Creo que este es uno de los mayores problemas al que todos y todas nos hemos enfrentado en alguna ocasión. Decir “NO” puede resultar una tarea muy complicada y, más aún, si entran en juego implicaciones emocionales.
Uno de los casos clásicos es aquel en el que se nos demanda un favor. Dependiendo de qué pida y quién lo pida, el favor puede volverse una pesadilla. Claro está, hay favores y favores…
No es lo mismo que nos pidan ayuda para realizar un trabajo que dominamos a que nos pidan que se lo hagamos. En esto de los favores la persona que solicita colaboración juega un papel muy importante. El mundo está lleno de abusones que no dudarán en cogerte el codo después de haberte solicitado la mano.
Hay que ser cautelosos, pues si somos especialmente predispuestos a prestar nuestras buenas intenciones, será probable que también se nos lea en la cara “este tío hace todo lo que le pidas”. Y es aquí cuando llegan los problemas. A veces estamos tan inmersos en nuestra grata actitud que llega ese punto del camino en el que hay que ser fuertes y decir “NO” por primera vez. Este paso es dificilísimo, pero una vez dado, es como si te hubiesen quitado una mochila de montañero de la espalda. Eso sí, no debemos caer en la tentación de, a partir de ese momento, decir que no a todo. Lo importante es que sigamos siendo esa desprendida persona, pero que sabe poner límites a las situaciones por las que no está dispuesto a pasar.
Sin embargo, las veces que tenemos que decir “NO” con implicaciones emocionales son muy diferentes. Ya no se trata de una actitud sino de un sentimiento. Imagino que estás pensando ahora en aquella vez que alguien quiso mantener una relación amorosa contigo y, sencillamente, no querías. ¿Cómo se dice que No al amor de alguien que te lo da sin más? ¿Cómo se rechaza a esa persona sin herirla?
Tras darle muchas vueltas a este tema he llegado a la conclusión de que no se puede. Las frases cargadas de tópico y que tanto odiamos escuchar como “No puedo estar contigo pero te quiero como amigo”, seguramente se dicen con toda la buena intención del mundo. ¿Qué podemos decir si no? No hay grandes claves para no dañar cuando lo que la otra persona quiere está lejos de lo que pretendemos darle. Mi recomendación es ser sincero. Y para ello conviene comenzar sincerándose con uno mismo. Desde luego, si hay algo peor que decir “NO” hiriendo es decir “NO” cuando en realidad SÍ se quiere pero se cree que no se puede.
Esta última situación es fatal para ambas partes. La sensación de desazón quedará perpetua en el ambiente y generará una tensión que podrá acabar con regreso a la situación primera o con la ruptura definitiva.
Si responder a la pregunta que desencadenó el título de este post es lo que más nos preocupa, cabría aquí imaginar todo tipo de situaciones en las que nos vimos o pudimos vernos implicados.
¿Cuántas veces y cómo he dicho que No? ¿Cuántas veces y cómo me han dicho que No? Seguro que al recordar esas situaciones nos viene a la memoria una sensación agridulce y alguna que otra sacudida de ridículo.
Esto me recuerda a la famosa realidad del amigo “paga-fantas” que tiene delante a una tía dispuesta a todo y dice que No porque no se atreve.
Afortunadamente, en la vida nos encontraremos más ocasiones por las que decir que SÍ de las que podrá empañarnos la palabra NO. Cada día decimos que sí a un café, sí a una llamada de teléfono, sí a un amigo, sí a una nueva situación, sí a un empleo, sí a un hobbie, sí al amor.
No digas nunca NO si eso no era lo que de verdad querías decir y no digas nunca Sí si eso no era lo que de verdad sentías…
CADA.