TIEMPO DE APRENDER, TIEMPO DE VIVIR

Hay algunas circunstancias en la vida que a una persona le sirven para actualizar algunas de las cosas que ha aprendido a lo largo de su experiencia.
Probablemente ya me habréis leído escribir acerca de que en la vida todo tiene su momento y por lo tanto la paciencia es un buen recurso para tener disponible en aquellas ocasiones que nos gustaría que pasaran más rápido (o más despacio).

Pero cuando uno rebusca en su caja de herramientas se encuentra con cachivaches que a veces no sabe ni para qué sirven. Entonces sucede que en un momento, en una encrucijada inesperada de la vida, de pronto todo ese material que parecía inservible, se convierte en un auténtico tesoro para la supervivencia mental y personal del individuo: la susodicha paciencia, la coherencia, la seguridad en las propias emociones, abandonar complejos, sanar relaciones anteriores, decidir en base a los juicios propios…Son todos recursos imprescindibles.

Puede que no estéis de acuerdo conmigo, porque al fin y al cabo las herramientas personales son eso, personales. Lo que sí está claro es que absolutamente todos los recursos que portamos nos servirán para terminar la gran obra que somos, la gran obra en la que podemos convertirnos, por lo que todo lo que aprendemos en la vida es una lección que más tarde o más temprano tendremos que actualizar o aplicar.

¿Y por qué insisto en estos temas? Pues ni más ni menos porque hace tiempo que me di cuenta de algo en mi experiencia personal y me gustaría recordaros de una manera más explícita y extensa que en otros escritos: Los impedimentos a nuestra propia felicidad son casi siempre los mismos. Casi todos nuestros problemas se basan en los mismos cimientos. Pero cada nueva ocasión para enfrentarnos a esos cimientos es una nueva oportunidad para acercarnos más a quienes realmente somos y por otro lado para seguir recogiendo herramientas que más tarde probablemente necesitemos.

Por esto es importante estar centrados en cada instante de la experiencia, por esto es fundamental diría yo, vivir con intensidad tanto lo considerado “bueno” como lo considerado “malo”. Igual que hay momentos para sembrar y para cosechar, existen momentos para aprender y para aplicar lo aprendido. Y ambos momentos necesariamente tienen que parecerse en algo.

A todos nos ha pasado, encontrarnos en medio de vicisitudes y consolarnos con la idea de que esa situación es la que necesitamos para cualquier lección vital. Es un buen consuelo, sin duda y aún más, creo que es hasta cierto. Pero cuando parece que hemos aprendido una lección el golpe nos viene por donde menos lo esperamos. ¿Qué sucede entonces? ¿No parece entonces que la frustración es mayor?¿No se nos vuelve a hundir el alma al pensar en todo lo que hemos hecho para salir del pozo? No estamos aquí cual Sísifos agonizantes llevando una y otra vez una roca enorme hasta la cima.



Porque tenemos dos problemas distintos, que tienen que ver con dos conceptos distintos pero que muchas veces nos confunden: Existe la estructura y existe la función. Dicho de otra forma, tenemos que enfrentarnos a determinadas situaciones para obtener las herramientas necesarias que nos hagan poder enfrentarlas con éxito. Una vez hecho esto, probablemente nos enfrentemos más de una vez a la misma situación, pero desde una óptica distinta, puesto que ya sabremos cómo resolverlas. Todo ello desde una perspectiva de crecimiento global de nuestra personalidad.

Y entonces es cuando la vida realmente te sorprende, porque la cabeza te recuerda que ya has pasado por ahí en más de una ocasión y el efecto bucle parece un callejón sin salida que desestabiliza al más pintado…¿de verdad? La experiencia se actualiza, la vida que somos abre la puerta, rebusca en el trastero, encuentra utensilios que ya ni se acuerda dónde adquirió y surge, literalmente, un mundo nuevo. Porque donde los ojos de la mente ven sólo un ayer infinitamente repetido, la luz de lo que vivimos ilumina un presente sin sombras, los dolores de antaño no nos afectan de la misma manera, las fechas ya no significan nada sino que tenemos que crearles un valor nuevo, todo se reinterpreta como en un infinito rompecabezas donde esa pieza azul ahora es parte de un cielo.

Primero viene el problema, luego las herramientas para solucionarlo y más tarde al enfrentarnos a esa misma situación nos damos cuenta de que efectivamente sabemos cómo seguir adelante, porque el mismo suelo que me hace caer es aquel en el que tengo que apoyarme para levantarme. Entonces me doy cuenta de que la bendita roca que ayer rodaba ladera abajo, con mis ilusiones arrambladas a su paso, se convierte hoy en la esperanza de un mundo que yo he mismo he construido con mis propias manos.

Ahora surge lo mejor, evidentemente, ahora surge el mundo nuevo, ahora puedo construir lo que realmente quiero o mejor dicho, lo que realmente soy, porque no nos olvidemos, todos y cada uno de nosotros y nosotras somos seres infinitamente hermosos, llenos de las más altas cualidades, de las más altas capacidades, llamados a las mayores metas y a los mejores logros. Sólo hay que olvidarse de los que un día nos dijeron: “no puedes”, aferrarse con alegría a nuestras rocas particulares y observar, sencillamente, cómo se va desgranando hasta convertirse en arena de playa. Pues, evidentemente, nos merecemos lo mejor de lo que nos pase, estamos aquí para ser la mejor versión posible de nosotros mismos y esa versión es ahora.

Que paséis una semana llena de felicidad y RECORDAD QUE NOS VEMOS EN EL STAND DEL CONGRESO ESCUELA EFICAZ

EDU

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