Hablaba yo con un amigo, genial músico y artista. Me decía: “Hallar el formulismo que nos de éxito repentino, produce eso: lo repentino, no lo intemporal”. La frase es como para enmarcar y además me dio qué pensar respecto a otros temas, por lo que me he decidido a escribir un articulillo al respecto.
Cuando ponemos la energía en algo, lo habitual es que terminemos consiguiendo aquello que anhelamos. En la sabiduría popular podríamos traducirlo en aquel famoso “ten cuidado con lo que deseas, no vaya a ser que se cumpla” Y en mi particular punto de vista sobre las cosas, podríamos llegar hasta el “ten cuidado con lo que piensas, porque llegará más tarde o más temprano”.
Que el pensamiento es el punto de partida de nuestra vida es un referente habitual de mis escritos. No voy a insistir en ese tema. Lo original, creo, de este punto de vista, es que en algunas ocasiones no terminamos de ser conscientes de las consecuencias reales de nuestros deseos.
Y aún más, a veces ni siquiera somos conscientes de lo que estamos pidiendo cuando pedimos algo. Porque en más ocasiones de las que nos gustaría reconocer, en vez de soñar con lo que realmente necesitamos, entendiendo por necesitar todo aquello que nos lleva a ser quienes realmente somos y no una copia informe de nosotros mismos, moldeada para satisfacer a los demás, nos dedicamos a alcanzar medios que consideramos adecuados para alcanzar nuestras metas personales.
Separar medios de fines no es una cuestión banal en absoluto. ¿Cuántas veces hemos esperado algo que creíamos iba a satisfacer todos nuestros anhelos, para encontrarnos con la sospechosa sensación de que tampoco en ese oasis se hallaba la fuente de la felicidad? El ser humano está bastante equivocado respecto a dos preguntas, igualmente incómodas ¿por qué? y ¿para qué?. Incómodas porque suponen un acto introspectivo tan brutal como sincero, un acto que no siempre estamos dispuestos a realizar y mucho menos a admitir.
Plantearse, con un mínimo de seriedad se entiende, el porqué y para qué de los deseos, puede llevarnos a la estúpida situación de, primero, darnos cuenta que llevamos tiempo caminando en sentido contrario al esperado, segundo, de no tener ni idea de hacia dónde vamos. Estúpida situación que no deja de ser, en su misma estupidez, un grave problema, pues si hemos perdido ya no sólo el devenir de nuestra existencia sino la raíz misma de nuestra vida, no podemos ser más que un rastrojo que no sirve.
(fotografía de fotolog.com)
Así que, si tenemos en cuenta lo anterior, más nos vale poder contestar a esas dos preguntas con el máximo rigor. Por qué hacemos lo que hacemos, cuáles son nuestros motivos verdaderos. Evidentemente cada uno puede responder como le venga en gana, que para eso es dueño de su vida, pero personalmente creo que el único motivo esencial por el que merece la pena esforzarse en algo es, en clave de autorrealización, ser quien soy realmente.
He aquí el primer y verdadero problema que sustenta todas las cuestiones posteriores. Saber quién soy es un proceso no exento de dificultades y tinieblas. Un problema que conviene ir resolviendo paso a paso, puesto que cada avance supone un cambio en nuestra forma de percibir tanto el mundo interior como la realidad que me rodea.
Tampoco es cuestión de dramatizar en exceso, pero el desconocimiento es un problema tan común en estos tiempos de “usar y tirar”, que merece la pena apostar por el cómo. No podemos caer en la religión de lo efímero, como si el talento pudiera llegar a través de un maravilloso golpe de suerte.
Ya hemos visto que analizar las motivaciones personales es una condición necesaria del crecimiento personal, pero no es suficiente. Saber de dónde vengo procura una tranquilidad y una paz maravillosas. Sin embargo, tengo que conocer también los factores que me impulsan a dar este paso, el siguiente. Equivocar las metas me puede llevar a terminar en ellas, en medio de una sed constante que no se cura con la prisa. Decía un personaje de Almudena Grandes en “Inés y la alegría”: “si andas tan deprisa sólo conseguirás cansarte antes”. Cada paso tiene su tiempo cuando estamos en el camino adecuado.
Últimamente estoy recordando algo que aprendí hace mucho tiempo: “la sutileza de las cosas sencillas” La vida se compone de instantes, apenas separados por un pequeño guión. Las experiencias nunca son rutinarias, porque los matices individuales las hacen extraordinariamente únicas. Lo único que tenemos que hacer es, sencillamente, pararnos. Pararnos a vivir. Curiosa determinación en medio de mensajes que nos hablan precisamente de lo contrario. Más deprisa, más rápido, más alto, más espectacular.
Y por más que pasen los días, por más que las sensaciones nos lleven de aquí para allá, esta conclusión tantas veces manifestada, vuelve a cobrar del todo su sentido más absoluto: Si queremos escalar la más alta de las montañas, no queda otro remedio que ahondar en lo más profundo de nuestro corazón. Porque sólo en él encontraremos la esencia de nuestro verdadero yo, sólo así podremos responder desde la autenticidad a esas dos preguntas que tanto nos incomodan y en muchas ocasionas, asustan.
Evidentemente, la mejor conclusión no puede ser más positiva, en todo proceso de crecimiento la recompensa es el propio afán. Pero más aún si cabe en este caso, pues si la felicidad es una definición personal, ser consciente de las posibilidades exactas nos hará desear exactamente lo que necesitamos, en coherencia con lo que hemos sido. Si admitimos que los deseos siempre se cumplen, y al menos para mí, esto es así, significa que dedicar un poco de tiempo a conocernos mejor nos hará alcanzar cotas que incluso pueden sorprendernos aunque, como siempre, nos merecemos.
Os deseo una gran semana
EDU
Entonces... Si un deseo no se cumple es porque nos estamos equivocando de deseo??
ResponderEliminarNo es tan fácil!
Pero gracias
Querid@ amig@ anónim@, yo creo que todos los deseos se cumplen, pero quizá no de la forma que esperábamos, incluso en ocasiones, hay circunstancias aparentemente contrarias a nuestros deseos pero que terminan llevándonos a donde queríamos. La idea del post es que nuestros pensamientos tienen poder, por eso debemos elegir con cuidado por qué y para qué deseamos lo que deseamos. Es más un llamamiento a la introspección y a la coherencia. Un último consejo...En caso de duda, escucha siempre a tu corazón, en él reside la verdadera naturaleza de los deseos, para ser más felices, tanto nosotros como la gente que nos rodea.
ResponderEliminarMuchas gracias a ti, es más fácil de lo que parece, aunque a veces nos compliquemos la vida absurdamente. Un abrazo muy, muy grande. EDU