INTERÑECOS EN EL MUNDO DIGITAL

¡¡Edu y Cada han grabado su primer vídeo!!

Hoy hacemos una presentación de la Hitachi FX TRIO-77 con algunas de las funciones básicas:

EDU y CADA nos enseñan lo fácil que es utilizar la pizarra interactiva y cómo podemos crear rápidamente actividades educativas interactivas y motivadoras. Y no os perdáis, al final del vídeo, las tomas falsas...

TUS DESEOS SON ÓRDENES PARA MI

Estimad@s lectores,

El post de hoy tiene la finalidad de anunciaros NOVEDADES que, desde YA, podréis encontrar en nuestro blog.

Lo primero de todo, quiero dar la BIENVENIDA a todas aquellas personas provenientes del sector educativo y que se están incorporando poco a poco a nuestra lista de amistades.

Algunos de vosotros/as me habéis acompañado desde que comenzó nuestra andadura. Edu y Cada emprendieron su carrera en AGC Formación hace medio año.

En este corto período habéis compartido conmigo vuestras inquietudes, me habéis leído y habéis opinado y, vuestros comentarios han soltado más y más mi palabra y han ahondado más y más en mi corazón. La vida son momentos. Momentos llenos de mensajes, de silencios, de reflexiones. A veces con sarcasmo y otras con fundamento. En ocasiones más ironía, otras tantas deliberación. Quiero seguir ahí, a tu lado. Quiero que me continúes profesando y me sigas inspirando.



Edu y Cada apostaremos por temas relativos a la educación y colaboraremos con vosotros y vosotras contribuyendo con nuestros conocimientos a un mundo Edu-Cado. Al fin y al cabo ese es el objetivo de Gente Edu-Cada y uno de los principales motivos por los que comenzamos a publicar el pasado 1 de septiembre de 2010.

A partir de aquí, Edu y Yo vamos a sorprenderos semana tras semana con interesantes fórmulas educativas y consejos para aplicar al aula (en entornos educativos), a la empresa o a vuestra vida diaria. La pretensión es enseñar, mostrar, formar y claro está: Educar!!

Y sin más dilaciones, voy a anunciar una EXCLUSIVA:

El próximo jueves presentaremos nuestro primer vídeo para Gente Edu-Cada.

En este vídeo Edu y Yo mostraremos el funcionamiento de una Pizarra Digital Interactiva Hitachi FX-Trío.

A partir de la semana que viene, todos los lunes podréis leer consejos Edu-Cados y hacer preguntas relacionadas. Los jueves volverán las plumas de Edu (con sus apuntes de psicología) y Cada (con sus ironías de la vida cotidiana).

No dejéis de estar ahí, amigos y amigas; porque vosotros sois los auténticos Edu-Cados.


CADA.

UN ELOGIO DE LA SENCILLEZ

Hablando con un amigo sobre las relaciones de pareja, incipientes, he caído en la cuenta de una circunstancia que me gustaría compartir con todos vosotros a modo de reflexión. ¿Os habéis dado cuenta de cómo nos complicamos la vida con complejidades que no tienen nada de natural?

Uno de los pilares de la Inteligencia Emocional son varios consejos o trucos para “ser feliz”, al contar esto casi siempre recibo la misma respuesta: “Eso es muy difícil”. Pero lo cierto es que no, que la vida es sencilla y además, es simple. Al menos, la felicidad es simple.

Me gustaría poneros un ejemplo cercano, el otro día estaba en casa, tranquilo. Cuando a través de la ventana, pude descubrir los primeros brotes verdes de un árbol que crece en mi patio. Cada primavera ese árbol llega puntual a su cita con la vida. Me recordó que cada día, en nosotros, hay, literalmente, millones de razones para ser feliz. El problema es que no siempre somos conscientes de dos asuntos fundamentales:

Primero, pretendemos que los brotes crezcan en un solo día, o peor aún, que nunca se vayan.
Segundo, en muchas ocasiones no valoramos esos pequeños brotes en la medida que se merecen.

Crecer, en cualquier sentido o dirección, es un proceso complejo, pero como cualquier proceso humano, suele construirse sobre cimientos relativamente sencillos. El amor es un edificio de palabras, gestos y actitudes pequeñas pero constantes y no hay nada que nos haga más felices que querer y sentirnos queridos. Es más fácil alcanzar un objetivo cuando no lo complicamos con tareas excesivas que nos dispersan y confunden. A su vez, esto nos ayudará a valorarme más positivamente y por lo tanto a ser más feliz.

En las relaciones, la tendencia a complicarnos llega incluso hasta el absurdo. Vemos a alguien que nos gusta, a quien parecemos caer bien, su compañía me resulta agradable, incluso compartimos cierta intimidad, bromas y un par de sonrisas. A la hora de despedirnos, un inevitable ¿quedamos otro día? Y entonces él, o ella, olvidando la esencia palpable de lo que hemos vivido durante las tres últimas horas, sonríe y comenta: ”Soy muy complicado/a”. En realidad, casi podemos oír los gritos de socorro de su pobre cerebro, devanándose a toda prisa en dar una excusa que no existe, puesto que todas las evidencias demuestran que sí, que otra tarde tranquila es posible, que otra charla sería placentera. ¿qué está sucediendo aquí?



Sin querer, imaginamos un café, una cena, una alcoba, un desayuno, una casa en la playa, dos niños correteando por el jardín y llamándome ¡Papá!. Si ese momento no es para salir corriendo…ya me diréis. Pero la vida es simple y ha tenido a bien llamar café al café. Claro que también puede ser que el susodicho se dé por la mañana y entonces entre la tarde y el amanecer haya compartido sábanas y caricias. Pero aun en este hipotético caso, todos mis actos habrán llevado un consentimiento pleno y decidido, mil pasos que he tenido que dar y que me hubieran llevado a cualquier otro lugar de haber elegido cualquiera otra de las alternativas. ¿Por qué tenemos la dichosa costumbre de pensar en la decimosexta decisión cuando todavía no hemos sobrepasado la primera?

No solo la felicidad es fácil, sino que es mucho más fácil de alcanzar cuando nuestra vida se llena de sencillez. Aquel que puede alegrarse por el descubrimiento de un brote en un árbol del jardín, probablemente no necesite millones de euros en la cuenta corriente y no se pasará media vida obsesionado por engordarla, malgastando la otra media en elucubrar medidas para que no le roben.
Es cierto, el dinero puede permitirme muchas experiencias, incluso algunas felices, pero lo importante es poder sentarme aquí y ahora, sin preocupaciones y caer en la cuenta de la enorme suerte que supone, simple y llanamente, estar.

Aceptar la vida, con sus momentos de penuria, de grandeza, de riqueza, de salud, de enfermedad es simplemente enraizar con la verdadera naturaleza de la existencia y cuanto más enraizados estemos, más fácil será darnos cuenta de que la felicidad no es un ente externo y mágico que se encuentre en algún lejano lugar, sino que simplemente es una decisión que tenemos que tomar, a cada instante, en cada lugar, en toda circunstancia.

Recuerdo a otro amigo, una de las personas más agradables que conozco. Cuando yo iba a la facultad él estaba cerca de la jubilación pero coincidíamos muy a menudo en la estación y nos sentábamos juntos en el tren. Al llegar a Atocha, cientos de caras expectantes, malhumoradas, sonrientes, somnolientas, esperaban pacientemente a que se abrieran las puertas del tren. Con un deje de picardía en la voz, mi amigo me miraba risueño y me decía: “ Somos famosos…Mira cuánta gente ha venido a recibirnos” Más de una mañana, oí una risa anónima saludando la ocurrencia.

La vida es sencilla. Para terminar un pequeño consejo. Intenta gastar la mitad de tiempo en hacer algo que te resulte fastidioso, sólo tienes que hacerlo la mitad de veces. Todo ese tiempo, dedícalo a lo que realmente te apasiona y descubrirás que el mundo no se ha parado, simplemente, eres el doble de feliz.

Os deseo una feliz y sencilla semana a tod@s. Un fuerte abrazo

EDU

EN LOS PUNTOS LIMPIOS SE JUEGA SUCIO (PARTE I)


La separación de basuras se ha ido incorporando poco a poco en nuestro sistema rutinario de tratamiento de los deshechos. Cuando se nos habló por primera vez de separar los elementos de despojo en nuestros hogares, parecía una utopía poder alcanzar la realidad de hoy.

Venimos de una generación donde lo que había en las casas era un cubo redondo grande en el que se tiraba absolutamente todo lo que ya no nos era de utilidad. El cubo estaba siempre ubicado debajo de la pila de fregar y tenía puesto una bolsa que cuando se llenaba daba paso a un completo ejercicio de habilidades en el que, nos entrenábamos por averiguar quién era el mejor de la casa haciendo equilibrios con basura en la parte alta del cubo o, quién era el mejor de la casa esquivando el momento de bajarla a la calle.

El cambio nos costó mucho al principio. ¿Dónde se suponía que íbamos a meter otro cubo similar para la basura que iría al contenedor amarillo?

Todavía hoy, en ocasiones, dudamos de dónde exactamente va determinada sobra. Está muy claro que los orgánicos van en el cubo habitual y los envases, latas y bricks en el amarillo. Pero, ¿qué hacer con el papel de plata, una servilleta de papel o un plato de plástico?

Por si tuviéramos pocas dificultades aparecieron los contenedores verdes (para el vidrio) y azules (para el papel y cartón).

De este modo en nuestros hogares se crearon pequeñas centrales separadoras de basura con cubos muy diferentes a los que teníamos antes y que permiten decidir entre los contenedores tradicional, amarillo y verde. Por supuesto, además de esto, hay un rincón de la casa donde se apilan revistas, periódicos y otros papeles y cuando la pila está a punto de pasar a la categoría de torre, le pedimos a cualquier amigo que ha venido a cenar, si tiene la amabilidad de echarlo al contenedor al salir de casa.

Todo el inicio del sistema de reciclaje no se queda ahí. La última incorporación han sido los contenedores de ropa.

Con este formato de separación de restos, hay veces que ya no sé si cuidamos del medio ambiente y aprovechamos mejor los recursos o convertimos nuestros hogares en centrales acumuladoras de deshechos; pero eso sí, separados en montones muy bien diferenciados.

Imaginad que si antes nos costaba bajar una simple bolsa al contenedor, ahora las peleas son inmensas. ¿A quién le apetece bajar dos bolsas: una de orgánicos y otra de latas, un montón de revistas viejas, dos botellas de vino vacías y una bolsa de ropa pasada de moda?

Por esta razón hemos tenido que cambiar nuestra forma de pensar y gestionar los residuos.

Si bien nos preocupa una simple lata o botella, ni qué decir la preocupación inmensa que suponen unas pilas, el aceite usado o un ordenador viejo.

Para todo lo demás, que no entraba en las categorías de los cubos y, para aquellos aparejos demasiado grandes como los muebles y enseres, están los Puntos Limpios.

Ir a un punto limpio es una gran aventura que, como poco, tiene categoría de excursión.

(Imagen de: ecologiaverde.com)


En estos lugares ocurren y se ven hechos apasionantes. Voy a hablar de los tres que considero más importantes a la vista de las experiencias aportadas por conocidos sobre los que he hablado del tema.

  1. Alucino más que cuando subí a la torre Eiffel por primera vez
Bajo esta categoría está el usuario que acude a un punto limpio por primera vez. Si alguno ya lo habéis hecho recordaréis ese primer momento. Es difícil de explicar la mezcla de emociones que produce.
Todos esos contenedores enormes colocados en líneas que puedes admirar desde una vista superior. ¡Ante tus pies hay de todo y lo mejor es que está clasificado!
¡Existen las cosas más raras y un lugar exacto donde ponerlas!
Claro, que por el contrario choca un poco cuando llegas con una lata de pintura llena y hay que dejarla de pie en un rincón…


  1. Vengo con más cosas de las que voy
En esta categoría está la gente peligrosa apasionada de los nuevos artículos. Así, hay personas que van a pasar sus días libres al Punto Limpio del barrio para recaudar interesantes piezas que no entienden cómo nadie ha podido tirar.


  1. Por favor, ¿dónde va esto?
Finalmente, todos y todas tenemos alguna vez la experiencia de tener que ser aconsejados por la persona encargada del punto de reciclado. Y he aquí la pregunta clave que está en nuestra mente: Algunas de estas personas, independientemente del punto limpio en el que trabajen, ¿son antipáticas por el olor producido por los residuos, por la acumulación de preguntas estúpidas, por frustración o por devoción?

Formulada la pregunta, queda en el aire la respuesta hasta la próxima semana, donde intentaré aportar algunas explicaciones relacionadas con el trabajo de cara al público y el trato directo personal.

Eso sí, no quería despedirme sin la experiencia de un amigo maestro que llevó el otro día a sus alumnos de 7 años de excursión a un punto limpio. Al entrar, el encargado les dijo que si necesitaban realizar alguna consulta durante la visita, no dudasen en hacerla. De pronto, los niños y niñas descubrieron un contenedor que decía “Envases peligrosos”. Fascinados con el descubrimiento le preguntaron a su profe qué tipo de residuos se tiraban allí. El profesor levantó la tapa para averiguarlo y ¡no había nada! Llamó al responsable para hacer uso de la pregunta prometida, pero éste se marchó corriendo mientras decía: “Ahora estoy muy ocupado y no puedo atenderos…”

Queda esta anécdota para los anales del misterio. (Habrá que llamar a “Iker” si queremos resolverlo). Hasta entonces, convendría no olvidar el poder del reciclado y decir que si para alguno de vosotros o vosotras no produce la sensación de haber realizado un trabajo limpio, al menos que lo intente por aquello de haber contribuido a la satisfacción personal…

CADA.

Establecer tus propias reglas

Cualquier organismo, desde la más pequeña célula hasta la más sofisticada máquina biológica, tiene dos caras. Por un lado es un ser único, individual y fascinante por sí mismo. Incluso una ameba es capaz de sobrevivir, alimentarse y reproducirse. Pero por otro lado, también forma parte de una red mayor que da sentido a su individualidad. Efectivamente, una célula puede ser estudiada y comprendida como tal, pero pierde parte de su sentido si no se la considera como parte del sistema al que pertenece.

La introducción anterior es perfectamente aplicable a los seres humanos. Muchos de los problemas que nos agobian, nos martirizan y nos hacen infelices derivan de la falta de equilibrio entre estos dos aspectos básicos de nosotros mismos. De una parte individuos completos, maduros e independientes (en el mejor de los casos por supuesto)y de otra seres sociales envueltos y en algunos casos alienados en interconexión con una pareja, una familia, una sociedad, un estado…



Evidentemente mantener y cuidar ambos aspectos es fundamental, pero hoy me gustaría centrarme más en los posibles desencuentros que se producen cuando el aspecto social pesa más que el individual, cuando la balanza de los demás pesa más que la mía propia.
Como nos recuerda Jorge Bucay en “El camino de la autodependencia”, cada cual debe elegir su camino y luego decidir con quién recorrerlo. No podemos decidir quiénes somos o a dónde queremos ir en función del compañero de viaje que tengamos en cada momento.

El primer paso será entonces no caer en la tentación del dejarme llevar por las convenciones y establecer mis propias normas como individuo. Esto significa no sólo dejarme llevar por mis instintos y deseos sino también definir cómo y cuándo relacionarme, con quién, en qué sentido y bajo qué condiciones. Mi vida sólo me incumbe a mí y a la persona, personas o grupos con quien decido compartirla.
A lo largo de mi vida he visto (espero que a algunas también ayudado) muchas parejas carcomidas por la culpa y despedazadas por no poder atender a todas las demandas que desde uno y otro lado intentan normalizar la convivencia: A qué casa ir a comer los domingos, con quién pasar la nochebuena o cómo organizar el patrimonio familiar.

Voy a intentar decirlo alto y claro: “ES LITERALMENTE IMPOSIBLE QUEDAR BIEN CON TODO EL MUNDO, ASÍ QUE ÚNICAMENTE INTENTA QUEDAR BIEN CONTIGO MISMO”.

Malo sería estancarse por las decisiones que uno toma, pero mucho peor aún sería hacerlo por las decisiones que me hicieron tomar. Ser consecuente con lo que soy y con lo que he elegido es el mejor antídoto para poder defender mi postura y mi identidad personal.
Evidentemente ser coherente, creo que ya lo he dicho en alguna ocasión, supone la responsabilidad de aceptar las consecuencias de mis acciones. No puedo pretender salir corriendo a refugiarme en los brazos de otro (madre, pareja, jefe, compañero) a la menor ocasión en que las circunstancias no se corresponden con mis pretensiones. Si el mundo es aquello que yo elijo que sea, debo aceptar las configuraciones de la realidad que se me van presentando. Quizá eso me suponga tener que decir adiós a personas a las que quiero, o aceptar que ese compañero del alma decida dejar de acompañar mis pasos.

El miedo al abandono es sólo comparable al miedo a hacer daño a los demás, puesto que supone el reconocimiento de que me pueden hacer daño a mí mismo y claro, el “yo”, esa falsa identidad que me han hecho creer que tengo, se rebela ante la mera perspectiva del dolor. Pero en numerosas ocasiones crecer, siento tener que decirlo, duele, pero como toda circunstancia, el dolor también finaliza y termina cayendo en el saco del olvido. Hace tiempo, llevé a unos niños de excursión a la nieve. Teníamos varias opciones, pero finalmente decidimos llevarlos a la cima de una montaña. No era una caminata especialmente complicada, sin embargo, en las primeras rampas, la mayoría del grupo ya iba quejándose de la dificultad, hasta que uno de ellos, probablemente verbalizando lo que muchos pensaban, dijo en voz alta: “Para ir a ver la nieve no hacía falta venir hasta aquí, bastaba con acercarse a un Centro Comercial”. Puede parecer increíble, pero es estrictamente cierto. La generación actual ha aprendido que el dolor es un ente endemoniado que hay que evitar a toda costa, cuando en realidad no es más que un mensajero. Afortunadamente, una vez que uno llega a la cima, el dolor de la ascensión desaparece, porque el cambio de perspectiva es suficiente premio.

Para terminar me gustaría expresar una especie de canto a la esperanza: El abandono no existe, puesto que se basa en la sensación de ser abandonado y cualquier sensación es, por definición, voluble y pasajera. El abandono no es más que una oportunidad más para agradecer el tiempo que he compartido y la posibilidad de encontrar mejores compañeros de viaje que me lleven a la cima de la montaña. Quizá no entendamos por qué vamos a la nieve, pero os puedo asegurar que cuando llegas, la increíble sensación de estar en el lugar que te mereces, es el mejor bálsamo para curar todas las heridas del ascenso.

Un abrazo muy fuerte para todos y todas

EDU


AMO A LA HUMANIDAD PERO ODIO A LOS HOMBRES

Sin ánimo de parecer androfóbica, antes de nada quiero explicar las razones que me han llevado a seleccionar este título.

Ante todo, deseo agradecer al profesor Ortigosa el regalo de su hora y media semanal de inteligentes comentarios en busca del despertar hacia el sentido crítico. Si bien sus ironías, además, me provocan una sonrisa permanente. Esa ironización suya es, precisamente, lo que ha despertado el interés de esta semana. Pues, como sus propias palabras dijeron, si le preguntas a cualquier ser humano “normal” si ama a la humanidad dirá que por supuesto. Pero otra cosa muy diferente es amar al “tío” que va a tu lado en el metro estornudándote encima.



Ese es, precisamente, el dilema moral: amar a la humanidad demostrando amor por el prójimo.

A partir de aquí podemos comenzar a ser realistas con nosotros mismos y mirar hacia nuestro interior para recordar la vez aquella en la que te dijiste a ti mismo: “Odio a los hombres (o a las mujeres o a ese alguien en particular)”.

Hay dos casos clásicos:

El primero de ellos tiene mucho que ver con el despecho. Un corazón herido “odia”. Es bien sabido que entre el amor y el odio hay una línea muy fina que, por desgracia, a veces se traspasa con una sencillez que hasta produce vértigo. Quizá, llegar a oír de tu propia boca las palabras “te odio” es demasiado duro; pero lo que seguro que te has oído decir alguna que otra vez es: “cómo odio a ese tipejo” o “ese niñato es odioso”.

Y en esa tesitura fue como conocí la historia de Raquel. Una chica joven y llena de entusiasmo, con una carrera prometedora y abarrotada de talento y energía. Tras ocho años con “su chico”, de los cuales cinco eran de convivencia, descubre que eso no encaja. Emitían en ondas completamente diferentes. Él era demasiado ordenado, demasiado bueno, demasiado simpático y hasta demasiado cariñoso. Era un chico diez que para Raquel se había convertido en un demasiado demasiados. Al principio pensó que ella era el problema. Su inconformismo, su falta de voluntad para poner de su parte. A veces, quizá, era que sentía que le hacía demasiada sombra. Se quedaba pequeñita a su lado. ¡Qué tontería! Ella también lo valía todo. No se trataba de buscar tres pies al gato ni de hacer comparaciones ridículas… Una mañana traspasó la barrera sin más. ¡Y vaya si las traspasó! Se lió con Rebeca, su vecina del quinto, y ahora puedes oírla comentar que, literalmente, odia a los hombres.

El segundo odio clásico tiene que ver con sentir horror ante lo que otras personas, en situaciones anormales, realizan. Se trata pues de un mal empleo del lenguaje, pues tendemos a hacer comentarios del tipo a: “hay que ver cómo son los hombres” “es increíble que un hombre pueda hacer eso” “los hombres se han vuelto locos”, cuando en realidad queremos referirnos a la humanidad en general. Este tema tiene mucho que ver con la pérdida de valores y los actuales tiempos cambiantes. Sucesos terribles acontecen a cada minuto a causa de las propias personas y uno se echa las manos a la cabeza preguntándose ¿qué es lo que está sucediendo?

Pero, desde luego, no es mi propósito de hoy conferir de un toque demasiado serio a esta reflexión. Con mis comentarios del día sólo tengo una finalidad: parémonos a pensar por un momento y detengámonos a amar. Dedicar un tiempo para mirar a la gente que pasa a nuestro lado y darnos cuenta de que somos afortunados de no estar solos. Aunque en la más absoluta de las desesperaciones de vez en cuando tratemos de escapar y busquemos sitios para escuchar la soledad, ésta sólo puede sentirse cuando se ha saboreado a toda la sociedad. Somos seres sociales y vivir rodeados nos hace humanos. ¿Por qué, en ocasiones, olvidamos mirar a la cara de otros humanos? ¿Por qué caminamos absortos en nuestros pensamientos sin darnos la oportunidad de conocer los de los demás?

Anímate a darle una oportunidad a quien comparte contigo un vagón, una acera, una cafetería… antes de que sea demasiado tarde y puedas oír de tu boca palabras como “¡Puf! ¡Hombres! Quién los necesita…”

CADA.

APROVECHAR EL TIEMPO

Hace algún tiempo, una noticia que aparecía en el periódico dio pie a una de esas conversaciones de sobremesa que se quedan en el olvido hasta que un día, sin saber por qué, acude de nuevo a la superficie del recuerdo.

La noticia en cuestión tenía que ver con las actividades extraescolares de los niños y niñas, como podéis suponer eran muchas y mantenían ocupada a la prole de cada casa el tiempo suficiente como para que los padres regresaran sin el temor de haber dejado a sus hijos frente al televisor o a cargo de un tercero.

Hasta aquí nada que decir, lo que más debate generó fue el hecho de que casi ninguna actividad tenía que ver con el ocio. La noticia dejaba traslucir que vivimos inmersos en una sociedad que atesora el tiempo como uno de los bienes más preciados y por lo tanto, supone que el mayor delito que alguien puede cometer es perderlo o dejarlo pasar.

Desde siempre, este asunto me ha traído un poco de cabeza. ¿Aprovechamos el tiempo? ¿Qué significa aprovechar el tiempo? Siempre se ha dicho que el tiempo pasa y no vuelve, con lo cual puedo estar de acuerdo, pero, ¿qué sucedería si lo que consideramos aprovechar el tiempo no fuera más que una lamentable forma de perderlo?

Bien mirado, parece que tenemos una especie de fobia a simplemente estar, estar sin hacer nada me refiero, o al menos nada que consideremos “productivo”. A mí me da la sensación de que esta sociedad, especialista de muchas banalidades, es también especialista en ofrecernos mil maneras de “matar el tiempo”, con la enclenque excusa de que en realidad lo estamos aprovechando.

Un conocido hecho neurológico nos recuerda que después de la actividad neuronal, el cerebro necesita un tiempo para recuperar el estado anterior a esa actividad, sin embargo, parece que siempre estemos dispuestos a “hacer algo más” sin caer en la cuenta de que, como casi todo en esta vida, la calidad es siempre mejor opción que la cantidad. Llenamos nuestras agendas, sobrepasamos nuestras capacidades, los servidores de correo electrónico no hacen más que aumentar y aumentar la cantidad de información que somos capaces de enviar y recibir, sin embargo, entre tanta información que nos atosiga, la felicidad se nos escapa como agua entre los dedos, anhelando una pausa que sin embargo, luego somos incapaces de soportar.

La vida está llena de instantes y situaciones que una vez que pasan ya no vuelven, la belleza de lo efímero es siempre mejor opción que tratar de aferrar lo efímero en la belleza caduca de la juventud, la moda o el nuevo hobby  inventado por los gurús del ocio. No hay más ocio que uno mismo, porque si no consigo estar a gusto conmigo en los instantes de silencio y quietud, ni miles de atracciones conseguirán quitarme el hastío vital que supone mirar en mi interior, a modo de un Retrato de Dorian Gray que se actualiza cada vez que el ruido calla en mi cabeza.


 
El valor del momento presente ha caído en desuso, usurpado en su lugar de privilegio por un mañana que encierra una promesa de felicidad que nunca llega. Respirar tranquilamente, observar mis sensaciones, degustar el calor de los primeros rayos de la primavera. Hacer, simplemente, nada. Recuperar las fuerzas desgastadas por horas de pensamientos, actividades, decisiones, recuerdos, rupturas, gozos y fracasos.

El elogio del ahora no es un asunto nuevo ni mucho menos original, pero no me parece mal recordarme y recordarnos de vez en cuando que no se produce más por ir más deprisa, si correr supone tener que hacer dos veces lo que con una hubiera bastado. Si nos miramos con absoluta sinceridad tendremos que estar de acuerdo en que todos llevamos dentro un profundo terror a equivocarnos. Mientras esperamos que la decisión final la tome otro, el tiempo pasa, en su volar inexorable, hacia otra decisión indecisa cargada de miedo al fracaso.

Muchas veces, ese estar centrado en el ahora, se confunde con una especie de miedo a aceptar lo que fuimos en el pasado o una falta de previsión. Sin embargo, nada más lejos de la realidad. Muchas veces enfundarnos el recuerdo como salvoconducto, obliga a revivir situaciones que más vale que quedaran tras las cerradas puertas del ayer. La previsión es el disfraz que utiliza la preocupación para tenernos siempre pensando en lo que puede suceder mañana en vez de sentir lo que está pasando hoy, en este instante. Cada instante guarda en sí mismo la fuente de la eternidad, sólo hay que estar atento a lo que sucede, en vez de estar viviendo la vida de otro que fui o que seré, pero que nunca soy el verdadero yo que piensa, siente y existe en este momento.

Os animo a parar, a buscar ese tiempo necesario para perderlo, a descubrir que no hacer nada es el mejor remedio para retomar la sartén de nuestra vida, una vida delegada con un millón de excusas que no hacen más que recordarnos que el tiempo no se para, cuando en realidad los que no paramos somos nosotros mismos. Me gustaría llamaros a la pequeña sensación (que no reflexión)de recuperar ese tiempo perdido, no porque se escape, sino porque nos lo han robado a fuerza de palabra y majadería.

Feliz semana a todos

EDU

EL COLOR DE MIS PRÓXIMAS CORTINAS

Hacer cambios en la vida, realizar repentinos giros y emprender nuevas situaciones es algo que afrontamos en algún momento.

A veces, esas variaciones se producen sin más. De pronto un día trasladan tu empresa, te quedas en el paro o te enamoras de alguien que es de otra ciudad. Pero en otras ocasiones eres tú quien decide emprender una innovación. La decisión no ha sido fácil y te has tomado tu tiempo para madurarla. Llevabas meses viendo programas como “Madrileños por el mundo” o “Españoles por el mundo” y observabas que la gente perpetraba giros en sus vidas y le iba bien. Quizá, había llegado el momento de decidir que tú también necesitabas una bocanada de aire fresco.

Algunas personas, las menos, lo dejan todo e inician una aventura radical y diferente que la mayoría de sus familiares no aprobarán y algunos de sus amigos no entenderán jamás.

Otros, la mayoría, son mucho menos atrevidos y cuando saben que necesitan un vaivén pintan la casa de otros tonos e incluso se permiten el despilfarro de seleccionar nuevas cortinas. Promovidos por una especie de osadía interior creemos que mover muebles “da suerte” y en realidad, lo que hemos hecho ha sido entretenernos un tiempo con un proyecto de brico-hogar para ocultar tras él las verdaderas intenciones de dar un giro interior de 180º.


Pero cuando pretendemos estar seguros, los cambios nos intimidan. Nuestra situación de aparente comodidad nos inyecta una especie de halo que decide algo así como: “ten cuidado porque podrías estar peor”.

La pregunta que debemos hacernos es: cuánto podemos aguantar hasta que descubramos que cambiar las cortinas de la casa no nos resulta, en absoluto, suficiente.

En este intering de la vida, donde las tomas de decisiones son constantes y en la cual podemos experimentar que algo no acaba de llenarnos pero que tampoco estamos tan mal como para preocuparnos, yo hice dos descubrimientos: el primero, que si tenemos el sentimiento de que todo puede ser un asco nos debemos agarrar a todo lo que nos llena de satisfacción. El segundo, que los parches que ponemos en nuestra día a día para hacernos sentir bien a nosotros mismos pueden ser la auténtica chispa de la vida. Así que, según esto, quizá las evoluciones necesarias para alcanzar la felicidad no se produzcan nunca, pero puede que podamos vivir acogidos a esa “chispa de la vida” ignorando todo lo demás y construyendo un caparazón en torno a todo aquello que nos daña.

Como en otras ocasiones, no tengo las respuestas buenas, pero me quedo con el comentario que el sábado pasado me hizo un buen amigo: “Ahora estás en el ojo del huracán y sabes que en cuanto saques un pie te arrastrará. Pero esto es lo que te ha tocado vivir; si no estuvieras viviendo este instante nunca tendrías que tomar decisiones posteriores. Ahora no es el momento de pensar en qué harías si pasase esto o aquello. Ahora es el momento de, simplemente, vivir lo que estás viviendo”.

Yo también afrontaré los cambios. Tomé una decisión que quiero llevar hasta el final. Y mi decisión me liberará de ciertas ataduras. No sé bien qué traerá consigo. Lo único que por ahora sé es que, en mi nueva situación, no elegiré ningún tipo de cortinas…

CADA.

CLAVES PARA UNA PAREJA DE ÉXITO

Un amigo a amiga, a través de un comentario, nos pedía que hiciéramos un post sobre el equilibrio en la pareja. Espero que este post os guste a todos.
Iniciar un camino, del tipo que sea, es siempre una búsqueda de equilibrio entre quienes somos individualmente, quienes queremos llegar a ser y lo que queremos para ese todo del que formamos parte.

En el caso de la pareja, encontrar ese equilibrio es una constante búsqueda y no puede darse por zanjada en ningún momento. En este sentido, podemos hablar de la pareja como proyecto. No hay dos parejas iguales y por eso es un poco arriesgado hacer generalizaciones. Quizá el primer reto al que se enfrentan dos personas es precisamente éste. El proyecto común es el cemento que consigue vertebrar y unir a dos personas que al mirarse, han descubierto que pueden mirar en la misma dirección.

Vivir en pareja es contestar continuamente a la siguiente pregunta: ¿Por qué queremos estar juntos? Y puede parecer una trivialidad, pero llega un momento donde la tentación de responder “Porque llevamos mucho tiempo juntos” o “Porque tenemos hijos en común” o peor aún, por mil motivaciones inconscientes que no hemos llegado a admitir ni siquiera a nosotros mismos. En realidad, esta pregunta es la continua búsqueda de ese proyecto común que debe vertebrar la pareja.

El segundo factor sería, desde mi punto de vista, el respeto al desarrollo personal. Decía un profesor mío, experto en la materia, que si en una casa hay salones, cocina y habitaciones, en una pareja también debe existir un espacio común y un espacio íntimo y personal. Porque claro, ¿qué vamos a compartir si allí donde voy yo vienes tú?¿Qué vamos a descubrir si no reservo ninguna sorpresa?. El equilibrio en este aspecto tiene dos vertientes, por un lado el desarrollo individual genera puntos de vista, maduraciones y alternativas que si no se comparten se enquistan, dando lugar a juegos perversos donde siempre hay una víctima y un vencedor. Estoy acordándome de Fran y Petri. Petri solía acusar a Fran de no hacer todo lo que estaba en su mano para cambiar una situación comprometida. Fran se defendió, un día que andábamos hablando de estas cosas, diciendo que él también se sentía frustrado porque intentaba hacer lo que sabía y no obtenía resultados. Sorprendido, miré a Fran y le dije” Pero …¿Le habías comentado a Petri algo de esto?

Solemos pensar, con mayor o menor conciencia, que si mis sentimientos son tan evidentes para mí, también deben serlo para esa persona tan especial. Peor aún, pensamos que esa persona ¡tiene la obligación de saber lo que estoy sintiendo!, y si no lo percibe, es que no estamos hechos el uno para el otro. Pues lo siento mucho, pero el amor es comprender, aceptar, apoyar, confortar y cualquier otro verbo que suponga una derivación de “dar”, pero en ningún caso, el amor tiene que ver, ni parecido, con cualquier equivalencia de “adivinar”.



Puede parecer que hasta ahora todo es bastante sencillo, pero el respeto al desarrollo personal tiene otro aspecto que no deja de ser peliagudo. Yo voy creciendo, encuentro otras motivaciones y descubro otras necesidades que pueden, o no, coincidir con las de la persona con la que comparto mi vida, de forma que un buen día, sin que haya sucedido nada, me doy cuenta de que quizá ya no quiero seguir compartiéndola con esa persona, o al menos no con las reglas y las rutinas que nos han permitido caminar el trecho recorrido. Y aceptar esto exige una gran generosidad, por parte de ambos. De un lado, generosidad con uno mismo, de otro lado, generosidad con el otro. También es cierto que lleguemos al resultado que lleguemos, la liberación que produce, si somos coherentes, es tremenda, porque no existe mayor liberación que el amor cuando amar no supone, necesariamente, la forzosa posesión del otro.

Proyecto común y respeto al desarrollo individual serían dos de las tres patas de este taburete que es una pareja. Sustentadas en la confianza y la comunicación. La tercera pata, como podéis suponer, es la intimidad, porque vamos a ser sinceros: Muchas parejas nacen en la cama, pero también la cama puede convertirse en el final. Evidentemente, de nada sirve llevar una satisfactoria vida sexual, si lo anterior no funciona, pero tampoco podemos ser ingenuos. Cuando he hablado de un taburete de tres patas, es porque el asiento se tambalea si falla una de las tres.
Ciertamente hablar de salud sexual no es tema de un párrafo sino que podría dar incluso para mantener un blog entero, pero no podía hablar de equilibrio en la pareja sin mencionar siquiera un aspecto tan importante.

En el dormitorio el equilibrio es fundamental y ese equilibrio está apoyado, más si cabe, en la comunicación. Hablar es el prolegómeno fundamental de cualquier juego amatorio, porque aquí sí que no sirven adivinanzas. Es importante, así mismo, mantener un equilibrio contextual. Jorge Bucay, en “El camino del encuentro” escribe: “las parejas, si no cambian de lugar, de hora o de posición van a terminar cambiando de partenaire”.
Podríamos decir que el principal enemigo de la pareja es la rutina y el sexo es el mejor antídoto frente a este enemigo. Lo problemático del asunto es que el enemigo es inteligente y sabiendo cuál es su mayor debilidad, así empieza a atacar por el mismo frente. El primer lugar donde la rutina golpea es el dormitorio y como en un juego de dominó, tras la conquista de esta primera puerta van cayendo el resto en una cascada que termina dejándonos a un compañero de camino desconocido. Un auténtico alzheimer emocional que nos hace olvidar los motivos por los que decidimos compartir el trecho andado.

Espero sinceramente que este post os ayude a reflexionar sobre vuestra pareja, la que tenéis o la que queréis tener. Recordad siempre que el Amor es un proyecto inacabado, lo mejor del camino está por llegar y no hay más futuro que el ahora. Muchísimas gracias por acompañarnos en este viaje

Un abrazo muy fuerte para tod@s
EDU