RECUERDOS Y PRESENTES


El otro día estaba sentado en casa, descansando. Sin saber muy bien por qué, mis ojos se dirigieron a uno de esos objetos que formaron parte de una época anterior de mi vida y que han conseguido hacerse un hueco en las circunstancias actuales.
En una extraña asociación de ideas, me dio por pensar en las diferencias de emociones que suscitaba ese mismo objeto hace algunos meses y decidí que este era un buen tema para una entrada.

¿Cómo nos relacionamos con los objetos? Que viene a ser lo mismo que preguntarnos, ¿cómo nos relacionamos con nuestros recuerdos?
Aunque prácticamente nos hayamos olvidado del significado etimológico de la palabra, recordar viene de re y cordo, es decir, volver al corazón. Los recuerdos siempre suscitan una respuesta emocional y dado que nos hablan de situaciones pasadas, esa respuesta emocional suele ser la nostalgia, una llamada de atención para decirnos a nosotros mismos que hay algo del pasado que nos gustaría recuperar.

Cuando esto nos sucede, tendemos a destruir ese objeto que nos trae a la memoria (y al corazón) una situación pasada. Esa destrucción puede ser literal (qué casualidad que con todos los jarrones que hay en la casa, precisamente se me vaya a romper el que me regaló la Tía Enriqueta…)o metafórica (los trasteros están repletos de esos objetos “inservibles”) Esta es la táctica habitual frente a las emociones que no nos gustan y ciertamente, la nostalgia es una de las emociones que menos nos gustan de todas: la negación. Como no me gusta, oculto esto que me molesta y así dejo de verlo. Los lectores habituales ya se habrán dado cuenta de que esta táctica no me parece la más apropiada.

Entonces, ¿hay otra forma de enfrentarnos a nuestros recuerdos? Porque por mucho que nos empeñemos en ocultar, regalar, guardar o revender objetos y posesiones, siempre hay algo que no podremos ocultarnos y ese algo son nuestros propios recuerdos, elicitados o no por un objeto externo, siempre están ahí.

Hay personas que viven esclavas de sus recuerdos, así, evitan a toda costa pasear por un sitio determinado, escuchar una canción, ver una película o relacionarse con determinadas personas, porque forman parte de lugares, canciones y situaciones vividas con alguien del pasado. Otra forma de destruir…Lo único que en este caso lo que destruimos es nuestra vida. Siento que pueda resultar algo exagerado para algunos, si este es tu caso, piensa qué situaciones evitas (lugares, viajes, canciones, libros…)y dime si no estás perdiendo una oportunidad maravillosa de crecimiento.


Entonces, seguía yo con mis reflexiones, si la negación no es la estrategia adecuada, tiene que haber alguna estrategia más inteligente de enfrentarse con los recuerdos (objetos o no) que va generando nuestro paso por este planeta.

Veamos, un recuerdo es un objeto que activa un estado emocional, cuando ese estado emocional es negativo, procuramos evitarlo…luego, la solución está en cambiar el estado que me produce. Fácil. Y aquí llega lo importante. Si algo está en mi vida es porque de alguna manera está asociado a una situación que en su momento me hizo feliz. Si esto es así, tengo dos opciones, o dejarme llevar por la nostalgia o dejarme llevar por la felicidad que me trae ese recuerdo.

Esto exige un punto de desapego, en el sentido de saber disfrutar de nuestra vida sin apegarnos a esos momentos de felicidad y éxito. Están ahí, lo agradezco, se fueron y no volverán. Y no volverán, como las golondrinas de Bécquer. Así que para qué voy a amargarme la existencia hoy con historias que no van a volver. La vida es hoy. En esa suma de “presentes” que conforman lo que llamo “historia personal” todo va quedando atrás para ayudarme a disfrutar los nuevos regalos que la vida me ofrece y ese objeto que ayer llevaba el disfraz de una vida aparentemente más feliz, hoy se vuelve a disfrazar de una felicidad aún mayor. Porque afortunadamente hoy estoy vivo para recordar y sentir.

Esta es la segunda parte, hoy tengo sentimientos, hoy ese objeto forma parte de mi vida, hoy ese objeto es el indicador de otro momento de mi vida. Hoy estoy aquí y si vivo este aquí con toda su intensidad, no tengo nada que envidiar a lo que fue ni tengo que preocuparme de lo que será. Hoy es el mejor momento de mi vida, entre otras cosas porque es el único que existe verdaderamente.

Vamos a dejarnos de tonterías y amar con toda la intensidad posible el instante actual. Si hacemos un acto sincero de introspección con nosotros mismos, caeremos en la cuenta de que la nostalgia no es más que un truco mental para volver a una situación que no es tan maravillosa como nosotros recordamos. La vida es un punto negro en una página en blanco. Y sólo tú puedes decidir si quieres focalizar tu atención en el único punto negro o en toda la página que aún queda por escribir.

Estamos llenos de posibilidades, toda nuestra existencia, en cada instante, es una inmensa posibilidad. Sólo hay que cambiar lo que miro y eso sólo depende de mí, de ti, de cada uno de nosotros. Vamos a espabilarnos de una vez, vamos a empezar a admitir que tengo las manos vacías para recibir y no para echar en falta.

Cualquier cosa que desee, cualquiera, el amor, el dinero, la alegría, el trabajo, la felicidad en suma, es una opción personal. Vamos a ser valientes para agradecer nuestro pasado y disfrutar de nuestro “presente”, que por algo tiene nombre de regalo.

Feliz y presente semana a tod@s
EDU

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