CONSTRUYENDO EL AMOR


Releyendo mis dos últimas entradas me he dado cuenta de que en realidad deberían formar una especie de trilogía: desde el amor a uno mismo descubrimos que hay un otro que me ayuda a caminar y en ese paseo descubro que hay algo que yo también puedo hacer por ese otro, en ese instante es donde nace el Amor.

Aunque no tengo datos oficiales, he podido comprobar en mi trabajo habitual cómo las quejas relacionadas con el amor y la pareja conforman uno de los motivos de consulta más frecuentes. ¿Qué nos pasa en este mundo? ¿Se nos ha olvidado amar?

Una de las ideas que yo abrazaba al respecto es que el amor no puede ser un destino, sino que siempre es el camino. Como tal, es un ser dinámico que se autodescubre, porque como bien podemos comprobar en estos días, el cambio es lo único que permanece, así que sería ingenuo pensar que nuestra pareja o nosotros mismos nos vamos a mantener inalterables a lo largo del tiempo.

Así pues, la cuestión no está en cómo evitar los cambios sino en cómo adaptarnos a ellos. Y aquí viene el sentido del título de mi post. Si comparáramos una pareja con una casa, los cimientos estarían basados en las similitudes que hicieron que un día me enamorara de alguien. Todos hemos sentido alguna vez ese cosquilleo en el estómago, esa necesidad urgente de estar con el otro o incluso el deseo posesivo que me quita hasta el sueño por las noches. Sin embargo, las pasiones no duran eternamente, ni tampoco es demasiado adecuado que lo hagan. El problema es que si construimos sólo en base a nuestras semejanzas la casa no tardará demasiado en llenarse de grietas.


La idea no es mía, sino de Sergio Sinay. Pero coincido plenamente en su análisis: En cualquier pareja, aún las más cómplices, siempre surgirán diferencias, será por la forma de administrar el dinero o incluso por la manera de hacer la cama (también puede ser sobre la necesidad de hacer la cama todos los días, pero ese es más bien tema para CADA). Claro está que hay diferencias y diferencias:

Las más fáciles de armonizar son las diferencias complementarias. Si resulta que yo odio cocinar pero no me importa hacer la colada (incluyendo la temible plancha) y a ti te pasa lo contrario…miel sobre hojuelas. Supongo que tendréis mil ejemplos de ello en vuestra vida cotidiana.

Luego están las diferencias acordables, aquellas que se pueden negociar. Evidentemente el consenso tiene que basarse en la comunicación y en la búsqueda común de objetivos, porque al fin y al cabo, cuando dos personas se unen traen cada cual dos modelos distintos de hacer las cosas. Uno no tiene que ser mejor ni peor que el otro, pero cuando nos enquistamos en tratar de demostrar que mi modelo es el mejor de los posibles, es bastante difícil conseguir acuerdos que no impliquen una derrota del contrario. Así pues el truco consiste en descubrir que hay, literalmente, mil formas de hacer lo mismo, o incluso de no hacerlo.

La última clase de diferencia consiste en las incompatibles. Si yo quiero tener hijos y tú no, si yo dedico mis esfuerzos a la lucha ecologista y tú ni siquiera eres capaz de separar los envases…no hay amor que se salve. Siendo honestos, probablemente descubriremos que nunca nos hemos amado, hemos podido sentirnos atraídos, apasionados o hasta sí, enamorados. Pero la complicidad, la armonía y la felicidad del amor no pueden darse en ausencia de unos valores compartidos.

Por último y aunque parezca una paradoja, el amor al otro, ya lo decía, no puede darse sin una buena relación conmigo mismo. Si no mantengo una buena armonía entre las múltiples facetas de mi propia personalidad, es bastante complicado que mis propios fantasmas no terminen asustando a mi relación. Pero este es el paso más difícil. En definitiva, el amor no es más que amar a otra persona. Pero no siempre nos enamoramos de alguien, sino que en la mayoría de las ocasiones lo hacemos de una imagen, de un recuerdo o incluso de una frustración. Estamos más pendientes del “me gustaría que fueras” que del “me gusta cómo eres”.

Cuando estamos en paz con nosotros mismos descubrimos realmente a la persona con la que convivimos. Nos levantamos cada mañana con alguien distinto porque realmente aceptamos el cambio que se produce en nuestra pareja. Podemos sentarnos tranquilamente y decir: sabes que te quiero pero es posible que yo no sepa cómo quieres que te lo demuestre en este momento. Es posible que no seas la persona perfecta, es posible que haya aspectos de mí que te disgusten. Pero más allá de eso, te prometo que dejaré que seas en cada momento quien quieres ser, tanto si necesitas mis abrazos como si necesitas sentarte sola o solo a descansar, tanto si quieres que te acompañe o necesitas la compañía de otros.

Al final, el amor se reduce a un fin en sí mismo, no te amo porque te necesito, ni para ser feliz, ni para conseguir aquellos sueños de juventud que sólo puedo obtener en tu compañía. Sé perfectamente que lo único que necesito es a mí mismo, porque soy quien puede elegir mi destino, soy plenamente consciente de que vivir mis sueños forma parte de mis decisiones y he experimentado que puedo ser feliz sin tener que estar a tu lado. Lo que sucede es que deseo compartir mis sueños contigo, mis necesidades contigo. Sucede, sin que lo haya elegido, sin que deba hacerlo, sin que ni siquiera tú tengas que decidir hacer lo mismo por mí…sucede…que quiero compartir mi felicidad contigo y reconozco, con la misma claridad con la que reconozco mi imagen en el espejo…que te amo…simplemente, porque te amo.

Feliz semana a tod@s

EDU

3 comentarios:

  1. Me acabas de hundir en la miseria!!! me ha encantado tu post, pero me doy cuenta que mi matrimonio va para atras!!!

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  2. Querid@ amig@: Gracias por el juicio...Respecto a tu matrimonio, en la vida todo va para adelante aunque no sepamos verlo, quizá es el momento de analizar qué nos separa para ayudarnos mutuamente a crecer y salvar las diferencias. Puede que haya momentos difíciles, pero el amor siempre triunfa. Un abrazo enorme y mucho ánimo.EDU.

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  3. Gracias EDU! Un post constructivo y muy enamoradizo. Me ha gustado mucho.

    Una aportación propia: no se nos ha olvidado amar; lo que sucede es que, muchas veces, amamos a quien no nos corresponde y apartamos de nosotros a quien más amor nos da.

    Un saludo

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