¡Qué
difícil es soñar!, ¿no os parece? Nos pasamos un tercio de
nuestra vida soñando mientras dormimos y un buen rato de nuestra
vigilia soñando despiertos y sin embargo, parece que el mundo de los
sueños se nos escapa como arena entre las manos. Interpretamos los
sueños, los negamos criticando a aquellas personas que sueñan,
tratamos de encontrar eso que llaman “sueños lúcidos”,
estudiamos las fases del sueño mediante electrodos por toda la
corteza cerebral y sin embargo, la actividad de soñar misma
parece más una película de ciencia ficción que una realidad que
todos vivimos y experimentamos.
Soñar
es difícil porque parece que nuestros sueños nunca terminan de
hacerse realidad. De hecho soñamos y esperamos pero la espera
nos sorprende con canas en las sienes y espinas en el corazón. Nos
desilusionamos, abandonamos y volvemos a empezar, con un nuevo sueño
por cumplir que no termina de llegar por más que permanezcamos de
pie en el mismo lugar...¡¡¡¡rrrinnnggg!!!! ¿soñar nos hace
permanecer en el mismo lugar? Entonces, el sueño es causa de
inmovilismo y de esa manera nunca terminaremos de salir de nuestra
zona de confort.
Entonces...¡soñar
no es difícil! Lo difícil es alcanzar los propios sueños. No
me parece un mal descubrimiento para una estival mañana de jueves.
Quizá es que hemos hecho una distinción poco acertada entre lo
que significa estar dormido y estar despierto. Los sueños
pertenecen, en apariencia, al ámbito de la fantasía, a lo que
podría ser y no es. Pero luego te despiertas, observas la, a menudo,
cruel realidad y coges el pico y la pala para seguir cavando en esta
desdicha de existencia que te ha tocado vivir...Ayyy...Qué bonito
sería que ese mundo ficticio de lo sueños fuera algo más que una
evasión para corazones perezosos...
Y
yo me pregunto...¿qué pasaría si fuera exactamente al
contrario? ¿Si la realidad fuera la ficción y la fantasía
perteneciera al mundo de lo material?. ¿Por qué no empezamos a
dejar de pensar que no puedo alcanzar mis metas y comienzo a
planificar qué podría cambiar para que mis sueños fueran la vida
que vivimos? En ese instante, sueño y realidad serían lo mismo y no
habría diferencia entre la vigilia y el sueño. ¿Y si este cambio
es posible?
Podemos
imaginarlo, podemos...Sueño con alcanzar una meta, la que sea. Pero
en los sueños no me conformo con vislumbrar un objetivo, es mucho
más que eso...vivo el objetivo. Me siento ya en un determinado
estado. Como punto de partida, nos puede dar una pista que seguir.
¿Qué puedo hacer ahora para sentirme de la misma manera que
durante mi sueño? Esto no es difícil, puesto que al fin y al
cabo, los estados emocionales del sueño y la vigilia proceden del
mismo lugar: una serie de conexiones neuronales activadas en una
sucesión idéntica.
Supongo
que lo primero que tendría que hacer es buscar aquellas
actividades que me hagan sentir como quiero sentirme. O tratar de
buscar en mi realidad cotidiana esos espacios donde sentirme así.
¿Cómo me sentía cuando era millonario? Sólo tengo que recordar mi
sueño, no es demasiado complicado y ahora, ¿qué oportunidades de
sentirme así me ofrece la realidad que vivo? Quizá no de una manera
completa, pero seguro que hay un espacio en tu rutina diaria para
disfrutar esas sensaciones. Vamos a probar a activarlas, si las has
sentido en el sueño, significa que están en tu repertorio...El
sueño hará combinaciones extrañas, pero lo que no puedo recrear
soñando son sensaciones que no están en mí. Así que voy a
intentarlo.
¿Qué
sucede cuando empiezo a sentirme exactamente como quiero sentirme? Mi
pensamiento ha cambiado, ya no estoy esperando pasivamente a que mi
situación cambie, sino que provoco cambios en mi interior y eso
me lleva a la conclusión de que por lo menos, una parcela de la
realidad puede variar en función de lo que yo decido. Voy a decidir
sentirme millonario, o propietario, o artista o sabio o lo que sea.
Basta con recordar mi último sueño.
No
es mal plan, EDU, pero yo soñé con una persona que me amaba,
una persona que ya no está en mi vida y no puedo hacer nada para que
vuelva. Y la echo de menos, mucho. Y eso me hace sentir mal,
destrozado, perdido, abandonado....¡Espera, espera! Probemos el
método en este caso también. Vamos a dejar de pensar, aunque
sólo sea de forma hipotética y abstracta, en el dolor que me
ocasiona la ausencia. ¿Cómo me sentía en el sueño con esa
persona, mientras estaba a mi lado, mientras me cogía la mano,
mientras besaba mis labios? ¿Qué experiencia tenía mi cuerpo?
¿Dónde lo sentía? Y una vez más...¿qué oportunidades me
ofrece la vida, ahora, para sentirme de la misma manera?
Espera
un momento, se empieza a abrir una pequeña luz en el centro del
pecho. Es una sensación difícil de definir, porque aún es muy
sutil. No la juzgo. No la interpreto. Simplemente observo y esa luz,
sutil, empieza a convertirse en una sensación de apertura que siento
más o menos a la altura de los pulmones. Y un recuerdo aparece en mi
mente...es parecido, casi igual, a aquella vez...aquella que vez que
me concentré en, aquella vez que sonreí, aquella vez que me paré
con o aquella vez que hice...
Y
hago, me paro con, me concentro en y sonrío...Y la sensación
vuelve, sin prisa pero inconfundiblemente. Es cierto, esa persona
no está a mi lado, no ha desaparecido el dolor que me causa su
ausencia, o su indiferencia o su daño. Pero puedo elegir sentirme y
hacer y vivir las mismas cosas que si estuviera. Y comienzo a
conocerme mejor y comienzo a hablar contigo y a contarte cómo me
siento y por qué, cuándo y cómo. Y me miras y en esa mirada
descubro que la luz sutil de ayer en mi pecho vuelve a estar ahí,
más fuerte, más segura. Pero no es la luz de tu mirada la causante.
Es mi propia luz que se refleja en ella y te vas. No ha sido más que
un instante, un café sorprendido entre dos atardeceres, pero la luz
continúa. Porque en cada café de cada atardecer decido sentir esa
luz que me hace sentir bien, aunque no sepa lo que es. Pero sí sé
cómo actualizarla cada vez que quiero.
Y
cuanto más intento recordar, más fácil me resulta sentir esa
misma apertura más o menos a la altura de los pulmones. Y me
gusta. Y ya no permanezco atento a las miradas de los demás, por ver
si mis pulmones se expanden. Apenas me he dado cuenta, pero mientras
andaba enfrascado en expandir esa luz, más o menos a la altura de
los pulmones, el mundo ha ido cambiando, lenta pero inexorablemente.
Tengo el mismo trabajo, pero la luz sigue ahí. Tengo los mismos
amigos, pero la luz sigue ahí. Pero mi trabajo y mis amigos no son
los mismos, ahora me tratan de distinta forma, me llaman más, me
valoran más. Pero no me importa, porque yo sé que esa luz que
brilla con cada elogio la he construido yo, recordando un sueño con
una persona que me hizo daño, pero no me importa, porque esa luz
sigue estando ahí, más o menos a la altura de mis pulmones.
Atento
a la luz, casi no me doy cuenta como, mientras tomo un café
sorprendido entre dos amaneceres, una mano se posa en la mía y una
sonrisa queda grabada en mis ojos. La luz se expande aún más y
esa sonrisa se amplía para decir: dime cómo has conseguido brillar
tanto. Alzo la vista, sonrío. En esos ojos, que son otros ojos. En
esa risa, que es otra risa. En esa piel, que es otra piel, se ha
cumplido mi sueño, que es el mismo sueño. Porque mi luz está ahí,
aproximadamente a la altura de los pulmones. Y sé que es amor. Y sé
que es mío.
Y
es verdad. Estamos confundidos. Sólo estamos verdaderamente
despiertos cuando soñamos
Feliz
quincena y hasta el próximo post
Os
quiero
EDU
ME encanto!!! no tengo palabras para describir cuan identificada me senti
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