Hace
un par de semanas, poco antes de escribir mi última entrada, CADA me
lanzó uno de esos retos que a ella tanto le gustan y como no podía
ser de otra manera, le dije:Sí, claro”. El reto en cuestión es
escribir una serie sobre los siete pecados capitales, ella lo
desarrollaría desde su estilo personalista y yo me dedicaría un
poco más a la psicología del asunto. Así que allá vamos, a ver
qué sale de todo ésto y esperando que disfrutéis del resultado.
CADA
eligió la codicia para la primera de las entradas de esta serie.
Parece que pecados y psicología no se llevan demasiado bien, porque
aparentemente entra dentro de la moralidad, la ética y la religión.
Sin embargo, desde la psicología de los eneatipos, los pecados
capitales tienen una importancia central, puesto que conforman el
núcleo de pasiones profundas sobre las que se estructura nuestra
personalidad. Pues sí, amigos míos, todos llevamos un pequeño
pecado dentro de nosotros y en nuestro intento por no verlo, por
reprimirlo y por defendernos de él, desarrollamos una serie de
estrategias que todo junto, conforma nuestra personalidad,
entendida como esa visión única de percibir y relacionarnos con el
mundo y nosotros mismos”.
La
pregunta entonces está clara, ¿cómo se relaciona un codicioso
con el mundo y con sí mismo? Fundamentalmente desde dos puntos
parecidos. En realidad la codicia está presente en dos pasiones
básicas, que son la ira y sobre todo, la avaricia, y se define como
el impulso para retener, en la falsa creencia de que lo peor que
puede pasar en esta vida es quedarse sin nada.
El
codicioso, o el avaricioso, está apegado a todos y todo y por lo
tanto desarrolla una especie de economía interior donde lo único
que puede hacer es perder. ¿Te imaginas lo doloroso que tiene
que ser vivir en un mundo donde lo único que puedes ver es pérdida?
Pierdes cuando algo se va, pierdes al prestar, pierdes al pensar
que lo que tienes sólo es un préstamo y pierdes mientras retienes
aquello que temes perder. En definitiva, pérdida por todas
partes.
Visto
así parece algo horrible y nadie se sentirá identificado con esta
pasión, pero recordemos que es algo inconsciente, es decir, es
nuestra manera natural de relacionarnos y observar el mundo, pero no
está accesible directamente y en la mayoría de los casos incluso,
cuando alguien nos lo señale, nos enfadaremos y pondremos mil
justificaciones para no enfrentarnos al hecho de que sí, que
efectivamente, soy codicioso.
Cualquiera
de las nueve pasiones básicas nos aleja de nosotros mismos, lo
importante no es el error concreto en el que caemos, sino darnos
cuenta de que, en mayor o menor medida, todos estamos equivocados.
Es un buen punto de partida para empezar a ver al codicioso con unos
ojos un poquito menos criminales y empezar a tratar de comprenderlo
mejor.
Imagen de politiquiando.com
Si
eres codicioso o codiciosa, tampoco te preocupes demasiado, no es
cuestión de martirizarse por no ser perfecto. Si estás
enganchado a esta pasión, como cada cual estamos a la nuestra, es
posible que seas solitario, indiferente y que la gente te considere
mezquino. Probablemente tengas problemas físicos de
estreñimiento y te cueste disfrutar de las relaciones cercanas.
Parecen palabras feas, pero por favor no te dejes llevar por las
connotaciones del lenguaje popular. No tiene nada de malo ser
mezquino, al menos, no es peor que ser cualquier otra cosa en esta
vida. Por cierto, la homeopatía si tomas “sepia”, te puede
ayudar, al igual que la “Silica”. Consulta con un homeópata si
te llama la atención el tema.
Lo
que le pasa a nuestro amigo codicioso es que en realidad siente que
no tiene nada, ni a nivel físico ni mental y por supuesto
espiritual. Así que al pobre no le queda más remedio que tratar
de acaparar todo lo que puede. Sean posesiones o relaciones.
Evidentemente, esto les dificulta un poquito el compromiso porque
siempre puede estar perdiéndose algo.
Pero
claro, este blog no está pensado para criticar y si hemos dado un
par de claves acerca de la codicia psicológica no es para hundir a
nadie sino para indicar algunas de las cositas que se pueden ir
haciendo (además de visitar a un terapeuta, cosa que como vemos, nos
viene bien a todos y a mí el primero) para salir de tan ingrato
sentimiento.
Por
su propia configuración el codicioso tiende a la autonomía y
también, de la misma forma que le cuesta dar, le cuesta pedir,
porque en buena lógica, pensará que se lo van a negar. Si la visión
que tengo es de pobreza interior, la solución, pasa,
necesariamente, por empezar a darme cuenta de todo lo que tengo.
La vida no es un juego de estatismos y contabilidades. La vida es un
juego sí, pero de dinámicas lúdicas donde por cada cosa que doy,
me son devueltas muchas más.
Sé
que es posible que sientas que en tu casa no te dieron todo el
amor que necesitabas o que tuvieras una madre posesiva y
manipuladora. Bueno, está bien. Todos tenemos problemas con nuestras
madres. Pero demos un paso más y empecemos a ver que no te las
puedes arreglar sólo en la vida. Hace tiempo escribí sobre la
necesidad y la debilidad. Probablemente te sientas débil al pedir
algo. Pero si estamos convencidos de que la vida es dar y recibir,
al darme la oportunidad de darte, me estás dando la oportunidad de
seguir recibiendo. Así que por favor, ¡pídeme! Todo lo que
quieras. Lo único que quiero a cambio es que me des la libertad
necesaria para darte lo que pueda en cada momento sin manipulaciones.
Sé que ésto es lo más complicado, porque al fin y al cabo, es lo
que te han enseñado que es el amor. Pero tú eres capaz de
sobreponerte a todas esas circunstancias adversas.
Hay
un mundo por descubrir en cada uno de nosotros, todos tenemos algo
que aportarte y sobre todo y mucho más importante, todos necesitamos
eso que sólo nos puedes dar tú. Si la vida es una fiesta es
precisamente porque todos contribuimos con nuestros únicos dones al
ágape común. Así que si me ofreces tu “tú” te ofrezco a
cambio mi “yo”, sin reservas. Ya verás que es mucho más
divertido y que nos lo vamos a pasar de maravilla juntos.
Sé
que parece mejor que te dejen solo, que el tren del amor ya pasó
para ti y que al fin y al cabo todos están contigo para conseguir
algo. Pero en el fondo de tu corazón, palpita una luz que grita,
escúchala. No podemos ser felices en soledad, pero para vivir de
verdad al lado de los demás, necesitamos mostrar lo que somos,
aunque a veces duela, es la vida. La otra cara de la moneda, es que a
medida que observes cómo el mundo está deseando darte todo aquello
que anhelas, descubrirás cómo la cárcel de pesimismo y retención
no es más que humo, un humo que sólo tú has permitido que
creciera y por tanto, una cárcel que se abre sólo con que tiendas
la mano hacia fuera, rompas los barrotes y sientas la confianza de mi
mano que está esperándote, sin reservas, desde el otro lado.
Feliz
semana para tod@s
Os
quiero
EDU
No hay comentarios:
Publicar un comentario