No se puede comenzar el año sin una actitud fundamental: la ilusión. Por eso me gustaría hablar en este primer post del año, de la ilusión. Y creo que ya hablé de ello al comienzo del año pasado, pero es difícil abstraerse de la ilusión cuando ves las caras de los niños al abrir los regalos que los Reyes Magos han dejado en cada casa.
Porque la ilusión es el territorio de los niños o mejor dicho, los niños están embriagados de ilusión.
Quizá es que los adultos nos hemos vuelto demasiado serios y por ello tenemos que recordarnos de vez en cuando que también tenemos un alma de niño dormida en algún rincón del inconsciente, porque la ilusión significa creatividad, esperanza, maravilla, en fin, vida.
Es curioso y a la vez un tanto frustrante que de la palabra ilusión se haya derivado la de iluso. Parece que tener ilusión sea exclusivo de espíritus pobres y que para conseguir los regalos de la vida no quede más remedio que trabajar arduamente. Cuando en realidad lo que sucede es todo lo contrario. Los regalos sobrevienen cuando dejamos de luchar contra la existencia y simplemente nos dejamos llevar por ella.
Lo he repetido muchas veces a lo largo de estos encuentros cibernéticos con vosotros, pero no queda más remedio que volver a repetirlo: La vida es la que es y no la que nos gustaría que fuera. Y como la vida es la que es, muchas veces no nos queda más remedio que aceptarla, pero es que resulta que cuando aceptamos lo que sucede, sin más, los regalos empiezan a llegar a nuestras manos.
Porque la ilusión no puede ser nunca racional y eso es lo que al hombre moderno le incomoda y atormenta. Tenemos tanta fe en la racionalidad que cualquier cosa no racional nos parece bárbara o inadmisible, la desterramos de nuestra vida sin haber conseguido descubrir lo que de verdad esconde.
Pero en el germen de todo aquello que consideramos feo, absurdo o maligno está también la esencia de nosotros mismos, nuestros peores fantasmas son también nuestras mayores virtudes. Lo que se esconde en la sombra no son sólo aspectos que hemos superado, sino sobre todo, aspectos de nosotros mismos que guardan nuestro mayor tesoro.
Por eso la creatividad no puede provenir de lo racional, por eso las mayores aventuras se nos aparecen en la vigilia como demonios sin cabeza, por eso tenemos miedo a soñar y mucho peor que eso, tenemos miedo a vivir nuestros sueños.
Es cierto que cuando dejamos salir de nosotros mismos aquello que hemos reprimido anteriormente, podemos caer en el error de considerar que de pronto todos los valores que condujeron nuestra vida no tienen sentido y tampoco es eso. Pero hay un camino intermedio, un camino que nos permite vivir de verdad en consonancia con lo que somos realmente y ese camino es el de la fantasía.
Y ahora sí que no es casualidad que fantasía y fantasma provengan de la misma raíz. Yo no sé si esos seres ectoplasmáticos de los que hablan las películas de terror son o no son ciertos, sinceramente importa poco. Lo que sí es cierto es que guardamos dentro de nosotros millones, literalmente, de contenidos que de pronto, sin que haya una razón objetiva para ello, estallan en nuestra vida en forma de imágenes o símbolos. Seguro que tenéis tantos ejemplos de lo que estoy diciendo que no necesitáis ninguno más por mi parte. Si hacemos caso de esas imágenes caeremos en la cuenta de un mundo nuevo que nos habla de nuestra verdadera esencia, si decidimos hacer caso de esas imágenes que vislumbramos quizá en la frontera del sueño, viviremos una vida de ensueño, con todo lo que encierra. Si hacemos caso de los mensajes que provienen desde lo más profundo del ser, estaremos, sin lugar a dudas, inmersos en la divinidad.
Y precisamente esa inmersión en la divinidad es la fuente de la ilusión. Así que podemos decir que estar ilusionado es estar “iluminado”, es decir, llevar la luz dentro de nosotros. No quiero caer en esoterismos baratos, pero es cierto que nuestro mundo ha perdido la capacidad de soñar, como si la realidad se viera determinada por el estado afectivo de la pariente esa del Señor Riesgo. Somos, lo queramos o no, seres creativos, somos humanos, tenemos la capacidad de soñar, de reflexionar, de emocionarnos y no podemos abstraernos de ello, bajo pena de perder nuestra condición y convertirnos en animales racionales sin provecho alguno.
Pero igual que la racionalidad nos ayudó a escalar a determinado nivel, no nos conducirá más allá de donde estamos. Tenemos que atrevernos a soñar, tenemos que atrevernos a crear, tenemos que atrevernos a ser niños adultos, sin renunciar a las conquistas, pero sin dejarnos impresionar por ellas.
Tenemos que ser capaces de admirar y envidiar la mirada gozosa de un niño que ve por primera vez ese juguete tanto tiempo deseado. No como una consecuencia directa de haberlo pensado, pero sí como consecuencia de saber en lo más profundo, que en realidad todos somos uno y lo mismo. La vida se sustenta de sueños y los sueños siempre se hacen realidad. Sólo tenemos que dejarnos impresionar, sólo tenemos que decir sí a lo que venga, sólo tenemos que dejar de juzgar la realidad en buena, mala o regular.
Las cosas son lo que son y siempre, siempre, las cosas son un regalo, aunque no vengan envueltas de la manera que esperábamos
Feliz e ilusionante semana para tod@s
EDU
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