Una de las mayores ventajas de trabajar en equipo es que cuando a uno se le funden un poco los plomos, debido a este ritmo que a veces no nos deja ni respirar, tu compañera se saca de la manga un post como el del jueves pasado para decirnos que el pasado siempre vuelve.
A mí particularmente me dio qué pensar. ¿Por qué vuelve el pasado?¿Nos ayuda o nos perjudica? Respecto a la primera pregunta yo al menos lo tengo claro, el pasado vuelve si hay aún algo que nos pueda enseñar, respecto a que eso nos ayude…Pues como todo lo demás en la vida, dependerá de las actitudes que asociemos a distintos recuerdos.
Uno puede revivir su historia a través del recuerdo con nostalgia, con agradecimiento, con rencor, con remordimiento…De algunas de estas emociones os he hablado en alguna ocasión. Pero CADA nos ayudaba a reflexionar acerca de ese pasado que queremos olvidar y que por más que intentemos guardar debajo de la alfombra de la represión, siempre nos ataca en cada esquina.
Me he dado cuenta de que en numerosas ocasiones, cuando eso sucede, en realidad lo que estamos tratando de hacer es ocultarnos a nosotros mismos que ese pasado nos duele, nos duele y nos rebelamos, nos duele y quisiéramos tirarlo a la basura, nos duele y no podemos porque nuestra historia, para bien o para mal ya está escrita y si hay algún modo de cambiarla, es siempre mirando hacia delante pero nunca hacia atrás. Esa ira que no conseguimos aceptar, grabada en las páginas de nuestro libro, se llama resentimiento.
El resentimiento nos endurece el corazón, los golpes inevitables de la vida nos motivan a refugiarnos, a tratar de acorazarnos para que no vuelvan a hacernos daño. Existe un funesto dicho que dice: “Si me haces daño una vez, la culpa es tuya. Si me lo haces dos veces, la culpa es mía”. Hubo un tiempo donde esta sentencia me pareció sabia, pero ahora, después de haber tenido que perdonar mi pasado tantas veces, me parece un completo error. Es una idea cargada de rencor. Cuando un corazón está cargado de rencor no deja ningún espacio para el perdón, ni para el amor, ni para el futuro.
Así que sería interesante poder reconciliarnos definitivamente con nuestro pasado, lo que supone aceptar que, a pesar de todas nuestras buenas intenciones, aún guardamos ese punto de ira relacionada con el hecho de que las cosas no salieron tal y como uno había planeado, ¿no os parece?
La primera receta, a modo de prólogo para poder abandonar mi propio resentimiento, es aceptar que no somos tan buenas personas, que aún escondemos el dolor, que aún hay basurilla encastrada en las paredes de nuestro pasado. Después del prólogo, el primer capítulo es identificar el objeto de nuestro resentimiento. En el caso de una relación de pareja frustrada esto parece evidente, pero a veces no lo es tanto. En otro tipo de relaciones, como las laborales, familiares o de otro tipo, el objeto de nuestro resentimiento puede no estar tan claro, puede ser un compañero de trabajo, un jefe que no ha conseguido ver todas nuestras potencias, un padre o una madre excesivamente ausentes o sobreprotectores…Cada cual tendrá que hacer su propio examen.
El segundo capítulo es aceptar nuestra parte de responsabilidad. Quizá no en las circunstancias, porque evidentemente hay circunstancias que no elegimos y simplemente nos suceden. Lo que sí puede ser responsabilidad nuestra es la decisión de cómo aceptamos el adiós. Al menos eso, sí que depende de nosotros.
El tercer capítulo de la serie es aceptar que muchas veces podemos encontrar regularidades en nuestro comportamiento, ese famoso caer siempre en la misma piedra, que nos puede hacer darnos cuenta de que una y otra vez cometemos los mismos errores, porque no hemos podido aprovechar las circunstancias para aprender de ellas. Al fin y al cabo, en esto consiste la vida, en aprender para seguir creciendo. No quiero ser agorero, de hecho, cuando aceptamos que las circunstancias son una fuente de aprendizaje, conseguimos mirar de otro modo, buscando las soluciones, las oportunidades, los proyectos y entonces la amargura desaparece, porque el germen de lo que soy se encuentra anclado en esto que no quiero vivir.
Hasta aquí hemos limpiado la herida, pero también debemos sanarla para que no vuelva a abrirse. No sé si os funcionará a todos, pero puedo hablaros desde la experiencia de haber trabajado con muchas personas resentidas, aun sin saberlo. El mejor cicatrizante para las heridas del pasado es el perdón. Perdón materializado en la aceptación de que esa persona tan importante en nuestra vida, esa empresa a la que dediqué tantos esfuerzos, esa familia en la que me crié y crecí, ese amigo con el que compartí tantos y tantos secretos, ahora mismo, en este instante, ya no me necesita, en realidad no lo hizo nunca, pero ahora decide contar con otros sin contar conmigo.
Cuando aceptamos sinceramente que esto es así, nos damos cuenta de dos cosas: La primera es que nos merecemos todo lo bueno que nos suceda en la vida, la segunda es que, de la misma manera, los otros también se lo merecen. En realidad no importa tanto de donde provenga la felicidad, siempre y cuando seamos felices. Las circunstancias no siempre ayudan, pero aceptar con absoluta confianza que merecemos tener todo lo que nos proponemos, nos ayuda a aceptar con generosidad que los demás obtengan todo lo que ansiamos para nosotros, aunque ahora, no cuenten con nosotros para conseguirlo.
La aceptación conduce a la libertad, a la verdadera libertad de no quedar anclados en los condicionamientos del pasado, a la verdadera libertad que supone volar hacia un futuro que es, seguro, infinitamente más precioso que el que dejamos atrás.
Que tengáis una semana maravillosa. Un fuerte abrazo
EDU
Me ha parecido muy clarificador tu post EDU. La aceptación es el camino para liberarse de de este tipo de sentimiento. A veces me pregunto si los sentimientos nos impiden ver objetivamente. Y no hablo de la represeión sino de ver qué hay detrás de un sentimiento "X". Si lo pudieramos ver a través de un microscopio, al final veríamos que se desvanece y no queda más que energía, la misma de la que se compone todo..
ResponderEliminarGracias por reflexionar sobre mis propias ideas!!
ResponderEliminarAntes de llegar a la parte del texto donde hablas del perdón, ya había una frase en mi cabeza: "para aceptar es importante perdonar".
Sin duda, nuestra mayor dificultad reside en perdonarnos a nosotros mismos por los errores del pasado.
Un saludo amistoso,
CADA