Esta es la vida en la que eliges lo que
quieres; así que si no lo estás haciendo te estás equivocando.
Hace algunas semanas salí a cenar con un
amigo con el que no tengo demasiadas ocasiones de disfrutar de momentos a
solas. Tras habernos tomado nota, y mientras esperábamos el primer plato,
comenzamos a recordar algunas anécdotas que nos hicieron romper a reír de la
forma más estrepitosa. De pronto, a los dos nos caían las lágrimas por las
mejillas y no podíamos parar. Todo el mundo nos miraba. Pero nosotros
continuábamos con esa risa tonta imparable que seguía inundando el salón de
carcajadas.
Después de un rato, tan sólo un poco más
calmados, rojos como tomates y doloridos en la zona del estómago, mi amigo dijo
algo que me dejó helada:
“Cada vez me río menos”.
Esta afirmación desató una conversación
seria que nos llevó al análisis de las vidas de ambos. Él comentaba cómo había
percibido que, a medida que cumplía años, ya no tenía tantas vivencias
desgarradoramente divertidas como en épocas pasadas. Rememoraba con añoranza
los años de adolescencia con amigos y se preguntaba si reír estaba ligado a
felicidad. ¿Era ahora más o menos feliz que antes? ¿Por qué ya no se reía
tanto?
Todas las reflexiones que hicimos juntos
aquella noche me llevaron a poderosas conclusiones sobre lo que yo,
personalmente, había vivido hasta entonces. Reflexiones acerca de mis dos
terroríficos últimos años. De lo valioso que era cada momento vivido; de su
necesidad; de la lección que sabía que debía aprender y aún no había
encontrado.
Y poco a poco me fui iluminando como la
habitación aquella de mi mente en la que había estado a oscuras y encerrada
meses atrás. El sol que hubo entrado por las rendijas de la persiana de esa
estancia imaginaria, también empezó a entrar en todo mi ser.
Entonces lo supe. Comprendí que estoy aprendiendo
a vivir. Estuve tan acostumbrada a convivir con la muerte que no fui consciente
de que hay que vivir en lugar de morir. Vivir cada día no como si fuera el
último, sino como si fuese el primero y abrieses los ojos por primera vez, con
la sorpresa y admiración de los nuevos amaneceres.
Siempre habíamos escuchado que debíamos
vivir la vida como si mañana fuese el último día. Qué haríamos si supiésemos
que vamos a morir mañana. Pero esta creencia era el error del cual debía
aprender. Porque cada día es una nueva oportunidad y no la última; un
descubrimiento y no un final.
Desde aquella noche, cada vez que suena
mi despertador pienso que hoy puede ser el día en el que consiga algo grande
para mi empresa, en el que conozca gente nueva e interesante, en el que me
encuentre con un viejo amigo. El día en el que trazar una nueva senda; elegir
un desconocido camino.
Al elegir un camino no sabemos qué
personas nos encontraremos en él, quiénes nos cambiarán la vida y a quiénes
influiremos.
(Imagen de: compartiendocamino.blogspot.com)
Así que, una jornada más no es sólo otra
oportunidad, es la posibilidad de un giro inesperado, de una permuta del
destino. Hoy podría ser el día en el que te conozca. Mañana podrá ser el día en
el que lo que hagamos juntos produzca un cambio significativo.
Yo, que tuve que pasar por la mayor de
las pruebas. Que me reinventé a mi misma para sobrevivir. Que vivencié cómo se
deshacían entre las cenizas todas las cosas que amé… había descubierto que
cuando creía que ya no me quedaba nada, aún tenía intactos mi fuerza y me
valor.
En la vida no es lo que tengas, es lo que
creas tener. Si crees que tienes una buena vida la consigues y si crees que tu
vida es pésima, lógicamente lo es.
Toda mi etapa anterior era una especie de
pérdida de tiempo en la que me pasé las horas distrayendo a mi mente para
distraer a mi corazón.
Hasta que la voz interior dijo: “métetelo
en la cabeza: serás feliz cuando empieces a querer serlo”.
Tómate la vida como el mayor de los
trabajos. Ve a por los objetivos que te propongas. Disfruta el recorrido y
cumple tus sueños. Piensa en las metas y salta los obstáculos. Algunos serán
sencillos, otros necesitarán pértiga. Agárrala y no pienses más en ello. No
lamas tus heridas porque no existen. Elimina los componentes emocionales que
creen sensaciones de vacío. Todo lo que te incomoda está demás. La vida no es
difícil, es imposible! Así que no luches contra ella, ve con ella. Sonríe;
sonríe mucho. Nada va a detenerte nunca. Es pan comido. Dí alto y con fuerza
las palabras Sí, quiero.
Si la vida me está poniendo a prueba
constantemente, ya siento que soy capaz de cualquier cosa.
El descubrimiento ha sido importante:
vivir cada día como si fuese el primero. Una máxima tan loable que quiero
compartirla. Desearía que todo el mundo lo entendiera; y que su comprensión lo
volviese sencillo.
Desearía que mi amigo sintiera que cada
día ríe más.
Desearía que todo el mundo caminase por
la calle como yo lo hago hoy. Expectante de lo que va a suceder. Como un niño
que quiere acapararlo todo. Con la sonrisa en la cara. Nerviosa. Levantando y
abriendo los ojos. Dispuesta a conocer…
CADA
P.D. A:
F, para que rías cada día más. Y a E, para que levantes y abras los ojos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario