Seguro que habéis oído el famoso refrán: "Cuando una puerta se cierra, otra se abre". Quizá alguno de vosotros estáis en esa etapa de abrir y cerrar puertas, de decir adiós y a la vez saludar el nuevo día con optimismo y confianza. Como todos los procesos de esta vida, las transiciones nos dan la oportunidad de generar una nueva vida en nosotros mismos, pero también encierran posibles perjuicios. Si hablamos de cerrar y abrir, los problemas son fáciles de diagnosticar: o bien no cerramos adecuadamente lo que dejamos atrás o no conseguimos abrir con suficiente fuerza el universo que se expande ante nuestros ojos.
La vida nos da muchas posibilidades para superar este proceso, desde las más dramáticas, hasta situaciones tan satisfactorias como casarse o que te toque la lotería. El nexo común de todas estas experiencias es la vivencia de “lo nuevo”, la adaptación a una situación desconocida para la que no tenemos guiones ni rutinas establecidas, un aldabonazo de salida que resuena en la campana de nuestra alma con la fuerza de los descubrimientos mágicos.
Ante estas circunstancias extraordinarias los aprendizajes nuevos tienen poco que decir y se torna necesario construir estructuras diferentes que nos ayuden a integrar todo lo anterior, de forma que nos sintamos cómodos ante las nuevas perspectivas. La primera recomendación es que la nueva situación es absoluta y necesariamente impredecible. Esto no quiere decir exclusivamente que no sabemos lo que nos depara el futuro, también significa que no hay nada en nuestra etapa anterior que nos ponga sobre la pista de lo que va a suceder. Una vez más, las culpas, los reproches y la búsqueda obsesiva de una razón sólo sirven para no poder cerrar la puerta definitiva y convenientemente. Cuando no hago más que intentar descubrir los porqués, esa búsqueda es un ladrillo en la puerta de nuestra vida, haciendo cada vez más atrayente la tentación de echar la vista atrás y llegar a la dolorosa conclusión de que “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
La experiencia de una transición nos permite y obliga a hacer las paces con nosotros mismos. Da absolutamente igual quiénes somos, de dónde venimos, qué hicimos, pensamos o decidimos para llegar a esta situación. El “yo” es una construcción que se alimenta de lo nuevo, despertar es una nueva oportunidad para acercarme a la persona que quiero llegar a ser, instante tras instante, eternamente. Son tantas las presiones y las cargas soportadas que de vez en cuando, conviene revisar el bagaje emocional que llevamos a la espalda, no fuera a ser que nos impidan avanzar sin dejarnos ver el sol en nuestra vida. El arrepentimiento cargado de estéril culpa abona un campo donde no crece nada más que la cizaña agreste del desencanto. Abandonar las viejas estructuras, visiones del mundo, acallar el demonio de los “aún podría hacer algo más”, enterrar las preocupaciones y los antiguos usos, son la mejor manera para adentrarnos desnudos en un mar de emociones y esperanzas renovadas.
El sentimiento asociado a esta etapa es bien conocido por todos: La tristeza. Parece que una emoción con tan mala prensa no tiene nada bueno que enseñarnos. Sin embargo la tristeza es el mensajero necesario que nos impide correr en la dirección equivocada. Cuando nos sentimos tristes no tenemos energía, nos falta ilusión y nos embarga la pereza, evidentemente no es un panorama halagüeño, pero desde otro punto de vista. Es el momento perfecto para revisar aquellas cosas que nos faltan o nos sobran en nuestra vida, la constatación emocional de que no estamos a gusto con quien somos y que debemos hacer algo para cambiarlo, aunque no tengamos clara, todavía, la dirección a seguir.
Una buena técnica de revisión vital es escribir una serie de sueños por cumplir, no importa que parezcan utópicos o irrealizables. Es fundamental que estos deseos sean realmente una meta y no un medio para conseguir otras. Me explico, cuando planteas esta técnica a algunas personas, te responden con historias como “deseo que me toque la lotería”. Resulta evidente que la lotería puede abrir muchas puertas, como dijimos antes, pero sólo nosotros podemos decidir las puertas que necesitamos abrir y eso no puede decidirlo el dinero.
Otra condición para soñar adecuadamente es que en mayor o menor medida los resultados dependan de nosotros, está claro que poco puedo hacer para que alguien se enamore de mí (a pesar de lo que algunos piensen), sin embargo sí puedo reflexionar sincera y profundamente acerca del tipo de persona con la que quiero compartir mi vida.
Una vez escritos los sueños, coge dos papeles. Rotula el primero “PARA ABANDONAR” y el segundo “PARA LLEVAR”. Escribe “PARA ABANDONAR” todas aquellas cosas, situaciones y pensamientos que te impidan alcanzar tus sueños. Muchas veces caemos en la cuenta de actitudes y comportamientos que están impresos en la mal llamada “forma de ser” y que nos alejan, o al menos dificultan, acceder a nuestra verdadera identidad. Si quieres escalar el Everest, fumar no te ayudará mucho. Es posible que nunca hoyes el Himalaya, pero al menos tendrás una ilusión para contextualizar el abandono del tabaquismo y afrontar nuevas etapas con mayor salud. Y nunca se sabe, Tíbet está más cerca de lo que pensaste.
En “PARA LLEVAR” escribe todo aquello que ya haces y consideras útil para alcanzar tus objetivos, de momento no vamos a pensar en lo que deberías hacer, sino en todas aquellas cosas que realizas hasta el momento para poder identificarlas. Es una forma de valorar toda tu existencia anterior, porque no todo lo que viviste puede ser malo.
Esta simple técnica puede ayudarte a hacer las paces contigo mismo de una forma realista y concreta, de forma que “la puerta” quede bien cerrada y asegurada. Sólo así puedes avanzar realmente libre para no encontrarte repitiendo los mismos errores una y otra vez, a la espera de que la magia solucione los traumas que no pudiste solventar por tu propia cuenta. El famoso refrán debería rezar “abre una puerta sólo cuando hayas cerrado la anterior”.
Abrir puertas es precisamente la segunda parte del proceso de transición y también es necesario realizar esta fase con ciertas precauciones. Sin embargo, ese será tema para el siguiente “post”. Hasta entonces, que disfrutéis vuestra vida y nos recomendéis a todos vuestros amigos
Hasta pronto
EDU
Gracias Edu. Voy a intentar aprender algo de esto... Me ha resultado muy valioso, pero creo que voy a necesitar lecciones para aprender verdaderamente a cerrar puertas.
ResponderEliminarCADA
como dice una cancion de Conchita...."y esta vez creo que en vez de una puerta viene un ventanal, muy solido, muy fuerte, y con vistas al mar", pase lo que pase, lo mejor es esforzarnos en ese ventanal, y en admirar las bellas vistas que nos brinda el mar.........todo lo malo acaba pasando, toda puerta se cierra con el tiempo, y despues de toooodo lo malo, la vida siempre sonríe ofreciendonos algo extraordinario, un saludito y...besos educados¡¡¡
ResponderEliminarTienes razón... siempre tenemos que cerrar para despues abrir... pero la forma de cerrar tambien es importante, yo siempre pienso que si cierras la puerta y no te sientes culpable por haberlo hecho es que haces bien las cosas en la vida...
ResponderEliminarMe parecen muy interesantes vuestras reflexiones...Yo diría que no es posible abrir ventanas si no se cierra bien lo que dejamos atrás, pero recordad que hay que ser agradecidos con todo lo que vivimos, porque nos han permitido ser quienes somos y nos han traído hasta el maravilloso momento presente...Un saludo a todos. EDU
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