Hace
unos meses estaba charlando con un amigo acerca del pasado y el futuro. Esta
persona, probablemente una de las más sensatas que he conocido nunca, me dijo
que es muy fácil conocer el pasado de
uno y mucho más fácil predecir el futuro. Evidentemente, no se refería a ninguna
técnica esotérica ni se distingue por copar las madrugadas televisivas, el tema
que nos ocupaba era la tan conocida y aún más malinterpretada “ley del karma”.
En
el ambiente cultural judeo-cristiano en el que la mayoría nos desenvolvemos, es fácil asociar karma con culpabilidad,
cuando en realidad tiene mucho más que ver con la sabiduría: “Puedes ver
las consecuencias de tu pasado en tu presente y observando las causas que
estableces en el presente, puedes conocer con seguridad los efectos en el futuro”.
Dicho de otra forma, la vida no es más
que una sucesión de causas y efectos concatenados, incluso entendiendo la
vida en un significado más amplio que no sólo se circunscribe a las
manifestaciones temporales que cada cual tenga en este momento (esto tiene que
ver con la reencarnación, pero ese es otro tema).
El
caso es que el dominio consciente y
sabio de esta ley de causa-efecto es el eje sobre el que gira la ausencia de
sufrimiento en nuestra vida. En efecto, cuando dejemos de colocar semillas,
en forma de acciones perjudiciales, dejaremos de sentir los efectos de tales
acciones y por tanto, en base a los sufrimientos de hoy, podemos saber dónde
nos equivocamos en el pasado, así como intuir o conocer los que tendremos en el
futuro.
Al
leer la palabra sufrimiento, sobre todo si lo entendemos como una consecuencia,
es fácil que se nos venga a la mente esa culpabilidad con la que abría este
post, pero si cambiamos “culpa” por “responsabilidad
individual” estaremos mucho más tranquilos y además, mucho más cerca de la
enseñanza fundamental de la ley kármica.
En
efecto, el karma, que no es ni un castigo ni nada que se le parezca, sino una
forma de explicar las relaciones entre los fenómenos, nos enseña que no podemos buscar las causas de nuestro
sufrimiento lejos de nosotros, sino en nuestro interior, por lo tanto nos
anima a cambiar las circunstancias de nuestra vida desde el mismo centro de
nuestra responsabilidad: nosotros mismos. Lejos de constituir un castigo se
erige como la tabla de salvación a la que podemos aferrarnos para escapar de
nuestros viejos hábitos y manías.
Tampoco es que sea fácil,
pero al menos es algo que yo puedo hacer, aunque no lo comprenda del todo. Ante las circunstancias
adversas, puedo optar por la queja y el victimismo o puedo retomar las riendas
de mi vida y empezar a instalar las circunstancias que me lleven hasta donde
mis sueños quieran llevarme. Aquí es donde entra el factor de la sabiduría, o
la capacidad de conectar causas con efectos y poder llevar a cabo las acciones
necesarias para que se produzcan.
He
de reconoceros que la parte práctica del asunto se me resiste bastante, por lo
que voy sufriendo algunas circunstancias que sembré en el pasado por falta de
responsabilidad y sigo regando las causas para sufrir algunos problemas en el
futuro. Al menos, el asunto da para
hacer un análisis real de por dónde empezar a solucionar las cosas, en vez
de quejarse inútilmente por lo que me rodea.
La
consecuencia inmediata de la comprensión real de esta ley universal (no depende
de las creencias particulares, como la ley de la gravedad seguirá actuando
aunque no creamos en ella) es la ausencia total de miedo. Si yo soy responsable de mis circunstancias entonces desaparece
cualquier temor, porque también soy el responsable del cambio necesario. Si
puedo controlar las variables que me llevan a mis metas, podré o no ponerlas en
práctica, que es una cuestión de hábitos y aprendizaje, pero al menos estaré
seguro de que no estoy condenado una y otra vez a repetir los sinsabores del
pasado.
Os animo a revisar vuestras
creencias, especialmente las más universales, pues en ellas suele encontrarse
el germen de esas acciones
que nos atan a la rueda de sufrimientos que solemos encontrar en nuestra
andadura. La vida no sabe de generalidades, sólo nuestra cabeza es quien
establece creencias universales que nos desempoderan completamente: Cuando me
refiero a algo como siempre, todo, nunca, nadie, etc., en realidad estoy
atándome a mí mismo en el inmovilismo y la desesperación. Si empiezo a actuar de otra manera, empezaré a obtener otros resultados,
es sólo cuestión de sabiduría para encontrar el camino adecuado y de esfuerzo
para seguirlo.
Las mejores lecciones de la
vida suelen ser sencillas: recoges lo que siembras. Lo difícil es recordar lo que sembramos y
tener la sabiduría suficiente para anticipar las consecuencias de cara al
futuro. De momento, tenemos una buena guía, las personas que nos acompañan,
sobre todo aquellas que nos dicen lo que menos nos gusta oír, pues en esos
aparentes reproches se encuentra el germen de lo que más necesitamos poner en
práctica.
Os
deseo una quincena llena de sabiduría y buenas acciones
EDU
PD.-
A B. por ser la mejor guía que alguien pueda tener, aunque a veces no guste y
A. con mi mayor deseo de que estas reflexiones te ayuden a ser más feliz
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