CÓMO ENFRENTARSE A LAS SITUACIONES DIFÍCILES

Si sois lectores habituales de nuestro blog os habréis dado cuenta de que abogamos por una vida un poco más sencilla y positiva. Visto así parecería que la existencia es un camino de rosas ideada para hacernos felices y generar seres humanos satisfechos. Sin embargo, todos tenemos la experiencia del dolor y el sufrimiento. ¿Cómo podemos entender esto?.


Una tentación bastante extendida es echar la culpa a algún ente externo a nosotros, ya sea un Dios implacable y justiciero, la vida en general o algún pago que debemos saldar por una deuda de “felicidad acumulada” en otras etapas de nuestra existencia. Yo creo que buscar una excusa fuera de nosotros es, sin ánimo de ofender, una solución ingenuamente infantil.

Es cierto, el dolor y el sufrimiento existen, todos lo hemos experimentado. La conclusión más lógica, entonces, es pensar que la propia experiencia humana está cargada de espinas y obstáculos. No se puede hacer nada para evitar el dolor, puesto que forma parte de nuestra vida de la misma forma que nacemos con dos piernas, dos ojos y un corazón.

¿Por qué digo esto? Hace tiempo prometí un post acerca de cómo afrontar esas situaciones cotidianas que no nos gustan. Entender el sufrimiento como algo inevitable es el primer paso para enfrentarse a él con una actitud más madura y acertada. Si el dolor es inevitable, no malgastaremos nuestras fuerzas en prevenirlo con uñas y dientes. Yo diría que es como las olas de una playa, después de unos segundos de calma, su fuerza vuelve a arrastrarnos hacia la orilla. Llegado ese momento, siempre tenemos la opción de dejarnos voltear o jugar con ella, como surfistas de la vida en medio del proceloso mar de la experiencia.

Alguno podría objetar que en el momento de la creación bien podrían habernos ahorrado tanta historia, sin embargo, el dolor también cumple una función importante: Salvarnos, literalmente, la vida. Uno de mis maestros siempre nos hacía la misma pregunta: “Imagina que un día, un premio Nobel de medicina inventa una pastilla que hace que el dolor desaparezca para siempre, ¿la tomarías?” Entre divertidos y asombrados, todos asentíamos con la cabeza, por supuesto, ¿qué tipo de absurdo podría hacer que no tomara tal invento?. Él asentía muy serio, bien. Toma. Ahora imagina que una noche cualquiera, en tu casa, estás dormido, por alguna razón tu cama se incendia, como no sientes dolor, no te despiertas. A la mañana siguiente la policía encontrará tu cuerpo entre los restos de tu casa.

Perdonad lo macabro del ejemplo. Pero realmente ayuda a tomar conciencia de lo que el dolor significa en nuestra vida. A mí me gusta pensar que el sufrimiento es un maestro, nos pone en nuestro sitio, por decirlo de alguna manera. Muchas veces el sufrimiento viene precedido por una etapa en la que hemos malgastado nuestras fuerzas y energías (tanto físicas como psíquicas) sin escuchar para nada los pequeños avisos del cuerpo o la mente. Si perdemos el objetivo, es mejor parar. Además, no por mucho correr vamos a llegar antes, sobre todo cuando lo hacemos en el sentido equivocado. Esta es una lección que tarde o temprano todos aprendemos, el silencio y la quietud son las brújulas de la existencia. Cuando te sientas cansado, párate. Cuando te sientas perdida, escúchate.

Aceptar no significa resignarse, el sufrimiento no es algo deseable, ni creo que hayamos nacido para transitar un valle de lágrimas buscando una promesa de felicidad que no puede ser satisfecha en este mundo. La tierra está hecha de montañas y por eso existen los valles. El mar tiene corrientes y por eso existen las olas. Simplemente, es. Igual que cualquier otra experiencia que podamos pensar. Desde mi perspectiva, el truco consiste en observar, una vez más, sin juzgar. Si aceptamos que esas situaciones desagradables pueden enseñarnos algo, tengamos el oído y el corazón atento a sus enseñanzas, probablemente descubramos que nuestra vida no iba tan bien como parecía.

Otra situación relacionada con el dolor es cuando sufrimos por una situación que nos parece perversa, cuando en realidad nos acerca a mis objetivos. No sé si alguien recordará el post  dedicado al fin (aparente) del amor. Cualquiera podría pensar que una ruptura amorosa es la excusa perfecta para dejarse llevar por el desánimo y la frustración. Sólo es un ejemplo, pero cuántas veces, al cabo del tiempo (incluso al cabo de muy poco tiempo) nos damos cuenta de que esa ruptura era en realidad lo mejor que nos podía haber sucedido.
Esto me recuerda que existe una curiosa circunstancia con el dolor: es inevitable, sí, pero muchas veces nos recreamos en él o incluso hacemos competiciones por ver quien sufre más en una determinada circunstancia, como si fuera una especie de medalla al mérito: “Fulanito de tal, zutanita de cual…Yo, la vida, te impongo esta fatiga por lo bueno o buena que has sido…” Para mí, existe el sufrimiento y existe la desesperación. El sufrimiento es una circunstancia objetiva y pasajera que nos afecta a todos. La desesperación es un juicio de valor que tiñe de negro una experiencia de por sí bastante oscura. El dolor nos viene dado, la desesperación es una opción personal. Por muy duras que sean las circunstancias de cada cual, siempre hay una opción y siempre hay un final. Recordar, sin perdonarme a mí mismo o a otros, esos tiempos de oscuridad, es la desesperación. Una tirana que atenaza el alma y nos chupa la savia de la vida sin que nos demos cuenta, puesto que la desesperación no da nada pero quita todo, la ilusión, la alegría y la belleza de despertar cada día con una vida por delante.

El mejor remedio contra la desesperación es el perdón y cuando el perdón no es posible, a veces sirve el olvido. Aunque pueda resultar sentimentaloide, quiero compartir mi experiencia con todos vosotros: Cuando aceptas los tragos amargos y vives realmente todo lo que la vida te ofrece, siempre queda el recuerdo dulce, el alma parece ensancharse, el aire se ilumina y la gratitud crece poco a poco en tu interior, las nubes se abren y los rayos del sol se filtran con una belleza inimaginable. Repito, no quiero parecer ingenuo, para mí, lo que os acabo de contar no es un credo, como si de una confesión se tratara, es simple y llanamente, lo que he vivido. No os pido que estéis de acuerdo conmigo, sólo que os atreváis a intentarlo.

Un abrazo muy fuerte para todos y todas, especialmente los que estéis atravesando uno de esos túneles, que de vez en cuando, nos pone la vida en el camino.

EDU

NOTA: La imagen es del blog de adelaidamartinez.blogspot.com

2 comentarios:

  1. Hosti Edu me ha gustado mucho esta forma de ver el sufrimiento, siempre se dice que sin fases de sufrimiento no se valorarían las fases de felicidad, pero es duro ser positivo en momentos de desesperación, desilusión o desamor, aunque la lectura de tu post ayuda.

    Un abrazo

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  2. Pues sí, pues sí…como una vez leí en un libro se trata de soltar los remos y dejar que la corriente te lleve…confiando en que te llevará al mejor de los sitios, al sitio en el que debes estar. Y así es también mi experiencia, cuando sueltas y dejas de aferrarte, y confías, suceden cosas muy buenas, sucede por ejemplo...la Luz, sucede por ejemplo Dios…

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