Es probable que hayáis sentido la angustia, después de haber tenido un fracaso o haber vivido una situación desagradable, del miedo a equivocaros. Lo cierto es que es un sentimiento bastante insidioso, que parece socavar nuestra seguridad con la fría premeditación del ladrón nocturno. Sólo caemos en la cuenta cuando nos despertamos y sentimos el pavor engarzado al corazón.
Pero no todo van a ser malas noticias, primero podemos ser más conscientes de lo que está sucediendo, para tener la oportunidad de poner en marcha las habilidades de afrontamiento necesarias. Al igual que en muchas otras situaciones de la vida, nuestros pensamientos son un termómetro perfecto para conocer la salud de nuestro estado emocional. Un primer pensamiento que debería ponernos sobre aviso es el de “¿Y si…?” ¿Y si vuelve a sucederme lo mismo?¿Y si las cosas no son como eran?¿Y si…? Tenemos la mala costumbre de preocuparnos por situaciones que o bien no son probables o bien podemos hacerles frente a fuerza de poner en marcha nuestros recursos.
Recuerdo que a mis pacientes, cuando tratábamos ésto en las sesiones de terapia, les hacía siempre la misma pregunta: ¿Y si sales mañana a la calle y te cae un tiesto en la cabeza? Al principio me miraban como si me hubiera vuelto loco, pero después de un fugaz brillo de estupor, solían caer en la cuenta de que efectivamente no podemos hipotecar nuestro presente por un miedo improbable o imaginario. Es posible que lo que creemos el estado ideal de las cosas no dure mucho, pero tenemos el derecho a disfrutar, no vaya a ser que nos suceda como aquel hombre, preocupado por cómo vadear el río, para llegar a descubrir que habían construido un puente.
Hay otro “síntoma” que nos puede hacer ver la situación con un tinte mucho más oscuro del que debiéramos. Si nos descubrimos buscando comparaciones con hechos que nos han sucedido en el pasado, en vez de descubrir las nuevas potencialidades que nos ofrece la situación actual, tendremos que empezar a pensar que el fantasma del miedo se ha introducido en el castillo de nuestra vida. Aquí la solución puede no ser tan sencilla, puesto que darnos cuenta de las similitudes permite llevarnos a la simple conclusión de que las cosas se desarrollarán de la misma y en ocasiones, dolorosa manera. Al centrar la atención y las energías en las similitudes podemos olvidarnos de una de las reglas más importantes de la vida y de la felicidad:
Todas las experiencias que tenemos nos enseñan una lección. Cada día estoy menos convencido de la teoría de que las situaciones negativas suceden para que después nos suceda algo positivo, pero con lo que estoy absolutamente de acuerdo es que la experiencia personal la construye cada uno. Construir significa crear, construir significa empezar, construir significa que cada uno de las decisiones de nuestra vida es independiente de la anterior y que si algo nos descubren los fracasos, las caídas, los contratiempos y las frustraciones es precisamente aquello que podemos cambiar en el presente. El destino no está escrito, la mano del Universo no es una guía que nos mantenga ciegos y confiados. Parafraseando a Descartes: Aprendo, luego cambio. El aprendizaje es inevitable, el cambio es una conquista personal e intransferible. Reconozco que en los momentos de turbación es muy consolador pensar que simplemente hay que dejarse llevar para entender lo bueno que nos está esperando. Reconozco incluso que es un buen pensamiento, cuando no me siento con fuerzas para nada, cuando las circunstancias son adversas, cualquier rayo de luz puede alimentar nuestra esperanza y eso es bueno. Pero la esperanza que brota hay que alimentarla de compromiso, compromiso personal conmigo mismo.
Cambiar significa admitir que me equivoqué, lo importante es admitir que tenemos una segunda oportunidad. Por eso la vida da tantas vueltas, porque en todas y cada una de las circunstancias el mango de nuestra vida está únicamente en nuestras propias manos; ni el futuro, ni el pasado, ni la personalidad, ni mis pensamientos, ni los otros…Nadie excepto nosotros tiene la capacidad y la responsabilidad de caminar hacia mis objetivos. En primer lugar, porque nadie mejor que nosotros mismos para saber lo que queremos. Quienes aprenden esto, son capaces de ver las maravillas de la vida y pueden exclamar: “¡Ahora entiendo!” Los que no…En fin, los que no siempre tendrán otra oportunidad de aprenderlo.
Quizá uno de los mayores miedos se produce cuando nos damos cuenta de que efectivamente nos equivocamos y perdimos, por error, algo muy valioso. Es fundamental aceptar que el pasado no vuelve, pues las circunstancias concretas que hicieron de aquello algo tan maravilloso nunca se repetirán, pero aún así, siempre, siempre podemos volver a crear circunstancias nuevas, tomar otras decisiones. Si realmente nos responsabilizamos de nuestros errores pasados podremos crear de nuevo nuestro futuro. Puede incluso que este sea el mejor consejo que os puedo dar hoy: No importa cuanto tiempo llevemos viviendo las mismas circunstancias, puede que llevemos con una pareja 20 años o 10 días, puede que estemos en un puesto de trabajo 30 años o dos meses…Cada día es una nueva y hermosa oportunidad para aprender y sorprendernos, porque cada día tenemos la responsabilidad de decidir lo que queremos hacer con nuestra vida, porque como dice Jorge Luis Borges: “Los besos no son contratos, ni los regalos son promesas…”
Cada beso, cada caricia, cada regalo…son sólo la manifestación palpable de lo que siento aquí y ahora. Este momento es único y a la vez eterno, así que hagamos todo lo posible para que ese momento se repita, porque no podemos esperar vivir de las rentas del corazón si no luchamos, cada instante, por renovar y fortalecer todo aquello que sentimos.
Espero que estos días estén cargados de instantes nuevos y maravillosos para que todos desterréis, de una vez, el maldito miedo a equivocarnos.
EDU
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