Hacer cambios en la vida, realizar repentinos giros y emprender nuevas situaciones es algo que afrontamos en algún momento.
A veces, esas variaciones se producen sin más. De pronto un día trasladan tu empresa, te quedas en el paro o te enamoras de alguien que es de otra ciudad. Pero en otras ocasiones eres tú quien decide emprender una innovación. La decisión no ha sido fácil y te has tomado tu tiempo para madurarla. Llevabas meses viendo programas como “Madrileños por el mundo” o “Españoles por el mundo” y observabas que la gente perpetraba giros en sus vidas y le iba bien. Quizá, había llegado el momento de decidir que tú también necesitabas una bocanada de aire fresco.
Algunas personas, las menos, lo dejan todo e inician una aventura radical y diferente que la mayoría de sus familiares no aprobarán y algunos de sus amigos no entenderán jamás.
Otros, la mayoría, son mucho menos atrevidos y cuando saben que necesitan un vaivén pintan la casa de otros tonos e incluso se permiten el despilfarro de seleccionar nuevas cortinas. Promovidos por una especie de osadía interior creemos que mover muebles “da suerte” y en realidad, lo que hemos hecho ha sido entretenernos un tiempo con un proyecto de brico-hogar para ocultar tras él las verdaderas intenciones de dar un giro interior de 180º.
Pero cuando pretendemos estar seguros, los cambios nos intimidan. Nuestra situación de aparente comodidad nos inyecta una especie de halo que decide algo así como: “ten cuidado porque podrías estar peor”.
La pregunta que debemos hacernos es: cuánto podemos aguantar hasta que descubramos que cambiar las cortinas de la casa no nos resulta, en absoluto, suficiente.
En este intering de la vida, donde las tomas de decisiones son constantes y en la cual podemos experimentar que algo no acaba de llenarnos pero que tampoco estamos tan mal como para preocuparnos, yo hice dos descubrimientos: el primero, que si tenemos el sentimiento de que todo puede ser un asco nos debemos agarrar a todo lo que nos llena de satisfacción. El segundo, que los parches que ponemos en nuestra día a día para hacernos sentir bien a nosotros mismos pueden ser la auténtica chispa de la vida. Así que, según esto, quizá las evoluciones necesarias para alcanzar la felicidad no se produzcan nunca, pero puede que podamos vivir acogidos a esa “chispa de la vida” ignorando todo lo demás y construyendo un caparazón en torno a todo aquello que nos daña.
Como en otras ocasiones, no tengo las respuestas buenas, pero me quedo con el comentario que el sábado pasado me hizo un buen amigo: “Ahora estás en el ojo del huracán y sabes que en cuanto saques un pie te arrastrará. Pero esto es lo que te ha tocado vivir; si no estuvieras viviendo este instante nunca tendrías que tomar decisiones posteriores. Ahora no es el momento de pensar en qué harías si pasase esto o aquello. Ahora es el momento de, simplemente, vivir lo que estás viviendo”.
Yo también afrontaré los cambios. Tomé una decisión que quiero llevar hasta el final. Y mi decisión me liberará de ciertas ataduras. No sé bien qué traerá consigo. Lo único que por ahora sé es que, en mi nueva situación, no elegiré ningún tipo de cortinas…
CADA.
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