NUNCA ES TARDE

Me resulta enormemente curiosa la cantidad de excusas que, ocasionalmente, nos damos a nosotros mismos con tal de no aceptar un poco de incomodidad y tratar de cambiar aquellos aspectos de nuestra vida con los que no estamos del todo a gusto, aspectos que suponen un verdadero “grano emocional”, recordándonos continuamente que deberíamos empezar a hacer cosas distintas.

Una de las excusas que con mayor frecuencia vienen a nuestra mente en estos casos suele ser la de que es demasiado tarde. Me recuerda a aquel marinero que sentado todos los días en el muelle, esperaba ser contratado por algún capitán de barco. Muchos se acercaban y todos, sin excepción, recibían la misma respuesta: “No me interesa. Sólo quiero formar parte de una tripulación cuyo destino sea Singapur”. Extrañados, los capitanes volvían sobre sus pasos y buscaban manos más dispuestas a surcar otros destinos. Las horas pasaban y al atardecer, el marinero volvía a su casa con la esperanza de que al día siguiente, llegara el carguero que le pusiera rumbo a su ansiado destino, pero el nuevo amanecer llegaba y el crepúsculo le sorprendía sentado en las mismas maromas que el día anterior.
Así, esperando, fueron pasando los años hasta que un día, con el amanecer, un viejo capitán se acercó al marino: “Me han dicho que llevas aquí esperando mucho tiempo”
-         Así es, respondió el marinero.
-          ¿Y qué esperas?, preguntó, extrañado, el capitán.
-         Un barco con destino Singapur.
-         Entonces hoy debe ser tu día de suerte. Y señalando al puerto comentó: Aquel es mi barco y aquella mi tripulación. Uno de mis hombres se ha puesto enfermo y necesito alguien para reemplazarle. Mi destino es Singapur.
El marino enarcó las cejas y encogiéndose de hombros con aire distraído, respondió: “No me interesa. Ya estoy mayor para un viaje tan largo”.

Muchas veces nos comportamos como el marino del cuento, esperamos y esperamos, malgastando en ilusiones nuestras energías, para luego dejar escapar la ocasión de ver cumplidos nuestros sueños porque “somos demasiado mayores”. Entonces el juego de las excusas comienza a girar en nuestra mente, lamentamos la mala suerte y la mala vida que nos abre la puerta cuando no tenemos fuerzas para traspasarla. Sin embargo, todo esto no son más que excusas, pues por fuerte que sea nuestro deseo, las maromas de la rutina esclavizan nuestras fortalezas.

El tiempo es un invento humano y goza, sin merecerlo, de un estado inquebrantable cuando en realidad sólo tiene un valor relativo. El tiempo no tiene sentido más allá de lo que hagamos con él. Por eso, nunca es pronto para lanzarse al mar ni demasiado tarde para embarcarse en ninguna empresa.



Cualquier circunstancia de la vida nos sitúa ante la misma encrucijada, una y otra vez. Sólo nosotros tenemos la decisión última sobre nuestro destino, no existe nada ni nadie que nos impida realizar aquello que hemos soñado, al menos nada externo a nuestros miedos o indecisiones. Un revés sigue siendo la oportunidad soñada. Nos pasamos la mayor parte de nuestra vida deseando más dinero, más tiempo, un trabajo mejor, una pareja más comprensiva…Y cuando tenemos aquello que deseamos no sabemos qué hacer con ello, excepto seguir atesorándolo para echar de menos aquel tiempo pasado, que invariablemente, siempre fue mejor.

A lo largo de mi vida he conocido jubilados universitarios, octogenarios enamorados con la fuerza de un adolescente, profesionales reconocidos que un día se levantan y deciden cambiar de rumbo su carrera…No hay más límite que nuestros sueños y el valor de perseguirlos, a pesar de las circunstancias, especialmente a las que el paso del tiempo se refieren.

Siempre me ha molestado un poco ese comentario de que es tarde para empezar. Al fin y al cabo, como no sabemos dónde estaremos mañana, tampoco sabemos dónde está el principio ni el final. Cada paso es en sí mismo suficientemente importante como para atrevernos a darlo y si no lo hacemos así, no merece la pena caminar, porque no sabremos, ni siquiera, apreciar la sensación del crujir del polvo bajo nuestros pies. Cada paso tiene valor en sí mismo,, cada palabra es un torrente de emociones que desborda la mirada de quien la escucha, cada nota lleva dentro de sí la grandeza de una partitura eternamente inacabada y eternamente concluida.

El mensaje de fondo siempre es una llamada a la esperanza, la esperanza del encuentro, con nosotros mismos primero, con el otro después. Cuando abrazo el tiempo por haber perdido el miedo a perderlo para siempre, las circunstancias se relativizan, el encuentro es más genuino y cercano, la vida despliega los pétalos de ilusión de un mundo que renace y se recrea a cada instante.

Espero que me perdonéis el acceso lírico de hoy. Nunca es tarde para comenzar, nunca es tarde para cambiar, nunca es tarde para soñar, porque cada comienzo, cada cambio y cada sueño no son más que la manifestación palpable y concreta de que no hay más vida que la que tenemos ahora mismo, en este preciso instante, eternamente inacabado y eternamente concluido.

Sólo deseo que este post os ayude a reflexionar sobre esas oportunidades perdidas que siempre vuelven, porque la vida está llena de segundas oportunidades, una y otra y otra vez. Feliz semana a tod@s y un abrazo muy, muy grande.

EDU

2 comentarios:

  1. Me ha encantado... y si fuera más temprano te escribiría porqué, pero es que es muy tarde y me tengo que ir a comer... jajaja

    Bromas a parte, fantastico es el "no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy" + "nunca es tarde si la dicha es buena"!!!

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por tu comentario, efectivamente la idea es no dejarse llevar por el desánimo y hacer. A veces las circunstancias sólo necesitan la chispa de un pequeño gesto por nuestra parte para situarse en el lugar correcto, para proporcionarnos todo aquello que soñábamos, sin excusas. Un abrazo. EDU

    ResponderEliminar