La especie humana se empeña en continuar a tontas y a locas cuando, en realidad, la naturaleza nos está advirtiendo constantemente de los peligros que nos acechan. Nos empeñamos en vivir sin ver, sin oír y sin callar, como los famosos monos del santuario de Toshogu; cuando lo que deberíamos hacer es observar, escuchar y apreciar con mucha sensibilidad y cautela lo que acontece en la Madre Natura.
(Imagen de: jlgimenez.es)
Hoy, no voy a partir una lanza a favor del rescate planetario. Este post no es un grito medioambiental. No. Los comentarios de hoy postulan acerca de la estupidez humana cuando no queremos entender lo que es evidente; lo que ha sido creado así por una razón lógica y, tristemente, seguimos empeñados en la contradicción constante.
El ejemplo más claro que se me ocurre versa sobre los alimentos. Hablo de las materias primas, no de alimentos elaborados.
Pensemos, para empezar, en las Coles de Bruselas. Creo suponer que se trata de un alimento mayoritariamente repudiado.
(Imagen de: tusrecetas.tv)
Cuando era pequeña y me iniciaba en las marchas por el monte, los adultos expertos me insistían en que si algo en el campo tenía un sabor amargo era venenoso. Así, el sabor servía de alerta a las personas, para no comer aquello que podría ocasionarnos daño. Bien, siguiendo esa premisa, ¿acaso las Coles de Bruselas pueden ser sanas?
Ya sé que algún lector será la excepción que confirme la regla y le gusten las coles. No pasa nada. Para gustos, los colores. Pero permítame una apreciación: ¿Está pensando que están muy buenas si se cocinan con esta receta o esta otra o añadiéndoles aquello…?
¡Claro! ¡Eso no sirve! Hablo de la materia prima en sí. Porque desde luego, hay alimentos que para poder ingerirlos no hay que cocinarlos, ¡hay que disfrazarlos!
Siguiendo con las coles… ¿acaso de niños ansiamos por comerlas? Cuando le preguntas a un niño de cinco años cuál es tu comida favorita, ¿qué contesta? ¿Macarrones con tomate o Coles de Bruselas?
Y, sin embrago, el argumento que utilizamos para hacérselas comer a un niño es que son muy sanas. ¿Sanas para qué?
Si las Coles de Bruselas fueran populares existirían colerías en lugar de hamburgueserías.
Pero no sólo las coles tienen la culpa de que los niños estén frustrados alimentariamente. Están los rábanos, las acelgas, las alcachofas…
Otro ejemplo famoso: el pomelo. Sinceramente esta fruta es una venganza de la naturaleza. Si no a ver… ¡Qué felicidad empezar el día con un fresquito zumo de pomelo!
Además de pasarte los dientes se te pasa hasta el píloro.
O, el brócoli. En un estudio con niños pequeños les ofrecían comida a elegir entre brócoli y un delicioso dulce. ¿Qué avala el estudio? (A buen entendedor…)
Otros alimentos cuestionables se consumen por modas. Por ejemplo, las espinacas. Claro, si las come Popeye y da esos puñetazos… O la rúcula, capaz de matar el auténtico sabor de cualquier plato y, por el contrario, en todas las novedosas cocinas de diseño.
Y, por último, están los alimentos que no sirven para nada. Porque si algún consuelo nos queda por consumir alimentos con sabores “chocantes” es que aportan algo al organismo. Por desgracia, hay alimentos que ni saben a nada ni provocan nada. Vamos, una pérdida de tiempo para el sentido del gusto y para el aparato digestivo. Ejemplos: sésamo, semillas de amapola… Tal cual llegan, se van.
Desde luego, sarcasmos aparte, cada uno es dueño de su cuerpo y de su alimentación. Y si bien ya es bien sabido lo difícil que es cada día cumplir con todas las expectativas alimenticias: 5 frutas y verduras, 2 litros de agua, 1 plátano para el potasio, 1 actimel para protegerse, 1 activia para el tránsito y 1 donuts para tener un día redondo, al menos que podamos decir,
Estoy y me siento sano, como con placer y comparto la comida con alguien de mi agrado.
En cualquier caso, si tras las ironías de este post, alguien quiere entrar en el fondo de la cuestión y no quedarse en la superficie, hay un amplio transfondo que versa sobre ser agradecidos con la naturaleza y devolverle el favor que nos ha hecho. Incluso hay quien asegura que, algún día, esa naturaleza nos pagará con la misma moneda que ha recibido por parte de la humanidad…
Para los curiosos, una película muy a colofón de lo comentado:
CADA.
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