Pudiera ser que un ataque agudo de dislexia haya inspirado la entrada de hoy, pero creo que todas mis capacidades cognitivas se mantienen, de momento, intactas. Lo cierto es que todos tenemos cuentas pendientes con alguien y si no las resolvemos, es muy difícil, por no decir imposible, ser felices.
Cuando uno oye hablar de perdón, lo primero que se le viene a la cabeza es dolor. Y el dolor es algo tan personal que con muy pocas excepciones, consideramos que es único. Así que al poco tiempo somos la persona más dolida del mundo y el responsable de ese dolor es la persona más miserable del Universo, con menos derechos que una cucaracha.
En este contexto, la consecuencia inevitable es el daño, así que a ese personaje miserable lo único que le queda en la vida es sentir el daño que me ha ocasionado a mí. La motivación de nuestra vida se convierte en generar daño, pero como es muy posible que tal ser haya desaparecido de nuestra existencia cercana, la mente, que es muy lista, se ha inventado un proceso llamado transferencia para resolver el problema.
¿Que odio a mi padre porque me siento abandonado? No hay problema. Cualquier hombre en mi vida puede ejercer ese papel y antes de que me abandone él, le dejo yo tirado. Pero como eso no hay conciencie que lo aguante, me invento mil excusas para no admitirlo y me genero una realidad coherente con esa visión del mundo. Así que, inexplicablemente, por mor de un cúmulo inaudito de circunstancias extrañas y de una considerable dosis extra de mala suerte, termino trabajando para un explotador, mi pareja cree que el gerundio del verbo amar se conjuga rimando con cerveza y televisión, mis amigos son extorsionadores profesionales, etc…La lista es muy larga.
Y claro, yo, la pobre víctima predilecta de los dioses del Olimpo y de cualquier mitología que se precie (porque me odian desde Odín hasta las sibilas del Oráculo de Delfos), me bandeo por la vida cual Ulises indefenso, con la única esperanza de arribar de vez en cuando a alguna isla habitada por amazonas.
El mecanismo es sencillo, tú eres la causa de mi dolor, así que tú eres el responsable de mis dolencias y por ende, el responsable de mi vida…Ennnnggg!! Error!!! Perdone, señor mío, me va usted a permitir que la sartén la coja yo por el mango, más que nada, porque me la dieron a mí cuando nací y sencillamente, es mía.
Y sí, usted puede ser una cucaracha indeseable, pero por eso precisamente, no quiero que se responsabilice de mi vida. Y la cosa varía, porque entonces te miro, no ya como la fuente de toda maldad, sino como el cocreador de una existencia de la que yo soy responsable y comprendo, comprendo que según mi forma de ver la vida, te has equivocado, pero comprendo también que yo podría haber tomado tus decisiones, así que ni todos santos, ni todos demonios. Y te veo, te veo a ti, no a la imagen proyectada con colmillos, sino a ti, al de verdad, con tus luces y tus sombras. Y surge de dentro un espontáneo rayo de sentimiento que genera paz y ese sentimiento le hemos llamado perdón.
Así pues, el perdón no se parece a ese acto de voluntad que nos han dicho. Perdonar no es hacer como que no ha pasado nada. Perdonar es tomar conciencia del verdadero ser que soy. Y como toda toma de conciencia, supone un cambio radical en mi forma de explicarme la realidad, porque esto ya no es una fiesta de dianas y arqueros, donde o eres flecha o eres halcón. Esto es una fiesta de iguales donde no hay ni vencedores ni vencidos.
¿Y qué sucede con toda esa energía que se despilfarraba en idear una y mil formas de tortura? Pues que se transforma literalmente en energía disponible para ocuparme de mí mismo. Y entonces puedo verme realmente, sin manchas, sin cortinas, sin ambages, sin rencor.
Y como todos somos chispa de luz eterna, veo mi propia luz y no me queda más remedio que aceptar que soy una persona maravillosa. Y lo que ayer no era más que una pobre crisálida a merced de los peligros del mundo, hoy eclosiona en una espléndida mariposa que puede ¡volar!.
La metáfora me parece más que apropiada, puesto que la distancia emocional que genera la nueva perspectiva nos hace darnos cuenta del proceso y no tan sólo del resultado.
Así que el acto mismo de perdonar es un acto de conciencia, de sabiduría. Y por supuesto que pasa, por supuesto que me has hecho daño, por supuesto que es fundamental que cambies, pero yo no voy a vivir pendiente de ello, porque mi vida es mucho más grande que tus miserias, de hecho la tuya también.
Coincidiréis conmigo en que este estado de cosas se parece mucho a la felicidad, que, conviene recordarlo, no deja de ser una elección personal y una sensación de estar alineado con quien verdaderamente soy.
Definitivamente, creo que no estoy disléxico, creo que, efectivamente, felicidad comienza con P, con P de perdón….
Feliz y perdonada semana para tod@s,
EDU
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