Seguramente todo el mundo pueda contar anécdotas vividas que le hayan recordado a una película de terror y que, siendo cómicas, nos hagan pensar que estábamos dentro de un largometraje parecido a cualquier film de horror.
En los últimos trece días he recorrido parte de Estados Unidos y he podido vivir cuatro de esas situaciones.
La primera de ellas, un clásico: tres de la tarde, mes de julio, 45ºC, calles solitarias y, de pronto, sin saber cómo, estás en una ciudad desierta, paseando en coche por un barrio muy poco deseable, con las casas medio en ruinas y gente que te observa a través de sus ventanas. Habías decidido ir allí a buscar una tienda de la que te habían hablado. Pero CADA, ¿qué es lo que vas a comprar allí? ¡¿Un souvenir de Hachís?!
Días después, llegas a un hotel en una gran ciudad. Sólo vas a hacer una noche y continuar tu camino. Por supuesto, como estás viviendo una historia de terror, el hotel está en obras. Una de las plantas tiene todas las puertas abiertas y pueden observarse las habitaciones destrozadas. Caminas entre escombros para llegar a tu habitación, te pones un bañador y bajas a la piscina. Cuando decides volver, te pones el pantalón sobre el bañador mojado y coges el ascensor. Estas sola dentro; empieza a subir y, de pronto, se oye un fuerte golpe y el ascensor se descuelga. Cae al fondo a toda velocidad. No pasa nada, estás bien. Pulsas cualquier botón pero no se mueve. Esperas un poco y nada! No sabes si pedir ayuda, seguramente pensarán que te has orinado encima!! Al momento empieza a oírse una tubería de agua. OOh-oh, seguro que ahora el ascensor comienza a llenarse de agua. Estás en un hotel medio destruido, en un ascensor enorme, sola, mojada y se oye agua!!! Decides llamar por el móvil. Al principio no hay cobertura, pero finalmente logras avisar a alguien. Cuando te sacan del ascensor está, incluso, la policía. Sales, das las gracias y te vas corriendo.
Cansada de tantas aventuras resuelves pasar cuatro días apacibles en casa de unos amigos. Se trata de una pareja que vive en un tranquilo y amable pueblecito. Por la noche, cuando todo está en silencio en la casa, deciden enseñarte todo el armamento que poseen. Una pistola de las que se ocultan en la pierna bajo el calcetín, otra automática y una especie de escopeta recortada. Ya en la cama, en medio de la noche, te despiertas por el calor. Quieres ir a beber agua, pero no te atreves a bajar la escalera. Estás en una enorme casa, con dos desconocidos armados hasta los dientes. Tampoco puedes huir, pues en este “amable” pueblecito todo el vecindario está dotado de equipos de tiro y no vas a poder pisar el jardín de nadie sin ser alcanzado y herido. Será mejor no hacer ningún ruido y continuar durmiendo.
Finalmente, otro gran clásico de película de miedo. Cuando utilizas un pela patatas junto a un fregadero que tiene trituradora. En estos casos siempre se oye una música mezcla de impaciencia mezcla sonido estridente que te avisa de que vas a rebanarte un dedo de un momento a otro. Cuando menos te lo esperas, ¡ZAS! Y las gotas de sangre caen poco a poco sobre el fregadero. Además, recuerda que estás en Estados Unidos, donde no vas a ir al médico por un simple corte.
Después de dos días con la herida abierta, el dedo empieza a estar mejor y esta aventura de viaje no deja de ser un simple anecdotario emulador de las más clásicas películas de terror…
CADA