Gracias a todos los que hacéis posible que sigamos manteniendo la ilusión por compartir nuestras reflexiones, experiencias y sensaciones en el blog. Nos gustaría que esta experiencia fuera más interactiva y enriquecedora tanto para nosotros como para vosotros.
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UN ABRAZO FUERTE A TODOS
EDU Y CADA
TRANSICIONES VITALES (II): VENTANAS ABIERTAS
Lo prometido es deuda…Si el otro día escribía sobre la necesidad de cerrar las puertas que quedan atrás, hoy nos toca escribir sobre la maravillosa experiencia de abrirlas.
Tengo un amigo que me respondería que su problema no es abrir puertas, sino encontrar puertas para abrir. Y he aquí el primer consejo, la vida está cuajada de segundas, terceras, cuartas…oportunidades. Conclusión: No tengas prisa. No podemos hacer que una planta crezca más deprisa por el mero hecho de tirar del tallo, pero si cuidamos de ella, la regamos, abonamos y hacemos que tenga la necesaria luz, un día, quizá cuando menos te lo esperas, nos sorprenderá con una hermosa flor.
Más allá de la metáfora botánica, el día a día está lleno de ocasiones para cuidarnos a nosotros mismos, que es de lo que se trata. Si estamos a gusto en nuestro cuerpo y nuestra mente al final somos como un imán que atrae las personas y situaciones que soñamos. Ojos abiertos y corazón despierto. Nunca sabemos donde puede estar aquello que tanto anhelamos o como la situación actual puede ayudarnos a conseguir nuestras más ambiciosas metas.
Un error frecuente de las personas que cierran una puerta y que por lo tanto deben abrir otras, es enrocarse en los hábitos creados y mantenidos de la anterior situación. Como suele decirse, a rey muerto, rey puesto. Traducido al tema que nos ocupa, quiere decir que debemos buscar nuevas rutinas, conquistar nuevos espacios, saludar nuevos amaneceres. Quizá sea el momento de ir al cine para ver esas películas que antes no veías, en la cola del cine habrá cientos de personas con algo en común. Puede ser la ocasión para retomar esa afición olvidada, tal como escribir, tocar la guitarra o simplemente acercarse al gimnasio. Frecuentar espacios donde hay gente con aficiones parecidas puede ser la mejor oportunidad para conocer personas afines y en cualquier caso, siempre será divertido.
La misma prisa que nos embriaga habitualmente puede ser nuestra peor consejera. Muchas veces conocemos una persona interesante, una empresa motivadora o un lugar que nos atrae y empezamos a querer tener organizada nuestra vida a la voz de ya. Vivir en un mundo marcado y dominado por el tiempo y los horarios no ayuda demasiado. Pretendemos continuar la falacia de que podemos controlar todos y cada uno de los aspectos que nos influyen, lo cual es radicalmente falso. Por eso enseguida hacemos planes y pensamos que podemos estar ante nuestra media naranja, la empresa de mis sueños o la ciudad que me verá morir. Dejemos que el mundo se vaya desplegando ante nosotros, como la flor de nuestro ejemplo. Permitamos que la vida sea vida, sin imponerle las cortapisas de nuestros miedos.
Precisamente el miedo es otro de los obstáculos que nos impiden abrir las ventanas del alma y que pueda entrar a raudales el renovado aire de nuestra existencia. El miedo es un animal feroz que adopta muchas caras. Durante las transiciones la cara suele ser la del miedo al fracaso. Muchas veces una ruptura (no sólo las sentimentales, se entiende) nos deja la sensación de que hemos fracasado, que nuestros sueños no se han cumplido y que hemos decepcionado a las personas que nos aprecian (si hemos seguido algunos de nuestros consejos sobre cómo cerrar puertas, estas sensaciones pueden ser menos intensas). Por eso, tememos volver a cometer los mismos errores, preferimos quedarnos agarrados a lo conocido, porque la marca del clavo ardiendo resulta más llevadera que el abismo a nuestros pies. Sin embargo el abismo es exclusivamente visual, si conseguimos hacer acopio de las fuerzas necesarias para abrir la mano, descubriremos que la pared está llena de salientes maravillosos, que nos llevarán sanos y salvos hasta el lecho del acantilado.
Detengámonos un momento para observar el estado de la cuestión: ayer éramos una persona probablemente triste, que estaba despidiéndose de una determinada situación, aferrada a rutinas cómodas pero que no nos hacían felices, con cierta sensación de sentirnos atrapados en nuestra propia vida. Hoy somos una persona con ilusiones renovadas, estableciendo rutinas y procesos que nos hacen sentirnos más a gusto, una persona que disfruta de las cosas según vienen sin tratar de decidir demasiado pronto cuál es el paso de mañana, una persona sin miedo a caer, puesto que sabe que puede volver a levantarse, aprendiendo del tropiezo…No está mal para empezar.
En esta situación de búsqueda e integración, es mucho más fácil resultar más atractivo e influyente, ya estemos hablando de una relación o de una entrevista de trabajo. Un día conoceremos esa persona que nos haga vibrar de una manera especial, sentiremos la melodía del universo resonando en las cuerdas de nuestra propia coherencia, responderemos con la alegría verdadera y sincera de quien sabe de dónde viene, a dónde va y por dónde quiere caminar. Estableceremos nuestros propios sueños y seremos responsables de nuestros propios pasos.
Si hace un momento hablábamos del miedo, no podía cerrar este post sin recomendaros que os atreváis a soñar, puesto que el sueño es el mejor antídoto para acabar con la pereza. No importa cuán alto soñemos, atrevámonos a subir al cielo, siempre y cuando dibujemos con los ojos de la mente los peldaños que nos impulsen. En cierta ocasión, precisamente durante unas de mis etapas de transición, me dieron un consejo que suele ayudarme a soñar, era el siguiente: “Un río ancho puede cruzarse por un puente, pero los ladrillos hay que ponerlos poco a poco”. No sabemos si terminaremos cruzando, pero si disfrutamos de cada uno de los ladrillos que ponemos, quizá nos sorprendamos en mitad del río, satisfechos y orgullosos del camino recorrido.
La vida está llena de oportunidades, encontrarlas es cuestión de tiempo, disfrutarlas es cuestión de ciencia. Espero que os dejéis empapar con toda la fuerza de la existencia, sin prejuicios, sin reservas, sin miedos ni frustraciones. La cabeza alta y el pecho henchido de orgullo por uno mismo son el mejor tratamiento ante los reveses de la vida, puesto que como las meigas, es indudable que haberlos, háylos, más vale saber efrentálos.
EDU
PD.- La foto está publicada en tepuedodecirunacosa.blogspot.com (extraída de Google).
¿ES VERDAD QUE LA TIERRA ESTÁ INCLINADA POR EL EJE?
Esta mañana venía pensando acerca de un tema típico, casi clásico, de controvertido debate continuo: los engaños a los que se nos somete desde nuestra más tierna infancia. Y no me estoy refieriendo a los clásicos como Papá Noel y ese tipo de cosas, quiero incidir sobre manipulaciones reales que sufrimos cada día. Es bien sabido que los medios de comunicación nos vapulean a su antojo y que según cómo, quién y cuándo se cuente la noticia así será la misma. En definitiva, la política, los mass media , la educación y la historia son los grandes utilizados para mover a la población hacia una idea u otra según nos convenga en cada caso.
Otras materias son difíciles de manejar en ese sentido, pero ¿realmente lo son? Pensemos en la Geografía. Parece claro que las cosas están situadas donde están y no podemos decir nada en contra de esto. Ah!! Pero es que resulta que desde La Antigüedad la geografía ha cambiado según nuestros conocimientos del mundo avanzaban. Y, según esto, también puede manipularse para hacernos creer algo que, en realidad, desconocemos. Si lo dice el libro... será verdad... Y ahora viene la paradoja, ¿os acordáis cuando estudiábamos Geografía en los primeros cursos de la escuela? Nos decían que el planeta Tierra es una esfera un poco inclinada por el eje. ¿INCLINADA? Pero si es una esfera!!! ¿Cómo se inclina una esfera? Vamos a pensar en un ejemplo tangible para todos. Un balón de fúbol. Ponemos el balón en el suelo y lo coloquemos como lo coloquemos no hay forma de inclinarlo. ¿Cómo va a estar inclinado si es redondo? ¡Ah, ya sé! ¡Inclinado con respecto a algo! Por ejemplo con respecto al logotipo de la marca. Porque claro, con respecto al jugador no puede estar inclinado... Pues entonces, ya podemos concluir algo. La Tierra no puede estar inclinada en relación al sol, en todo caso estará inclinada en relación a su dibujo; es decir, en relación a algunos de sus países. Esta puede ser una manipulación. ¿Nos interesa que esté inclinada en relación a un país concreto? Pero esperad, ahora que me doy cuenta, también nos decían que La Tierra está un poco achatada por los polos. ¿Os acordáis de esto también? Si está achatada la cosa cambia. ¿Qué clase de balón es este? Como poco está pinchado... Quizá esta extraña forma y posición explique por qué somos como somos...
Ironías y bromas a parte (voy a dejarlo antes de que alguno de nuestros seguidores me tome en serio y empiece a "desmontarme la teoría sarcástica que he propuesto") vamos a acercarnos más a uno de los debates constantes y que ya he dejado entrever: el por qué de cada ser. ¿Por qué soy así y no de otra manera? Y no quiero entrar en la clásica disputa genética ni fisiológica. Quiero que nos miremos por dentro y nos preguntemos a nosotros mismos por qué no cambiamos nuestra forma de ser cuando nos lo estamos pidiendo a gritos a nosostros mismos.
Yo, por ejemplo, me levanto un montón de veces preguntándome por qué ciertas cosas que me gustarían que sucediesen, simplemente, no pueden ser. Por qué algo que parece estar al alcance de mis manos no voy a tocarlo nunca. Alguien me dijo hace poco que, en ocasiones, parezco resignada. Esto me ha dado mucho que pensar porque creo que la resignación termina algún día, necesariamente, en frustración. Imaginad por ejemplo a esa persona que ha aceptado su condición, lo que le ha tocado vivir y pasa así el resto de su vida, sin hacer nada, sin provocar cambios. Se ha sometido a una vida frustrante, a algo que no quería pero que se encontró y aceptó. El hecho de no hacer nada por el cambio también es un tipo de decisión. Uno puede decirse a sí mismo "he decidido quedarme como estoy". Claro que no es una buena idea, pero sigue siendo una decisión personal. Algunos comentan que siempre hay una luz al final del camino y que se puede vivir con la esperanza de que alcanzar lo que estamos a punto de rozar con los dedos es una ilusión que puede mantenernos vivos. La pregunta es cuánto tiempo. Cuánto se puede sobrellevar esa situación de eperanza. ¿Crees que ya han pasado demasiados años? ¿Piensas que estás idealizando excesivamente todo y que te falta realismo?
Hoy me han dado algunas claves. PRAGMATISMO. Las personas que vemos las cosas con exceso de pragmatismo no vamos a encontrar nada de interés en cualquier situación a la que no se le saque un rendimiento real en algún sentido. Y puede que lo que para mí tiene una función, para otro nunca llegue a tenerla. ¿Hacia quién está ahora inclinado el eje? (...)
CADA
Otras materias son difíciles de manejar en ese sentido, pero ¿realmente lo son? Pensemos en la Geografía. Parece claro que las cosas están situadas donde están y no podemos decir nada en contra de esto. Ah!! Pero es que resulta que desde La Antigüedad la geografía ha cambiado según nuestros conocimientos del mundo avanzaban. Y, según esto, también puede manipularse para hacernos creer algo que, en realidad, desconocemos. Si lo dice el libro... será verdad... Y ahora viene la paradoja, ¿os acordáis cuando estudiábamos Geografía en los primeros cursos de la escuela? Nos decían que el planeta Tierra es una esfera un poco inclinada por el eje. ¿INCLINADA? Pero si es una esfera!!! ¿Cómo se inclina una esfera? Vamos a pensar en un ejemplo tangible para todos. Un balón de fúbol. Ponemos el balón en el suelo y lo coloquemos como lo coloquemos no hay forma de inclinarlo. ¿Cómo va a estar inclinado si es redondo? ¡Ah, ya sé! ¡Inclinado con respecto a algo! Por ejemplo con respecto al logotipo de la marca. Porque claro, con respecto al jugador no puede estar inclinado... Pues entonces, ya podemos concluir algo. La Tierra no puede estar inclinada en relación al sol, en todo caso estará inclinada en relación a su dibujo; es decir, en relación a algunos de sus países. Esta puede ser una manipulación. ¿Nos interesa que esté inclinada en relación a un país concreto? Pero esperad, ahora que me doy cuenta, también nos decían que La Tierra está un poco achatada por los polos. ¿Os acordáis de esto también? Si está achatada la cosa cambia. ¿Qué clase de balón es este? Como poco está pinchado... Quizá esta extraña forma y posición explique por qué somos como somos...
Ironías y bromas a parte (voy a dejarlo antes de que alguno de nuestros seguidores me tome en serio y empiece a "desmontarme la teoría sarcástica que he propuesto") vamos a acercarnos más a uno de los debates constantes y que ya he dejado entrever: el por qué de cada ser. ¿Por qué soy así y no de otra manera? Y no quiero entrar en la clásica disputa genética ni fisiológica. Quiero que nos miremos por dentro y nos preguntemos a nosotros mismos por qué no cambiamos nuestra forma de ser cuando nos lo estamos pidiendo a gritos a nosostros mismos.
Yo, por ejemplo, me levanto un montón de veces preguntándome por qué ciertas cosas que me gustarían que sucediesen, simplemente, no pueden ser. Por qué algo que parece estar al alcance de mis manos no voy a tocarlo nunca. Alguien me dijo hace poco que, en ocasiones, parezco resignada. Esto me ha dado mucho que pensar porque creo que la resignación termina algún día, necesariamente, en frustración. Imaginad por ejemplo a esa persona que ha aceptado su condición, lo que le ha tocado vivir y pasa así el resto de su vida, sin hacer nada, sin provocar cambios. Se ha sometido a una vida frustrante, a algo que no quería pero que se encontró y aceptó. El hecho de no hacer nada por el cambio también es un tipo de decisión. Uno puede decirse a sí mismo "he decidido quedarme como estoy". Claro que no es una buena idea, pero sigue siendo una decisión personal. Algunos comentan que siempre hay una luz al final del camino y que se puede vivir con la esperanza de que alcanzar lo que estamos a punto de rozar con los dedos es una ilusión que puede mantenernos vivos. La pregunta es cuánto tiempo. Cuánto se puede sobrellevar esa situación de eperanza. ¿Crees que ya han pasado demasiados años? ¿Piensas que estás idealizando excesivamente todo y que te falta realismo?
Hoy me han dado algunas claves. PRAGMATISMO. Las personas que vemos las cosas con exceso de pragmatismo no vamos a encontrar nada de interés en cualquier situación a la que no se le saque un rendimiento real en algún sentido. Y puede que lo que para mí tiene una función, para otro nunca llegue a tenerla. ¿Hacia quién está ahora inclinado el eje? (...)
CADA
TRANSICIONES VITALES (I): APRENDER A CERRAR LA PUERTA
Seguro que habéis oído el famoso refrán: "Cuando una puerta se cierra, otra se abre". Quizá alguno de vosotros estáis en esa etapa de abrir y cerrar puertas, de decir adiós y a la vez saludar el nuevo día con optimismo y confianza. Como todos los procesos de esta vida, las transiciones nos dan la oportunidad de generar una nueva vida en nosotros mismos, pero también encierran posibles perjuicios. Si hablamos de cerrar y abrir, los problemas son fáciles de diagnosticar: o bien no cerramos adecuadamente lo que dejamos atrás o no conseguimos abrir con suficiente fuerza el universo que se expande ante nuestros ojos.
La vida nos da muchas posibilidades para superar este proceso, desde las más dramáticas, hasta situaciones tan satisfactorias como casarse o que te toque la lotería. El nexo común de todas estas experiencias es la vivencia de “lo nuevo”, la adaptación a una situación desconocida para la que no tenemos guiones ni rutinas establecidas, un aldabonazo de salida que resuena en la campana de nuestra alma con la fuerza de los descubrimientos mágicos.
Ante estas circunstancias extraordinarias los aprendizajes nuevos tienen poco que decir y se torna necesario construir estructuras diferentes que nos ayuden a integrar todo lo anterior, de forma que nos sintamos cómodos ante las nuevas perspectivas. La primera recomendación es que la nueva situación es absoluta y necesariamente impredecible. Esto no quiere decir exclusivamente que no sabemos lo que nos depara el futuro, también significa que no hay nada en nuestra etapa anterior que nos ponga sobre la pista de lo que va a suceder. Una vez más, las culpas, los reproches y la búsqueda obsesiva de una razón sólo sirven para no poder cerrar la puerta definitiva y convenientemente. Cuando no hago más que intentar descubrir los porqués, esa búsqueda es un ladrillo en la puerta de nuestra vida, haciendo cada vez más atrayente la tentación de echar la vista atrás y llegar a la dolorosa conclusión de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
La experiencia de una transición nos permite y obliga a hacer las paces con nosotros mismos. Da absolutamente igual quiénes somos, de dónde venimos, qué hicimos, pensamos o decidimos para llegar a esta situación. El “yo” es una construcción que se alimenta de lo nuevo, despertar es una nueva oportunidad para acercarme a la persona que quiero llegar a ser, instante tras instante, eternamente. Son tantas las presiones y las cargas soportadas que de vez en cuando, conviene revisar el bagaje emocional que llevamos a la espalda, no fuera a ser que nos impidan avanzar sin dejarnos ver el sol en nuestra vida. El arrepentimiento cargado de estéril culpa abona un campo donde no crece nada más que la cizaña agreste del desencanto. Abandonar las viejas estructuras, visiones del mundo, acallar el demonio de los “aún podría hacer algo más”, enterrar las preocupaciones y los antiguos usos, son la mejor manera para adentrarnos desnudos en un mar de emociones y esperanzas renovadas.
El sentimiento asociado a esta etapa es bien conocido por todos: La tristeza. Parece que una emoción con tan mala prensa no tiene nada bueno que enseñarnos. Sin embargo la tristeza es el mensajero necesario que nos impide correr en la dirección equivocada. Cuando nos sentimos tristes no tenemos energía, nos falta ilusión y nos embarga la pereza, evidentemente no es un panorama halagüeño, pero desde otro punto de vista. Es el momento perfecto para revisar aquellas cosas que nos faltan o nos sobran en nuestra vida, la constatación emocional de que no estamos a gusto con quien somos y que debemos hacer algo para cambiarlo, aunque no tengamos clara, todavía, la dirección a seguir.
Una buena técnica de revisión vital es escribir una serie de sueños por cumplir, no importa que parezcan utópicos o irrealizables. Es fundamental que estos deseos sean realmente una meta y no un medio para conseguir otras. Me explico, cuando planteas esta técnica a algunas personas, te responden con historias como “deseo que me toque la lotería”. Resulta evidente que la lotería puede abrir muchas puertas, como dijimos antes, pero sólo nosotros podemos decidir las puertas que necesitamos abrir y eso no puede decidirlo el dinero.
Otra condición para soñar adecuadamente es que en mayor o menor medida los resultados dependan de nosotros, está claro que poco puedo hacer para que alguien se enamore de mí (a pesar de lo que algunos piensen), sin embargo sí puedo reflexionar sincera y profundamente acerca del tipo de persona con la que quiero compartir mi vida.
Una vez escritos los sueños, coge dos papeles. Rotula el primero “PARA ABANDONAR” y el segundo “PARA LLEVAR”. Escribe “PARA ABANDONAR” todas aquellas cosas, situaciones y pensamientos que te impidan alcanzar tus sueños. Muchas veces caemos en la cuenta de actitudes y comportamientos que están impresos en la mal llamada “forma de ser” y que nos alejan, o al menos dificultan, acceder a nuestra verdadera identidad. Si quieres escalar el Everest, fumar no te ayudará mucho. Es posible que nunca hoyes el Himalaya, pero al menos tendrás una ilusión para contextualizar el abandono del tabaquismo y afrontar nuevas etapas con mayor salud. Y nunca se sabe, Tíbet está más cerca de lo que pensaste.
En “PARA LLEVAR” escribe todo aquello que ya haces y consideras útil para alcanzar tus objetivos, de momento no vamos a pensar en lo que deberías hacer, sino en todas aquellas cosas que realizas hasta el momento para poder identificarlas. Es una forma de valorar toda tu existencia anterior, porque no todo lo que viviste puede ser malo.
Esta simple técnica puede ayudarte a hacer las paces contigo mismo de una forma realista y concreta, de forma que “la puerta” quede bien cerrada y asegurada. Sólo así puedes avanzar realmente libre para no encontrarte repitiendo los mismos errores una y otra vez, a la espera de que la magia solucione los traumas que no pudiste solventar por tu propia cuenta. El famoso refrán debería rezar “abre una puerta sólo cuando hayas cerrado la anterior”.
Abrir puertas es precisamente la segunda parte del proceso de transición y también es necesario realizar esta fase con ciertas precauciones. Sin embargo, ese será tema para el siguiente “post”. Hasta entonces, que disfrutéis vuestra vida y nos recomendéis a todos vuestros amigos
Hasta pronto
EDU
SÍNDROME DE LOS LUNES
¿Por qué hay días en que uno se levanta enfadado con todo el mundo sin aparente motivo?
Cuando me pasa esto trato, antes de nada, de buscar una explicación a mi enfado. Y claro, siempre hay algo por lo que mostrarse un poco irritada. Quizá muy irritada. Vamos a pensarlo. En realidad no tengo pocos motivos ¡Tengo muchísimos! Sí, claro, esos deben de ser los problemas que me han traído hoy al trabajo con cara de perro.
A ver, por un lado está la familia siempre acosando: que si te has acordado de esto o de lo otro, que si te encuentras bien, que si tienes cara de no haber dormido hoy, que si a lo mejor tu vida sentimental no marcha, que si necesitas dinero lo pidas... ¡AGGGGGGGGGGGG!!!! Por favor, ya soy muy mayor para la ristra completa todos los días.
Luego, por fin llegas a tu mesa de trabajo y te encuentras que la pila de cosas por hacer que dejaste el viernes sigue ahí. ¡Qué desconsiderada es la gente! ¿Nadie ha venido el domingo a terminar mi trabajo por mí? ¡Uf! Empezamos mal la semana. Tengo demasiadas cosas y no me da tiempo... Y claro, ya está ese típico cliente que no paga pero que sigue pidiendo con un nivel de exigencia como si de nuestro mejor cliente se tratara. ¿Por qué los morosos son los peores?
Y no olvidemos que antes de llegar a la mesa del despacho ya ha habído alguien que nos ha saludado con la clásica ironía simpaticona que te recuerda que estás cabreada y que él no tiene la culpa de tus males.
Vale, a pesar de todo, puedo afrontar el lunes; no es para tanto. Al fin y al cabo sólo tengo que sacar un pilón enorme de papeleo adelante, combinar mi vida personal y resolver algunos asuntejos en la calle. Hora prevista de llegada hoy a casa: le calculo las 22:00; no está mal, eh?
Por supuesto, en estas situaciones sientes que estás sola en el mundo. Nadie te apoya y nadie te entiende. En la oficina, un vacío inmenso en los despachos aledaños. No vaya a ser que a alguien le caiga algo por pasar cerca tuya. En casa, a escurrir el bulto también tocan; porque lo mismo si siguen poniendo el dedo en la llaga, termine por salir el lobo feroz que llevas dentro y se coma a la inútil de la caperucita que anda mariposeando por la casa.
Pero, un momento, vamos a pensar con frialdad. Exactamente ¿por qué estoy enfadada? Más que nada porque todo lo anterior es el día a día. No hay nada nuevo. Y esa situación ya la sobrellevo de siempre... Ah!! Pues igual es por eso. Saturación; sí, saturación. Siempre la misma historia empieza a cansarme. Es genial, porque cuando te desahogas en este sentido con ese amigo fiel en el que confias tanto su respuesta es que hagas algo para cambiar tu situación. ¡Ah, qué facil! Y qué hago? Por dónde empiezo? Son tantas cosas... Tan complicadas...
Retomemos el inicio que desencadenó todo este discurso. Sí, eso: el típico día que estás enfadada sin motivo. Sigo sin entenderlo del todo. Debería estar contentísima. ¡Por fin he encontrado mis trajetas de crédito! Llevaba 15 días buscando como loca por todas partes... (Cosa que me ha venido genial para ahorrar un poco, jeje)
¡Qué estupidez! Está claro. Hoy es lunes. Es lunes, hace frío, mi despacho está congelado, nadie me ha dado los buenos días con cariño hoy, todo han sido prisas y tráfico desde que me he levantado y para colmo anoche estuve cocinando y ¡me he dejado la comida en casa!
Todo eso sí son motivos para un pequeño enfado, no? En fin, no ha sido nada; ya se me está pasando.
¡Ánimo para los que se han levantado con el pie un poco torcido como yo! Seguro que en un ratín de nada se os pasa. Consejo: un buen desayuno; yo voy a ello ahora.
Y por lo demás, que Dios se apiade de nosotros y, nosotros de los lunes...
CADA
Cuando me pasa esto trato, antes de nada, de buscar una explicación a mi enfado. Y claro, siempre hay algo por lo que mostrarse un poco irritada. Quizá muy irritada. Vamos a pensarlo. En realidad no tengo pocos motivos ¡Tengo muchísimos! Sí, claro, esos deben de ser los problemas que me han traído hoy al trabajo con cara de perro.
A ver, por un lado está la familia siempre acosando: que si te has acordado de esto o de lo otro, que si te encuentras bien, que si tienes cara de no haber dormido hoy, que si a lo mejor tu vida sentimental no marcha, que si necesitas dinero lo pidas... ¡AGGGGGGGGGGGG!!!! Por favor, ya soy muy mayor para la ristra completa todos los días.
Luego, por fin llegas a tu mesa de trabajo y te encuentras que la pila de cosas por hacer que dejaste el viernes sigue ahí. ¡Qué desconsiderada es la gente! ¿Nadie ha venido el domingo a terminar mi trabajo por mí? ¡Uf! Empezamos mal la semana. Tengo demasiadas cosas y no me da tiempo... Y claro, ya está ese típico cliente que no paga pero que sigue pidiendo con un nivel de exigencia como si de nuestro mejor cliente se tratara. ¿Por qué los morosos son los peores?
Y no olvidemos que antes de llegar a la mesa del despacho ya ha habído alguien que nos ha saludado con la clásica ironía simpaticona que te recuerda que estás cabreada y que él no tiene la culpa de tus males.
Vale, a pesar de todo, puedo afrontar el lunes; no es para tanto. Al fin y al cabo sólo tengo que sacar un pilón enorme de papeleo adelante, combinar mi vida personal y resolver algunos asuntejos en la calle. Hora prevista de llegada hoy a casa: le calculo las 22:00; no está mal, eh?
Por supuesto, en estas situaciones sientes que estás sola en el mundo. Nadie te apoya y nadie te entiende. En la oficina, un vacío inmenso en los despachos aledaños. No vaya a ser que a alguien le caiga algo por pasar cerca tuya. En casa, a escurrir el bulto también tocan; porque lo mismo si siguen poniendo el dedo en la llaga, termine por salir el lobo feroz que llevas dentro y se coma a la inútil de la caperucita que anda mariposeando por la casa.
Pero, un momento, vamos a pensar con frialdad. Exactamente ¿por qué estoy enfadada? Más que nada porque todo lo anterior es el día a día. No hay nada nuevo. Y esa situación ya la sobrellevo de siempre... Ah!! Pues igual es por eso. Saturación; sí, saturación. Siempre la misma historia empieza a cansarme. Es genial, porque cuando te desahogas en este sentido con ese amigo fiel en el que confias tanto su respuesta es que hagas algo para cambiar tu situación. ¡Ah, qué facil! Y qué hago? Por dónde empiezo? Son tantas cosas... Tan complicadas...
Retomemos el inicio que desencadenó todo este discurso. Sí, eso: el típico día que estás enfadada sin motivo. Sigo sin entenderlo del todo. Debería estar contentísima. ¡Por fin he encontrado mis trajetas de crédito! Llevaba 15 días buscando como loca por todas partes... (Cosa que me ha venido genial para ahorrar un poco, jeje)
¡Qué estupidez! Está claro. Hoy es lunes. Es lunes, hace frío, mi despacho está congelado, nadie me ha dado los buenos días con cariño hoy, todo han sido prisas y tráfico desde que me he levantado y para colmo anoche estuve cocinando y ¡me he dejado la comida en casa!
Todo eso sí son motivos para un pequeño enfado, no? En fin, no ha sido nada; ya se me está pasando.
¡Ánimo para los que se han levantado con el pie un poco torcido como yo! Seguro que en un ratín de nada se os pasa. Consejo: un buen desayuno; yo voy a ello ahora.
Y por lo demás, que Dios se apiade de nosotros y, nosotros de los lunes...
CADA
FUERA COMPLEJOS DE CULPA
Hace un par de años fui a ver una película de Jim Carrey que se titulaba “di que sí”. Más allá de la siempre estrambótica actuación del protagonista la película guardaba algunos mensajes que nos pueden ayudar en nuestra vida diaria.
No es cuestión de exagerar, pero creo que en muchas ocasiones la vida puede ser exprimida con total intensidad cuando nos permitimos los pequeños lujos que nos ofrece. Un día cualquiera llegas a casa, los pies mojados de lluvia y el alma empapada de frustraciones. Te sientas, sólo el tiempo justo para descansar de la dura jornada antes de que tu mente empiece a bombardearte con toda la gama de tareas que debes hacer. Aún con el cansancio en las piernas, te levantas, comienzas a recoger esos papeles desordenados, limpiar el polvo de casa, planchar el pantalón que cuelga arrugado en la percha…La tarde transcurre entre obligaciones, esa llamada que postergas indefinidamente para quedar con una antigua amiga del colegio a la que nunca te apetece realmente ver…Cenas, te derrumbas delante del televisor y a dormir.
Muchos de vosotros podéis identificaros con la historia anterior y la sensación que la acompaña. Aquí es donde entra mi apuesta para borrar el sentimiento de culpa. Como veis, la mayoría de las acciones anteriores nos impiden hacer lo que realmente queremos o nos apetece.
En numerosas ocasiones nos sentimos culpables por decir que sí a nuestro cuerpo, a nuestras sensaciones o nuestras apetencias, ¿por qué dejamos de hacer una excursión para ir de comida con la familia?¿Por qué somos incapaces de abandonarnos a un hobby por el simple hecho de tener la casa desordenada?
TIENES DERECHO A DEJARTE LLEVAR. Ésta máxima no la enseñan en el colegio, que a menudo está cargado de normas y obligaciones, pero deberíamos escribirla con letras de oro en nuestra cabeza. Por supuesto, los límites son necesarios, por cuanto formamos parte de una sociedad en la que la libertad individual se ve a menudo supeditada al interés colectivo, así también es necesario el correspondiente reparto de responsabilidades. El problema llega cuando esa identificación nos hace olvidar que también somos un ser único, irrepetible y total, con nuestras propias necesidades y deseos.
Curiosamente, la falta de “síes” en nuestra vida está relacionada con la ausencia de “noes”. Siguiendo con los ejemplos anteriores, nos cuesta decirle que no a la familia, una importante carga de culpa se apodera de nosotros al decirle que no a nuestras aparentes responsabilidades y por supuesto, pensamos que no podemos dejar pasar más tiempo sin acompañar a nuestro amigo a ese evento tan importante para él.
Saber cuándo decir NO o cuándo decirnos SÍ a nosotros mismos es un problema que se resuelve cuando somos plenamente conscientes de nuestras verdaderas necesidades. Saber lo que me interesa en este momento concreto de mi existencia a menudo es complicado de interpretar, puesto que no siempre nuestros impulsos son la mejor guía. Pero Edu, me preguntaréis, ¿no acabas de decir que nos tenemos que dejar llevar por nuestros sentimientos? Voy a intentar aclarar un poco esta cuestión que me parece fundamental.
Por un lado, los impulsos pueden constituir una guía, pero en numerosas ocasiones esconden otro tipo de cuestiones que nos impiden que hagamos realmente lo que necesitamos. Os pongo un ejemplo: Mi pareja me propone un plan para el viernes por la tarde. No es el plan más apetecible del mundo, supongamos que quiere ir a ver una película que no se encuentra entre mis preferidas. Si me dejo llevar por mis impulsos le diré que NO, eso me hará estar conectado conmigo mismo…¿Seguro? Lo importante es ser consciente de cuales son mis verdaderos motivos para decidir ir o no al cine a ver esa película. El límite consiste en estar realmente conectado con mis necesidades, ser coherente con ellas y entonces la decisión se hará clara como el agua de un manantial.
Volvamos a nuestro ejemplo, “razones” para decidir un falso ”NO”:
- Me quiero vengar de mi pareja porque la semana pasada no fuimos a ver lo que yo quería
- Quiero castigarla porque me encuentro fastidiado o rencoroso
- Demuestro que soy yo la persona que tiene más poder en la relación
- Me resulta “liberador” el hecho de no acceder siempre a sus deseos
Son sólo algunos ejemplos, podría poner otros, pero lo común a todos ellos es que suponen una reacción a algo que ha sucedido antes y no conseguí resolver en su momento, no forma parte de mis verdaderas necesidades.
También podemos encontrarnos con un falso “SÍ”:
- Pretendo ganarme su favor para conseguir algo más tarde
- Me siento culpable por no acceder a lo que quiere
- Considero que ser pareja de alguien me obliga a hacer cosas que no me apetece hacer
- Estoy acostumbrado/a a que mi pareja elija por mí
Como vemos aquí también existen “motivaciones inconscientes” que me hacen estar alejado de mis verdaderas necesidades.
Ser coherente con uno mismo significa estar conectado con mis necesidades de forma que puedo decidir en cada momento lo mejor sin buscar beneficios secundarios. Por un lado esto me hará estar tranquilo y a gusto independientemente de las circunstancias, por otro los demás se darán cuenta de que no hablo por hablar, por lo que entenderán y respetarán mis decisiones sin hacerme jugar a “víctimas y culpables”. Nuestro entorno se volverá más receptivo a nuestros verdaderos sentimientos y por lo tanto nuestras relaciones estarán afianzadas sobre la base de la verdadera sinceridad.
Así que ya sabéis, os propongo un plan para esta semana:
Descansad relajadamente hasta alejar la prisa, las obligaciones y la culpa de vuestra vida. En ese estado enfocad directamente la cuestión: ¿Qué me apetece hacer ahora?
Visualiza los pasos y consecuencias de llevar a cabo el plan. Tratad de sentir lo que sentiríais de verdad: ¿Os hace sentir bien o mal? Ahora sí estáis preparados para comenzar, sin tener que dar explicaciones, porque cuando uno conecta consigo mismo la vida fluye sin remedio hacia nuestra propia felicidad.
Hasta pronto…EDU
CORTAR O NO CORTAR LA ETIQUETA DE LA CAMISETA
¿Os habéis dado cuenta de la cantidad de cosas "incómodas" que nos rodean? Me refiero a esas cosas que son sencillas o incluso estúpidas, pero que nos suponen una continua molestia. No estoy hablando de las manías. Aquí, sin duda habría material para otro post. Por ejemplo, hay gente que no soporta comer con cubiertos de plástico, o ver un cuadro torcido, o sube los escalones siempre de dos en dos, o no se bebe el último trago de un brick, o comprueba todas las puertas del coche después de haberlo cerrado... Pero no es de esto de lo que quiero hablar hoy. En esta ocasión me estoy refiriendo a los pequeños "fastidios" del día a día.
Por ejemplo, hoy voy a empezar con un clásico: las etiquetas. ¿Por qué las etiquetas de la ropa están hechas de un material tan irritante? Para empezar, todas las camisetas, jerseys y chaquetas tienen una etiqueta en la zona del cuello. Desde que estrenamos la prenda, ese trozo de tela tiesa y rebelde se empeña en hacernos el día insufrible picándonos continuamente. Y aquí llega la primera decisión que uno debe tomar antes de vestirse: ¿corto o no corto la etiqueta? Cortarla es peligroso porque, para colmo, está demasiado bien cosida. Uno puede arriesgarse a dañar la prenda. Y eso si no es de una marca cara y nos da miedo malversar nuestra inversión eliminando la prueba del pastón que nos hemos gastado. Total, que decidimos hacer la prueba y pasar el día sin cortar ese dichosos elemento que va a conseguir tenernos de un lado para otro deseando que llegue el momento de volver a casa para cambiarnos de ropa.
Pues por si esto no fuera poco, de un tiempo breve a esta parte en los laterales de las camisetas, jerseys y chaqueras, así como en el interior de pantalones, faldas y vestidos, han añadido unas etiquetas kilométricas cuya utilidad aún desconozco. Parecen novelas traducidas a unos 17 idiomas por lo menos. Es muy emocionante porque puedes encontrar información de fabricación, de lavado, de combinación con otras prendas, de composición, de permisos de aduanas, colores diversos, tallajes, intermediarios y consejos de planchado.
Tanto es así, que si no has cortado toda esa literatura barata y vas aburrido en el metro, puedes levantarte un poco la camisa, tirar del rollo de papel oculto que hay bajo ella y empezar a leer. Te harán, al menos falta 10 estaciones para completar la lectura.
Evidentemente, esa sí que las has cortado, más que nada porque te hacía un bulto horrible pareciendo que ocultabas algo bajo el traje.
Total, que yo me pregunto: ¿Qué ha sido de esas discretitas etiquetas del lateral de la ropa? Eran muy útiles porque nuestras madres nos habían enseñado que para llevar una ropa del derecho había que dejar esa etiqueta en el interior y lado izquierdo del cuerpo. Pero es que ahora uno mira a la parte inetrna de un vestido y le entra pánico escénico. Puedes enrollarte con la etiqueta interior!!! Desde aquí quiero reivindicar el uso de las etiquetas cortas que se limitaban a decir la temperatura de lavado y si había elastán en la prenda. Además, me gustaría que la decisión de cortarla fuera mía y sólo mía y no pareciese que estoy debatiéndome entre la vida y la muerte teniendo que decidir entre el cable verde y rojo como si de la desactivación de una bomba se tratase. Corto y punto; porque la etiqueta no es una amenaza. No quiero preguntarme si es tan larga porque quizá todo lo que pone en ella puede ser importante. ¡NO! Podemos vivir sin esa información.
La otra reivindicación es en relación a la dichosa etiquetita moldeadora de dermatitis del cuello. Señores fabricantes, me parece bien que no quieran quitarla, pues es su seña de identidad. Entonces, ¿por qué no trasladarla de ubicación? Propongo, por ejemplo, en la parte trasera, igualmente centrada, pero en el borde inferior. Aquí casi nunca será molesta pues si llevamos la prenda por fuera la etiqueta estará apoyada sobre un pantalón sin temor a rojeces en la piel y, si decidimos cortarla, a riesgo de dañar la prenda podremos ponérnosla por dentro y nadie lo notará.
Parece irónico e intrascendente tener que debatir sobre etiquetas pero supongo que estáis conmigo en esto. Cuando mucha gente cree que algo debería ser de otra manera y nunca cambia creo que se debe al hecho de que hemos aceptado que eso debe ser así. Con la cantidad de lecciones que nos está enseñando nuestro amigo Edu desde que empezó nuesro blog, creo que, al menos, habremos aprendido a hacernos oír cuando la causa es justa...
CADA
Por ejemplo, hoy voy a empezar con un clásico: las etiquetas. ¿Por qué las etiquetas de la ropa están hechas de un material tan irritante? Para empezar, todas las camisetas, jerseys y chaquetas tienen una etiqueta en la zona del cuello. Desde que estrenamos la prenda, ese trozo de tela tiesa y rebelde se empeña en hacernos el día insufrible picándonos continuamente. Y aquí llega la primera decisión que uno debe tomar antes de vestirse: ¿corto o no corto la etiqueta? Cortarla es peligroso porque, para colmo, está demasiado bien cosida. Uno puede arriesgarse a dañar la prenda. Y eso si no es de una marca cara y nos da miedo malversar nuestra inversión eliminando la prueba del pastón que nos hemos gastado. Total, que decidimos hacer la prueba y pasar el día sin cortar ese dichosos elemento que va a conseguir tenernos de un lado para otro deseando que llegue el momento de volver a casa para cambiarnos de ropa.
Pues por si esto no fuera poco, de un tiempo breve a esta parte en los laterales de las camisetas, jerseys y chaqueras, así como en el interior de pantalones, faldas y vestidos, han añadido unas etiquetas kilométricas cuya utilidad aún desconozco. Parecen novelas traducidas a unos 17 idiomas por lo menos. Es muy emocionante porque puedes encontrar información de fabricación, de lavado, de combinación con otras prendas, de composición, de permisos de aduanas, colores diversos, tallajes, intermediarios y consejos de planchado.
Tanto es así, que si no has cortado toda esa literatura barata y vas aburrido en el metro, puedes levantarte un poco la camisa, tirar del rollo de papel oculto que hay bajo ella y empezar a leer. Te harán, al menos falta 10 estaciones para completar la lectura.
Evidentemente, esa sí que las has cortado, más que nada porque te hacía un bulto horrible pareciendo que ocultabas algo bajo el traje.
Total, que yo me pregunto: ¿Qué ha sido de esas discretitas etiquetas del lateral de la ropa? Eran muy útiles porque nuestras madres nos habían enseñado que para llevar una ropa del derecho había que dejar esa etiqueta en el interior y lado izquierdo del cuerpo. Pero es que ahora uno mira a la parte inetrna de un vestido y le entra pánico escénico. Puedes enrollarte con la etiqueta interior!!! Desde aquí quiero reivindicar el uso de las etiquetas cortas que se limitaban a decir la temperatura de lavado y si había elastán en la prenda. Además, me gustaría que la decisión de cortarla fuera mía y sólo mía y no pareciese que estoy debatiéndome entre la vida y la muerte teniendo que decidir entre el cable verde y rojo como si de la desactivación de una bomba se tratase. Corto y punto; porque la etiqueta no es una amenaza. No quiero preguntarme si es tan larga porque quizá todo lo que pone en ella puede ser importante. ¡NO! Podemos vivir sin esa información.
La otra reivindicación es en relación a la dichosa etiquetita moldeadora de dermatitis del cuello. Señores fabricantes, me parece bien que no quieran quitarla, pues es su seña de identidad. Entonces, ¿por qué no trasladarla de ubicación? Propongo, por ejemplo, en la parte trasera, igualmente centrada, pero en el borde inferior. Aquí casi nunca será molesta pues si llevamos la prenda por fuera la etiqueta estará apoyada sobre un pantalón sin temor a rojeces en la piel y, si decidimos cortarla, a riesgo de dañar la prenda podremos ponérnosla por dentro y nadie lo notará.
Parece irónico e intrascendente tener que debatir sobre etiquetas pero supongo que estáis conmigo en esto. Cuando mucha gente cree que algo debería ser de otra manera y nunca cambia creo que se debe al hecho de que hemos aceptado que eso debe ser así. Con la cantidad de lecciones que nos está enseñando nuestro amigo Edu desde que empezó nuesro blog, creo que, al menos, habremos aprendido a hacernos oír cuando la causa es justa...
CADA
CUANDO EL AMOR (PARECE QUE) SE ACABA
Según cuentan los periódicos y las estadísticas oficiales los divorcios no dejan de caer: ¿Consecuencias de la crisis?. Sin embargo, el día a día de las parejas vive al margen de los datos, todos conocemos en nuestro círculo social parejas que se separan después de haber compartido sueños, ilusiones, emociones, pasión…
De pronto, un día, con la misma fuerza arrebatadora con la que nos despertamos diciendo “estoy enamorado”, nos damos cuenta de que el día se hace más cuesta arriba, que la luz no brilla tanto como ayer o que el cielo, directamente, ha decidido romperse sobre nuestra cabeza. Ésta conclusión es como un dardo de certeza en el centro de la mente que gobierna el corazón. Un pensamiento se abre paso cada vez con más fuerza, un tsunami devastador que arrasa nuestras seguridades y convicciones más profundas: “Se me acabó el amor” Como excusa puede ser tan válida como cualquier otra, pero, ¿realmente el amor se acaba?. Si queréis conocer mi humilde opinión, creo firmemente que no, que el amor es para siempre.
¡Dios mío!¡Qué horror! Oigo vuestros comentarios escandalizados, la culpabilidad se apodera de los huesos, la alianza convertida en argolla que me ata y esclaviza…Tranquilos, no es mi intención destruir los pilares de una decisión, la de dar por terminada una relación, que duele de igual forma a los dos miembros de la pareja, sea cual sea el impulsor de dicha decisión.
Efectivamente, el amor es para siempre. Pero, ¿siempre hay que vivirlo de la misma forma, con la misma seguridad, con la misma pasión? Aquí la experiencia también me muestra una respuesta meridiana: NO.
El problema, como dice Erich Fromm en El arte de amar, es que muchas veces confundimos el sujeto y el objeto, amar con ser amado y claro, esta confusión de inicio junto con las presiones sociales y familiares contribuyen no sólo a transformar en un infierno lo que antes era un paraíso de rosas, sino que en numerosas ocasiones acaba transformando el amor en un odio ciego y descarnado.
¿Por qué nos empeñamos en mantener a toda costa una relación de exclusividad, en la que dos personas conviven y comparten absolutamente todo?. Por amor, me responderéis. Tenéis razón. Y no es mi intención romper una lanza a favor de la falta de compromiso. Sólo quisiera haceros partícipes de mi opinión respecto al fin de una relación de pareja, con objeto de haceros menos amargo el trago, para quienes podáis estar en el proceso o de alimentar vuestra ilusión, si es que vivís en ese paraíso del amor compartido y convivido.
Situemos la cuestión en su verdadero contexto. Volviendo a Fromm, amar es un proceso activo que significa procurar el bien de otro. Éste sentimiento que supone dar no conoce fronteras y que yo sepa tampoco conoce límites (ni espaciales ni temporales). Lo que sucede, y a poco que hagamos un ejercicio de sincera introspección nos daremos cuenta de ello, es que en muy pocas ocasiones procuramos ese bien de una manera absolutamente gratuita: hoy te preparo una cena especial porque quiero movilizar tu deseo sexual, mañana te hago ese presente que esperas porque así recibiré otro a cambio, pasado me adaptaré a las manías de tu convivencia porque espero que sigas viviendo a mi lado, dentro de un año compartiré las tareas del hogar porque la soledad es un monstruo que me atenaza...
Aquí radica el error fundamental. Por eso no contemplamos ni por asomo que podamos amar en la distancia, que podamos amar a una expareja, que podamos amar, sí, incluso, a un absoluto desconocido. Cuando buscamos sincera y desinteresadamente el bien del otro, a veces tenemos que admitir que lo mejor no es seguir compartiendo la misma cama, admitir que la convivencia no es el mejor de los regalos. Llega el momento de soltar, confiar plenamente en la vida y decir:”Te amo tanto, que entiendo que debemos crecer en sentidos diferentes”.
No quisiera parecer moralista, pero cuando sólo amo lo mío, a los míos, a los que piensan como yo y viven como yo quiero que vivan, es que aún nos queda mucho que recorrer por el camino del amor.
¿Cuál es el criterio entonces? ¿Cómo saber si mi amor es realmente gratuito?. Para mí, el deseo sincero del desarrollo del otro es el termómetro del verdadero amor. Sentirme feliz en tu felicidad independientemente de las circunstancias que la rodeen e incluso más allá de la vivencia común. Por eso, es posible la amistad aunque haga muchos meses que no hablamos, por eso es posible el amor más allá de la pareja.
Cuando la convivencia termina, se abre la puerta de los recuerdos primero, tantos instantes de compañía, comunicación, afecto e intimidad forman parte de mi vida, reconozcámoslo. Tras la puerta, el salón de la gratitud. La despedida no puede cegarnos de tal forma que convierta los recuerdos en una flecha de dolor, lo bueno que hemos vivido y también lo malo que compartimos, nos ha ayudado a crecer juntos. Como dice la canción: “Gracias a la vida, que me ha dado tanto”.
El dormitorio principal de la casa del amor tiene que ver con la aceptación de las necesidades, propias y ajenas. Cuando me comprometo con lo que necesito y lo que necesitas puedo escucharte si me llamas, visitarte si estás lejos, consolarte si estás herido, acompañarte si estás solo.
Por supuesto aceptar no es justificar y también, de vez en cuando, necesitamos una buena ración de “puesta en marcha”, como nos recordaba CADA en su post del 13/09.
Si aplicamos estas sencillas reglas nuestra vida de pareja, tanto en común como por separado, estará menos llena de sentimientos de culpa, inferioridad, frustración o soledad. Probablemente, el tiempo que estemos juntos será más gratificante y completo, por lo tanto, con mayor probabilidad de que seamos parejas muchos años. Y si la vida nos enseña caminos diferentes, también aceptaremos el desafío de una manera menos traumática.
No quisiera despedirme sin compartir con vosotros un pensamiento que me ha ayudado en las épocas más grises de mi vida: “Cuando el camino sube, andar se convierte en algo doloroso, sin embargo, la cima es el mejor lugar para admirar el valle”.
Bienvenidos a esta etapa de vuestra vida, sea cual sea. Siempre hay un valle que espera al otro lado de la montaña.
EDU
PD.- No dejéis de enviar vuestros comentarios…Los espero ansioso
HASTA QUE LA MUERTE NOS SEPARE
Todos hemos “ido de boda” en alguna ocasión. Pueden darse dos situaciones: la típica boda de un amigo a la que estás deseando acudir para disfrutar del fiestón y la clásica “boda compromiso”.
Para lo que quiero relatar a continuación, me da un poco igual qué tipo de boda os estéis imaginando, porque creo que los sentimientos que me asaltan cuando estoy en una boda pueden ser comunes a muchos de vosotros y vosotras.
Partiendo de la idea de que se trate de un casamiento religioso, lo primero que nos vamos a encontrar es la iglesia, sus bancos decorados con flores blancas en los extremos, su mejor iluminación, la gente de pie esperando la entrada de la novia…
Bien, vamos a la parte interesante. Sí, esa en la que los novios se prometen amor eterno. ¡Qué curioso! ¿Verdad? El novio le dice a la novia algo así como “Yo, “Miguel”, prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la salud y en la enfermedad y así amarte y respetarte todos los días de mi vida” Y después la novia le hace la misma promesa. ¿Nunca os habéis preguntado cómo ningún ser humano puede ser capaz de realizar semejante promesa? ¿Nunca habéis pensado, mientras oíais estas palabras, que era irónico decir algo así y acabar después en un divorcio? ¿Sabemos lo serio que suena lo que decimos en ese momento? ¿No nos da terror incumplir una promesa tan fuerte?
He llegado al pleno convencimiento de que simplemente lo hacemos porque en ese momento lo sentimos tal cual. Y me parece bien. ¿Acaso no podemos sentir algo tan intenso por alguien y cambiar de idea 10 años después?
La cuestión es que cada vez que estoy en una boda y llega ese momento y escucho decir esas palabras de la boca de esas personas que, en ese momento, lo sienten de verdad, me recorre un escalofrío toda la espalda. Parece perfecto sentir, en un momento dado, tanto amor como para prometer fidelidad eterna venga lo que tenga que venir. Luego, el día a día será otra cosa…
Un profesor mío de la facultad relataba con sorna algo parecido a esto. Solía decir: “eso de poner la otra mejilla… hombre, “Chus”…está ya pasado de moda”. Ironías a un lado, no se trata de que con el tiempo dejemos de querer. No se trata de que seamos incapaces de cumplir nuestra promesa. No se trata de que no podamos con todo. Se trata, simplemente de que aunque seamos los mismos en la esencia, cambiamos en la forma. Sí, es eso. La vida da vueltas. Tan sencillo como que las circunstancias se van reajustando. Cuántas veces hemos dicho cosas como: “Ya no soy la que era” “Ya soy muy mayorcita para aguantar esto” “Ya tengo muchas tablas” etc. Lo que ha pasado no sólo ha sido tiempo. Te has cruzado con gente diferente, has vivido situaciones distintas, has leído muchos libros diversos, has estado en incomparables partes del mundo, has probado varios trabajos, has formado parte de otros círculos sociales. Todo eso, ha hecho hoy de ti la persona que eres; ha forjado tu camino y tu destino. Ha influido en tu toma de decisiones y te ha convertido en quien eres.
¿Qué sentido tiene entonces una boda? En ese instante tiene todo el sentido del mundo. No es, ni más ni menos, que una celebración social de una promesa hecha en público.
Y como toda buena celebración, conlleva un convite. Esa parte también está cargada de intrigas. Podríamos hacer aquí una lista interminable de las mejores anécdotas que nos han contado de otras bodas. Los que se liaron en el baño; la pareja cuyo marido se fue con otra y la mujer con otro; la madre del novio que desapareció durante la cena con un camarero; la sorpresa que dieron los novios en plena fiesta a los invitados; la señora de 90 años a la que le dio un “telele”; etc.
No quiero irme por las ramas. De lo que se trata es de analizar “los clásicos”. Por ejemplo, la mesa. A veces nos toca compartir mesa con desconocidos. En ocasiones resulta fácil engancharles con nuestra alegría y hacer que beban, brinden y hasta hagan la conga con nosotros. Pero otras veces, parece que te han sentado con gente sosa a raudales para así tenerte controlado y que no puedas reírte en toda la noche. Sí, esas típicas personas que tienen mirada de circunstancias adversas y que ponen la nariz muy tiesecita antes de hablar. Siempre pienso: “Cada, tienes que medir más lo que dices y no ser tan irónica, la gente no comprende tu humor”. Siguiendo los sabios consejos de un amigo, en este tipo de cenas lo mejor es aliarse al vino. Harás el ridículo seguro, pero como te estarás riendo de ello te dará igual.
Y al final del proceso: el baile. Lo abren los novios… Ahhhhh… es un clasicazo!!
Seguidamente desparrama todo el mundo. Si puedes, te escapas un poco con alguien “interesante” al jardín y si no, te sigues “ahogando” a copazos y no paras hasta que tus pies no pueden más.
Pero lo que es seguro que he descubierto de las bodas es que NO es cierto que de cada boda salga otra boda. Lo que SI es seguro es que de cada boda sale un divorcio; o, por lo menos, una terrible resaca al día siguiente…
CADA.
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