Hay un cuento de Jorge Bucay que me gusta especialmente. Trata de dos ranas que caen en una tinaja de leche. Las dos ranitas patalean y patalean hasta que una de las dos le dice a la otra que está cansada. No puedo más, se queja. Esta situación es absurda, nunca lo conseguiremos. Dicho esto, se deja ir, sin más esfuerzo, hasta el fondo de la tinaja. La otra ranita, lejos de darse por vencida, continúa nadando y nadando hasta que la leche, a fuerza de ser batida, obtiene la consistencia de verse convertida en nata.
Nuestro amigo Jorge no suele darnos moralejas para sus cuentos, puesto que en cada circunstancia de la vida pueden cambiar y las asociaciones que cada cual establece también forma parte de su terapia. A mí, este cuento siempre me ha sugerido una de las virtudes para ser más felices en nuestra vida: La paciencia.
(Imagen por: eljergon.com)
No creáis que estoy hablando de algún tipo de esotérico remedio religioso para vivir con resignación, antes bien, la paciencia es un arma poderosa para ayudarnos a conseguir nuestros objetivos más elevados, haciendo, en multitud de ocasiones, que las circunstancias se vuelvan a nuestro favor en lugar de correr en nuestra contra.
Como la ranita del cuento, la paciencia es la voz interior que nos recuerda, constantemente, que nuestras virtudes siguen estando intactas aunque no observemos inmediatamente los resultados.
En ocasiones, sentimos que la vida no hace nada por ayudarnos, nos vemos a nosotros mismos como fracasados o vencidos. Hemos puesto sobre el tapete nuestras mejores cartas y sin embargo, la mano parece estar perdida. Si perdemos con lo más sofisticado de nuestro repertorio…¿qué no sucederá después?.
Una de las consecuencias de la frustración, quizá la más dañina para nuestros intereses, es la falta de confianza y el desánimo posterior que provoca. La desesperanza abotarga los miembros y la creatividad, volvemos a definir el problema en los mismos términos y esto hace que siempre demos con las mismas conclusiones: No hay solución posible. Cuando somos capaces de valorar positivamente las fortalezas que todos tenemos, cuando somos conscientes del ilimitado valor de nuestra forma de actuar, las circunstancias constituyen sólo un acicate necesario y no un yugo insuperable.
Esta confianza inquebrantable en nosotros mismos es uno de los pilares de la paciencia. No se trata de obcecarse compulsivamente en los mismos errores, sino actuar con la calma del agua, que a fuerza de lamer las rocas, consiguen desgastarlas hasta reducirlas a un lejano recuerdo. La paciencia actúa con la fuerza invisible de la tenacidad.
Queda claro que una cosa es la paciencia y otra muy distinta el empecinamiento. La paciencia como hemos visto, se sustenta en la confianza y tiene como consecuencia el esfuerzo continuado. El empecinamiento, por su parte, es fruto del miedo a cambiar y la ceguera selectiva para no comprender todos los datos de un problema. Una mente abierta, dispuesta a observar y replantear las condiciones iniciales, buscando alternativas creativas, es imprescindible si queremos conseguir solucionar problemas o enfrentar una situación comprometida.
En muchas ocasiones, la vida nos conduce a tesituras no del todo deseadas, pero que no queda más remedio que enfrentar y resolver. La solución no siempre es rápida y en algunos casos, incluso, depende de factores externos como el tiempo y la distancia. Una de las enseñanzas más valiosas que he descubierto a lo largo de los años es que todo llega y con la misma facilidad, todo pasa. Lejos de ser una sentencia definitoria, a mí particularmente me resulta muy liberadora. Puesto que todo llega, no merece la pena fantasear con expectativas, consecuentemente, todo pasa, así que lo mejor que podemos hacer es aceptar lo que viene sin juzgar si eso es positivo o negativo, disfrutemos de lo que tenemos, aceptemos el dolor, vivamos el presente saboreando hasta el final la copa de la vida. El caleidoscopio vital sólo nos permite ver sus preciosas imágenes cuando somos capaces de integrar cada experiencia en un todo lleno de luz y color. Ser paciente significa saber esperar a que las cosas lleguen, ser paciente también significa entender que el dolor desaparece, de una forma u otra. Cuanto antes seamos conscientes de esto, antes nos liberaremos del cruel cautiverio del tiempo y por lo tanto, mayor será nuestra paciencia para enfrentar tanto lo bueno como lo malo.
Otra de las facultades que nos ayudan a ser más pacientes es lo que técnicamente se conoce como “Autocontrol”. Probablemente el tema diera por sí sólo para un post, pero sin entrar en demasiados detalles podríamos decir que el autocontrol es la habilidad para manejar las propias emociones negativas (en este sentido conforma parte de la Inteligencia Emocional y no debe confundirse con la represión de los sentimientos). Cuando estamos esperando algo o nos encontramos en medio de una situación indeseada, solemos sentirnos inquietos, nos cuesta concentrarnos, reducimos la eficacia de nuestros juicios y nuestros esfuerzos. El autocontrol nos ayuda en estos casos primero, a saber reconocer aquello que sentimos, es decir, ser conscientes de nuestra impaciencia. En segundo lugar, una vez que reconocemos la impaciencia nos ayuda a gestionarla y a identificar el mensaje que se oculta tras ella. En cada caso ese mensaje puede variar, pero personalmente, la impaciencia me ha ayudado a darme cuenta de que estaba atravesando por una situación que no me gustaba y por lo tanto me ha permitido poner en marcha los mecanismos necesarios para cambiar. Otro mensaje que a veces me cuesta escuchar y que puede llegarme en forma de impaciencia es ser consciente de cuánto deseo que suceda algo determinado.
Quizá os parezca innecesario, pero muchas veces nos encontramos con eventualidades y no somos capaces de darnos cuenta de cuánto nos agrada la situación. Esa ligera impaciencia es un recordatorio de que sea lo que sea nos encontramos en la dirección adecuada.
Lo importante, no obstante, es no dejar que la impaciencia se transforme en la excusa para olvidar lo que tenemos delante de nuestros ojos. Podemos caer en la tentación de enfocar nuestra actividad hacia el futuro o no ver más allá de ese ligero malestar, haciendo que nuestro día a día sea sólo un pasar de puntillas esperando siempre encontrar al final una recompensa que nunca llega. Esta actitud nos conduciría a una peligrosa espiral en la cual vivimos un etéreo mundo de sueños incumplidos, siempre aspirando a lo que no tenemos, fuera de nosotros y de la realidad, sin ser conscientes de que el suelo que pisamos está lleno de los ladrillos que precisamos para construir la casa de nuestra verdadera felicidad.
Aprended a aceptar todos los acontecimientos de nuestra vida, sin dejarnos llevar por la impaciencia, reconoced en ella los pequeños mensajes por los que guiarnos en las bravas aguas de la existencia, construid la felicidad sin dejaros llevar por fantasías de futuro y…HABRÉIS CONQUISTADO LA PACIENCIA Y VUESTRA VIDA!!!
Un abrazo muy fuerte para todos y todas
EDU
Plas plas plas plas (esto es un aplauso) felicidades Edu me ha gustado el Post... aunque esto de la paciencia no va conmigo... yo soy más de impulsos que unas veces me llevan a hundirme hasta el fondo como la rana y otras veces me llevan a volcar la vasija y que se derrame la leche... no obstante siempre he pensado, posiblemente equivocadamente que el Autocontrol limita la parte creativa de muchos caracteres de personas, así que no siempre uno debe controlarse. El conocimiento personal de cada uno debe enseñarte cuando obtendras tus objetivos con el "auto" o "des" control.
ResponderEliminarUn abrazo y seguid así que sois geniales!!!
Qué buenísimoooo!!! Para mí, impecable. Yo también soy de las que tienen problemillas con la paciencia. Aunque ahora no me puedo quejar. La clave está siendo centrarme en utilizar los ladrillos del presente. Y el resto, será lo que tenga que ser. Por eso mi párrafo súper favorito es:
ResponderEliminar"Podemos caer en la tentación de enfocar nuestra actividad hacia el futuro o no ver más allá de ese ligero malestar, haciendo que nuestro día a día sea sólo un pasar de puntillas esperando siempre encontrar al final una recompensa que nunca llega. Esta actitud nos conduciría a una peligrosa espiral en la cual vivimos un etéreo mundo de sueños incumplidos, siempre aspirando a lo que no tenemos, fuera de nosotros y de la realidad, sin ser conscientes de que el suelo que pisamos está lleno de los ladrillos que precisamos para construir la casa de nuestra verdadera felicidad."
Felicidades de corazón!!
Muchísimas gracias por vuestros comentarios, como Clara puede corroborar, hacer un blog y leer a tus seguidores anima a seguir buscando nuevos temas y empujar un poco más la musa. En cuanto a lo que decís estamos completamente de acuerdo, sólo esperamos que os animéis a seguir desarrollando poco a poco toda la capacidad que nos lleva a ser verdaderamente humanos. Un beso y un abrazo muy fuerte a todos. EDU y CADA
ResponderEliminarLa paciencia es probablemente la menos valorada, y la más grande de todas las virtudes...
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