Ante todo, deseo agradecer al profesor Ortigosa el regalo de su hora y media semanal de inteligentes comentarios en busca del despertar hacia el sentido crítico. Si bien sus ironías, además, me provocan una sonrisa permanente. Esa ironización suya es, precisamente, lo que ha despertado el interés de esta semana. Pues, como sus propias palabras dijeron, si le preguntas a cualquier ser humano “normal” si ama a la humanidad dirá que por supuesto. Pero otra cosa muy diferente es amar al “tío” que va a tu lado en el metro estornudándote encima.
Ese es, precisamente, el dilema moral: amar a la humanidad demostrando amor por el prójimo.
A partir de aquí podemos comenzar a ser realistas con nosotros mismos y mirar hacia nuestro interior para recordar la vez aquella en la que te dijiste a ti mismo: “Odio a los hombres (o a las mujeres o a ese alguien en particular)”.
Hay dos casos clásicos:
El primero de ellos tiene mucho que ver con el despecho. Un corazón herido “odia”. Es bien sabido que entre el amor y el odio hay una línea muy fina que, por desgracia, a veces se traspasa con una sencillez que hasta produce vértigo. Quizá, llegar a oír de tu propia boca las palabras “te odio” es demasiado duro; pero lo que seguro que te has oído decir alguna que otra vez es: “cómo odio a ese tipejo” o “ese niñato es odioso”.
Y en esa tesitura fue como conocí la historia de Raquel. Una chica joven y llena de entusiasmo, con una carrera prometedora y abarrotada de talento y energía. Tras ocho años con “su chico”, de los cuales cinco eran de convivencia, descubre que eso no encaja. Emitían en ondas completamente diferentes. Él era demasiado ordenado, demasiado bueno, demasiado simpático y hasta demasiado cariñoso. Era un chico diez que para Raquel se había convertido en un demasiado demasiados. Al principio pensó que ella era el problema. Su inconformismo, su falta de voluntad para poner de su parte. A veces, quizá, era que sentía que le hacía demasiada sombra. Se quedaba pequeñita a su lado. ¡Qué tontería! Ella también lo valía todo. No se trataba de buscar tres pies al gato ni de hacer comparaciones ridículas… Una mañana traspasó la barrera sin más. ¡Y vaya si las traspasó! Se lió con Rebeca, su vecina del quinto, y ahora puedes oírla comentar que, literalmente, odia a los hombres.
El segundo odio clásico tiene que ver con sentir horror ante lo que otras personas, en situaciones anormales, realizan. Se trata pues de un mal empleo del lenguaje, pues tendemos a hacer comentarios del tipo a: “hay que ver cómo son los hombres” “es increíble que un hombre pueda hacer eso” “los hombres se han vuelto locos”, cuando en realidad queremos referirnos a la humanidad en general. Este tema tiene mucho que ver con la pérdida de valores y los actuales tiempos cambiantes. Sucesos terribles acontecen a cada minuto a causa de las propias personas y uno se echa las manos a la cabeza preguntándose ¿qué es lo que está sucediendo?
Pero, desde luego, no es mi propósito de hoy conferir de un toque demasiado serio a esta reflexión. Con mis comentarios del día sólo tengo una finalidad: parémonos a pensar por un momento y detengámonos a amar. Dedicar un tiempo para mirar a la gente que pasa a nuestro lado y darnos cuenta de que somos afortunados de no estar solos. Aunque en la más absoluta de las desesperaciones de vez en cuando tratemos de escapar y busquemos sitios para escuchar la soledad, ésta sólo puede sentirse cuando se ha saboreado a toda la sociedad. Somos seres sociales y vivir rodeados nos hace humanos. ¿Por qué, en ocasiones, olvidamos mirar a la cara de otros humanos? ¿Por qué caminamos absortos en nuestros pensamientos sin darnos la oportunidad de conocer los de los demás?
Anímate a darle una oportunidad a quien comparte contigo un vagón, una acera, una cafetería… antes de que sea demasiado tarde y puedas oír de tu boca palabras como “¡Puf! ¡Hombres! Quién los necesita…”
CADA.
Buenos días CADA, me ha gustado tu reflexión aunque no la comparto, yo amo la humanidad y amo a los hombres y mujeres, pero con todo y con eso odio a determinados individuos que forman parte del grupo, y te pongo un ejemplo, la semana pasada fui a tirar un sofá y unas estanterías al punto limpio, fui con mi mujer embarazada de casi 9 meses y entro en ese lugar en el que tienes que dar las gracias porque te dejen entrar y se baja mi santa esposa para indicarme donde parar y donde hacer las maniobras para dejar mi furgoneta lo más cerca posible del contenedor para no cargar con los objetos más de los metros necesarios, pero la interrumpe el paso un ser gordo con las manos en los bolsillos y le dice... de esa línea no pueden pasar vehiculos... habría como 30 metros hasta los contenedores y luego le dice... y debeis tirar cada cosa por separado, el otro contenedor estaba en otra altura a una distancia de otros 60 metros... digo... valeeeeeeeee, aparco la furgo y en vez de ayudarme el señor que vigilaba el cotarro, no solo no lo hace sino que me interrumpe el camino y se me pega mientras acarreo yo solo con un sofá que ocupaba más que yo y pesaba lo suyo... cuando vuelvo a la furgoneta mi mujer estaba empujando una estantería, mientras otro individuo se había acercado para espertarla que tuviera cuidado, pero ni el primer trabajador y el segundo habían sacado sus manos para ayudar ni a uno ni a la otra, en ese momento me entraron ganas de odiarles y pensar que la humanidad ha perdido los valores y que semejantes hijos de puta solo se merecían que al desaparcar la furgoneta les pasara sobre su pie si no se quitaban lo suficientemente rápido, pero el problema es solo de esos dos, seguro que si en vez de esas dos personas hubiera ido a otro punto limpio, al ver a mi mujer me habrían facilitado el trabajo, sin tener que llegar a tocar ni un segundo ningún objeto, cual es la conclusión a la que llego... que existe mucho Hijo de Puta suelto que ha perdido toda la decencia, todo el respeto y no tiene un pequeño compromiso con sus semejantes, pero por cada uno de esos, me encuentro en mi paseo por la vida con decenas de buena gente que sin esperar nada a cambio me ayudan en la vida, así que como a priori no se si van a ser unos Hijos de Puta o una gente maja, yo sigo amando a la Humanidad y a los Hombres y mujeres y que sean los individuos individuales los que se ganen mi desprecio.
ResponderEliminarLo del punto limpio es de coña, cada vez que llevo algo parece que me hacen un favor. Hijos de puta....
ResponderEliminarCompletamente de acuerdo contigo. Hay personas y personas... (por llamarlas algo)
ResponderEliminarDe todas formas he pillado la indirecta de mis lectores. Valeeeee, el próximo post de CADA será sobre el "Punto limpio"
Gracias por seguir ahí. Saludos,
CADA.
Yo, en cambio estoy de acuerdo con el Prof. Ortigosa,en el siguiente sentido: algunas personas, algunas veces, sacan carnet de Amnistía Internacional, pagan unos euros y, simultáneamente, son incapaces de soportar a sus propios hermanos en edad del pavo. Ni te cuento ayudar a una embarazada. Esto no significa que la totalidad sea así: hace 3 semanas esguince de tobillo en la calle y se acercaron a ayudarme dos personas, una de 70 y otra de 30... Eso sí, Anónimo: el número de imbéciles tiende al infinito (Ecc. 1:15) hace ya más de 3.500 años.
ResponderEliminar