ACTITUDES DEMOLEDORAS: EL VICTIMISMO

El otro día escribía sobre algunas actitudes positivas con las que enfrentarse a la vida. Por eso quisiera dejaros unas líneas respecto a algunas cuestiones que nos impiden afrontar nuestra existencia con absoluto vigor. Después de observar a muchas personas me he dado cuenta de que una de las actitudes más devastadoras para nosotros mismos y los que nos rodean es la de querer ser la víctima de todas las situaciones.

Último día de instituto, risas, planes para el verano, alegría en las caras de todos los adolescentes…¿De todos? No. Las calificaciones de Paco no han sido lo que él esperaba, las matemáticas se le han atragantado durante todo el año y el resultado del último examen le emplaza a recuperar en Septiembre. Está triste y cabizbajo, realmente había hecho grandes esfuerzos para superar la asignatura y entiende que si aprovecha el verano con el mismo tesón podrá aprobar tras las vacaciones y pasar de curso sin problemas. Cuando llega a casa, su madre le espera con cara de pocos amigos, al verle comprende que su hijo ha suspendido matemáticas.
-         Me vas a matar a disgustos, lo recrimina. ¿No te das cuenta del esfuerzo que nos supone que estudies? Para que ahora lo tires todo por la borda. ¿Qué he hecho yo para merecer esto, eh? Dime, a ver…La filípica se alarga aún por varios minutos en el mismo tono.
 A la hora de la cena, la madre que aún está disgustada, dice que no puede probar bocado porque “no gana para disgustos”. Aún se extiende un poco más en dar pelos y señales de su maltrecho estado emocional, enfatizando lo mal que le trata la vida
-         Los siento, mamá…Un hilo de voz se escapa de los labios de Paco mientras juguetea con la cena, sin poder probar bocado. Ya no se acuerda de las matemáticas ni de los proyectos para estudiar en verano. El desconsuelo por haber hecho daño a su madre le atenaza el estómago. Va a la cama sin cenar mientras piensa que nunca aprobará esa asignatura y planteándose si no sería mejor para todos que abandonara los estudios.



La historia anterior, quizá un poco exagerada, ejemplifica una típica situación que en mayor o menor medida todos hemos podido sufrir. Sin entrar a valorar los motivos del fracaso escolar de Paco ni las consecuencias en el futuro, me gustaría haceros reflexionar hoy sobre la actitud de algunas personas para quien la vida le ha quitado todo lo que merece. Estas personas, expertas del “victimismo”, disfrazan su egolatría con una pátina de “sufrido amor a los demás” a la espera de que esos mismos “demás” se comporten exactamente como ellas quieren. Piensan que el universo ha contraído una deuda que nunca salda, más bien al contrario, añade nuevos conceptos en el debe particular. Cargan a las espaldas de sus sufridos amados la carga de responsabilidad y expectativas que no han sabido gobernar en sus propias existencias, erigiéndose en el chivo expiatorio de cualquier situación. Aprovechan la más mínima oportunidad para comentar lo infelices que son, los disgustos que les dan, lo desagradecidos que son sus maridos, esposas, novios, novias, hijos y cualquier otro allegado que se atreva a no acceder a sus demandas, que dicho sea de paso, siempre son idílicamente altas.

El personaje “víctima” se convierte así en un auténtico agujero negro de la felicidad de vivir, en vampiros emocionales que viven sus vidas a través del otro, en constante demanda sin caer en la cuenta de que la vida de uno es personal e intransferible, completamente alienados de su propio yo.
El primer paso para salir de este constante estado de victimización supone la aceptación de la otra persona como separada de mí mismo.

Desgraciadamente no es un proceso sencillo, entre otras cosas porque, para empezar, cuando soy personaje víctima considero que no tengo que modificar o cambiar: Mi amor es perfecto y son los otros, en su egoísta desagradecimiento, quienes deben cuidarme más, tratarme mejor o hacer que se alineen los planetas si es preciso, con aras a mi nunca suficientemente merecida felicidad.

Suponiendo que se de aquella diferenciación, el siguiente paso es tratar de descubrir mis propias necesidades y proyectos. Ahora tengo una vida que vivir y no puedo escudarme en las realizaciones de los otros. Conozco algún padre que cae en depresión porque sus hijos se separan, incapaces de admitir que la libertad supone tomar decisiones y aceptar las consecuencias de las mismas. En muchos casos estas depresiones son manifestaciones del fracaso personal y el miedo al que dirán. Precisamente este miedo nos paraliza a la hora de buscar nuestras verdaderas motivaciones, cuando bajo nuestros pies se abre el abismo de la autorrealización, es mucho más fácil agarrarse al clavo de mis viejos fantasmas que sentir el vértigo del aire de la vida en pleno rostro.

Por último, afrontar con valentía las circunstancias de la vida como lo que son, los pasos de mi camino. Muchas veces, una falta de perspectiva, nos hace ser miopes de nuestra propia felicidad y no nos damos cuenta de lo que es realmente importante para nuestro proyecto vital. Tener una ilusión propia nos ayuda a centrar nuestras energías en nosotros mismos sin necesidad de proyectar en otros sueños, ilusiones y esperanzas. Nadie, por muy importante que sea, es capaz de vivir por alguien que no sea él mismo. Sobre todo si le cargamos con el peso de unas expectativas que ningún ser humano puede alcanzar.

Evidentemente, cualquier relación es el fruto de diversos procesos donde establecer un culpable resultaría como decidir qué fue antes, si el huevo o la gallina. Toda “falsa víctima” necesita un “falso verdugo”, que perpetúe y mantenga la imagen de sí mismo que el victimista necesita. Caer en el juego del chantaje emocional, la culpa y la cesión indiscriminada no conduce más que al mantenimiento de una situación nefasta para todas las partes. Por eso me gustaría decirle a los posibles “verdugos” que lean esto lo siguiente:
Vivid vuestra vida sin importar lo que opinen los demás, porque la única persona con la que tendréis que levantaros todos los días seréis vosotros. Ni vuestra madre, ni vuestra pareja, ni vuestros hijos. El mundo está construido para andarlo paso a paso. Tropezar y caer forman las condiciones necesarias para aprender y volver a levantarse. Ser educado empieza por ser respetuoso con las propias decisiones, aunque a veces duelan a las personas que no las entienden. No te preocupes, quien te quiere siempre termina, si no comprendiendo, al menos aceptándote y si no es así, es que nunca te quiso realmente.

Un abrazo muy fuerte para todos y que comentéis mucho

EDU

2 comentarios:

  1. Muchisimas gracias! esto lo he visto 6 años después y es increible como hoy, puedo sentirme identificada claramente con el papel de verdugo, frases como "No se que debo estar pagando en esta vida" "maldita sea el dia que no tuve otro hijo" "yo se que no te intereso y que no valgo nada" son frases que he tenido que escuchar toda mi vida, y que hoy, con 21 años, una carrera, mi propia micro empresa, sin hijos, sin vicios, he tenido que escuchar por parte de mi madre, quien a su vez en su papel de vista logra poner siempre a toda la familia en mi contra por tener un supuesto "enfrentamiento" en su contra. Que situación tan dificil.

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    1. Muchísimas gracias a ti Celene, por leernos y por compartir tu experiencia. No es fácil salir de un "agujero negro" emocional, pero la idea de este post, que espero te ayude, es que no tienes que rendir cuentas, más allá del amor, que empieza por ti misma...Esta no es una entrada para juzgar, es una entrada para entender. Para entender que hay situaciones que no podemos cambiar, sólo podemos confiar y seguir adelante. Recuerda: No eres la culpable y por lo tanto, no eres la solución. Cada cual tiene su parte. Un abrazo enorme. EDU y CADA

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