan verlo.
Espero que tengáis una semana repleta de lo mejor, de los demás y de vosotros mismos y ojalá podamos compartirlo juntos
Un gran abrazo
EDU
Completamente de acuerdo .... Muchas veces pensamos que la felicidad es algo parecido a una mercancia.
ResponderEliminarY la felicidad realmente se encuentra en nosotros mismos cuando estamos en paz y abiertos a los demas, es decir cuando estamos en la generosidad y no en el egoismo.
A demas es verdad la felicidad muchas veces nos asusta y perdemos todas las oportunidades ...
" En ser feliz no hay verguenza, pero hoy el imbecil es rey, y llamo imbecil al que teme gozar " ( Albert Camus )
Querid@ amig@:
EliminarMuchas gracias por la generosidad de tu comentario. Gracias también por la cita. Tratemos de no ser imbéciles y dejar la verguenza en el cubo de la basura. Un abrazo enorme. EDU