Tus problemas no hacen que empatice más contigo. Y el motivo es que me
importan más los míos propios. Estoy buscando que me escuches, que me apoyes,
que me entiendas. Ninguno de nosotros persigue a alguien para poner el hombro.
Todos inquirimos el rincón para llorar. Cuando uno descubre que tiene que
aflojar y dar para, quizá, ni siquiera llegar a recibir, se siente triste pero,
al mismo tiempo, no percibe la ira ni el rencor en él. Se libera.
El amor es un fraude. Un mal invento para estar jodido con excusa. El amor es como coger aire para aguantar bajo el
agua. Al principio parece un juego divertido y al minuto una angustia vital.
Pero como ya dije en una ocasión… quien
no amó, nunca estuvo vivo…
El otro día me abriste los ojos y fue como si me clavases una daga
directamente en el corazón. Me dijiste que No
se puede vivir sin ilusión. Incluso aludiste algo así como que se pueden vivir cuatro días sin agua, una
semana sin comida… pero ni un solo día sin ilusión.
Te corregí la palabra ilusión por objetivos. Afirmé que no se puede
vivir sin objetivos. Creo que asentiste por no discutir. Asimilando descubrí mi
error. El problema es que yo no puedo vivir con ilusión. Yo no tengo ilusiones,
tengo objetivos. Soy demasiado realista para tener ilusiones.
Imagen de:
Los objetivos no atan, dan esperanza. Si alguno se cansa de
perseguirlos, puede abandonar.
Las ilusiones son efímeras, pero seguramente nunca se pierden. Una
ilusión no es necesario perseguirla, hay que sentirla, aprehenderla. Por una
ilusión hay que dejarse atrapar.
Y entonces, dónde están las mías?! Por qué convertí mi vida en una
empresa a la que dirigir como si tuviese que ser una comercial de mi persona,
vendiéndome continuamente con el propósito púramente remunerativo de que unas
cosas me llevasen a otras. Y con la siempre maldita e ineludible sensación de
dar vueltas en círculos, de no salir del vicio rancio que no conduce a nada.
Me convertí en destructora por intentar ser creadora. Redactora de
prioridades que persiguen fines que ansiaría inmediatos pero que se muestran
inalcanzables. La perfecta insatisfecha.
Agarré el diccionario de la Real
Academia y leí la primera acepción: “concepto, imagen o
representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados
por engaño de los sentidos”.
Esta definición de Ilusión se me ajustaba como un guante. Pero tú no
te referías a esto, tu estabas convencido de la segunda acepción: “esperanza
cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo”.
Y mientras la mayor parte de la población estaba convencida de que la
ilusión era la esperanza que nos mantenía cada día vivos, yo pensaba que todos
los demás eran unos pobres ignorantes que no habían percibido cómo la propia
realidad amparaba a la humanidad bajo el engaño.
De pronto ahora pienso que es muy triste. Es estúpido haberlo
racionalizado todo hasta la saciedad. Yo que me jacté de ser la mujer más
pragmática del mundo…El realismo ha cegado y empañado mi felicidad y, al mismo
tiempo, me niego a ir subida en una nube rosa de algodón rodeada de mariposas
de colores.
¿Dónde está el punto de inflexión?
Por favor, entiende mi desesperación y ayúdame a encontrarlo.
Me viene a la cabeza la letra de una canción que no comprendí en el
pasado y que ahora recobra el sentido: “sácame de aquí, no me dejes solo, o
todo el mundo está loco, o yo estoy sordo”.
Quizá he estado sorda demasiado tiempo.
Pero no me quejo, porque no me gusta. Y sigo sonriendo, porque es lo
más bonito que tengo para regalar…
CADA.
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