COMERCIAR CON AMOR

Hace poco descubrí que las personas no podemos vivir sin amor. Es el bien más preciado, más adictivo y que más avaricia suscita. Cuanto más tenemos, más queremos. Da igual de qué tipo se trate. Simplemente ansiamos acumular más y más; montañas inmensas de cualquier clase de amor posible. El de nuestros padres, el de nuestros hijos, el de los amigos, el de los amantes…

Quizá nunca nos hayamos dado cuenta, pero todos compramos y vendemos amor. El amor mueve un comercio inagotable. El amor es el principio y fin de absolutamente todo. Y a pesar de ello, algunos aún creen que puede controlarse o incluso evitarse.

Quien no tuvo apoyo aprendió a ser la persona que nunca se fallaba. No era que no necesitase ayuda, era que si no la tenía pensó que no había nadie.

Un amanecer lejos de casa da qué pensar. ¿Alguna vez estuvo enamorada? ¿Alguna vez querría estarlo? Quizá sólo lo sintió entonces y tardó demasiado tiempo en darse cuenta; tanto que se hizo muy tarde. Y ni siquiera sirvió, pues nada aprendió de aquello. Cayendo en el mismo desatino constantemente entendió que de los errores no se aprende nada; pues nada puede cultivarse cuando el propio error es lo que produce esperanza.

Mientras, buscaba la máscara en la que seguir ocultando sentimientos. Lucía la careta inexpresiva de la que no muestra sus deseos, ostentando el aspecto de una mujer de hielo. Daba la sensación de que todo le era igual; no necesitaba sentir nada por nadie; no podía permitirse la pérdida de tiempo que eso suponía. ¿Ya tenía claro que no quería volver a enamorarse? ¿Estaba capacitada para luchar contra el corazón y lograrlo? ¿Acaso nunca nadie iba a hacer, por ella, algo?

Fue experta en comerciar con el amor imposible. Con el reto complicadísimo en lugar de quedarse junto a quien le ofrecía su mano abierta.


(Imagen de: http://cielodesueosypensamientos.blogspot.com.es/2010/12/corazon-de-hielo)


Sus ojos continuaron vendiendo su cuerpo. Su mirada dicen, también era de hielo. Matando con cada vistazo; pero también aguantándola en cada encuentro.

Tan fría por fuera. Tan cálida por dentro.

Escuchó las palabras de quien le dijo que los sentimientos son virtud hermosa  y escuchó las palabras de quien admitió tener miedo. Y lo supo: se estaba equivocando. Sin embargo, no supo satisfacerlo.

Quizá ya no queden soluciones para un enigma no resuelto. ¿Y si esa persona era eternamente su sombra y sólo podía distraer su mente tapando, con otras vivencias, lo que de verdad querría sacar a la luz? O, es más, ¿era ella la eterna sombra?

Como la vida parecía empeñada en que las cosas fueran sólo medio bien, decidió comenzar a hacer siempre sólo aquello que realmente le gustara. El sol saldría tomase la decisión que tomase. Existiría la tormenta hiciese lo que hiciese. Fuera cual fuera el temporal, más valía disfrutar.

Pero la gente repite historias. Y ese bucle es el que confunde y desmiente, el que viene y va, el que te trae y te lleva recordándote que lo que vives estará algún día al otro lado de la barrera. No te llenarás de paz hasta no haber estado en todos los ángulos del prisma.

Cuando se cita la palabra “amor” todo el mundo asocia mariposas revoloteando. Pero en el extremo opuesto está la decadencia.

Quien nunca amó vivió en el miedo eterno. Fue de hielo por temor. Y mientras recordaba que alguien le dijo una vez que el mundo pertenecía a los valientes, estaba aprendiendo que los verdaderos valientes son los que sienten amor…


CADA.

Dedicado a E. Por ocultar y descubrir; por ser capaz de sentir miedo y valor. 

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