Nuestro
periplo por los pecados capitales va llegando a su fin y hoy nos toca
enfrentarnos a la ira. Claudio Naranjo nos advierte desde el
principio que aquellas personas cuyo carácter es iracundo, en
pocas ocasiones se muestran como tal, sino que lo suyo es controlar
la ira a toda costa, cualquiera que sea su manifestación. Si
durante la vida te encuentras con alguien exigente y crítico, esa
persona que está todo el día encima porque las cosas “hay que
hacerlas de este modo” y además “es mejor para todos”,
enhorabuena, has encontrado a un iracundo.
La
palabra que mejor define la ira desde el punto de vista de la
psicología de los eneatipos, que venimos desgranando un poquito, es
la de “perfeccionista”. Esto puede resultar paradójico, pero
si pensamos que la pasión básica que nos mueve a cada cual es ante
todo inconsciente, las manifestaciones que realicemos, es decir,
aquello que constituye el entramado de conductas y pensamientos que
consideramos “personalidad”, son ante todo una reacción frente a
nuestra pasión básica.
Dicho
de forma sencilla, ¿Qué es lo que motiva al iracundo por encima de
todo, y a la vez lo que más teme? La ira. Como esa ira no puedo
expresarla como tal, entonces reacciono frente a ella y me convierto
en alguien perfeccionista, que demuestro gran virtud, aunque
tenga que reprender a otros por su falta de celo en aquello que me
importa.
Tal
vez tú, querido lector, eres de estas personas que entiende que
efectivamente, las cosas hay que hacerlas de una manera y que todas
las demás están bien. Es probable que te indignes a menudo
porque el resto del universo es un poco chapucilla y nunca consiguen
hacer las cosas como a ti te gustaría, no ya porque sea tu forma
de ver las cosas, sino porque “lo lógico es así”.
Evidentemente,
esto te produce una gran soledad y un profundo sufrimiento. En
ocasiones también eres causa de sufrimiento en los otros, que al
verte tan perfecto no pueden sino sentirse culpables e indignos a tu
lado. Es importante que aprendas que “querer” no significa
que los demás tengan la obligación de hacer las cosas a tu modo. De
hecho, es absolutamente imposible que influyas en su conducta, sobre
todo con un chantaje emocional tan burdo.
No
es agradable estar todo el día sermoneando o controlando. Eso te
vuelve exigente y poco amable. Pero la vida es caos, cambio,
organísmica e incontrolable. Te gusta una cosa en cada sitio y
cada cosa en su lugar, pero hay ciertos lugares que albergan más de
una cosa y varias cosas que podrían estar en cualquier lugar, e
incluso en ninguno. Aceptemos, todos, pero tú también que la vida
es la que es y no podemos clasificarla, medirla, pesarla y si no,
entonces no es vida. Esto es lo que hace la ciencia actual con los
fenómenos, por lo que eres un gran científico, meticuloso y
concienzudo. El verdadero conocimiento, sin embargo, no se basa en
conocer lo que controlo sino en comprender y aceptar lo que no puedo
controlar.
Imagen de www.reikiare.com
El
problema, amigo, es que lo “mejor es enemigo de lo bueno”,
cuando intento buscar la perfección a menudo me quedaré en el
intento, o tendré que gastar enormes cantidades de energía para
llegar a ese punto en el que mi engrandecido “ego” me diga, está
bien, así es como hay que hacer las cosas. Somos imperfectos,
todos, tú también, en tu afán de buscar la perfección. La vida no
es ordenada, de hecho, te darás cuenta porque cualquier orden que
veas es artificial, construido por el hombre o percibido por él.
Qué
duda cabe que este afán de superación te ha hecho llegar muy
lejos en la vida. Parece hasta completamente lógico actuar así.
Has alcanzado grandes metas y has llegado mucho más lejos de lo que
pudiera parecer en un principio, de acuerdo. Pero ¿el logro de
esos objetivos te ha conducido a la felicidad? Pregúntatelo e
intenta ser sincero contigo mismo. De verdad, ¿eres feliz? A mí
particularmente me resulta complicado cuando la exigencia es tan
grande que un logro no significa nada, porque aún hay otro peldaño
que escalar, otro millón que ganar, otro escenario que conquistar.
¡Respira!
Por favor, eso también hará que pierdas un poco del aire envarado y
frío del que te rodeas. Las normas están para cumplirlas, pero una
excesiva observancia de las mismas te llevará irremediablemente a no
observar las oportunidades que se encuentran en los márgenes más
imprecisos. Allí donde no alcanza la regla, empieza la
creatividad, el descubrimiento del sí mismo más auténtico. Lo que
no podemos controlar, como el agua, lo fluido, es precisamente lo que
más vida nos aporta. No podemos controlar el agua, si la estancamos
se pudre y pierde su capacidad de dar la vida.
En
la entrada anterior hablábamos del placer y es cierto una
orientación exclusiva en él puede llegar a ser contraproducente. En
tu caso, te has pasado al polo opuesto. Y cualquier extremismo
conlleva riesgos. ¿Te imaginas una moneda de una sola cara? Sería
tan falsa como ese supuesto aire de justicia que te gastas.
El
amor, que en última instancia es lo que buscas, como lo buscamos
todos, por supuesto, no depende de lo que haces o pero aún, no
depende de cuán bien haces lo que haces. El amor, depende de la
evolución que tenga cada cual. Aquí hay una circunstancia curiosa.
Cuanto más controlamos o creemos controlar la realidad, más
planos, predecibles y superficiales nos volvemos. La profundidad es
compleja y asusta. Si el amor, como dice un amigo mío, es una
cuestión de ser más profundo, tu ímpetu en quedarte en la
superficie hace que rechaces aquello que precisamente estás buscando
por medio del control y la virtud.
Atrévete
a preguntar a ese niño que está dentro de ti, amargado y frustrado,
cómo se siente. Tranquilízalo, ya eres mayor. Ahora puedes
elegir tu vida, no hay que demostrarle nada a nadie, salvo a ti
mismo. De hecho, ni siquiera eso. Atrévete a permitirte llorar,
gritar, saltar, sentir el aire en tu rostro y en tu interior, a
través de la respiración. Permítete aceptar que la vida no es
perfecta, no debe serlo. Para cada circunstancia hay un observador y
cada observador ajusta su realidad a lo que es y lo que conoce. La
crítica y el juicio no sirven absolutamente para nada y además son
lo opuesto de la comprensión. Si te dejas llevar, descubrirás que
lo que te espera a la vuelta de la esquina no es un desastre, sino la
alegría de saber que estás justo donde necesitas estar.
Por
último, una recomendación homeopática: Arsenicum Album, te ayudará
a no tener tanta ansiedad y a poder disfrutar de este maravilloso e
imperfecto invento que denominamos Ser Humano.
Feliz
quincena para tod@s
Os
quiero
EDU
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