Hacer rompecabezas es una
afición como otra cualquiera. Al igual que en muchos otros entretenimientos, sobre
todo los que exigen esfuerzo mental, hay personas más y menos perfeccionistas,
más y menos pacientes, más y menos dispuestas a dedicarle tiempo, más y menos
resolutivas y más y menos capaces de aguantar hasta el final.
Quizá, el verdadero
intríngulis de la recomposición sea precisamente el aguante. Y si éste está
sobrevalorando o no. Es decir, “aguantar”, la mera palabra “aguantar” ya suena
a que algo no va bien. Porque en sí muchas veces nos decimos “yo no tengo por
qué aguantar esto o aquello”.
¿Y si sustituimos
“aguantar” por “poder”?
Poder con todo, hay que
poder, poder hasta el final…
Aguantar es un peso; poder
es un reto.
Cuando las cosas no están
sencillas ahí fuera, debemos tender a aplicar el máximo optimismo y
dinamismo posible para recordarnos que todo es susceptible de empeorar, pero es
más agradable pensar que va mejorando.
Puede llegar un momento de
tu existencia en el que sientas que toda tu vida está en el aire. Con cierto
temor comprobarás que ya nada es seguro y que todo es, más bien, incierto. La
confianza hará aguas por doquier. La mera posibilidad absolutamente remota de
ejercer el control quedará desahuciada. Comenzarás a percibir que eres pura
fragilidad en el centro de una inmensidad en la que da igual cuánto grites
porque todo el mundo pasará de largo a tu alrededor, creando un enorme bullicio
que serás incapaz de escuchar. Todo sigue ocurriendo, pero tú ya no formas
parte de ello.
Bienvenido a la realidad.
La que se vive al día, al minuto, al segundo. La realidad en la que lo más
certero es que nada es inequívoco. La realidad en la que por fin debes aprender
que la vida es presente y, presente es ahora. La realidad que va a demostrarte
que no puedes aprovisionar el futuro y que el pasado hace mucho que quedó
atrás. La realidad en la que mirar de frente, en la que estar desnudo, en la
que llorar solo, angustiarse solo y remar solo.
Éste es el estado en el
que las cosas simplemente se dejan estar.
Perfecto. Ya estás solo.
Ya no tienes nada. Ya te has despojado hasta de ti mismo. Es el momento idóneo
para dar rienda suelta a la improvisación. Porque vivir a tope, vivir de
verdad, vivir como la propia palabra engrandece, es justamente eso; no tener
más plan que salir, tragar todo el aire que quepa, andar y reír mientras luchas
por no morir de hambre. Y no hay nada más. Sólo necesidades biológicas y
emocionales.
Más vale pájaro volando…
Más vale pájaro conocido… El refranero español ha dañado tanto la capacidad de
improvisación… que llegaste a creerte que perdías el control cuando lo que de
verdad ocurría es que nunca lo habías tenido.
Todo el mundo necesita
verse peligrar.
Pero tranquilo, ya sé que
estás cansado de oír la manida frase tienes
que rehacer tu vida. Tú ya sabes de sobra que la vida no hay que rehacerla
porque, afortunadamente, no se deshace. ¡La vida, hay que pensársela!
Puede llegar un momento de
tu existencia en el que sientas que toda tu vida está en el aire. Pero a lo
mejor es lo bonito, poder ir recomponiendo…
CADA.
A L.M.
Para que vivamos el presente, para que no perdamos la esperanza, para que
improvisemos. Gracias, compañero de viaje.
El futuro ya no es lo que era.
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