BORRAR EL PASADO

Una de las cosas que más nos apetecería hacer en alguna ocasión de nuestra vida es borrar el pasado. ¿Os habéis planteado alguna vez la posibilidad de hacerlo? Me refiero a eliminar de nuestra mente un recuerdo incómodo o doloroso.

Imaginad, por un momento, cómo sería poder seleccionar un recuerdo no deseado de nuestro cerebro y, simplemente, eliminarlo. Es algo así como lo que se nos ha planteado en algunas películas de ciencia ficción. La posible existencia de la "desprogramación" de sucesos no adecuados para nosotros.

Aunque en principio todos podamos pensar que borraríamos una evocación que nos produjo dolor, creo que acabaríamos por no hacerlo. Porque para desechar el recuerdo doloroso tendríamos que deshacernos de toda la cadena que nos llevó hasta ese hecho. Por ejemplo, si deseásemos olvidar el fallecimiento de un ser querido, deberíamos olvidar toda la memoria que tenemos de ese ser. La eliminación de la parte que queremos obviar supondría perder todo lo bueno que dicha persona nos dio, lo cual sería irreplanteable.


(Imagen de: carlosalvarez.blogia.com)

El caso clásico de eliminación de recuerdos sería las situaciones de nuestra vida en las que nos pusimos en ridículo. Vamos a pensar en aquella vez que hice el ridículo más espantoso de mi vida. ¡Me gustaría que no hubiese ocurrido! Con lo que, por lo general, pensamos en cosas que debería haber hecho para evitar tal situación. Como ya no podemos volver atrás en el tiempo, tratamos de eliminar ese recordatorio amargo y que nos produce desazón.

Pero el problema de borrar este tipo de situaciones es que no nos acordaríamos de lo que sucedió, pero las otras personas implicadas sí. ¿Qué pasaría entonces? Creo que lo más probable es que el resto de la gente asistiese a la "desprogramación" como algo normal, ya que todo el mundo lo haría, y vivirían tu olvido como si nada. Al fin y al cabo yo ya no sufro y eso es de lo que se trata.

De igual modo, podríamos plantearnos olvidar por completo a esa persona que está continuamente en nuestro corazón y que debería haber salido del mismo hace mucho tiempo. Como no conseguimos relegar por los métodos tradicionales, la desprogramación sería una buena solución. Quizá con el paso de los años volveríamos a encontrarnos a esa persona que ya no recordamos. ¿Nos jugaría el destino una mala pasada haciéndonos caer una y otra vez en la misma situación?

Con esta extraña visión de la vida que os he planteado hoy, quería que todos nos parásemos a pensar por unos minutos que los recuerdos amargos son necesarios para dar continuidad a todo el proceso. Aunque en muchas ocasiones nos gustaría borrar de un plumazo aquello que nos causó dolor, es necesario tener esas reminiscencias para poder manejar nuestras habilidades. Puede que la ignorancia sea felicidad, pero sólo a corto plazo. El conocimiento previo nos hace fuertes, nos prepara para nuevas situaciones difíciles y, en definitiva, nos configura a nosotros mismos.

La vida es un conjunto de situaciones salvables, menos salvables, gratificantes, menos gratificantes, deseables, replanteables... o difíciles de olvidar. Y en ese camino lleno de todas esas situaciones haremos el ridículo un montón de veces, conoceremos gente que nos amará y dejará, viviremos momentos que nos harán sentir en la cima y momentos que preferiremos no recordar pero que con suerte, recordaremos. Y su memoria servirá para darle sentido a cada situación.

Existen recuerdos que tardamos años en aceptar. Este es el verdadero aprendizaje. No se trata de mirar hacia otro lado. No se trata de buscar culpas ni excusas. Lo que pasó en ese momento ocurrió por las causas que fueran. Debemos acoger su enseñanza y fortalecernos.

Espero que la vida me enseñe a no olvidar y a poder aceptar...

CADA

EL REGALO DE LA AMISTAD (O GRACIAS A MIS COMPAÑER@S DE CAMINO)

Si hay una relación que nuestra sociedad potencia, demanda y atesora con verdadero afán, es la relación de amistad. Tenemos los amigos del colegio, los amigos de la Universidad y más recientemente los amigos de facebook, messenger...Parece que habláramos de cosas distintas o que estableciéramos un ranking de posición, como si unos fueran más importantes que otros, sin embargo, cualquier relación, a través del medio que sea, es una oportunidad para aprender y seguir creciendo.

En este post me gustaría daros mi versión sobre la amistad y ofrecer algunos consejitos para crear y mantener una buena red social. Desde mi punto de vista un amigo es alguien con quien compartes y una guía para manejarte por tu vida. Como en otros órdenes de la vida, parece que en ocasiones tratamos de buscar la perfección basados en idealizaciones respecto de la amistad. Así, desvalorizamos al amigo del que no sabemos nada, sin darnos cuenta de que quizá sea el primero que acuda cuando le necesitamos. No quisiera, sin embargo, dejar un poso de utilitarismo en mi concepto de amistad, cuando queremos a alguien simplemente es así, no importa cuantas veces nos llamemos al año, cuanto sepamos el uno del otro o si hemos ido a su boda. Simplemente sabemos que estaremos ahí para cuando me necesite.

Muchas veces nos perdemos relaciones apasionantes por el simple hecho de que tenemos un esquema mental de lo que significa la amistad y en vez de vivir el presente nos dedicamos a realizar un diagnóstico sistemático de quién encaja y quién no encaja en mis esquemas. Por suerte, la vida es mucho menos categorizable de lo que nos gustaría y en ocasiones, un abrazo a tiempo vale más que mil llamadas de rutina. El otro día por ejemplo, llamé a un amigo del que no sabía nada hacía meses, me saludó como si nos hubiéramos visto ayer, ni un reproche, ni una mala palabra, su voz dejaba translucir la alegría genuina del encuentro. El motivo de la llamada no importa demasiado, sólo os diré que ese día fui un poquito mejor persona y ese contacto tuvo mucho que ver en ello. Que cada cual saque sus propias conclusiones, pero desde mi punto de vista, cuando alguien te hace crecer, no importan sus gustos, preferencias o aficiones, simplemente le quieres y para la amistad, esto es suficiente.

También me parece un error buscar amigos siempre en los ambientes habituales. Si únicamente hablo de las mismas cosas con las mismas personas con las que estoy de acuerdo en todo…¿Qué aprendo? Me recuerda aquel directivo que hundió su empresa porque ninguno de sus consejeros se atrevía a decirle la verdad. El conflicto en las relaciones también es necesario, estimula mi punto de vista, me hace plantearme los cimientos de la vida, me ayuda a tomar perspectiva, a comprometerme con mis creencias o a abandonarlas cuando he dejado de ser coherente.
El párrafo anterior no quita para que realizar actividades interesantes para mí sea una buena opción de ampliar el círculo de mis amistades. Si me apasiona el macramé, probablemente en un grupo de manualidades encuentre personas afines a mis gustos y mis preferencias. Lo que quiero decir es simplemente que no es inteligente descartar a alguien de inicio por el mero hecho de no compartir alguno de sus gustos o porque no “encaje” en el esquema de lo que para mí debería ser un amigo.



Dentro de las idealizaciones de la amistad, una de las más frecuentes es que la amistad es un vínculo que nos une para siempre, si bien el nivel de compromiso que adoptamos con los amigos facilita esta visión de las cosas, no es ninguna tragedia que un día, debido a las causas que sean, dejemos de tener contacto con alguna persona que fue importante en nuestra vida. Si sois lectores asiduos de este blog, habréis leído en más de una ocasión que abogo por el presente en las relaciones, las circunstancias son las que son y no las que a mí me gustaría que fueran. Las personas, las relaciones, los grupos, las instituciones…Todo cambia, se desarrolla y en algún momento de la existencia, se desvanece y muere. Ya sé que no es lo ideal, pero comprender que cada principio tiene su final, nos hará ser conscientes de lo infinitamente afortunados que somos por compartir este momento y no cualquier otro. Pasear junto a un amigo puede ser la actividad más gratificante del mundo, ¿qué importa si no volvemos a repetirlo hasta dentro de dos años?¿le quita valor a este momento saber que mañana no podremos repetirlo? Cuando estamos centrados en el presente la vida se revela en toda su magnitud.

Si acepto las personas como son, las circunstancias como aparecen y me dedico única y exclusivamente a degustar esos momentos, será muy posible que mis amigos me quieran más y deseen pasar más tiempo conmigo. Recuerdo que hace años tenía un amigo del que actualmente no sé nada, solíamos quedar para tomar algo y compartir gustos, aficiones y problemas. Pasado un tiempo, habíamos establecido una cierta rutina, sin embargo, cuando por alguna circunstancia esta rutina se rompía, llamarle o quedar con él suponía una carga extra de excusas y culpabilidades, malgastábamos el tiempo en encontrar razones para nuestro desencuentro y me sentía culpable por haber estropeado esa bonita amistad que manteníamos. Al cabo de los meses, llamar se convertía en una especie de penuria, pues anticipaba sus reproches y recomendaciones, por lo cual fui dilatando mis contactos cada vez más hasta que un día, simplemente, dejamos de comunicarnos. Quizá, si hubiéramos enterrado las hachas de guerra aún sabríamos el uno del otro y nos enriqueceríamos con nuestra mutua compañía. Aún así, aquellas tardes de domingo aún conservan en mi mente la frescura y el agradecimiento por los buenos ratos vividos.

Todo esto está muy bien, diréis, pero entonces, qué puedo hacer cuando esas circunstancias me sorprenden un día y me encuentro solo, ¿cómo hacer más amigos, cómo coincidir con alguien que alivie la soledad de mi camino? A lo largo de los párrafos anteriores he tratado de daros algunas pistas pero voy a intentar ser un poco más preciso, sin querer llegar a redactar un “decálogo de la amistad”, ahí van algunos consejos que a mí particularmente me han ayudado a encontrar mis amigos, unos todavía los conservo, otros se fueron separando de mi vida:

1.- Sé feliz contigo mismo, eres el mejor de tus amigos: Sólo hay una persona con la que tienes que levantarte todos los días de tu vida y ese eres TÚ. Cuando disfrutas tu actividad, tu soledad, tus circunstancias, serás más feliz y por lo tanto más agradable para las personas que te encuentras

2.- Visita los sitios que te gustan, realiza las actividades que te agradan: Este consejo no te asegura encontrar amigos, pero al menos, disfrutarás haciendo cosas que te hacen sentir bien, te dará más opciones de encontrar gente interesante con quien compartir tus inquietudes y ayudará a que el día a día revierta en una menor monotonía.

3.- Sé amable con todas las personas: Saluda por las mañanas, sonríe con frecuencia, da las gracias por los pequeños favores del día a día. Nunca sabemos detrás de quién se esconde esa persona especial, si decimos que un amigo es un tesoro, tendremos que usar las herramientas adecuadas para sacarlo a la luz. El contacto cálido y amable es la mejor de ellas. En un viaje, al sentarme en mi asiento, saludé a mi compañera de al lado. Curiosamente es difícil encontrar personas que te digan buenos días cuando compartes asiento en un autobús, tren o avión. Transcurridos unos minutos estuvimos charlando sobre nuestras respectivas experiencias y claro, cinco horas de autobús dan para mucho si se quiere. Hoy puedo contar entre mis amigos (en este caso amigas) a esa persona desconocida. Subir al autobús que me lleva al trabajo diario, sonreír en la cola del pan, dar las gracias al camarero que atiende mis noches de ocio, pueden ser el mejor atajo para encontrar el camino del otro y andarlo, por un ratito, juntos.

4.- No te crees expectativas, la vida se va haciendo y tiene su propio ritmo: Hay quien sale a la caza y captura de “amigos”, preguntándose a cada momento si esa persona le conviene o  no. La amistad tiene su propio ritmo, al que ayuda frecuentar sitios comunes, reconocerse como conocidos, entablar conversaciones sin más ambiciones que estar, disfrutar y dejarse llevar.

5.- De bien nacidos es el ser agradecidos.- Quizá este consejo sea consecuencia del anterior, cuando no me creo expectativas, agradezco lo que me dan sin sentirme frustrado por aquello que quedó en el tintero. Puede que haya ocasiones para saborear lo que quiero, puede que no, si bien será más probable un segundo encuentro si durante el primero no nos mostramos ni ansiosos ni expectantes.

Espero que poner en marcha algunas de estas “ayudas” os facilite ser más felices, si luego esa felicidad trae como consecuencia conocer o no a personas interesantes con las que pasar el tiempo, la vida lo dirá, pero al  menos iremos por el mundo con una sonrisa por bandera, en vez de frustración y amargura.
La mejor enseñanza es el ejemplo, así que muchísimas gracias por compartir vuestra vida conmigo, leyendo este “post”, si vuelves, gracias y si no lo haces, gracias también. Es un honor que hayas prestado tu atención a estas humildes letras.

Para todos mis amigos, los que son, los que fueron y los que serán, sabed que siempre estaréis en mi corazón y que las puertas de mi vida siempre estarán abiertas para vosotros, tanto si queréis pasar para saludar o para quedaros a vivir siempre en ella. Un abrazo muy fuerte

EDU

MIÉNTEME MUCHO (II)

El lunes de la semana pasada hablábamos de mentiras y hoy nos corresponde la segunda parte. Vamos a hablar de verdades.



La verdad es una necesidad. Necesitamos oírla aunque la conozcamos. Queremos escuchar que nos quieren a pesar de saberlo. La verdad es importante. Desvelarla puede ser crucial. Es como aquel reo al que se está juzgando. Palpar los entresijos es fundamental para ponerle o no en libertad. En términos de verdad, cometer errores puede llevarnos a fases terriblemente inadecuadas.

Hablemos, pues, de algunos tipos de verdad:

1. Verdad a medias: algunas veces no sabemos o no queremos mentir. En ocasiones, simplemente no deseamos dar un sinfín de explicaciones y contamos medias verdades. ¿Os habéis fijado bien en la expresión del rostro de la persona a la que le contamos sólo media verdad? Es un rostro a medio camino entre "no sé si creerte" y "prefiero no saber más". ¡Quedarse a medias no le satisface a nadie! Es lógico pensar que esa insatisfacción deje mal cuerpo. Después de todo, la media verdad termina por crear un mal sabor de boca en las dos personas. El que la recibe, insatisfecho y el que la da, con la sensación de haber creado insatisfacción.

2. Verdad para herir: la peor verdad que existe es la malintencionada. Por ejemplo, imagina que tienes pareja pero sales a cenar con otra persona y te encuentras con esa "amiga" que aprovecha cualquier ínfimo momento tuyo para pisarte. Te saludará de lo más cariñosa y en cuanto te des la vuelta hará una llamada con su móvil a tu pareja para alertar de la situación.
Cada día hay personas que se levantan con el objetivo de hundir, a base de verdades, miserablemente a otras.

3. Verdad diaria: este es el tipo de verdad común; el que no se piensa; el del discurso diario. Es la situación normal en nuestras conversaciones. Simplemente relatamos. A veces, no contamos la verdad, pero no es a sabiendas, es por desconocimiento. Otras, descubrimos lo que ya sabíamos y reconocemos la verdad.

4. El último tipo que quiero resaltar es la verdad con el corazón. Cuando miras a alguien a los ojos, coges sus manos y dices algo que sientes desde la parte más profunda de tu interior. Esta sensación no se experimenta a diario.
No sé si reconforta más decirlo u oírlo. Cuando eres quien lo dice te quitas un enorme peso de encima. llevas días pensando la manera, te ha robado el sueño y por fin le das forma a tus pensamientos. Pero cuando es al revés, cuando eres quien lo escucha, de pronto sientes calor por la zona del cuello, las manos se te enfrían y todo el cuerpo se encoje. Al final: alivio para ambas partes.

En ocasiones, una verdad puede ser dura. Alguna vez una mentira pudo ayudar. Sin embargo, solemos preferir una verdad difícil de oír a una mentira fácil de escuchar. Y cuando ya sabemos lo que hay y lo encajamos, podemos darnos cuenta de que todo ha cambiado. Cuando decidimos saber la verdad pese a lo que pueda pasar por conocerla, el riesgo es enorme y los cambios pueden ser grandes. Pero es posible que sea mejor caer rodando por una pequeña cuesta que mantenerse de pie al borde de un precipicio.

Pasamos la vida buscando estrategias para saber, a ciencia cierta, si la otra persona es sincera. Miramos a los ojos del otro con la intención de leer en sus pupilas. Y, probablemente, no estamos leyendo toda la verdad, sino el deseo de ver en esos ojos lo que necesitamos escuchar...

CADA

SI LA VIDA LLAMA A TU PUERTA...ÁBRELA

Hoy me apetece escribir unas cuantas líneas sobre un tema que no suele tener demasiada cabida en los análisis ni en los libros sobre crecimiento personal, a pesar de que en numerosas ocasiones, puede llevarnos a una vida sinsentido y a una alocada búsqueda de placer vacío, convirtiendo nuestra existencia en un oscuro nihilismo. Me refiero al discernimiento vocacional, ese proceso a través del cual la vida llama a nuestra puerta y nos ofrece el camino a seguir.

Antes de que os asustéis, lo primero que habría que decir es que la “vocación” no tiene que ver exclusivamente con la vida religiosa. La vocación es una llamada general a desarrollar mi vida en un determinado sentido, éste sentido puede ser religioso (en el caso de las vocaciones consagradas), pero también puede ser laico (el caso de miles de personas cooperantes, por ejemplo, que entienden su vida desde la actitud de servicio y entrega).

A lo largo de los años me he encontrado con personas realmente infelices porque nadie se preocupó de hacerles ver que se estaban equivocando con el desarrollo de su vida, que la vocación que habían elegido no es la que gritaba desde el fondo del corazón. Cuando no hacemos caso de “la llamada de la vida” corremos detrás de la felicidad, que se convierte así en un caldero de oro inalcanzable, en vez de dejarnos guiar por ella.



Estas personas tienen en común el hecho de que no consiguen separar el objetivo final de su existencia con las circunstancias vitales actuales. Aunque pueda parecer lo mismo la diferencia es fundamental. Según el modelo expuesto por Ken Wilber, el desarrollo humano se inicia desde el cuerpo hacia la mente y más allá, hacia el alma y el espíritu. Él lo llama hacia los aspectos causales y sutiles de la existencia (los aspectos que van más allá de la pura racionalidad). Aunque temiendo que el señor Wilber no estuviera de acuerdo, considero que la vocación tiene que ver con esos aspectos más allá de la razón, la forma en que ese “objetivo supremo” se concreta en nuestras vidas conforman las experiencias y circunstancias de nuestra cotidianeidad, que a su vez nos ayudan a encontrar nuestra verdadera misión en la vida, en un movimiento constante de abajo hacia arriba y de arriba hacia abajo.

Cuando no conseguimos escuchar o no hacemos caso de esa llamada, poco a poco nos encontramos con una pérdida de sentido que se manifiesta en una falta de ilusión por las cosas que hacemos y vivimos, un sentimiento de nostalgia existencial que cubre con una pátina de apatía las mismas situaciones que ayer nos entusiasmaban y nos colmaban de alegría.

El problema sobreviene cuando estamos en la dirección correcta y sin embargo las circunstancias donde se concreta nuestra vocación no nos entusiasman. Efectivamente un misionero puede haber acertado su objetivo vital y sin embargo no encontrarse cómodo con la realidad concreta que vive. Aquí es donde se hace fundamental separar actualidad y vocación. Para hacer correctamente este discernimiento es necesario e imprescindible contar con el apoyo de un otro que nos ayude a separar si debemos cambiar de circunstancias o realmente tenemos que dar un “salto transformador” que nos sitúe en sintonía con nuestro destino.

Después de haber sufrido y acompañado algunos de estos procesos me atrevería a indicar algunos síntomas que pueden ayudarnos a identificar cuál de los dos procesos estamos atravesando.
El cambio vocacional supone un avance en el desarrollo personal del individuo, por ello suele estar acompañado de una sensación de paz al vislumbrar el futuro y una ruptura emocional con el pasado. En numerosas ocasiones esta ruptura se vivencia con una falta de sentido vital, que no se puede explicar y que por supuesto, no suelen entender las personas más cercanas a nosotros (preguntad a cualquier cura qué dijo su familia cuando decidió ir al seminario o a cualquier cooperante las lágrimas en su casa al decir que se marchaba a África, Asia o Sudamérica). Como estamos más allá de la razón, no encontramos argumentos para justificar esa sensación de vacío, con lo que la tristeza puede y suele dar paso a una intensa angustia, el sentimiento compañero de las rupturas trascendentales.

Entender y explicar este proceso es fundamental para replantearnos nuestra vida desde un contexto más amplio, puesto que realizar movimientos “traslativos” (sería el caso de cambiar de pareja) únicamente nos conduce a una espiral de desesperación. El hecho del cambio puede aliviar en parte nuestros síntomas, pero con el tiempo, la pérdida de ilusión y la angustia volverán, encerrándonos en un ciclo de cambios que sin embargo no cambian nada, puesto que no transforman.

En el polo opuesto se sitúan los sentimientos “traslativos”, tenemos clara nuestra vocación y sin embargo no estamos a gusto con nuestras circunstancias. Aquí es más fácil realizar un recorrido del problema, si somos sinceros con quienes nos rodean y establecemos una buena comunicación. Muchas veces somos capaces de identificar las razones y causas de nuestro malestar, por lo que podemos incidir en ellos y solucionarlos. A este nivel se sitúan los cambios de carrera, las crisis de pareja o las crisis de desarrollo propias de la existencia humana (adolescencia, mediana edad, jubilación). Si bien la ansiedad también está presente, ésta no viene cargada con esa angustia vital que define la crisis vocacional. Nos sentimos incómodos pero no desencajados.

Cuando la comunicación y la sinceridad fallan, quizá es momento de replantearse el cambio de circunstancias, pero tenemos que tener la serenidad suficiente como para no caer en la tentación de considerar que hemos elegido mal nuestro camino. Os puedo asegurar que la tentación es mucho más fácil de superar junto a un buen amigo (o amiga)y una taza de humeante café (las nubosas tardes otoñales son ideales para una charla de este tipo).

Desearía que este “Post” os ayude a entender vuestras circunstancias actuales y también hacer más fácil los cambios a todas esas personas que se sitúan en una u otra de las crisis.
No quiero terminar sin mandar un mensaje a todos vosotros, los que vivís estas situaciones desde la perspectiva del testigo: “Amad y confiad en aquellas personas que comparten vuestro camino, aunque ahora no logréis entender sus pasos”.

Un abrazo muy fuerte para todos

EDU

MIÉNTEME MUCHO (I)

En una ocasión oí una frase que decía: “Hay muchas razones para mentir, pero sólo una para decir la verdad”. Sin querer, inmediatamente pensé: por amor. Pero días después le estuve dando una vuelta al asunto y terminé por decirme a mí misma que no es cierto.

No hay una sola razón para decir la verdad. Si os parece, vamos a tratar un poco este tema.

Para clarificarnos he pensado que lo mejor va a ser dividir la cuestión que estamos analizando en tipos de mentiras y tipos de verdades. También había pensado hablar de ello según los tipos de personas: los que jamás pueden ocultar nada, los mentirosos compulsivos, los que dicen la verdad con los ojos, los que llevan una doble vida desconocida por completo… etc. Sin embargo, puede ser duro verse reflejado en una personalidad, así que ¡Es más sencillo clasificar mentiras y verdades!

Tipos de mentiras:

  1. La mentira por naturaleza: es aquella que supone un recurso para la persona siempre y en toda ocasión. A veces, se debe a que no se puede dejar de mentir porque se está muy metido en esta forma de vida y, otras veces, se es tan poco recurrente que termina por ser la mejor opción. Como ejemplo voy a hablaros de ese amigo que se licenció en medicina en el año 97. Algunos años después aprobó una oposición y desde entonces trabaja como médico de familia en un barrio a las afueras de Madrid. Se casó con una chica cariñosa. Compraron un ático de lujo en la Castellana que pudieron pagar gracias a las horas extras que nuestro amigo hacía en turnos de guardia y urgencias. Era un tipo trabajador y con una vida prometedora. Merecía lo mejor… Hasta que un día su tierna y dulce esposa decide ir a darle una sorpresa a su trabajo y, claro está, no estaba. Indaga por aquí y por allá y resulta que no era médico!! Ni siquiera del gremio!!! Madre mía!!!! Y todos dejándonos medicar por este pedazo de LOCO!!!!! Total, que el piso se lo embargan y para colmo tenía otra mujer no sé dónde… Y para que luego digan que antes se pilla a un mentiroso que a un cojo… ¡Este cojo debía de ir, por lo menos, subido al Red Bull de Vettel! Le duró la guasa más de 10 años…

  1. La mentira que no pude evitar: esta es la clásica de cuando nos hemos metido en un lío y ya no sabemos cómo salir de él. Empezó cuando le contaste a tu jefe que el informe estaría sobre su mesa a primera hora de la mañana. Pero claro, te encontraste con el amigo fiestas y tú no sabes decir que no. Tuviste que salir TODA LA NOCHE. Al principio pensabas que al llegar a casa te darías una ducha, redactarías el informe e irías al trabajo sin más. Pero claro, la borrachera era inmensa y el cansancio más. Así que pasaste del tema y dijiste “ya veré cómo salgo de esta”. Llegar con ese careto al trabajo sólo tiene una solución: “No he podido hacer el informe, lo siento muchísimo. Me he pasado la noche llorando por la pérdida de un familiar. Ahora mismo me pongo con ello…” Este tipo de mentira, si no es muy recurrente puede salir de maravilla: “Ande, ande, váyase a casa hoy, descanse y mañana será otro día”. (Toma ya!! Pedazo de juerga la de anoche y encima ahora a dormirla)


  1. La mentira piadosa: ésta tiene mucho que ver con los sentimientos ya que es una que utilizas con alguien que quieres para que no sepa la verdad. No suele ser por no herir a la otra persona, sino por no soportar las consecuencias. Es la clásica que todos hemos usado con nuestras madres en alguna ocasión, así que sobran los detalles…


  1. La mentira que me produce indulgencia: es esa mentira que perdonaría porque se ha hecho con el corazón, para salvarme del conocimiento de una verdad que me haría daño. Todo el mundo perdonaría alguna mentira de este tipo. Lo que sucede, en mi caso, es que me da auténtica rabia ver a gente que hace esto y la otra persona vive en completo desconocimiento de la verdad, ahí protegida, sin saber que hay alguien dándolo todo sólo por hacerte sentir bien… Cuesta ser mentiroso de este tipo porque hay que estar dispuesto a dar sin recibir. Hay que saber que no se te agradecerá nada nunca. Es más, si se te descubre, probablemente no se entenderá y perderás a esa persona por la que mentías.

TODOS y TODAS hemos mentido alguna vez. En ocasiones incluso mentimos cada día simplemente obviando datos para acotar nuestro discurso. En nuestra prisa diaria se esconde la mentira. TODOS y TODAS hemos sido mentirosos o mentirosas de al menos los tipos 2 y 3 descritos. A veces, nos sentimos mal por mentir. Otras, estamos completamente satisfechos. Pero lo doloroso no es ser mentiroso. Es ser mentido. Muchas personas dicen que lo que peor toleran es la mentira ajena. Otros se especializan en mentir y en saber cuándo les mienten. La mayoría sabemos de alguien que no puede mentirnos aunque quiera y somos incapaces de mentir a alguien. Sin embargo, aunque antitético, en ocasiones necesitamos que nos mientan, queremos que nos digan con la boca lo que no nos dicen con los ojos. En ocasiones queremos desconocer la verdad para estar bien con nosotros mismos, para seguir refugiados en nuestra vida. A veces, no queremos conocer la verdad porque sería demasiado dura y vivimos mirando a otro lado.

Por ahora, y hasta que os hable el lunes de la semana siguiente de los tipos de verdad, mirad a lo más hondo de vuestras mentiras, preguntaos el por qué de cada una, buscad la verdad en los ojos y en las palabras de las personas que os importan y aprended a ser sólo un tipo de mentiroso: el que produce indulgencia…

CADA

EL MÁGICO FENÓMENO DE LA GENEROSIDAD

¿Cuántas veces os habéis preguntado cuál es el secreto de la felicidad?¿Qué hace que algunas personas se levanten por la mañana con una sonrisa?

La respuesta no es sencilla ni mucho menos simple. Observando a muchas de estas personas podemos aprender de ellas y una de las lecciones que pueden darnos es que la felicidad es un producto de la generosidad con la que uno vive su vida.

Particularmente, la generosidad es el punto opuesto del apego, es la actitud que me permite soltar las circunstancias con la confianza necesaria como para no sentirme unido a ellas.
Hay un ejemplo maravilloso de esto en la filosofía oriental: Un maestro estaba preocupado por su alumno, puesto que observaba que no avanzaba en su crecimiento individual. Cierto día, después de una sesión especialmente complicada, el maestro se sentó con su aprendiz. Estaban sentados frente a frente. El maestro llevaba un saquito repleto de arroz. Mirando con ternura a su discípulo, le pidió que intentara coger la mayor cantidad de arroz posible con una mano, sin derramar nada. El alumno hundió su mano en el saquito y extrajo la mano cerrada en un puño, concentrado para que no cayera ni un solo grano. Al cabo de pocos segundos, sus nudillos estaban blancos por el esfuerzo y las gotas de sudor perlaban su cara, por más que intentaba retener el cereal, los granitos se escabullían como agua. De pronto, el maestro cogió las manos de su aprendiz, les dio la vuelta de forma que las palmas miraran hacia arriba y sin decir palabra, empezó a vaciar el saco sobre ellas.

Como todos los cuentos orientales, cada cual puede sacar sus propias conclusiones. Pero para mí esta parábola siempre ha sido un ejemplo tierno y maravilloso de generosidad. Cuando nos aferramos a algo con fuerza casi siempre nos damos cuenta de que el esfuerzo no sirve para nada, es más, en numerosas ocasiones el empeño en conseguir algo es inversamente proporcional al tiempo que permanece con nosotros, da lo mismo que estemos hablando de algo material o inmaterial.


La palabra generosidad resuena en los oídos como una especie de sacrificio por el cual tengo que desprenderme de algo mío para dárselo a otro. Quizá si observamos un poco más profundamente tenemos que redefinir lo que consideramos nuestro, frente a lo que es de los demás. Cuando nos escudamos en un falso sentido de propiedad nos parece legítimo pensar que lo nuestro nos pertenece de manera exclusiva, sin embargo, muchos de los recursos que consideramos propios no son sino consecuencia del trabajo o esfuerzo de muchos otros, aunque en la mayoría de los casos no nos atrevamos a reconocer este hecho.
¿Cómo puedo llamar mío a mi salario cuando el 25% de la población amontona el 75% de los recursos?¿Cómo puedo considerar justo el hecho de que un recurso como el agua, imprescindible para la vida, se despilfarre en ciertas zonas del planeta mientras otros mueren literalmente de sed?

Pero más allá del concepto de solidaridad, la generosidad se asienta en la actitud de dar y recibir con desprendimiento. No estoy abogando por una vida sin lujos o marcada dentro de la pobreza material. Lo que quiero decir es que la persona generosa entiende que las cosas de este mundo son marchitas y perecederas. Todo lo que llega debe marcharse en algún momento puesto que ésta es la única característica realmente determinante de la vida humana: La inexorable marcha del tiempo. Cuando acepto que las cosas terminan pasando, también soy capaz de vivir en ellas sin miedo, libre del temor a la pérdida, puesto que aceptar el “adiós” es en sí misma una forma de generosidad.

El generoso es feliz porque realmente se relaciona con los objetos, las personas y las circunstancias. ¿Cuántas veces os habéis sorprendido al daros cuenta de que ese día soñado pasó casi sin ser conscientes de él? Preparamos las fiestas, fantaseamos las relaciones, imaginamos las mil y una variaciones de un problema. Sin embargo, cuando la fiesta pasa, el corazón reseco sólo aguarda el falso licor de otra época venidera, escudado en el estribillo del “no fue tan bueno como creía”. La generosidad nos alerta y otorga la virtud de la presencia. Cuando todo es mutable, la única opción verdaderamente coherente es mirar la realidad tal cual es y no tal cual me gustaría. Estar aquí y ahora, instante tras instante, empapado del momento que me ha tocado vivir, ya sea amargo o dulce.

Si el cambio es lo único inmutable, ¿qué más da donar o esperar que me lo quiten?. Si mi vida no es más que una piedra bañada por una corriente perenne, el agua es un don que me refresca, pero que no puedo apresar. Además, cuando la roca se empecina en mantener el agua en su poder, se estanca y vuelve putrefacta, perdiendo así toda cualidad que la hiciera deseable.

Pensad seriamente en vuestra vida, en todas aquellas personas, situaciones, momentos, posesiones que un día amamos y al siguiente no eran más que un borroso recuerdo. El desprendimiento es una virtud que podemos educar a cada instante, las palmas abiertas son la clave para dejar que el oro llene nuestras vidas, derrochándose además en cuantos la compartan con nosotros. Si no hay diferencia entre tú y yo, tampoco hay diferencia entre lo mío y lo tuyo. Así pues, dejemos que la abundancia nos inunde y seamos lo suficientemente generosos como para ser conscientes de que todo en esta vida y no sólo el amor, se multiplica cuanto más lo reparto.

Un abrazo y que seáis generosos con vuestros comentarios.

EDU

EXCLUSIVA: PRIMERAS IMÁGENES REALES DE EDU

¡¡EDU y CADA se dejan ver!!

En los próximos días podréis descubrir, por fin, la imagen pública de nuestros personajes. De momento, aquí os dejo las primeras imágenes de EDU. En principio, se ha mostrado un poco tímido ante las cámaras y sólo nos ha permitido ver un posado de espaldas. Muy pronto se mostrará con su compañera CADA.

¡Estamos deseando verles la cara!




LOS REFRANES NOS ENGAÑAN

Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija… O en plena tormenta te cae un rayo encima y te parte en dos por estar debajo del árbol más grande del bosque!!  El refranero español está cargado de falsedades. Y, claro está, si las analizamos y pensamos que la “sabiduría popular” no era tan sabia como creíamos pues ¡para qué queremos más!

Está bien saber qué persona te conviene tener cerca para conseguir tus objetivos, pero también puede salirte mal la jugada y acabar peor de lo que empezaste por estar, precisamente, cobijándote en alguien que a las buenas te ayudará pero a las malas te hará polvo.

¿Y qué me decís del refrán No por mucho madrugar amanece más temprano? ¿Acaso es un refrán para fomentar la pereza nacional o, peor aún, para hundir en la miseria a la pobre gente que tiene que levantarse cada día siendo aún de noche?

Si el objetivo de ese refrán es transmitirnos que tomemos las cosas con calma, aquí comienza, entonces, otra de las grandes incongruencias del saber español porque resulta que los refranes se contradicen unos a otros. Ahí está el que dice No dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. ¿En qué quedamos? ¿Madrugo o me quedo todo el día en la cama?

Por otro lado están los refranes de la meteorología: Año de nieves, año de bienes; Abril, aguas mil; Marzo ventoso, Abril lluvioso, llega Mayo florido y hermosos. Este último, además, es una auténtica cursilada. La explicación de este legado refranero es que antaño no tenían otra que tomarse las cosas tal y como venían y dedicarles el mejor optimismo posible. Imaginad: lleva nevando todo el invierno. La nieve cubre caminos y estamos cuatro meses atrapados en la última aldea de la montaña. Incomunicados y sin calefacción central (porque no existe, claro). ¿Cómo me voy a contentar? Pues eso, pensando que si nieva mucho es porque luego va a pasar algo sensacional, fabuloso, grande. Está claro, me lo merezco. Llevo cuatro meses pasando frío y aburrido en mi casa… ¿Qué va a pasar? ¡Pues que llega Mayo florido y hermoso!


Visto lo visto, lo mejor que podemos hacer es sacarle partido al refranero buscando en cada ocasión el refrán que nos convenga y hacerlo propio cargándonos de optimismo. Por ejemplo, hoy debemos decir Llorar lunes de mañana, llorar toda la semana. Y como no quiero que nadie llore, sino más bien todo lo contrario y, además, de este tema podríamos estar meses hablando y hablando y proponiendo refranes de todo tipo y condición, lo único que me queda por deciros hoy es: A buen entendedor pocas palabras bastan…

CADA

VIVIR CARGADO DE OPTIMISMO

Esta mañana he visto a mi amigo Juan, ojeras bajo los ojos y un humor de perros, apenas me ha dicho hola, lo cual me extraña, así que le he preguntado qué le pasaba:
“Hoy me he levantado cansado, no he pasado una buena noche, tengo mucho trabajo en la oficina y claro, con este cansancio, no voy a poder. Encima se ha estropeado el calentador. ¿Por qué me habré mudado a ese piso donde se oye tanto el tráfico?”
Cuando nos hemos despedido estaba tomando su segunda taza de café y aún no había encendido el ordenador

También me he encontrado con Luis, me ha sorprendido verle con ojeras. Me ha saludado con un sonriente “buenos días”. Al preguntarle por sus ojeras me ha contestado:”He pasado mala noche. Menos mal que el calentador no funcionaba bien y el agua fría me ha despejado. Lo bueno es que tengo mucho trabajo y así no me aburriré. Tengo que cambiar las ventanas porque se oye mucho el ruido de la calle”. Y dándome una palmadita en la espalda se ha lanzado a por sus tareas pendientes.

Todos conocemos juanes y luises. En muchas ocasiones me preguntan qué podemos hacer para ser más felices. La pequeña historia anterior nos puede ayudar a descubrir algunas claves. La felicidad es la obra de los optimistas. Pero, ¿en qué consiste ser optimista?. Tendemos a pensar que el optimista es ese individuo etéreo que ve “la botella medio llena” cuando el resto del mundo la ve vacía, le tildamos de soñador, poco realista e incluso bobo. Bajo esa falsa apariencia de estar en el mundo porque tiene que haber de todo, el optimismo encierra un cuidadoso escrutinio de la realidad.

El optimismo no asegura la felicidad, pero nos ayuda a enfrentar las situaciones de la vida, sin ingenuidades ni lamentaciones. Si observamos con atención a Juan y a Luis vemos que se enfrentan a la misma situación con actitudes distintas.


Juan no ve más allá del problema, sin buscarle solución, se centra en sus emociones negativas y entiende que no puede hacer nada por cambiar sus circunstancias. Probablemente, su mal humor le acarreará algún que otro roce con compañeros de trabajo, lo que reforzará su idea de “hoy es un mal día”. ¿Dónde está el realismo aquí?.

Luis, por el contrario, considera que puede hacer algo para cambiar las circunstancias, siente que es dueño de su propia vida, más allá de situaciones adversas. Consigue observar los aspectos positivos de la situación. Cervantes, por boca de don Quijote, decía: “ningún libro es tan malo que no contenga algo de bueno”. En la vida nos sucede algo similar. Descubrir esa oportunidad es tarea del optimista.

Los luises de la vida escanean las circunstancias sin dejarse llevar por la globalidad, son capaces de enfrentar situaciones individualmente, analizan todos los datos del problema, considerando amenazas y oportunidades, por esta razón, también suelen obtener soluciones más creativas, asociadas a mejores rendimientos laborales y a una vida más plena en el ambiente social. Son personas con las que nos gusta tratar, puesto que su optimismo se contagia. Esta facilidad de trato favorece una red social amplia y estable que les ayuda en los momentos difíciles, reforzando la idea principal: “Me gusta mi vida, a pesar de las dificultades”.

Si lo que hemos contado es verdad (os aseguro que lo es, podéis leer el maravilloso libro. Pedagogía del optimismo. Guía para lograr ambientes positivos y estimulantes de Marujo, H.A., Neto, L.M y Perloiro, M.F, publicado por Narcea Ediciones) ¿por qué no somos todos optimistas?. Sencillamente porque no siempre nos enseñan a serlo, sobreprotegemos a los niños para que no se hagan daño, sin darnos cuenta de que no les dejamos explorar el mundo. Educamos en la falsa idea de que los logros que suponen esfuerzo no merecen la pena. Atrincheramos a nuestros pequeños detrás de antisépticos, antibióticos y  antibacterianos a modo de burbujas de plástico sin darnos cuenta de que las heridas curten no sólo el sistema inmunológico sino también el alma.

Ser optimista tiene algo de aventurero, de explorador. Las aventuras siempre dan miedo y el miedo es uno de los mayores paralizantes que existen. El optimista es un valiente de la vida. Para ser optimista hay que atreverse a mirar, atreverse a coger el toro de la existencia por los cuernos, atreverse, también, a ser indulgente con uno mismo, reconocer los errores y aceptar nuestras propias limitaciones. Cuando uno ha hecho todo lo que está en su mano, no tiene derecho a recriminarse nada.

Otra de las razones por las que nos cuesta ser optimistas es porque a menudo confundimos al optimista con otro personaje demoledor: El ingenuo. Exteriormente pueden parecerse pero las estrategias de uno y otro no se parecen en nada. El ingenuo simplemente está convencido de que los problemas desaparecerán, disolviéndose como un terroncillo de azúcar en el té. Elude los problemas, fantaseando con una solución que caerá como un maná, caído del cielo, para alimentar su falta de responsabilidad.

Atrévete pues, amigo, a ser valiente con la vida y meter las manos hasta el fondo del fangoso río de la existencia. Encuentra el tesoro escondido en los pequeños contratiempos cotidianos, aprende a valorar ese rasgo especial que hace única a cada persona, sitúate en el lado de la trinchera de los que gritan SÍ a cambiar el mundo y acaba con el enemigo del fatalismo y  la pereza.

Un saludo muy fuerte para todos

EDU

AMORES DE BARRA

¡Hola a todo el mundo un lunes más! A pesar de ser festivo, voy a cumplir con mi post semanal. Esta vez, quiero corresponder a vuestra sugerencia y hablaré del tema que alguien me ha propuesto. Ya sabéis que a través del mail, del facebook o incluso con vuestros comentarios podéis hacernos tanto a Edu como a mí sugerencias de temas que os gustaría que tratásemos.

Pues bien, el tema de hoy es adecuado para todos/as aquellos/as que se hayan levantado con la resaca de la marcha de ayer…



Todo el mundo debe salir “de marcha” de vez en cuando. Entendamos esa salida como la clásica en la que se va a “ligar”. Creo que es bueno hacerlo aunque sólo sea con el propósito de averiguar si aún se “está en el mercado”. Pongámonos en situación: un grupo de amigas deciden quedar el sábado noche para salir de bares. Los comentarios de ellas cuando van por la calle al inicio de la ronda son:
-          ¡Hoy cerramos los bares! Que nadie se vaya antes del amanecer…
-          Beberemos copas, eh? Nada de refrescos que para eso he venido en taxi…
-          Si alguna conoce a un “tío” interesante las demás animamos; sin rencor.
En ocasiones, al final de la noche se sitúan en un cruce en busca de un taxi y entre risas comentarán:
-          ¡Qué tarde es! Mañana no habrá quien me levante y me toca guardia en el trabajo…
-          No tenía que haber bebido, tengo un dolor de cabeza…
-          Vaya “tío” más plasta; no conseguía quitármelo de encima.
¿Qué ha pasado durante esas horas?
Sencillo. Se trata de la diferencia de interpretaciones. Esto nos pasa por tener expectativas muy altas antes de salir. Cuando se decide emprender una marcha nocturna hay que tener claros los riesgos y los objetivos. El objetivo puede ser variado e ir desde simplemente estar con amigos de copas a acabar la noche en la cama de algún desconocido del que no sabes ni el nombre.
Una vez delimitados los objetivos empieza el juego. Cuando estás inmerso en la partida puedes no darte cuenta de la cantidad de absurdos que se producen. Vamos, que menos mal que nos hemos prometido no hablar de esto en el trabajo el lunes, que si no fijo que me echan a patadas…
Y empiezan los clásicos… Ya se sabe, el pobre desesperado que necesita “comer” a toda costa. A mi modo de entender hay cuatro clases de desesperados nocturnos: el feo pesado, el feo gracioso, el guapo pesado y el guapo al que en mitad de la noche le vas a decir que se calle para que no estropee la maravillosa historia idílica que te has montado en la cabeza. Guapos, listos, simpáticos y con un diálogo adecuado existen, pero no están categorizados porque lógicamente no van a intentar nada contigo. Eres tú la que buscas desesperádamente preguntándote dónde se han metido los mejores!?!?
Total, que hay que decidir entre las otras cuatro categorías y eso es una simple cuestión de gustos. Pero claro, al feo pesado te va a tocar aguantarle en algún punto de la noche sí o sí. Acerca de la cantidad de frases estúpidas que estos tipos suelen utilizar creo que hay hasta diccionarios. Sin ir más lejos, a mi misma el sábado pasado, me dijeron una de las típicas que te ponen los pelos del brazo de punta. Dijo: “perdóname por haber irrumpido en tus sueños durante tanto tiempo”. Claro, luego dicen que las “tías” somos bordes. Pero la respuesta obligada es “En mis sueños? Será en mis pesadillas!” Si es que te lo ponen en bandeja…
Chicos, para lograr el objetivo es fundamental ser simpático!! Pero no cansino… Y si véis que no hay nada que hacer, es mejor no seguir perdiendo el tiempo…
Al final de la noche lo más probable es que aunque habías apostado por una Harley acabes con una Vespino. No pasa nada. Las experiencias son fundamentales. Es necesario acumularlas. Le doy un punto positivo a todo aquel o aquella que tiene el valor de ponerse como objetivo salir sólo a saciar sed y prometerse no pedir ni el número de móvil. Es una forma de hacerse valer a uno mismo, eso sí, sin abusar de este sistema para no acabar siendo un vampiro que termine por no poder ni ver la luz del sol y no sepa relacionarse con normalidad en sociedad.
Y como siempre, por desgracia, las diferencias de interpretaciones son claras entre ambos sexos. Mientras los hombres saldrán a darlo todo en aras de conseguir acumular triunfos, las mujeres serán mucho más selectas y complicadas en el juego. Esta es una de las razones que ha llevado a gente del mismo sexo a jugar. Los objetivos se simplifican entre los de mi misma condición, jajja.

Y para que Edu no me regañe por no hacer de mi post de hoy alguna enseñanza buena para liberar nuestro espíritu voy a acabar con una frase para dignificarnos:
No importa cómo, dónde o con quién termine tu noche de cacería, lo verdaderamente importante es que no te levantes con la sensación incómoda de haberla desperdiciado…

CADA