Todos hemos escuchado la sentencia que reza: si un hombre tiene hambre no le des un pez, enséñale a pescar. Lo que nadie nos dijo nunca es qué pasaba si se acababan los peces.
Hace unos días salí a cenar con un amigo. Mantuvimos una interesante conversación en la que él me daba su punto de vista sobre cómo puede ser la vida según cómo decidamos gestionarla.
Captó mi atención una frase que pronunció sin un solo atisbo de duda: tú eres el dueño de tu destino. Esta idea me gustó, aunque no la compartiera plenamente, porque su orador la defendió con sumo entusiasmo y pleno convencimiento. Tanto así, que decidí participarla en facebook. Entre paréntesis añadí la coletilla: estaría bien saber qué hacer con él.
Otro amigo completó algo interesante al leer mi estado en la red: el destino es fruto de tus deseos y los de los demás.
Varios días he estado dando vueltas a todo esto y, he llegado a la conclusión de que, sobre el destino, todos tenemos algo que decir.
(Imagen de: angelcasasenlinea.com)
Probablemente nuestro pensamiento está marcado por nuestras experiencias previas y por nuestra capacidad de optimismo.
Pero, por un instante le creí. Quise creerle con todas mis fuerzas. Pensé que aquello era real y, al mismo tiempo perfecto. El destino estaba en mis manos y, por tanto, podía hacer con él lo que quisiera. Era el período de tomar una decisión. Parecía buena idea aceptar el consejo que me habían dado jornadas atrás de tomarme unos días para descasar, unas horas para decidir y unos minutos para ejecutar. Una vez llevado el plan a la práctica todo comenzaría a encajar. Este es mi momento. Tengo el control en mis manos. Ante mí, la vida entera. Era como si alguien pudiera preguntarme: “ahí la tienes, ¿qué vas a hacer con ella?”
Ahora sólo tendría que decidir cómo iba a gestionar ese destino.
Sin embargo, la magia se desmoronó de pronto. Porque en realidad, sí era posible que el destino no dependiera en exclusiva de mis deseos. Pudiera ser que, además, también influyeran en él. Eso no sonaba muy justo. Se trata de MI destino. Y, al parecer, hay demasiada gente involucrada.
Quise ser optimista, así que supuse que la parte importante del destino sí era de mi incumbencia. El peso mayor dependía de mi solita. Yo podía decidir cosas como qué estudiar, dónde vivir, con quién estar. El resto, serían “adornos” y podrían deberse a múltiples factores, pero no cambiarían la esencia de mí. Nada sería tan influenciable como para provocar giros sobre la parte que debiera mantenerse inalterable.
No era cierto. Porque nada es constante. Incluso las cosas que se muestran más firmes pierden convencimiento bajo determinadas circunstancias. Hasta el sol puede dejar de lucir. Somos tan pequeños que incluso el viento nos vuelve vulnerables.
Un terrible hecho unos días después provocó que creyera en otra posibilidad: la duda razonable. Mis más fuertes convicciones se derrumbaron como un castillo de naipes.
Lo comprendí. Vi el ejemplo más claro en la calle. En nuestro país. En la situación actual que viven cada día millones de parados. El destino, en realidad, es lo más frágil de nuestra existencia.
Vivimos cada día con el firme propósito de labrarnos un destino. Y él, ¿cómo nos lo paga? Viniéndose abajo cuando menos falta hace. Volviéndose en nuestra contra en el momento menos pensado. Poniéndolo todo boca abajo.
Hoy quiero volver a creer. Quiero pensar que puedo ejercer control pleno sobre la situación. Quiero decidir, sentir y recuperar la idea de que los hechos dependen de mí y de cómo los acometa. Quiero entender que con la gestión adecuada pocas cosas pueden estar fuera de juego.
Lo cierto es que no lo sabemos. Yo no sé, de verdad, si soy dueña de mi destino. Lo más probable es que haya un poco de todo. Debemos mantener la humana esperanza de poder crear nuestro futuro. Lo más real es que, si no sale bien, siempre se puede volver a intentar. Si de algo estoy segura es de que, pase lo que pase, para bien o para mal, ningún destino es eterno…
CADA.
P.D. Dedicado a ese amigo que, no sólo mantiene firme su fe, sino que la hace extensiva. Dedicado también a todos aquellos que un giro de la vida les ha cambiado el destino. No perdáis la fe. Recuperaréis el control.
Hola Cada:
ResponderEliminarMuchas gracias por tu artículo, no sólo me ha gustado lo que dices sino también cómo lo dices. El destino es una cosa curiosa, pero siempre tenemos la opción de decidir, más allá de las circunstancias, que al fin y al cabo son las que son. Quizá nuestro verdadero destino empieza hoy y cada día podemos hacer algo por cambiarlo, para mejor.
Si, es verdad que somos dueños de nuestro destino por una gran parte, pero seria presuntuoso pensar que solo nosotros tenemos el control total de él .... Me gusta pensar que hay algo mas, que cada uno puede llamar como quiere que influie sobre nuestro destino y que no podemos controlar. Sin embargo siempre tenemos el poder de eligir un camino o otro...
ResponderEliminarPara concluir voy a citar una frase de Nelson Mandela : " Soy el amo de mi destino, el capitan de mi alma. "
Ojalá nuestro verdadero destino empiece con el día y podamos intervenir en él.
ResponderEliminarTambién es positivo pensar que haya algo más y que ese más pueda influir para bien.
Sobre destino se podría decir tanto... ¿Cuánto podemos escribir en él y cuánto está escrito?
Gracias por leer!!
Saludos,
CADA