DE BIEN NACIDOS ES SER AGRADECIDOS

Los pasos estivales me han llevado hasta las aguas de Levante, más cálidas y tranquilas que las Coruñesas. Anoche me acerqué hasta la playa. La arena fría, el rielar de la luna en las olas, dibujando una miríada de estrellas argentarias antes de deshacerse en una nube de espuma y volver a empezar. Uno de esos momentos líricos de los que os he hablado en alguna ocasión.

Sentado en la playa, viendo las olas aparecer y desaparecer, con impasible rutina, caí en la cuenta de una situación que aunque he apuntado en varias publicaciones anteriores, no había desarrollado suficientemente. Quizá porque no había sentido con tanta fuerza esa sensación que, en ocasiones, preocupados por los innumerables sucesos del ajetreo cotidiano, se nos escapa. La sensación de agradecimiento por el mero hecho de vivir.

(Imagen de: howtosayhowyouhear.blogspot.com)

Reconozcámoslo, la vida está llena de hitos que salpican nuestro viaje de problemas y situaciones que debemos abordar. Realmente resulta liberador sentarse un momento, dejar las preocupaciones fuera y reconocer, que por más duro que resulte nuestro caminar, tenemos muchas razones para sentirnos agradecidos, con los nuestros, con los otros, con lo bueno, con lo malo, con los logros y con las caídas, con los momentos de abandono, de soledad y con aquellos otros compartidos con los amigos, con la pareja o con nosotros mismos, sin más.

El mundo se construye a base de pequeños ladrillos de felicidad y tristeza, que se complementan y se confunden en esa estructura personal que llamamos el "Yo".

El agradecimiento es una actitud que nos ayuda a pacificar nuestra cabeza y nuestro corazón, porque lo queramos o no, cuando las cosas no suceden como uno espera o como a uno le gustaría, se producen desencuentros con nosotros mismos y con los demás, pequeñas o grandes tensiones que nos hacen renegar de nuestras decisiones, de nuestros deseos y nuestras esperanzas, cuando lo más probable sea que todos esos incovenientes forjen en nosotros las ilusiones y también las habilidades necesarias para acercarnos más a lo que realmente soñamos, a lo que realmente somos y anhelamos, aunque no siempre tengamos la conciencia de que sea así, o no siempre nos sintamos con el suficiente coraje para llevarlo a cabo.

Salir por un momento de nosotros mismos, ayuda también para cobrar mayor perspectiva del bosque, sin la agobiante sensación de los árboles que nos martirizan o nos pierden. Y cuando, elevados del día a día, contemplamos por fin el sinuoso sendero que nos valida y da coherencia, no queda más remedio que admirar el trecho recorrido.

Si lo pensamos realmente tenemos muchos motivos para dar gracias a la vida, aunque quizá esta no nos haya tratado siempre de la manera que nos hubiera gustado. Considerando que el desarrollo empieza en lo físico hasta llegar a otras facetas más sutiles de la experiencia de ser humano, podríamos usar esto como pequeña guía para hacer un "recorrido de gratitud".

No hace falta buscar un lugar tan bucólico como el que encontré yo, pero puedes reservarte unos minutos para ti mismo, un espacio donde no te molesten, hacer un poco de silencio interior y dar, sencillamente, gracias por todo aquello que tenemos. Quizá no seas ni tan alto, guapo, delgada o fuerte como te gustaría. Pero tu cuerpo, el que tienes, te permite hacer multitud de funciones, ver maravillas cada mañana, levantarte para ir a trabajar o para sentarte cómodamente. Muchas de las experiencias gratificantes que llenan nuestro día están relacionadas directa o indirectamente con el cuerpo, incluso el hecho de alimentarnos. Recuerdo aquí un comentario de un amigo que disfrutaba plenamente de su tostada con mermelada. Disfrutar estos pequeños placeres también se lo debemos a la forma de percibir los sabores, olores, colores y texturas. ¿Por qué no dar gracias simplemente por ello? Recordemos todas esas sensaciones maravillosas, no sólo externas, sino también internas y seguro que tenemos muchísimas razones para ser agradecidos.

El siguiente paso en nuestro recorrido podría ser el mental. Leer, escribir, recordar, ver una obra de arte o crearla, puede ser un motivo más que suficiente para agradecer nuestras facultades mentales. Cada dato que aprendemos, cada nueva habilidad, cada pequeño esfuerzo dedicado a un trabajo complicado... Pequeños sucesos cotidianos que nos ayudan a alcanzar nuestras metas personales y profesionales. Distintos momentos que nos brindan incalculable felicidad, aunque en el momento no sepamos descubrirlo.

Podemos también dar gracias por nuestras relaciones, por las presentes y por las pasadas. Nuestra situación social siempre es un motivo para el agradecimiento sincero y cercano. Desde las relaciones de familia, con todos sus problemas y sus desencuentros, hasta las de amistad, esos compañeros que elegimos para ayudarnos a andar. Se me vienen a la memoria multitud de personas que estaban y ya no están, por diferentes motivos, pero que han dejado su impronta en mi carácter, mi forma de ver la vida, mi actitud hacia la experiencia y quizá incluso, estas ganas de agradecerles sinceramente que por un momento estuvieran conmigo. Por supuesto, también aquellos otros que a pesar de todo siguen ahí, a tan solo un brazo de distancia, la suficiente para alargarlo, sentir su mano serena y su voz diciendo: Adelante, puedes conseguirlo, sea lo que sea.

Y hablando de relaciones... ¿qué me decís del Amor? Probablemente el sentimiento humano que más felicidad y amargura, desvelos y sentimientos encontrados nos provea... Pero también es con toda seguridad el sentimiento que hace que saquemos de nosotros mismos lo mejor que llevamos dentro por el simple hecho de sentirnos completos con la mera existencia del otro. No sé si en este momento estáis casados, divorciados, solteros o viudos, si os hayáis inmersos en una relación de varias décadas o de unos días, si aún os late el pulso acelerado por el incipiente enamoramiento o habéis podido construir una relación estable y duradera donde la complicidad y la armonía os recuerden cada día que vivís junto a la persona adecuada. En cualquiera de estos casos, aun cuando estéis inmersos en el duelo por la pérdida del ser querido, agradecer los días, meses o años compartidos es la mejor cura contra el desánimo y la rutina. Gracias simplemente porque siendo lo que eres, sin más, has tenido, hemos tenido, la inmensa fortuna de percibir cómo nuestros más altos ideales se han visto materializados, o lo siguen estando, en compañía de otra persona, que lo único que nos ha pedido es, sencillamente, lo siguiente: "Quédate conmigo un ratito más".

Yo también tengo otro motivo personal que agradecer: Que semana tras semana, desde hace ya casi un año, estés ahí, esperando y leyendo cada una de estas líneas que con más o menos fortuna, te ofrezco. Muchísimas gracias de corazón, deseando que te quedes conmigo un ratito más. Quizá sea que os quiero... a todos, tanto si nos sigues a diario como más esporádicamente. Tu tiempo y tus expectativas también hacen que intente sacar lo mejor que llevo en mí.

Un enorme abrazo para tod@s

EDU

2 comentarios:

  1. Gracias a ti, por llegar a ese rincón de nuestra alma.

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  2. Perdona por tardar en contestar...Es lo que tienen las vacaciones...No sé cómo agradecerte un comentario tan lleno de cariño así que simplemente GRACIAS y espero seguir llegando a ese rincón mucho tiempo. Un abrazo enoooorrrme. EDU

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