Salir del cascarón, por complejo que pueda resultarnos, es mucho más sencillo que vivir en punto muerto.
Aunque la experiencia de acomodarse a una situación pueda ser fascinante, verdaderamente es un asco. Al final, estar acomodado es lo más incómodo que existe. En realidad, la acomodación no es otra cosa que el acople a otra persona que no soy yo, a otro empleo que no es el que desearía, a una vivienda que no es mi ideal… en definitiva, a una vida que no es la que quiero, pero que ya estoy inmerso en ella. Es la gran diferencia entre estar acomodado y estar realmente cómodo.
En una vida de acomodación uno transita fuera de si. Camina entre nubes, como si estuviese flotando, porque está empezando a ser alguien que no es por tanto intentar la estúpida adaptación a una condición que aborrece.
Me río a carcajadas con el tópico lo importante es vivir feliz con lo que se tiene. La maldita frase encierra un “deberías conformarte con tu insignificante vida porque no puedes aspirar a más”. Pero, ¿qué te pasa? ¿Acaso no tienes objetivos? ¿Sueños? ¿Ilusiones?
Satisfecho y realizado por entero no se debiera estar nunca. La plenitud no existe. De verdad, no te engañes; no existe.
Si te encanta tu trabajo, con tu sueldo te sobra, tu mejor amigo es genial, tu pareja es maravillosa, etc, y te levantas cada mañana para mirarte al espejo y decirte a ti mismo: “hey! Tienes una vida perfecta”… empieza a preocuparte. El comienzo de vivir en punto muerto es creer que lo tienes todo en la vida. En ausencia de deseos el conformismo nos invade y, una vez que éste llama a tu puerta, será muy difícil sacarlo de tu hogar.
Poco a poco te irás desencantando. Tu trabajo se volverá rutinario, el sueldo no será tan importante, tu mejor amigo te parecerá demasiado ocupado, la chispa que encendía tu pareja dejará de brillar… Y vuelta al punto muerto. La horrible sensación de vacío interior se ha apoderado de ti. Te levantarás cada mañana para mirarte al espejo y decirte a ti mismo: “hey! ¿Qué te pasa? Lo tienes todo en la vida, no tienes derecho a ser infeliz”. Pero lo cierto es que lo eres. Lo eres más que nadie y ni siquiera sabes por qué.
Calma. Sólo hay una cosa que puede hacerse: ser valiente y romper con todo.
A veces necesitamos gritar para que los que están lejos puedan escucharnos. Llega el día en el que todo ser humano ansía sentirse vinculado, de alguna manera, a la vida. El sentido de pertenecer a algo, de que cualquier ideal sea propio. Pero no sé por qué extraña razón, cuando uno encuentra su momento nadie lo entiende.
Con la suficiente fortaleza interior se acaba siendo capaz de barrer con todo. De pronto te sorprendes a ti mismo diciéndote que, de momento, eres lo más importante.
La vida puede ser una jungla excesivamente frondosa.
No volver sobre los propios pasos es el reto del día a día. Pero nadie dijo nunca que fuera fácil. El instante es de seguridad en uno mismo, pero al unísono, de debilidad absoluta. Cualquier leve movimiento podrá desembocar en otro terremoto. De nuevo te atrapas entre las mismas cuatro paredes. Has hecho todos los cambios exteriores que estaban por hacer y tu interior comenzaba a comprender y encajar lo que pasaba por ahí fuera; sin embargo, algo no funciona. La caja de zapatos en la que te encerraste sigue intacta. Es como si no hubieses hecho nada. Meses de sobreesfuerzo y todo persiste en la misma ubicación. Todo, menos un elemento: no estás en disposición de volver a sentirte mal por nada.
¿Cómo se sale de esa maldita habitación? ¿Cómo se deja de estar atrapado?
Cuando ya has dado los pasos necesarios y tú interior está en paz, sólo queda una cosa por hacer: esperar a que el resto del mundo lo entienda…
CADA.
Hola "Felicidades".. todo es fascinante, he quedado embobada con esta redacción.. hay tanto que aprender.. saludos!!
ResponderEliminarEstimada Delicia del Alma,
ResponderEliminarGracias por tu precioso comentario. Anima a seguir!!
CADA.