Esta semana me
apetece volver a un tema antiguo, el de esas actitudes que en mayor o menor medida a todos nos impiden ser realmente
felices y una de esas actitudes es precisamente nuestra capacidad para
convertir nuestra vida (y la de los que nos rodean) en auténticas pesadillas.
En mis últimas
entradas he tratado el tema de los sueños, pero al igual que nuestros sueños
esconden a veces nuestros miedos más ocultos, también podemos construir nuestra realidad en base a las más disparatadas
pesadillas. Y así, cuando genero pesadillas a mi alrededor, no soy capaz
sino de ver la maldad en todo lo que me rodea.
De nuevo, si considero que todo el mundo desea mi mal
o incluso conspira para provocarlo, quizá tenga que empezar a pensar qué tipo
de realidad estoy construyendo con mis pensamientos. No quiero decir que no
haya parte de maldad en el mundo, ya sabemos que todo tiene su opuesto. Pero la
posibilidad es una cosa, la elección es otra bien distinta y hay personas que
eligen constantemente convertir en una película de terror su existencia.
Sin entrar en
diagnósticos psiquiátricos, seguro que a
todos se nos viene a la cabeza situaciones o épocas en nuestra vida donde
parecía que el Universo conspiraba no para alcanzar los sueños, que dice
Coelho, sino para arremeter constantemente contra ellos. También conocemos
a personas que maquinan todo el día para ver cómo pueden perjudicar al prójimo
un poquito más.
Estas personas (o
mejor dicho, estas situaciones) se definen por vivir en un continuo estado de ansiedad, buscando siempre defenderse de ataques
posibles, generando guerras preventivas y haciendo que la convivencia con
ellos sea una especie de batalla en la que sólo uno puede quedar en pie. En el
trabajo, en la pareja, incluso en el bar tomando un café…
Generar pesadillas
es una tentación muy fuerte para todos, al fin y al cabo es mucho más fácil pensar en la vida reactivamente, considerando
que tengo que responder constantemente a las agresiones de un medio hostil.
Como la realidad es el reflejo de mi propia situación mental, no tengo otra que
ver enemigos por todos lados y entonces la elección es clara: O tú o yo. Aunque
a nadie nos gusta enfrentarnos con este tipo de personaje y a pesar de su
aparente omnipotencia, en realidad estos hacedores de pesadillas son seres
frágiles y altamente peligrosos.
Los hacedores de pesadillas son ese
nubarrón de las tardes de verano,
una sombra de remordimiento y rencor constante que parece ahogar hasta la luz
más profunda. Pero no podemos dejarnos engañar, la oscuridad, como el frío, no
tiene entidad física propia, sólo se definen por la ausencia de su opuesto.
Estar sumido en una pesadilla continua es
lo mismo que reflejar la inmensa fragilidad de quien soy, o me creo ser. Porque nadie que se considere
invulnerable puede realmente dañar a nadie. ¿Si nadie me puede atacar por qué
iba a defenderme?
Las personas con más miedo son las personas
con menor autoestima, por eso cualquier situación puede convertirse en una
terrible amenaza, por eso
el miedo se refleja en pesadillas horribles donde los peores monstruos son
siempre una creación de nuestra propia mente, como nos recuerda el famoso
grabado de Goya.
Lo peor de estos hacedores de negrura y
frustración es que es muy fácil dejarse llevar por ellos, en el momento en el que parece que pueden
causarte daño, estás bailando al son de su insondable terror y entonces la
pesadilla empieza a ser una realidad también para ti.
Pero de la misma
manera que esas pesadillas no son más que una terrible condena personal, la única forma de responder ante ellas es
simplemente reconocer que no hay nada de lo que tenga que defenderme, no hay
nada que pueda hacerme daño, no hay nada que requiera el esfuerzo supremo
de anticiparme a tus maquiavélicas artimañas.
No puedes hacerme
daño, de hecho, tramando contra mí lo único que haces es hacerte daño a ti
mismo, de una manera tremenda y literalmente real.
Una vez más, tú
eliges. Sí. El mundo puede ser una gran
pesadilla. Pero realmente es una gran caja de pruebas en blanco, donde podemos
cumplir los más hermosos de nuestros sueños o dejarnos arrastrar al pánico
de nuestras más oscuras pesadillas. Es una elección, constante, irrenunciable.
Siempre estamos eligiendo y siempre estamos percibiendo la fuerza de nuestras
elecciones. Realmente somos seres con mucho poder, poder para crear, poder para
vivir en el mundo que literalmente nos de la gana.
Yo renuncio para siempre a las pesadillas, renuncio a defenderme de ti, porque no
tienes la capacidad de hacerme daño. Siento que creas que puedes llegar a
afectarme de alguna manera. Te perdono
por pensarlo. Gracias por hacerme
ver la inmensa suerte que tengo, la inmensa capacidad de creación que esconde
cada una de mis decisiones. Te quiero
porque tú también tienes esa capacidad, aunque hayas decidido convertirla en la
más oscura de las sombras de tu mente. Debajo de esa sombra, siempre estará la
luz.
Feliz y luminosa
semana para tod@s
EDU
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