EN BUSCA DE LA FELICIDAD


¿Se puede convertir la vida en una lista de objetivos? ¿Esto podría ayudar a evitarnos sufrimientos?

Últimamente se oye mucho hablar de temas como la psicología positiva, la felicidad, la importancia de seguir adelante y luchar contra viento y marea. Corren tiempos difíciles para casi todo. Tiempos difíciles para el trabajo, tiempos difíciles para la economía, tiempos difíciles para el bienestar y tiempos difíciles para el amor. La crisis actual es devastadora y toca todos los palos no permitiendo que nada quede en pie. Todo parece tambalearse en una cuerda floja con un riesgo altísimo de fracturarse en el momento más inesperado. Esta situación provoca miedo. La sensación de malestar empieza a ser permanente y muchos creen sucumbir ante una especie de sombra negra acaparadora. Es como cuando has comido demasiado y, aunque aún no te ha sentado mal la comida, empiezas a sospechar que la digestión será pesada. Muchos estamos hoy digiriendo hasta lo que fuimos incapaces de tragarnos.

Una idea cordial puede ser convertir cada día en un objetivo. La premisa consiste en haberse elaborado una lista interna de lo que se desea conseguir. De esta forma, al despertarse cada mañana uno piensa: ¡qué bien! ¡Ya estoy otra vez en pie para luchar a tope por mis ideales!

¿Es posible? Y si lo es, ¿cuál es el último objetivo de esa lista? ¿La felicidad?


(Imagen de: invisible-bcn)


Me pasé toda la vida en busca de la felicidad y, en esa incesante búsqueda, no me percaté de que era el momento lo que podría haberme hecho feliz. Siempre pospuse, pensé que vendría luego, que estaba trabajando “en ello”… y así fue cómo perdí un tiempo maravilloso que ahora me debo.

Entendí que en la vida había causas perdidas; pero aún así mantuve un hilo de esperanza por ellas, por si algún día esas cuestiones abandonadas podrían dejar de serlo. Así fue cómo perdí la fe y, sin embargo, continué creyendo. Y mientras mi fe se alejaba por momentos, yo, como aquella pobre ilusa que mantiene el hilo más absurdo de esperanza, seguí rezando. Y esa oración constante me debió dejar algo dentro. Aunque alguien pudiera pensar que la esperanza era lo último que debiera perderse, yo siempre creí que había mucho más que eso. Y, a pesar de todo lo que pudieran decirme, empecé a mostrarme en el hecho más púramente convincente de que todo lo que tuviera que estarme sucediendo era merecido. Una voz cercana se quedó sin aliento. Pareció susurrarme que no me merecía esto; pero no es cierto. Y fui tan idiota que lo estropeé todo y ni siquiera fui capaz de disfrutarlo.

¿Hubiéramos actuado diferente si nos hubiesen contado los resultados?

Hay tantas cosas en la vida que no tienen marcha atrás… Y es que, hasta para tener miedo, hay que ser valiente. Es necesario demostrarse valor para saber sentir miedo. Porque es humano. Porque sin temor no existe el verdadero amor. Si no tengo pavor a perderte es que no te quiero.

La vida quiere enseñarle algo a todo el mundo. La cuestión es si se está dispuesto a aprender.

Cuando decides cambiar el sofá del salón pero aún tienes cierto apego por tu viejo mueble, no lo tiras a la basura; deseas que alguien disfrute de algo que te dio tantos momentos de paz. Así pues lo regalas. El día que vienen a buscarlo lo miras apenado recordando los mejores instantes que pasaste junto a él. Ese sofá se irá a otra casa, como todo lo que te era cómodo. Un cambio grande exige un ajuste enorme. Pero quizá sientes que cambiar de sofá no tiene por qué ser tan bueno. Quizá no todas las permutas son adecuadas. Hasta que alguien te recuerda que sí lo son, pues antes no estabas mejor que ahora; sólo creías estarlo. Y mientras continúas preguntándote si lo que hiciste fue un acto de valor o rebeldía, empiezas a sentir que ser valiente, en los tiempos que corren, es una causa perdida.

Ya no importa lo que hiciste. No importa. Dan lo mismo cuántos consejos desoíste. En la vida no se aprende escuchando, se aprende probando. Y tú tenías que aprender tantas cosas… Mantén ese valor, porque todavía no se ha inventado nada que pueda contigo.

No importa lo pequeña que seas si crees en tus grandes posibilidades…

CADA.

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