EL JUEGO DEL AMOR

Hoy me gustaría escribir sobre un tema del que hace mucho tiempo que no hablo, el amor. Parece que en los días de lluvia, cuando el otoño apenas se ha instalado en nuestras vidas, no hay espacio para acercarnos al corazón. Y sin embargo, parece que es en estos momentos cuando más falta nos hace.
Por eso me gustaría compartir unas reflexiones sobre aquellas relaciones que tenemos en nuestra vida y que son fundamentales para nosotros. Hablo de las relaciones en general, no sólo las de pareja.
Porque en los últimos tiempos me he dado cuenta de una cosa, hablamos de querer a alguien como amigo, como hermano, como novio…como si el amor tuviera categorías. Y precisamente de lo que me he dado cuenta es de que esto no es así, el amor es una capacidad que todos tenemos y como tal, se manifiesta de distintas maneras, pero al final no decidimos el tipo de relación que mantenemos con alguien.
Recuerdo las numerosas frustraciones que me ha generado el hecho de que alguien haya dejado de quererme como a mí me hubiera gustado que lo hiciera y sin embargo, cuando entendemos que la fuente del amor proviene de uno mismo, reconocemos que en realidad no se ha acabado el amor, sino que ha pasado a materializarse de determinada manera en una relación.
Por eso hay amigos que terminan siendo pareja y parejas que terminan siendo amigos. Por eso me gustaría partir una lanza a favor de aquellas personas que un día tuvieron que sentarse delante de otra para decir: “Ya no te quiero como te quería antes”. Y por eso también me gustaría traducirlo en “El amor que siento por ti no se materializa en la relación que queremos”.


Puede que para aquellas personas que se hayan sentido alguna vez abandonadas esto resulte un poco desconcertante, pero pensemos por un momento en los beneficios que esa traducción acarrea.
Por un lado, nos responsabilizamos de nuestros sentimientos y nuestra vida. Así que en realidad, el sentimiento de abandono carece de fundamento, aunque evidentemente, tras una relación el proceso de duelo es fundamental.
Para la persona que tiene que decir algo así, supondría poder hacerlo sin culpa ni remordimientos y la ausencia de culpa nos ahorraría a todos muchos quebraderos de cabeza. ¿Cuántas veces os habéis empeñado en una relación que no funciona, por el sentimiento de culpa que genera ser el primero en reconocer que seguir no tiene sentido?
Si somos lo suficientemente coherentes como para llevar esa pequeña traducción a la práctica, podremos despedirnos sin el enorme dolor que supone dejar víctimas y verdugos por el camino de nuestra vida.
Para la persona que se siente abandonada, el regalo maravilloso de esa traducción es ni más ni menos que el perdón. El duelo es un proceso relativamente corto, el rencor es un proceso que puede durar una vida entera, un proceso doloroso e inútil que no genera más que frustraciones.
Reconocer, en el fondo del alma, que me sigues queriendo aunque desde otro punto de vista, sin necesidad de categorizar ese amor, sin necesidad de valorar si es un amor de primera o segunda categoría, también me lleva a reconocer que al fin y al cabo, yo quiero lo mejor para ti y para mí. Independientemente de si estamos cerca o lejos, independientemente de si nos vamos o no a dormir juntos, independientemente de con quién te acuestas o con quién te levantas.
Cuando el amor es una capacidad que despliego a mi alrededor sin condiciones, no hay rencores,  genero una confianza básica en que las cosas son como tienen que ser aunque no logre entender las circunstancias ni los vaivenes vitales. Empiezo a caer en la cuenta de que desear lo que nunca volverá no tiene sentido y lo que es más importante:
Dejaré de buscar en cada una de mis relaciones ese amor que creí perdido, porque realmente nunca se perdió, sencillamente, sin que pudiéramos controlarlo, generó una nueva forma de relacionarnos, generó un nuevo punto de encuentro y unos nuevos límites desde donde vivir nuestra relación.
Nunca te pertenecí, nunca fuiste una posesión mía. Así que déjame libre para poder seguir creciendo en la relación que mantenemos, aunque no compartamos las mismas cosas que compartíamos ayer, aunque no colme todas las necesidades que tienes, aunque no entiendas que la felicidad de ambos consiste en crear unas nuevas reglas para una relación que se reinventa cada día.
Quizá, sólo quizá, radica aquí, verdaderamente, el poder del compromiso: El compromiso de que nuestra relación no es un yugo, sino un juego que se reinventa cada día con nuevas normas, pero al que a pesar de todo, queremos seguir jugando.
Que tengáis una feliz y amorosa semana
EDU

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