MOTIVAR AL CLAUSTRO

La enseñanza presupone el optimismo tal como la natación exige un medio líquido. Quien no quiere mojarse debe abandonar la natación; quien sienta repuganancia ante el optimismo, que deje la enseñanza. (Fernando Savater).

El motor de todas nuestras acciones es la motivación. La fuente que inspira la motivación puede ser diferente en cada caso: el salario, el amor propio, la auto-realización personal, etc.

La profesión docente está estrechamente relacionada con la motivación porque en esta tarea no basta con ir a trabajar. Uno podría odiar tener que ser administrativo y se sentaría cada día de su vida en su silla, delante del ordenador, completamente asqueado. Sería terrible darle a la tecla sin más. Pero ese mismo ser, transpolado a la escuela, no sobreviviría ni un solo día. Un profesor completamente desmotivado estaría en su aula pegando bandazos. Todo iría y vendría sin más sobre él y le comería por entero.

Hace falta un don para ser maestro. Y ese no es otro que el don que todos llevamos dentro: QUERER. (Querer hacer)

Desear hacer algo desde lo más profundo de cada uno. Desearlo con autenticidad.


 Es muy curioso observar cómo es la trayectoria laboral del docente desde que entra por primera vez en el aula, recién salido de la facultad y a lo largo de los años. Al parecer todo el mundo coincide en el hecho de la ilusión por enseñar que tuvo al principio. Todos hablan de cómo les gustaba la infancia y lo bello que era formar parte de un proyecto tan enorme: “ayuda a construir a las personas por dentro”.

La verdadera tristeza está en pensar por qué el docente, con toda la fuerza que tenía, se fue desilusionando poco a poco, se fue consumiendo y se convirtió 15 o 20 años después en un ser incapaz de influir, incapaz de motivar, incapaz de enseñar y, lo que es mucho peor, incapaz de sentirse bien consigo mismo.

En esta profesión muchas personas se pierden por el camino. La mayor parte del fracaso es achacable a un sistema que ni funciona ni satisface a nadie.
Existen debilidades que nos hacen perder la motivación. Algunas son externas al equipo docente, como los malos resultados académicos, otras son internas, como la falta de comunicación entre educadores. El conjunto de debilidades pretende impedirnos avanzar. Sin embargo, debemos ser capaces de hacer explícito aquello que hacemos bien y de solucionar lo que hacemos mal.

Los profesionales que consiguen mantener la ilusión, pese a las circunstancias, se deben a su propio deseo de automotivarse.

El aficionado hace bien las cosas cuando está de buen humor. El profesional trabaja bien independientemente de las circunstancias. (Ribeiro, 2000).

Muchos docentes pecan de autoestima baja. Pero, no mucha gente se expondría al reto de mostrar su forma de ser, todos los días, ante la atenta mirada de un grupo.

Para ser capaces de seducir como profesores, los primeros que debemos ser capaces de sentirnos seducidos por la vida somos nosotros mismos.

Pocos profesionales tienen la suerte de ser escuchados y de ser modelo de referencia durante cinco días a la semana, nueve meses al año.

La educación responde a una motivación. Hay que trabajar sobre la motivación, tanto del alumnado como del profesorado.

Y esta es la clave del éxito de un equipo docente sólido: la capacidad para motivar a ese equipo.

En realidad, en el fondo de todo maestro, subyace esa persona que emprendió aquel bello proyecto con ilusión. Hoy, quizá, sólo hay que recordar a esa persona las motivaciones que tuvo entonces y rescatarlas. Porque el docente es ese valiente capaz de construir hasta con las peores herramientas y condiciones. Porque tan sólo él nació para ser arquitecto humano.

Hay dos hechos inherentes a la motivación del maestro que son absolutamente cruciales. El primero de ellos es el que tiene que ver con sus actos. La acción del maestro repercute directamente sobre personas. No cabe duda de que el profesor motivado trabajará con una actitud diferente. Algo que sus alumnos y él mismo agradecerán cada día. La otra cara de la moneda es la que tiene que ver con el equipo docente, la que atañe a todo el claustro. Si un centro educativo quiere llevar a la práctica un nuevo proyecto, el ideal de trabajo será un equipo unido.

El equipo directivo juega un papel vital en la motivación del equipo docente. Motivar al claustro es un ten con ten donde parte de la negociación está en la facilitación del trabajo de todos los miembros. Debemos enseñar a ver lo que le conviene al barco para mantenerse a flote. Y esa flotación no debe ser obligada, debe ser consensuada. La enseñanza es uno de los pocos bienes comunes a toda la humanidad. Algo tan bueno, no debería generar discordias.

Sabemos que aún no existe el mundo que queremos. Pero tenemos el deber de soñarlo para no olvidar lo necesario que es que nos empeñemos todos y cada uno de nosotros en que exista. (Bazarra et al, 2004).

El objetivo principal de un centro debe ser conseguir que sus profesores sean felices. El camino que separa al docente de los alumnos se recorre con un desempeño máximo del potencial.

Para aquellos que creemos en un proceso de enseñanza – aprendizaje con pilares anclados en la felicidad, el ideal de centro resulta casi sencillo y tangible. Los niños y las niñas vienen a la escuela a ser felices. Los maestros y maestras también deben venir a la escuela a ser felices.

Bajo estas líneas, una recomendación a un vídeo ilustrativo de estos aspectos…

(…) Sólo tengo mis sueños; he extendido mis sueños bajo tus pies; pisa suavemente, pues pisas mis sueños. Cada día, en todas partes, nuestros niños extienden sus sueños bajo nuestros pies, y debemos pisar suavemente. (Sir Ken Robinson, Bring on the learning revolution).




(Espero que este año, 2013, podamos debatir más en profundidad este tema en nuestro II Congreso Escuela Eficaz. Para los que ya nos conocéis y para el resto, podéis seguir informados en: www.formacionenlanube.com. Todas las sugerencias serán bienvenidas)


Beatriz De La Riva
Dir. Escuela Eficaz

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