NECESITO MENOS


Últimamente, todo el mundo parece hablar de un pasado mejor. Las cosas ya no son lo que eran y cualquier tiempo remoto fue preferible son expresiones que debilitan mi ánimo y terminan por encresparme; entre otras cosas porque la vida es un camino abierto y hacia delante, con lo cual nada puede ser peor sino mejorable.

Es como aquel hincha cantando en el fútbol. Está sacando toda su fuerza interior y, sin embargo, siempre pienso que ese tipo no puede tener tanta pasión como yo. "Tú no puedes hablarme a mí de pasión porque no tienes ni la menor idea de cuánta siento y pongo en todo lo que hago. No hay más pasión en ti que en mí sólo porque la exteriorices".

Cuando intentas ahondar en aquellos momentos de la vida que te llenaron de pasión piensas con añoranza en ese pasado que no regresará jamás. Rememoras las palabras de quien dijo que ponía toda su efusión en tus manos. Caes en el error de creer que entonces, aún nadie te había hundido. Eras invencible y no tenías miedo a nada.

Pero esos sentimientos mezcla nostalgia, mezcla incertidumbre, lo único que están haciendo es empañarte los ojos para no permitirte ver una realidad mucho más obvia: nos hemos empeñado en estropear que la vida es el mejor regalo. La hemos mancillado con palabras desacertadas, con caminos erróneos y con obligaciones injustas. Hemos cogido nuestro regalo y lo hemos envuelto en normas estúpidas, en sufrimientos indebidos y en sentimientos contradictorios. Y cuando el sol brillaba ahí fuera, en lugar de sacar nuestro regalo a lucirse, lo cobijamos dentro de una manta en un oscuro rincón de la casa. Porque no queríamos creer en las posibilidades de semejante presente. Porque no nos dimos cuenta de que era maleable a nuestro antojo. Porque muchos nos engañaron diciendo lo duro que se volvería, consiguiendo así desaprender sus usos maravillosos.

Y al llegar el momento de detener el tren y reprogramar las paradas, todo es difícil; pues ante ti hay una montaña creada por todos aquellos que echaron piedras en tu camino para que jamás pudieras creer que, la vida es una decisión personal.




Vivir para creer y creer con firmeza. La vida es elegir. Y elegir siempre implica dejar. La sola palabra “dejar” da pánico porque produce la sensación de abandono; la idea de abandonar algo que era mío, que formaba parte de mí. Y resulta que no es así. Dejar no tiene por qué ser malo. Supone abrir los brazos a lo que está por llegar. Acomodarse a la nueva decisión. Estrenar la situación actual.

Pero cuesta. El motivo principal se debe a que, cuando se ha vivido un proceso trágico, la confianza está minada. Y la confianza no es que haya que recuperarla, es que necesita ser blindada.

Cuando por fin tocas los palos adecuados que empiezan a abrir las puertas necesarias, la confianza camina cautelosa pero vuelve a cargarse de tesón.

Poco a poco, como el niño aquel que se asoma por la puerta de su habitación en medio de la noche, se van perdiendo los temores y ampliando las fortalezas que te ratifican en tus decisiones. Te afianzas y sabes que cada vez necesitas menos. Tu camino se recorre con unas simples zapatillas. Todo aquello que un día fue un equipaje valioso hoy sólo es una carga. Sueltas lastre y caminas cada vez más ligero. Cuanto más espacio exista entre tus brazos, más hueco quedará para ser llenado.

Elegir esto y olvidar aquello. Empezar una y otra vez. Descubrir, no sólo que puedes, sino que quieres hacerlo.

Hay algo ahí fuera para cada uno de nosotros. No permitas que se evapore. Vacíate de todo lo que sobra. Llena tu corazón de coraje y tu cerebro de paciencia.

Como un buen amigo me dijo una vez, El tiempo corre a tu favor


CADA.


P.D. A: C, porque si el tiempo corre a favor, por fin todo tiene sentido

No hay comentarios:

Publicar un comentario