Se supone que la palabra escrita es uno de los avances más grandes de nuestra historia. De hecho, marca el inicio de ésta. Su existencia nos ha supuesto grandes ventajas cada vez mayores. Pero todo esto, sólo se supone. Si lo piensas bien, desde que apareció en tu vida no ha hecho más que traerte problemas.
La primera vez, fue cuando empezabas a escribir y la profe te decía constantemente: “Mal. Coge bien el lápiz. No aprietes tanto. Estás ensuciando el papel”. Era aún más humillante cuando agarraba la goma de borrar y eliminaba líneas sin piedad y te mandaba repetir. Pero, vamos a ver: ¿no dicen los grafólogos que el formato de escritura es único y denota la personalidad de cada uno? Entonces, ¿qué pasa? ¿No te gusta cómo soy?
Como si esto no hubiese sido suficientemente trágico, parecía que el paso de lápiz a bolígrafo no iba a producirse nunca. Todos tus compañeros ya escribían con boli y tú seguías con el lápiz; seguramente porque a la profesora seguía sin gustarle tu personalidad…
En vista de que no avanzabas con el tema de la disgrafía, decidieron que rellenases cuadernillos de escritura. Sí, de esos que todos tenemos el nombre del tío que los inventó en mente…
Tras una vida escolar marcada por las dificultades con tu cuaderno, llega la selectividad y te limitan el espacio del papel. No, si ahora va a resultar que tengo que hacer letra de pulga para expresar lo que sé!!
¡Menos mal que llegó la universidad! Apuntes en folios y con cualquier letruja. Ahora sí podías ser tú mismo. Claro, hasta que un compi te demandaba los apuntes. Eso sí, te los pedía sólo una vez. Nadie se atrevía a repetir.
Pero todo esto, sólo es una introducción, para llegar al quid de la cuestión: la palabra escrita dificulta el entendimiento humano.
Si en una conversación habitual, ya nos cuesta entendernos, ni qué decir cuando se trata de Mail, MSN, SMS, WhatsApp o cualquier vía que utilicemos. Hay mil razones para malinterpretarse cada día con diferentes personas y por distintas cuestiones.
En el trabajo, por ejemplo, cuando el cliente te llama para decirte que lleva dos semanas esperando que le contestes al mail. (Sí, ese que no has recibido o que se fue a la carpeta de virus y ni te enteraste). Y ni qué decir si las relaciones son internacionales. Los dejes del idioma provocan confusiones de grandes dimensiones. Yo misma, ahora, no sé si me han dado el visto bueno o no a un proyecto y es sólo un problema de interpretación con el mail que he recibido al respecto.
Pero las peores aclaraciones, como siempre, son con las personas del entorno inmediato. Cuando entras en la dinámica de mensaje que viene y va se lía la madeja y no hay forma de desenredar esos asuntos.
La dificultad está en la entonación. Ya sabes eso que comentan de: “No es lo que dices, es cómo lo dices”. Pues ese es exactamente el problema; por escrito no hay un cómo. Así que cada cual interpreta según lo que cree. Este conflicto, en ocasiones me saca de mis casillas.
Seguramente, todos tenemos la experiencia de malinterpretaciones de este tipo. Algunas, incluso cómicas. Por ejemplo, la vez aquella que le mandé un SMS subido de tono a un tío mío en lugar de mandárselo a un amigo. O esa ocasión en la que recibí un SMS invitándome a una fiesta, de un completo desconocido. A la media hora, me preguntaba por qué no contestaba; veinte minutos más tarde insistía en dónde me había metido; quince minutos después me agobiaba diciendo que ya estaban todos en la fiesta y que a qué hora pensaba llegar. A los diez minutos, me metí en la ducha. ¡Con tanta insistencia iba a tener que ir!
Actualmente hay varias vías de solución al problema. La primera debería ser sencilla y lógica: USA EL TELÉFONO Y HÁBLAME. Ya… pero el SMS es más cómodo. Tú lo envías y ya te contestará cuando le venga bien. Así nunca se molesta. Es rápido, barato…
Desde luego, hay personas que no están dispuestas a mantener conversaciones escritas con amigos porque ya se han escaldado de todo tipo de situaciones incómodas que éstas les han creado.
Las compañías dedicadas a mejorar estas conversaciones se han dado cuenta del problema de dotar de entonación al discurso y han incorporado la posibilidad de iconos a sus mensajes escritos. Esto ayuda, pero no es la panacea.
De todas formas, y para ser sincera, a mí me gusta la palabra escrita. Además de permitirte decir todo aquello que te costaría afrontar en persona, da la posibilidad de mantener un discurso fluido y sin interrupciones, que pueda estar cargado de sentimentalismo si así se desea. La palabra escrita perdura en el tiempo y posibilita la rememoración.
Llegados a este punto, lo único que puedo terminar por decir es que, en ocasiones, debemos medir enormemente lo que escribimos, pero otras, leer aquello que esperábamos escuchar desde hacía tiempo puede producirnos una satisfacción inmensa.
Ya sabes aquello de: “una imagen vale más que mil palabras”; pero, quizá no, si son escritas…
CADA.
Me ha venido a la cabeza un poema:
ResponderEliminarPienso mesa y digo silla,
compro pan y me lo dejo,
lo que aprendo se me olvida
(Gloria Fuertes)
El recuerdo ¿es algo que se tiene o que se ha olvidado?
ResponderEliminarSi se tiene, no se te ha olvidado. Mejor tener que desear. Mejor no saber que desesperar.
ResponderEliminarCADA