Ayer me disponía a subir mi post acostumbrado, cuando una compañera de trabajo me mandó un mail contándome todos los sucesos que había vivido en un mismo día. Me pareció interesante escribir, por tanto, el post sobre cómo ser esa mujer, tener un día horrible y no morir en el intento.
Una jornada dura entre 8 y 15 horas, dependiendo de las horas de sueño y a lo que uno se dedique. En ocasiones, todo parece irse complicando poco a poco y el día en sí parece que no va a acabar nunca.
Primera premisa que se desprende de esta historia y debemos aprender: cuando un día empieza mal, puede ir empeorando y no conviene pensar que ha acabado todo hasta que no se está, por fin en la cama. La segunda premisa es: si el día empieza mal, todo puede ir a peor; con lo que es mejor asumirlo desde el inicio y no resistirse. Cualquier intento de llevarle la contraria a esta inevitable situación producirá frustración.
Mi compañera se levantó a las 7 am, se duchó y arregló, llevó a su hija a la escuela infantil y se acercó a un cliente para hacer un simple calibrado de proyector para una pizarra digital. Esta es una operación sencilla que no tiene por qué llevar más de 10 minutos. Pero he aquí el indicio de un día que no empieza del todo bien. ¡Más de una hora para calibrar el dichoso proyector que no se dejaba ajustar ni a palos! Eso sí, el resultado fue un calibrado digno de exponer en un museo junto a un Picasso.
Mientras terminaba la operación, un familiar suyo le solicita mudarse, con todas sus pertenencias, unos días a su casa por un pequeño problema familiar.
También al mismo tiempo, se estropea la alarma de la oficina y todo el mundo debe ir hacia allí con sus llaves para reprogramarlas.
Como otro compañero estaba de vacaciones, decide ir a casa de éste a por su llave, pasarse por su propia casa a recoger la suya y acercarse a echar una mano a su familiar.
Todo esto, en Madrid, lleva demasiado tiempo y se adereza con atascos, un coche al que no le funciona el aire acondicionado y unos 38º C de temperatura.
Por fin, muerta de calor, llega a la oficina justo a tiempo para resolver un asunto inminente con un cliente. Media hora después debe llevar a otro familiar al médico y va justita de tiempo.
Entre contratiempos cumple sus misiones. No come, pero vuelve a la oficina para resolverle otra urgencia a otro cliente.
Ya son las 5 pm y debe recoger a su hija de la escuela infantil. Lo hace. Sale con ella hacia la casa de su familiar con problemas para ayudarle con la mudanza. Se encuentra que éste, tiene demasiadas cosas y que no van a caber en un coche tan pequeño. Las encajan como pueden. Agotada por el calor, el hambre y el cansancio llega a su casa a las 6 pm. Debe darse prisa, pues a las 7 pm tiene que estar en la facultad para realizar una actividad con unas compañeras.
Tiempo justo para darse una ducha, cambiarse de ropa, dejar a su hija y marido con su madre y plantarse en la facultad. La actividad se retrasa más de lo previsto y acaba a las 10.30 pm.
Cuando sale, recoge a su hija, deja a su marido en un evento y vuelve, por fin, a casa. ¿Por fin?
Llega, no tiene llaves porque se las ha dejado a su familiar. Llama al telefonillo. Nadie responde. Recuerda que su telefonillo no funciona bien, por lo que decide entrar por el garaje y acceder al edificio. El garaje está destrozado por un incendio que aconteció el mes anterior. No hay luz, el techo está derrumbado y todo está cubierto de hollín.
Además, claro está, no puede hacer llamadas porque hace media hora que se quedó sin batería. Coge a su hija en brazos y se dispone a atravesar el garaje. No se ve nada. Recuerda que, justo la noche anterior había visto una peli de miedo sobre una chica a la que atacan en un aparcamiento…
Alcanza la escalera. Ambas están tiznadas por el hollín. Sube hasta la puerta de su casa. Toca el timbre con desesperación y no hay nadie al otro lado.
Piensa qué puede hacer y recuerda que lo que sí tiene son unas llaves de la oficina. Decide ir allí. Vuelve a meter a la niña en el coche, llega a la oficina, conecta el cargador de su móvil y llama a su familiar. Éste se ha dado cuenta de que ella no tiene llaves y está volviendo a casa.
Vuelve, tarda en encontrar un sitio donde aparcar. Y, ahora sí, 1.30 am, por fin a salvo.
Pero como os decía al inicio de esta historia, un mal día no acaba hasta que te duermes. Todavía tuvo que quedársele el agua de la ducha helada y caérsele encima un vaso de leche.
Mientras conciliaba el sueño, absolutamente exhausta, a eso de las 3 am, pensaba… Por qué mi vida es constantemente así? Alguien esa noche le había dicho: “no estás haciendo, en absoluto, el tonto con tu vida”. Consecuentemente pensó: para no estar haciendo el tonto, hago demasiadas tonterías.
Imagen de: mundoeva.com
Preguntarnos por qué determinadas personas viven vidas intensas y están plagadas de anécdotas es un auténtico misterio. Cada uno tiene una vida propia y, la de algunos es, inevitablemente, compleja.
Al final del día, lo importante, sin duda, es considerar que, bajo la determinada condición en la que se viva, existe un equilibrio. Si después de una jornada dura puedes sonreír recordando las anécdotas y concilias bien el sueño, nada de lo que has vivido era tan importante como para generarte dudas acerca de si estás haciendo o no el tonto con tu vida…
CADA.
Es fantástico!! Lo siento por tu amiga, realmente es un día horrible, pero CADA, has publicado un artículo digno del Pullitzer!! Estoy absolutamente seguro de que efectivamente, tu amiga estará haciendo muchas cosas con tu vida, pero desde luego, no el tonto.
ResponderEliminarCo-incido. Quien te dijera lo de que “no estás haciendo, en absoluto, el tonto con tu vida”, debe ser persona de moderada sabiduría, poco conocimiento y cero interés por los datos.
ResponderEliminarSi tu amiga es una que yo conozco y con la que he compartido jornadas maratonianas, puedo dar fé que con la "leche", mala, que se gasta cuando no come, a eso de las 7 de la tarde debía estar como para pedirle prestados 20€.
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