PERDER EL MIEDO A LA LIBERTAD


Hoy es un día complicado para escribir casi cualquier cosa, después de la mayor tragedia ferroviaria de España, si descontamos los absurdos y brutales atentados de Atocha. Pero a pesar de la horripilante actualidad mediática hay terreno para extraer conclusiones y me parece un buen día para escribir acerca de la libertad.

Probablemente esa idea ingenua de poder hacer lo que me da la gana en cualquier circunstancia sea lo más cerca que hemos estado de la libertad. Pero realmente libertad no significa hacer lo que quiero sino querer lo que hago y querer significa amar, sea lo que sea lo que me suceda en cada momento.

Cuántas veces perdemos el tiempo y la energía en quejarnos de nuestras circunstancias en vez de sencillamente tratar de imprimir amor en todo aquello a lo que me acerco, esa es la verdadera libertad, pues me libera de los condicionamientos y de la necesidad de demostrar nada a nadie.

Y también, es un buen recurso para todos los supervivientes y los familiares de la tragedia con la que abría esta entrada y a los que envío mi más cariñoso recuerdo. Porque a partir de ahora se abre para todos ellos la lucha por reconquistar la libertad perdida. Recuerdo que tras aquel fatídico 11 de Marzo, incluso mucho tiempo después, desfilaron por la consulta muchas víctimas a las que aún les era imposible pasar por una estación de cercanías sin estremecerse. El miedo es el peor enemigo de la libertad, porque la libertad exige la creación de lo desconocido, pero el miedo nos ata a lo que ya está más que explorado, a todas esas circunstancias que nos encierran en unos límites muchas veces dolorosos, pero al fin y al cabo cargados de comodidad.



Ahora, para todos los familiares y testigos del suceso, se abre un escenario absolutamente nuevo y también para todos los que seguimos el desarrollo de los hechos a través de los medios de comunicación social. El escenario de la posibilidad absoluta. Probablemente, un hecho que nos acerca tanto a la muerte y a la desaparición no puede resultarnos tangencial, debe, por necesidad, entroncar con el mismísimo centro de nuestras creencias para hacernos reflexionar acerca del misterio de lo que venimos a hacer aquí.

Y ahora, precisamente ahora, tenemos la gran oportunidad de revisar qué fue de lo que dejamos atrás, qué es lo que queremos conseguir más adelante, si de verdad merece la pena tanto sufrimiento para aferrarnos con inconsciencia y dolor a esa vida que nos hemos construido y que hemos decidido llamar nuestra.

Para muchos de los pasajeros que dieron en Santiago de Compostela su último adiós ya es tarde, pero su memoria, la vida y los proyectos que han dejado pendientes, aún pueden recuperarse. Podemos elegir vivir en el dolor y el recuerdo estéril de lo que fue, o podemos elegir recrear y materializar el mundo de los sueños que quizá, sólo quizá, han quedado dormidos en las vías, esperando a ser rescatados. Y sólo hay una forma de honrar la memoria de los que ya no están, sólo hay una forma de despertar los sueños dormidos y esa forma es precisamente la de dar forma a tantas ilusiones aparentemente truncadas.

Para los supervivientes, más allá de la culpa, más allá de la aparente justicia o injusticia de por qué a mí y no al de al lado, esta tragedia no puede ser sino un punto y seguido en el resto de sus vidas. Qué hubiera pasado con todos sus problemas de haber acompañado el destino del resto de sus compañeros, ¿acaso no malgastamos el precioso y frágil tiempo humano en ser un otro que no soy?
Es hora de empezar a crear mi propia historia, de recordar mis verdaderos valores, de desprenderme de absurdos condicionamientos que me hacen ser, en aras de la libertad malentendida, lo que no quiero ser. Porque cada vez que elijo hacer lo que se supone que debo hacer en vez de actualizar lo que realmente soy, no estoy siendo libre, simplemente estoy siendo miedoso. Y no hay lugar para el miedo en mitad de la tragedia, no puede haberlo si realmente hemos aprendido algo de cualquier tipo de injusticia, se dé en el formato que se dé.

Tenemos la oportunidad de construir el mundo en el que queremos vivir, desgraciadamente, a veces necesitamos verdaderos cogotazos para caer en la cuenta del infinito potencial que se esconde dentro de nuestros corazones. Hagamos que estas tragedias no tengan sentido, hagamos que no tengan cabida en este mundo, hagamos que no sean posibles para que no vuelvan a darse. Hagamos la firme e incondicional promesa, de que suceda lo que suceda, elegiré siempre ser yo mismo, elegiré siempre amar lo que hago, esa es la promesa de la libertad y la única receta posible de la verdadera felicidad.

Feliz y libre semana para todos

EDU

P.D. En memoria y recuerdo de los fallecidos, de los familiares, de los testigos y los supervivientes de esta y todas las tragedias, aquí o en cualquier parte del mundo. A todos los que con su labor diaria, callada, solidaria, son capaces de construir para todos, un mundo mejor en el que vivir.

DESAFIAR LAS LEYES DE LA FISICA

Cuando en un restaurante te traen el café rebosantemente lleno hasta el mismo borde de la taza y, resulta que, te encanta con dos azucarcillos, no te queda otra que desafiar las leyes de la física. Así pues, en ese mismo instante comienzan una serie de procesos para llegar a la toma de decisiones adecuada. Podrías dar un sorbo para dejar hueco antes de añadir el azúcar. Podrías; pero no lo haces, porque si te gusta con mucha azúcar, te produce una sensación horrible darle un sorbo así, tal cual, en plan amargo.

Eres una persona de acción. No te lo piensas más allá de segundo y medio. Pero también eres fría, calculadora y precisa en el trabajo manual. Abres el primer sobrecito y hasta ahí todo va bien. Completar tu café con un segundo sobre ya es una prueba de nivel, pero lo haces. Y ahora vienen los auténticos problemas, hay que meter la maldita cuchara. De nada sirve el iceberg de azúcar que te has montado si no puedes diluirlo repartidamente por todo el contenido.

Entonces, te percatas de que, mientras estás completamente concentrado apunto de introducir la cucharilla poco a poco en la taza, todos los ocupantes de la mesa guardan un minuto de silencio. Incluso notas como alguno de ellos, inquietado por la causa, traga saliva en un sórdido movimiento balanceante de su nuez.

¡Madre Santa! Esto es más complicado que abrir un sobre de Ketchup…

Todo el estrés que ocasiona se debe a que a la mayor parte de la población le molesta sobremanera que unas gotas de café se viertan en el plato. Eso es insostenible. Genera un engorro tremendo. Vamos, como para cogerse una baja por depresión!!

En pleno delicadísimo momento, habla el graciosillo del grupo: “pero qué haces? No ves que no puedes desafiar las leyes de la física? La materia ocupa un lugar en el espacio…”

Ni os cuento la cara de los comensales cuando diez minutos después, y tras haber liado semejante pollo, decides dejarte la mitad del café porque los posos te dan asco. – No tomas más? – No. Nunca lo hago. – Señora, el café no es de su agrado? – El café está perfecto, gracias. Por eso me he dejado la mitad; de lo contrario lo hubiese dejado entero…

Entonces, ¿de verdad no puedo desafiar las leyes de la física? ¡Yo creo que sí!

Por ejemplo, los polos opuestos se atraen, pero también se acaban matando.
Todo cuerpo permanece en su estado de reposo o de movimiento rectilíneo uniforme a menos que otros cuerpos actúen sobre él. Vale, Newton, estamos de acuerdo. Jamás me atrevería a poner en duda una ley tan erótica, verdaderamente física y de cuerpos…
Respecto a la Ley de la relatividad… qué vamos a decir? Si total es relativa!!




Cuando el día a día consiste en hacer que el tiempo aumente y 24 horas cundan como 40, el tráfico no suponga un impedimento para llegar a los sitios, el calor no te provoque sudoración, hablar por teléfono se pueda hacer a la vez que mandar un mail, comer con un cliente sea tu tercera comida del día, recoger a los niños del colegio, hacer la compra, retirar los trajes de la tintorería, comprar unos muebles del ikea y meterlo todo en un smart sea posible, nadie, absolutamente nadie, puede reunir el valor suficiente para decirte que dos azucarillos no caben en una taza de café apunto del desbordamiento.

Volviendo al sobre de Ketchup… ¿Os habéis preguntado alguna vez cuántos litros diarios de tomate frito se desperdician en los restaurantes de comida rápida por quedarse siempre parte del contenido dentro del sobre?

¡Eso sí que es físico! ¡Eso sí que es un objeto dentro de otro ocupando un lugar!

Veamos; el contenido de un sobrecillo de esos pesa unos 10 gramos. Al abrirlo, un gramo se derrama por el dedo gordo y otros tres se quedan dentro. ¡Nadie se ha preocupado de contabilizar esto!?!?!?!

Sin embargo podemos preocuparnos de las gotas de leche que se escapan de una taza o de los posos que no me bebo…

Las leyes de la física, como tantas otras cosas, están sobrevaloradas. Cuando alguien dijo algo y se creyó que lo probaba ante todos, las discusiones filosóficas fueron más o menos posibles, pero no dejaron hueco a que las verdades absolutas sí o sí aparezcan en los libros de texto.

No debemos plantearnos dónde están los límites de la verdad, sino cuánto de útiles son éstos. Cuánto motor de la economía mundial suponen y cuántos valores están destruyendo.

Para mí, el día consta de 25 horas, el minuto dura dependiendo de lo que haga con él, el espacio es relativo a su continente y contenido, la velocidad tiene que ver con la adrenalina, el pensamiento ocupa un lugar y el amor deja un vacío.

Para mí, la física tiene que ver con sonreír cuando otro te mira fijamente a los ojos…


CADA.

ADIÓS, MUERTE: LA CARA OCULTA DE LA VIDA

Como quien no quiere la cosa ya estamos muy avanzados en Julio, atrás han quedado los fríos glaciares e incluso la hermosura de la vida renaciendo en primavera, el que más o el que menos está disfrutando de unas merecidísimas vacaciones o pensando en terminar los últimos trabajos antes del descanso estival. El tiempo es inexorable, siempre pasa y eso me trae a la cabeza un tema del que no hablamos demasiado en este blog: los finales. La vida está llena de finales.

Curiosamente, este que es un blog de psicología positiva, le dedica poco espacio a la muerte y quizá, ahora que los días son largos y es tiempo de luz, sea un buen momento para hablar de la experiencia más oscura de la existencia humana.

Me gustaría empezar por ahí: ¿Es la muerte oscura? En estas semanas estoy leyendo mucho acerca de la muerte, de sus consecuencias, de cómo nos enfrentamos a ella. Y lo primero que tengo que decir es que la muerte no es oscura. Al menos no lo es en sí misma. Como cualquier experiencia humana, todo depende de cómo la representamos en la cabeza. Y hay que reconocer que poner un poco de positividad en una experiencia que está tan ensombrecida puede ser una buena idea.

La vida es luz, pero toda luz tiene su aspecto sombrío. La muerte parece estar dotada de sombras, pero esas sombras tienen que ser proyectadas por alguna luz. Así que vamos a mirar el lado luminoso de la muerte. Pues al fin y al cabo, si alguna realidad está fuera de toda duda, es que tenemos que morir, de hecho, todos ya, hemos muerto alguna vez, en algún sentido.

Me llama poderosamente la atención el miedo, el miedo profundo a terminar. Se trate de lo que se trate. Es posible incluso que percibas el miedo en este mismo momento, ahora que muchas empresas hacen un alto en el camino, que el año escolar dio término, que los proyectos se posponen hasta los frescos días de Septiembre, ahora, da la sensación de que el mundo se acaba, andamos estresados terminando, finalizando, ultimando…Llenos de miedo. ¿Por qué?

Reflexionando con algunos amigos acerca de este tema, llegamos a la conclusión de que el ser humano es ciego para algunas circunstancias de su vida. Porque si vivimos en un mundo de opuestos, tendremos que reconocer que cada final lleva aparejado un nuevo comienzo. Sin embargo, estamos tan atentos al final que no dejamos ni siquiera una rendija a la esperanza de lo nuevo. Este es el gran error de la humanidad, este es la gran victoria del miedo. De alguna manera, estas líneas no son un alegato a la caducidad de la vida, estas líneas son una llamada a la esperanza del renacimiento.


(imagen de tokronia.zonalibre.org)
Es posible que en tu cabeza, al pensar en un final, sólo aparezca el fundido en negro propio de las películas, como telón de fondo a ese consabido “The end” en el que las lágrimas afloran por el sentimentalismo de una historia que acaba, casi siempre bien. Pero el cambio es experiencia, es la realidad misma que nos rodea, es la marca indeleble de nuestro paso por esta realidad. Es motivo de alegría.

Morir no significa acabar, morir significa renacer, morir nos convierte en un ave fénix, al menos en la medida en que vivamos de una manera consciente de que todo lo que tenemos, lo tenemos en préstamo y en algún momento, alguien nos va a pedir que le devolvamos lo que nos prestó.

Siempre recordaremos ese momento en la infancia de casi todos. Una mañana cualquiera, por sorpresa. Un toque en la puerta de casa y nuestro padre o nuestra madre, con cara de alegría incontenible, con el orgullo rebosando por la mirada, diciendo que es un día especial, porque en la familia hay un coche nuevo…¿Lo recuerdas? Y para que hubiera un coche nuevo, el otro debía estar en la compra-venta, o aún peor, camino del desguace, montón de hierros y chapa. Pero ¿quién se acuerda del viejo coche que da lugar a éste que, oh maravilla de la técnica, tiene aire acondicionado o elevalunas eléctrico? Aún recuerdo el orgullo infantil de llegar al colegio al día siguiente, para decir: Mi padre se ha comprado un coche nuevo…

Pues la vida no es más ni menos que un intercambio continuo de coches. Donde cada comienzo supone un extra más en nuestras capacidades. No llores por aquel que te dejó, porque ahora puede disfrutar de nuevas oportunidades. No llores por aquel que te dejó atrás, porque en la vereda del camino te espera el nuevo compañero. No llores por esa herramienta gastada que has llevado todo este tiempo. Después de algunos devaneos, si alguna cosa me queda clara, es que las cosas no son ni buenas ni malas, simplemente son útiles, hasta que dejan de serlo: los objetos, las relaciones, los esquemas mentales. Cada paso adelante es una muerte, pero también es el renacer a un nuevo mundo de sensaciones inimaginable. Porque, ahora viene lo importante de las dos páginas de hoy, resulta que en realidad la muerte no existe.

NO EXISTE, NO PODEMOS MORIR, NO VAMOS A MORIR. Podrán morir algunas de nuestras circunstancias, incluso esa circunstancia que nos ha acompañado tantos días y tantas noches y que llamamos cuerpo. Pero nosotros, la verdadera esencia de quienes somos, es eterna. Por eso un blog sobre psicología positiva no puede más que, en un magnífico día brillante, colarse por un minuto en el rincón de tu casa, para decirte que no llores más, realmente no existen motivos.

Feliz y luminosa semana para tod@s


EDU

COMERCIAR CON AMOR

Hace poco descubrí que las personas no podemos vivir sin amor. Es el bien más preciado, más adictivo y que más avaricia suscita. Cuanto más tenemos, más queremos. Da igual de qué tipo se trate. Simplemente ansiamos acumular más y más; montañas inmensas de cualquier clase de amor posible. El de nuestros padres, el de nuestros hijos, el de los amigos, el de los amantes…

Quizá nunca nos hayamos dado cuenta, pero todos compramos y vendemos amor. El amor mueve un comercio inagotable. El amor es el principio y fin de absolutamente todo. Y a pesar de ello, algunos aún creen que puede controlarse o incluso evitarse.

Quien no tuvo apoyo aprendió a ser la persona que nunca se fallaba. No era que no necesitase ayuda, era que si no la tenía pensó que no había nadie.

Un amanecer lejos de casa da qué pensar. ¿Alguna vez estuvo enamorada? ¿Alguna vez querría estarlo? Quizá sólo lo sintió entonces y tardó demasiado tiempo en darse cuenta; tanto que se hizo muy tarde. Y ni siquiera sirvió, pues nada aprendió de aquello. Cayendo en el mismo desatino constantemente entendió que de los errores no se aprende nada; pues nada puede cultivarse cuando el propio error es lo que produce esperanza.

Mientras, buscaba la máscara en la que seguir ocultando sentimientos. Lucía la careta inexpresiva de la que no muestra sus deseos, ostentando el aspecto de una mujer de hielo. Daba la sensación de que todo le era igual; no necesitaba sentir nada por nadie; no podía permitirse la pérdida de tiempo que eso suponía. ¿Ya tenía claro que no quería volver a enamorarse? ¿Estaba capacitada para luchar contra el corazón y lograrlo? ¿Acaso nunca nadie iba a hacer, por ella, algo?

Fue experta en comerciar con el amor imposible. Con el reto complicadísimo en lugar de quedarse junto a quien le ofrecía su mano abierta.


(Imagen de: http://cielodesueosypensamientos.blogspot.com.es/2010/12/corazon-de-hielo)


Sus ojos continuaron vendiendo su cuerpo. Su mirada dicen, también era de hielo. Matando con cada vistazo; pero también aguantándola en cada encuentro.

Tan fría por fuera. Tan cálida por dentro.

Escuchó las palabras de quien le dijo que los sentimientos son virtud hermosa  y escuchó las palabras de quien admitió tener miedo. Y lo supo: se estaba equivocando. Sin embargo, no supo satisfacerlo.

Quizá ya no queden soluciones para un enigma no resuelto. ¿Y si esa persona era eternamente su sombra y sólo podía distraer su mente tapando, con otras vivencias, lo que de verdad querría sacar a la luz? O, es más, ¿era ella la eterna sombra?

Como la vida parecía empeñada en que las cosas fueran sólo medio bien, decidió comenzar a hacer siempre sólo aquello que realmente le gustara. El sol saldría tomase la decisión que tomase. Existiría la tormenta hiciese lo que hiciese. Fuera cual fuera el temporal, más valía disfrutar.

Pero la gente repite historias. Y ese bucle es el que confunde y desmiente, el que viene y va, el que te trae y te lleva recordándote que lo que vives estará algún día al otro lado de la barrera. No te llenarás de paz hasta no haber estado en todos los ángulos del prisma.

Cuando se cita la palabra “amor” todo el mundo asocia mariposas revoloteando. Pero en el extremo opuesto está la decadencia.

Quien nunca amó vivió en el miedo eterno. Fue de hielo por temor. Y mientras recordaba que alguien le dijo una vez que el mundo pertenecía a los valientes, estaba aprendiendo que los verdaderos valientes son los que sienten amor…


CADA.

Dedicado a E. Por ocultar y descubrir; por ser capaz de sentir miedo y valor.