¿Qué
ves cuándo te miras delante de un espejo? Os invito a que
probéis el ejercicio. Siéntate cómodamente delante del espejo, con
la espalda recta y los pies apoyados en el suelo. Respira. Intentando
centrar tu atención en la sensación de cómo el aire entra y sale
de los pulmones, observando, sencillamente. Mira los ojos que te
miran desde el reflejo y sigue observando qué sucede dentro de ti.
En
un momento determinado, probablemente, empezarás a sentirte
incómodo, incómoda. Empezarás a recordar y con un poco de suerte,
te vendrán pensamientos acerca de esos momentos de los que te
arrepientes en la vida...¿suerte? Así dicho, no parece muy
afortunado enfrentarte con esas sombras de tu alma que desearías no
tener, con esas manchas que tratas por todos los medios de ocultar y
ocultarte. No parece muy afortunado observar todo aquello que si los
demás supieran de ti, te alejaría de ellos, porque no puedes
perdonártelo.
¿Qué
ves cuándo te miras delante de un espejo? Sombra...Pero, ¿qué
es la sombra? Todo lo que no aceptas de ti. En realidad,
todo lo que no te quieres, todo el odio que sientes hacia ti mismo
porque si no lo odiaras no tendrías que ocultarlo. Y este es el
comienzo del juego, un juego de sombras en el que te ocultas, un
parapeto de creencias, tensiones y defensas tras las que encerrar los
aspectos más recónditos del sí mismo.
Y
ahora, ¿qué sucedería si todas esas sombras vieran la luz?
¿qué sucedería si pudieras mirarte al espejo, reconocer todo lo
que se esconde tras esos ojos que se reflejan y no trataras de
ocultarte nada?
La
mejor terapia que conozco es poder sentarte delante de alguien y
desnudarse sin justificaciones, mostrarse sin dudas, decir soy la
persona más horrible del mundo y que el de enfrente dijera:
tranquilo, no hay problema. No es fácil. Hay tantos aspectos que nos
avergüenzan de nosotros mismos que no podemos dejar que los demás
los vean. Y curiosamente, el problema no radica en que seamos
imperfectos, el problema es que nos da vergüenza serlo.
Vamos
a dar un paso más: salgo a la calle, voy a una cafetería, pido un
café y el camarero me sirve una amarga ración de rictus. La sombra
dirá que no puede ser, que yo tengo derechos, que me merezco otra
cosa...Cuando he podido reconocer que soy la persona más horrible
del mundo, sólo puedo sentir compasión por ese camarero que aún
no sabe lo que expresa su propia cara. Porque lo más difícil es
saber que esa cara amarga es la que refleja mi propio interior.
Hace
falta un punto de valentía muy importante para sacar a la luz lo que
consideramos lo peor de nosotros mismos. Si vas a un bar un sábado
por la noche es posible que seas testigo de muchas conversaciones
entre personas que se gustan y tratan de mostrar su mejor rostro.
Maquillaje para disimular las arrugas, ropas que ocultan esos kilitos
de más o que se ciñen a aquellas zonas de nuestro cuerpo que
queremos resaltar. Imaginemos por un momento que estamos en un
lugar diferente, en un universo paralelo donde no existen palabras,
donde la gente se comunica por lo que ve, como si fueran libros
donde han quedado impresos cada uno de nuestros pensamientos, de
nuestros actos. Sólo habría que acercarse y leer.
(imagen de inspirulina.com)
En
un mundo así ¿serviría de algo mentir? ¿serviría de algo
culparse? ¿serviría de algo el odio? Nuestros lectores más
antiguos ya saben que soy un defensor a ultranza del amor a través
del conocimiento. No puede haber amor sin conocer. No puede haber
conocimiento sin luz. No puede haber verdad si trato de ocultar
en los armarios lo peor de mí mismo, porque el olor de la porquería
siempre termina delatándome.
Vivimos
en un mundo de sombras, porque creemos que no hay perdón para ellas.
Empecemos por perdonarnos a nosotros mismos, empecemos por confiar en
que en algún sitio hay alguien que nos ve como un libro abierto y a
pesar de ello, quiere seguir a nuestro lado. Recuerdo una
conversación con un viejo amigo, al hilo de un libro que estaba
leyendo por aquel entonces: en general está bien, aunque le sobran
cien páginas, le dije. Me miró con una media sonrisa y respondió:
si en mil páginas no cuela ninguna mala sería un genio. Con nuestra
vida sucede igual. Si con todos los días que acumulamos no
tuviéramos alguno malo seríamos genios.
Aunque
nosotros contamos con una ventaja que no cuenta ningún editor.
Podemos reescribir una y otra vez esa página menos lustrosa hasta
sacarle brillo, hasta que no contenga ninguna errata, hasta que
no haya nada de lo que avergonzarse. Sólo hay una condición, que no
quieras releer una y otra vez las páginas bien escritas. Para
mejorar no queda otra que saber lo que puede ser modificado. Para
limpiar un armario no queda más que abrirlo y mirar lo que hay
dentro.
Todo
puede empezar por un espejo, por una tarde en la que tranquilamente,
te sientas y miras sinceramente el reflejo de unos ojos que te
miran. Todo puede empezar en una gota de agua que te recuerda que al
fin y al cabo, estamos aquí para limpiar, no para señalar la
suciedad con ahínco sádico. Todo puede empezar en este instante,
con una página que quieres reescribir. Basta con sentarse, abrir el
libro y señalar ese párrafo que creíamos maldito. Ayúdame a
reescribirlo.
El
mundo comienza en un párrafo maldito. En una frase que no
quisimos pronunciar. En un acto que no quisimos hacer. En un paso que
no quisimos dar. Es de humanos equivocarse, por eso, en igual medida,
los seres humanos tenemos la maravillosa capacidad de decir: lo
siento.
Espero
que vuestra semana esté llena de luz y frases hermosas que
reescribir en esos borrones que todos acumulamos
Os
quiero
EDU
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