Mi abuela siempre ha dicho: “a quien Dios no le dio cabeza, le tuvo que dar unos buenos pies”. ¡Y menos mal! Está claro que ser despistado conlleva tener que andar de más. Ya sabéis, lo típico: que vas a la cocina y cuando llegas no te acuerdas de a por qué ibas; que sales de casa y ciando estás llegando al metro recuerdas que te has olvidado la cartera y tienes que volver; que no encuentras las zapatillas y las buscas descalzo por toda la casa; que pierdes las llaves por tercera vez y, como no tienes más juegos, acaban abriendo los bomberos la puerta… ¡Esas cosillas!
Pero sin duda, lo peor de ser una persona despistada es que pierdes cosas de las formas más estúpidas.
Un clásico es dejar algo sobre el techo del coche mientras lo abres y arrancar con ese algo encima. Un familiar mío es experto en destrozar teléfonos móviles con este sistema; aunque a mí me gusta un poco más ponerlo sobre el salpicadero y tomar una curva con las ventanillas bajadas. No hay mejor técnica para hacer “volar” un aparato de esos, sobre todo si ya llevabas tiempo pensando en renovarlo.
En una ocasión, alguien me contó que iban cuatro amigos en un coche y la conductora había olvidado sobre el techo su propia tarta de cumpleaños. Ninguno de los otros tres ocupantes se lo hizo notar, a pesar de que lo sabían, porque la situación les parecía divertida. Lo increíble es que anduvieron por toda la ciudad y la tarta no se caía.
De pronto, al arrancar en un semáforo, ocurrió lo menos esperado. La tarta se escurrió poco a poco por el cristal delantero pringando toda la luna de chocolate.
Eso sí: ¡Hasta para perder cosas hay que ser original! En mi pasada ruta por Estados Unidos perdí la parte de arriba de un pijama en un hotel y, a la noche siguiente, la parte de debajo en otro hotel. Resultado final: un tercer hotel sin pijama.
No cabe el menor atisbo de duda de que la peor pérdida es a uno mismo. Hay gente especializada en la desorientación. Una vez, una amiga vino a visitarme y de camino a mi casa se perdió. Me llamó por teléfono para que le diera indicaciones desde el sitio en el que se encontraba. Cuando le pregunté dónde estaba contestó: “Aquí pone panadería”. Ah! Genial! Con esos datos, en Madrid, ya sé exactamente dónde puedes estar…
(Imagen de: imaginandomiimagen.blogspot.com)
Mejor pensado, sí hay algo peor que perderse a uno mismo y ese algo es perder a otro. Como aquel conocido que estaba a cargo de su anciano padre y se le perdió en la calle…
Perder objetos puede resultar más o menos costoso o, incluso, muy importante, pero lo mejor que puede hacerse es perderlos con dignidad. De lo contrario, nunca se superará tal pérdida.
Si lo que perdiste en su día no podrá ser reemplazado nunca, te quedan dos caminos:
- Conservar lo único que no puedes perder: su recuerdo.
- Aprender a olvidar todo lo material y tratar de mantener lo que de verdad vale la pena.
Un objeto, aunque te recuerde a alguien especial, no es ese alguien. Todos podemos vivir con menos cosas y con más evocaciones. Todos podemos menguar nuestras posesiones y aumentar nuestros recuerdos.
Los objetos dicen quiénes somos porque son parte de nosotros. Cambiarlos de vez en cuando ayudará a renovarnos.
En todo caso, siempre te quedará el consuelo de que todos los genios somos despistados. No te preocupes por ser despistado, por perder cosas sin importancia continuamente. No analices aquello que perdiste y piensa en lo que conservas cada día…
CADA.
Muy Bueno CADA... la verdad es que suelo tener suerte y aunque pierdo muchas cosas al final las acabo encontrando... pero si que es cierto que la mejor forma de renovar algo es perdiendolo y olvidar que lo has perdido... ¿quien no se ha comprado dos cosas iguales habiendo olvidado que ya lo tenías?
ResponderEliminarMientras no pierdas ambas... JAJAJAJA.
ResponderEliminarUn Abrazo,
CADA
lo péor de ser despistado es perderte en los lugares o las casas de las personas pero al final todo se toma a la ligera
ResponderEliminarJAJAJAJA
ResponderEliminarMientras acabes encontrando la salida...
CADA