Hace algún tiempo, hablando con un buen amigo, hice un comentario: “No es adecuado plantearse las antiguas decisiones”. Como los buenos consejos son una especie de regalo, él también tuvo la ocasión de decírmelo. Y he creído que podía ser un buen tema de reflexión para estos días de verano en los que la mente ociosa a veces nos juega malas pasadas.
Todos tenemos la experiencia de revivir los hechos del pasado y empezar a darle vueltas a aquello que hicimos mal o que pudimos hacer mejor. Cualquier tipo de decisión, se hace con los datos del presente, con los que uno dispone en un momento dado. Cuando vamos recibiendo nuevos datos, los hechos nos confirman o refutan la bondad de la solución dada a un determinado problema. Pero como el pasado nunca vuelve, este ejercicio mental sólo puede servirnos para aumentar la culpa, que es una pésima consejera y una mala compañera de viaje.
El refranero popular está repleto de sentencias que confirman este punto y la culpa no puede distraernos de nuestro objetivo fundamental, que no es otro que mirar para adelante. El tiempo da perspectiva y como tal, puede hacernos caer en esa trampa del “podría haber intentado…”, pero lo cierto es que no, que no podías intentarlo ni siquiera pensarlo, porque en aquel momento determinado ni siquiera tenías la conciencia necesaria que quizá hoy sí tengas.
Pero este no es un post pesimista y de este irrefutable hecho se pueden extraer conclusiones muy válidas para el futuro, que sí es el que podemos cambiar con nuestras actuaciones en el presente. El ser humano, ya lo hemos repetido en alguna ocasión, es una máquina de encontrar patrones y como tal, se encuentra a gusto en medio de las rutinas y los guiones. Si algo positivo tiene la culpa, es llamar nuestra atención respecto de la inutilidad actual de esos viejos patrones. Dicho de otra manera, es un llamamiento para el cambio.
Ahora, en mitad de este contexto, tenemos que entender bien lo que significa ese cambio, para no quedar atrapados en una situación que, por desagradable y doloroso que nos pueda parecer, ya no va a regresar. Lo que sí puede regresar son algunas de las condiciones que posibilitaron la decisión anterior, si es que nos gustaban y el firme compromiso de cambiar aquellas otras que nos condujeron a tomar una decisión que ahora puede parecernos equivocada.
Ante nosotros se abre un universo nuevo de experiencias y un juego, en sentido literal, lleno de asombrosas posibilidades. Sólo enterrando lo viejo podemos revivir a algo nuevo y maravilloso. Esto no quiere decir que el pasado no pueda regresar de alguna manera, pero debe hacerlo con reglas distintas, por eso, necesitamos alejarnos de los usos, los patrones y los guiones que regentaron las condiciones que nos llevaron al fracaso, pues con la sabiduría de la experiencia, quizá la casa que construyamos sobre los viejos cimientos sea más esplendorosa de lo que ni siquiera nos atrevimos a soñar.
Los nuevos sueños no pueden usar los mimbres viejos, pero ¿quién nos dice que la nueva obra no pueda ser aún más rica, variada, hermosa, creativa y gratificante que la anterior? Estoy convencido de que la experiencia proporciona un desarrollo en espiral. Esto significa que nuestra vida discurre por los mismos derroteros, aunque a veces, cambia el paisaje y no lo identificamos. No nos engañemos, la felicidad depende de tres o cuatro temas básicos, nada más. Y cada oportunidad es una nueva variante de las mismas causas de nuestro malestar o nuestra felicidad.
Visto desde cierta perspectiva, es bastante positivo que nuestra felicidad no dependa de muchos factores, al fin y al cabo, es como si la vida nos diera una nueva oportunidad cada día que nos levantamos. Puede que nuestro “tema central de vida” sea la desorganización, no te preocupes, tendrás mil intentos para aprender y que te salga bien, es más, cada nuevo fracaso será un aprendizaje más, de forma que la próxima vez, estés un poquito más cerca.
Si realmente esto es así, no hay más que bucear un poco en nosotros mismos para descubrir cuáles son nuestros temas centrales. Realmente hay varios métodos para descubrirlos, analizarlos y modificarlos, algunos necesitarán de ayuda más o menos profesional, cuando nos damos cuenta de que siempre tropezamos en la misma piedra. Pero hay un método que nos puede servir a modo de autoayuda:
- Escribe, a modo de relato, la última situación donde sentiste una emoción de malestar intensa, con el mayor detalle posible.
- Recuerda otras situaciones donde sintieras esa misma emoción. Al hacer esto probablemente descubras que esa es una emoción “clave”, que se ha repetido en los momentos realmente determinantes de tu vida.
- Escribe el patrón común presente en todas esas situaciones
- Ahora ya sabes qué atenaza tu corazón en esos momentos, a través del relato, podrás descubrir matices que te lleven a observar lo que puedes cambiar.
Parecen cuatro pasos sencillos pero exigen cierto grado de aceptación y compromiso con uno mismo, al fin y al cabo, muchas veces nos resulta más cómodo dejarnos llevar que enfrentarnos “cara a cara” con nuestra sombra. Pero si os atrevéis, el conocimiento es como un sol que ilumina todo con una perspectiva absolutamente distinta, tan distinta que ya nada, literalmente, volverá a ser como antes, pero a la vez, nuestra visión de nosotros mismos será mucho más humanizadora y pacífica. Integrar esos aspectos puede conllevar cierta tensión emocional, pero cuando la tensión desaparezca, habremos recuperado definitivamente, las riendas de nuestra vida y ahora sí, podremos navegar en el tiempo y recuperar, de manera genuina, nuestra libertad.
Feliz semana a tod@s y gracias por estar ahí
EDU
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